El Sol Newspaper, March 12, 1948, Page 4

Página 4. «==La Doncella de Loarre —Bien —pensó'el huésped. — Ya cenarás, y trincarás con el vinillo de mi cueva y, ¡voto al diablo que entonces se te soltará la lengua! No había en la venta más huéspedes que el hombre del casco y un arriero que iba hacia Huesca con carga de aceite. El desconocido subió a su aposen- to, el mejor de la posada. El lo pidió así y el ventero, oliendo buena paga, se lo dió. Mientras la ventera preparaba la cena y las dos mozas hilaban bajo la amplia campana del llar, maese |, Sota pasó el rosario como era cristiana costumbre en aquel tiempo. Y rezándo estaba, mien- tras el cansado arriero roncaba en el rincón de la banca, cuando el enmascarado apareció en el rellano de la escalera. Se había despejado del pesado casco de hierro y cubría sus ojos con li- gero antifaz de seda negra. Es- te permitía ver su boca, tierna y firme.a la vez, y el mentón e- nérgico de su barbilla. Sobre su frente lisa y ancha, se partían en raya en medio de los cabe- llos color castaño oscuro, rizados en melena, al uso de la época. Apenas un fino bigotillo som- breaba su labio superior. Maese Sota, al mirarle a hurtadillas, vióle tan joven que casi se sin- tió defraudado. ¿Era posible q' Menant de Favars y D. Antón de Luna hubieran confiado la preciosa embajada del duque de Clarence.a un mozalbete sin pe- lo de barba casi? Sentóse tranquilamente el del antifaz ante la mesa y pareció seguir el rezo con devoción, aun- que en realidad quizá estuviese absorto en intrincados pensa- mientos, [Más tarde, una de las mozas;-sirvióle le cena, bien ade rezada, sabrosa y en su punto, y puso sobré el basto mantel u- na gran jarra ahita de un vino cuyo perfume trescendió por to- da la: vasta -cócina. Atendía la maritornes y seme jaba el Sota estar embebido en el arreglo de un collar para el perro de guarda, aúnque otra le quedaba por dentro, y ardía en deseos de: llegar a la mesa donde yantaba :el misterioso en- cubierto. Pero era vivamente as- tuto naese «Sota para descubrir su juego, por satisfacer una mes- A] cerrar la noche habíase le- quina curiosidad. vantado: un * airecillo fresco, no extraño: ciertamente en aquellos lugares tan próximos al Pirineo y la ventera ordenó a lmozo que entrase las cerdas con su-círa y que entornase las puertas del mesón. Después de lo cual se acomodaron bajo la campana para yantár tranquilamente. Tras la postrera cucharada vi no el paternóster, que maese So- ta rezó devotamente, como buen| cristiano que era, en acción de gracias a la Providencia del Se- fior, y, luego, como viese al en- mascarado apurando a espacio- sos sorbos la jarra del vinillo, acercóse oficioso hasta la mesa solitaria. —¿Paladeáis el mosto. de mi j cueva? —preguntóle con sonrisa servil, llena de afán de agradar. , —Sí tal. Y a fe mía que raras! veces lo probó mejor y que me-, recéis un brindis por haber sa- bido confeccionar semejante | néctar. Traed otra jarra y otro vaso, si sois servido, mase. .. —Berenguer Sota, señor, para serviros. , Me honráis con exce- so, caballero. —¡Bah! ¡Caballero me lla- máis! Hidalgo, acaso, .Mas no; pasé de escudero y eso a fuerza de grandes trabajos. .. . —Quizá tengáis motivos para decirlo así, aunque yo: no suelo equivocarme en mis apreciacio- nes. He visto tantos caballeros en mi vida. .. ¡Eh!, mujer. . .en- viad a la moza por más vino y añadid un vaso. ¡Presto! —¡A vuestra salud, mase..Be- renguer Sota! —A la vuestra, señor. Apuraron los vasos después de chocarlos. Mase tornó a re- petir y se limpió los labios con el reverso de la mano. —Bien trincáis, maese. —La costumbre de tresegar el mosto con frecuencia: de este tonel se prueba, de aquella ja“ rra se pica. ..., —Venía Porque si queréis de- cir que hago negocio, debo res- ponderos que no tengo por gen- te a los que no pagan. Esta con las cosas muy mal. Antaño so- denada guerra civil ha puesto lían parar aquí centenares de trajinantes y viajeros, que iban “EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE E cís??' ¿Quién es D. Alvaro de Urrea? —¿Sois forastero, que no sentisteis mentar? —Vengo de py lejos. iS —¡Ah! La mirada de maese Sota ta- ladró al hombre intentando bu- cear en el misterio de la careta; pero su boca era una línea apre tada y sus ojos estaban casi cerrados. , —¿Preguntaisme quién es D. 'Alvaro de Urrea? ¡Un demonio le pardiez! —No le vi nunca. Mas le co- nocería si le viera, vive Dios, tantas veces me han hecho su semblanza los escarmentados. —¿ Le conoceríais. . si le vie- rais? Y en el acento del enmasca- rado había una sorna que no hubo de pasar inadvertida a maese Sota. —Seguramente. ¿Creé su mer ced que un tal hombre puede pasar inadvertido? —Acaso exagera la fama... —No. A fe mía. Es un demo- nio que desbarata todos los pla nes de las gentes de Urgel. Có- mo los adivina, es cosa que vuel como si tuviera espías hasta de- ve locos a sus contrarios, Parece trás de los coscojos de la sierra o como si viera con ojos de male ficio lo, que ocurre en miles de leguás a la vez. No hay convoy de armas 'o de dinero que no cai ga en sus manos, ni mensaje q' no capte, ni emboscada que no adivine. ¡Vive Cristo, que es un verdardero demonio! —Paréceme, maese, que no le distinguís precisamente con vuestra simpatía. . .— insinuó el encubierto con irónica sonrisa. Maese Sota recogió velas en el acto. Acaso se había dejado llevar demasiadamente de su ex y venían de Francia. Era pehso-, citación y cometido la impru- nal que comía bien y pagaba ¡dencia de descubrirse un, poco mejor. Hoy, mi posada suele pa- [ante el enigmático personaje recer a dias un cuartel. Las 'ho-|que hasta aquel momento man- das condenadas de gascones q'|tenía en reserva sus opiniones — _——— el desconocido cogió el cuchillo que pendía en su cinto —un afi lado cuