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Págin a y su escudero dieron vista a la villa de Almunia de doña Godi- una donde Antón de Luna tenía entonces su cuartel general y donde con frecuencia solía pa- sar el conde de Urgel. Más que nunca anda el país encendido en discordias, pen-- dencias y alborotos. Don Antón de Luna, poco escrupuloso y a- rrebatado, continuaba reclutan- do gente aventurera de toda la- ya bajo las banderas del Urgel y Blanca oyó con pena e inquie- tud durante su éodo que en las mesnadas de D. Jaime lo que menos había. eran vasallos hon- rados y leales.a su señor. porque eran ya verdaderas hordas de malhechores, salteadores y la- drones, aunque un poco le ser- vía de consuelo oír proclamar como atenuante que tal vez “de aquello no tuviera la culpa el Conde, sino aquel endemoniado D. Antón y cuatro o cinco seño- res más que le aconsejaban copy un criterio harto elástico y ego- ísta. Insigne torpeza fué la de D. Jaime —error en el cual ca- yeron muchos reyes— la de far- sa de estos aconsejeros que le llevaron a mal fin. Pensativa y preocupada avan- zaba la doncella con el corazón rebosante de amargura por la reciente despedida de Hernan- do, lamentando una y mil ve- ces que la promesa de guardar secreto que:la Abadesa la exigió no la permitiera haber aceptado la ultisima. compañía del mozo hasta el mismo final de su viaje. Un secreto presentimiento ponía temores en su ánimo y hubiera querido volver atrás a buscar a Hernando y amparase en su for- taleza y en su serenidad. En pie contuinuaba Hernan do comiéndose :el horizonte con, los ojos. Ya no eran los viandan- tes más que dos puntitos chiqui tines en la lejanía seguidos por otro punto más diminuto—Can— cuando sintió a su espalda ruido seo de Sú Eminencia, que solía ser muy amante de contemplar los bellos crepúsculos y solarze con el magnífico espectáculo de la naturaleza en sus múltiples aspectos; Pero cuando ya iba a volver grupas hacia Zaragoza, bien necesitado del descanso y le cena después del ¡quebranto de sus difíciles jornadas, le re- tuvo tras de los troncos una frase que el vientecillo trajo cla ramente hasta sus oídos. —¿No os parece, Mendo a- migo, que es extraño capricho este de salir a contemplar pues- tas de.sol, desarmdos y sin cota, cuando todo el país anda infes- tado de esos condenados seltea- dores de Caminos que recluta el réprobo de D. Antón de Luna? —Extraño caprico sería en verdad, compañero, si fuese tal domo decís. . . Mas esto que da- mos no el paseo ni quien lo fun dó; así Dios me ayude, huéleme el ajo a entrevista o cosa pare- cida. —¿Entrevista? —0ií a mi señor decir que el Arzobispo había sido invitado por D. Antón de Luna— que por lo visto tiene amplios poderes del de Urgel— paraconferenciar con él en cierto lugar del cami- no entre Zaragoza y Almunia de doña Godina. Y a eso vamos. —¡Vive Cristo, que me parece harta imprudencia acudir a es- ta guisa para entrevistarse con un cCabalero empecatado y tur- bulento como D. Antón y que no fuera el hijo de mi padre el que en las manos de ese traidor sin se entregara tan confiadamente conciencia. . . Hernando no pudo oír más. De jó que pasaran los dos escuderos que charlando se habían rezaga- do y con su agilidad de trepa- dor subió hasta lo más alto de un álamo para otear la lonta- nanza. Casi no se veía ya, por- que la noce venía a pasos gigan de caballos; y volviéndose rápi,|tescos. La doncella de Loarre y do vió acercarse una lucida tro-|su escudero habían desapareci- pa de caballeros vestidos de ga-|do en las ondulaciones del terre la con sus ropillas de seda cual, no. No se veía ya alma viviente si saliesen a dar deliciósos pa- aparte de la tropa del Arzobis- seos por las floridas márgenes'po... Hernando, aguardó Tenía del Ebro. vista de halcón, ejercitada en Apartóse a. .un lado y aun re-, arrancar de las tinieblas sus se- cató su extraña persona tras el |eretos. Al poco rato, su pacien- parepeto de unas troncos de ála-!|cia se vií premiada porque pudo mos blancos desde donde pudo|distinguir, asomando a una tras atisbar el desfile de la comiti-|el vértice de uns loma, las si- va. Componíanla ilustres caba-|jinetes que fueron avanzando lleros aragoneses bien conocidos |luetas de una nutrida tropa de del misterioso personaje: eran el|hasta reunirse en cierto punto sobrino del Arzobispo, «D. Juan'del camino como si. aguardasen Fernándes de Heredia, el famo-|a alguien. so Don Pedro Jimenez de Urrea,| —Don Antón de Luna y su Juan de Berjadí, el Gobernador|gente, que esperan al Arzobispo del Reino, Gil. Ruiz de lihori y|-—se dijo Hernando. otros muchos parientes y ami-| Y ya iba a descolgarse del ála gos del Arzobispo, el cual iba|mo cuando algo extraño que sus en medio del grupo vestido con [ojos arrancaron a las. tinieblas hábitos talares, departiendo son|y a la distancia le dejaron cla- riente y amigable con todos. Ce- |vado en su difícil puesto de ob- “EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE La Doncella de Loarre Anochecía cuando al doncellajpos de pajes y escuderos igual-'primer grupo que se htbía de- mente desarmados y en traje de|tenido en el camino apareció paseo. Hernando creyó en un de- una tropa como de doscientos hombres que fueron emboscán- dose a uno y otro lado del ca. mino tras las asperezas del te- rreno y los rtoncos de los árbo- les. Era demasiado oscuro para que Hernando, pese a su vista de lince, pudiera decir si aque- llos hombres ibon o no armados. Bajo su casco, se le hubiera po- dido ver cómo palidecía y se le a pretavan las quijadas en una cispación. Soltó un enérgico voto y bajó del árbol como una cen- tella. Poco después, apartaba de un manotazo al centinela que le detuvo en la puerta y entraba en la villa como una exhalación —Debe ser el mismo diablo en persona —murmuró el centine- la viéndole alejarse. h Y con una aprensión muy jus- tificada en equellos tiempos, el buen hombre se santiguó pri- mero y tocó después el duro pe- dazo de herradura que llevaba en el bolsillo de su tabardo. VXI Al bajar una loma, Blanca creyó sentir tras de ella el trote de varios caballos. Volvióse la cara * Zaragoza y vió como sa- lían, primero, las cabezas y, z luego, el resto del cuerpo por el mismo vértice de aquel cabezo que ella acababa de dejar a su espalda. —Gente llega, Ramón. ¿Qué te parece que hagamos? —pre- guntó ño sin inquietud.— Nues- tros caballos están rendidos y, no sé si podrán resistir un ga- lope, y los de esa tropa traen un buen trote y a lo mejor an- dan descansados y fogosos, lo cual quiere decir que nos darán | alcance antes de llegar a La Muela. —Tal creo, mi señora. Y ved, pecador de mí, que a lo mejor son una tropa de salteadores de caminos, que mal fin hayan, de los cuales d.cen que anda infes- tada la comarca y asá nos des- valijan y dessuellan sin que nos valga almá viviente. —Tengo para mí que lo más cuerdo fuera echarnos a un lado del camino y guarecernos tras aquel corro de árboles, que así el diablo me lleve si sé lo que con la foscor de la noche, y de- jar que pasen esos bergantes. Mas, ¡viye Cristo!... ¿Es queme lo hacen estas orajas empecata- das o sentís vos también la re- mor de otra tropa que se acerca en dirección de Almunia de do- fia Godina?. —Paréceme que n oandas des caminada, Ramon. Y Can tam- bién debe olfatear gente extraña por partida doble porque no sa- be hacia qué sitio ventear, si ha- cia Zaragoza y Almunia. . .No gruñas Can, que contigo no va| nada. Nosotros somos pacíficos viandantes. —Pacíficos y viandantes sere- mos, en efecto, señora mía; pe- rraban el cortejo nutridos gru-'servancia; y fué que detrás del A a BANKING BY MAIL is as fast 'and safe as the United States Mails; it's as convenient as your own mail-box; it's available without charge to all Valley National Bank savings and checking-account customers. When you bank by mail, you can make deposits or withdrawals right from your: own home or office with no more effort than taking the cap off your fountain pen. 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Yo apos taría que eran encinas. —Encinas o manzanos, lo que importa es que nos cubran bien. —¡Voto al mismo diablo, que no veo la hora de llegar al re- 1) rá la última vez que el hijo de mi padre se preste a acompañar doncellas andariegas! —No votes, Ramón. Se lo diré a la señora Abadesa cuando vol vamos a Loarre. —¡Cuándo será eso!... piró el soldado. Y a Blanca se le encogió el co- razón. Ahora, el castillo le pare- cía una tumba, una horrible pri sión, despuése de haber expan- dido las alas y de haber entre- visto el amor. —Sus- Sonaba el toque de queda en la Seo y en la parroquia de al- gún lugar cercano, cuando ¡as| dos tropas se encontraban. La que venía de Almunia por la Muela mendábala D. Antón de, Luna. Era un hombre fuerte, en todo el lleno de su virilidad tur- bulenta: tenía ojos de loco y mo vimientos violentos que contras- taban grandemente con la man-;¡ sa dulcedumbre del Arzobispo mas le acompañaban veinte hombres armados. Adelantáron- se Luna y D. García en cuanto se se conocieron y uno y otro hicieron gala de toda su corte- sía para saludarse. D. Antón eb- só el anillo episcopal de Su Emi- nencia y el prelado bendijo ca- riñosamenté a D. Antón. Des- pués se separaron un trecho del camino acercándose a equel gru po de árboles donde se habían guarecido la dpncella de Loa- rre, Can y el escudero. Muy al- borotado andaba el perro con el lomo erizado y las orejas enhies tas, intentando emitir sordos contenía tapándole la boca con ¡gruñidos de recelo, que Blanca su mano. El principio de la conversación pasó inadvertido para la “doncella a causa preci- samente del cuidado que ponía en contener a Can. Cuando éste hubo tranquilizado un poco, pres tó oído y alcanzó a oír y cono- cer la áspera voz de Don Antón de Luna que preguntaba ai Ar- zobispo si sería rey de Aragón el Conde de Urgel. —No lo será— respondió el prelado sin alterarse, pero con mucha firmeza— mientras yo viva. val ME a tanto que huyéramos de acer-| mate de nuestro viaje y que se-. —Pues lo será, vivo o muerto el Arzobispo— replicó altiva- mente D. Antonio. Y abofeteó al prelado en el ros tro. En seguida le dió un golpe en la cabeza con su espada y cargando sogreél la gente de Luna 'deribáronle de “la mula. ¡Una nube ocsureció las púpilas “de la doncella, testigo involun- tario de aquel horrible asesina- te que vostó la corona al de Ur- gel, y una angustia infinita ga- nó su corazón haciéndola desfa- llecer como si también ella fue- se a morirse. . . Como en una pesadilla vió cómo aquellos fo- rajidos acabaron de matar al Ar- zobispo y_le cortaron luego la mano derecha, que uno enar- |boló como trofeo en la punta de su lanza. Blanca y Ramón, ven- cieron su terror para gritar in- ¡dignados contra aquellos ban- 'didos. A duras penas contenían _dridos del perro y las voces del 'escudero y la doncella perdiéron se en la baraunda infernal que se armó al arremeterse los vein te hombres de la escoMfá de Lu- na contra los caballeros que ha- .|bían acompañado al Arzobispo. Entonces bajo los asombrados y angustiados ojos de Blanca, empezaron a salir no se sabe de dónde —del centro dek infierno acaso, como demonios que acu- dieran al conjuro de la voz de 'aquel empecatado D. Antón de 'Luna— hombres y hombres, 91- mados hasta T3s dientes, que co |menzaron a repartir tajos y man dobles con tanta fuerza que ruf ldieran fin a los caballeros del un momento temió la doncella Arzobispo, pese a la heróica bra vura con que éstos se defendían. —¡Tranción! ¡Traición! —¡Tenían emboscada una tro pa! —¡A ellos! ¡Que no quede Uno! De pronto, cuando más encar- nizada era la pelea, empezó a centuado de muchos caballos. oirse el rumor de un galope a- nían en auxilio de los pobres Blanca pensó si' sofaría...¿Ve-. cabaleros? Y un momento des- pués la pelea adquiría carecte- a Can, enfurecido, pero los la-;¡ mandando a su gente que dieran cuartel. —¡Ní un prisionero, maldi- ción sobre vosotros! ¡Muertos, muertos! Al sentirse desfallcer aflojó la presión con que aguantaba a Can con su cuerpo en un abra zo y el enfurecido perro se lanzó como un aigre cntra el malvado que estaba desvalijando el ca- dáver del Arzobispo. Cómo fué, jamás podrían decirlo ni la don- cela ni su escudero; pero repen- tinamente el hombre que desva- lijaba al Arzobispo, al sentir en su carne los colmillos del perro, se abalanzó sobre Blanca que había salido de su escondrijo pa ra detenerle, y cogiéndola del cuello, con dos manos parecidas a garfios, empezó a apretar, a apretar. . . Otro soldada había cogido a Ramón y peleaban am bos como dos fieras, mientras Can— con esa admirable inteli- gencia de los perros— se Jivigía en línea recta a buscar algo que 'su fino olfato había descubierto en aquel “maremagnum”. ¿Quel algo fue de una salvación eficaz; alquel algo era un hom- bre armado con media coraza, icubierto con un casco y envuelto en una capa que el viento mo- vía, el cual cogiendo por el pes- cuezo a cada uno de los des ma- landrines los deslapizó de Blan- ca y de Ramón. —¡Pronto, a cabalwlo! tóles. El corazón de Blanca se en- sanchó con un suspiro de alivio y de felicidad. —¡Hernando! —;¡Pronto, antes que se levan- ten esos malandrines y lo impi- dan! ¡A caballo y'fuera de este infierno, voto a cribas! no —gri- Aun pudo ver la doncella, mientras buscaba su cabafio y lo montaba, cómo Hernando lu- chaba de. nuevo con uno de los '*malvado3”Gue se había levanta- do con brío. —¡A mí, compañeros! 7¡Ayu- dadme, que tengo entre manos|$0s y al jefe de la tropa enemiga! ¡A mí! Dirigióle una lanza que hubie a a Y a-. res feroces aTFtñiócar la gente de Se sido definitiva si Hernando, Luna con la aguerida tropa que: Con su prodigiosa agilidad, no llegó por el-camino de Zarago- hubiera hurtado el bulto; mas za, y sin el socorro de la cual los forajidos hubieran dado fin|/ de toda la escolta del Arzobispo. Blanca casi creyó perder el sen- tido cuando enloquecida oyó la voz airada de D. Antón de Luna, DIENTES POSTIZOS Alineadas y ajustadas en 20 Minutos $2.50 por placa 11 W. 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Acercóse al caballo de Blanca, la alzó en sus brazos y la colo- có sentada en el arcón de su si- lla, sosteniéndola con el brazo herido— que era el izquierdo-- mientrmas se mordía los labios dolor. Después salió a galope para'no- estallar en un grito de tendido, seguido o corta distan- cia por. el escudero y el perro, camino de Almunia de Dofia Godina. Coñtinuará la semana entrante Trós Años de Servicios A LA GENTE MEXICANA PARA REPARACION DE CALZADO NEAN SIEMPRE EL 1 . | Caller «te Reparaciones JOHNSON'S | VENTA DE ZAPATOS REPARADOS 17 S. 3rd St. Phoenix, Ariz. A A PU e ra "Se Pintan Carros Buen Trabajo y a Precio Raze- nable - Servicio de Guardafan- Carrocería - Tapicería y Soldaduras de Todas clases! SE AFILAN Y SE LES COMPO- | NEN DIENTES A ZERRUCHOS También ponemos DIENTES NUEVOS a los Zerruchos 417 So, Calo Ta Tel Ana So. Calle 3ra. 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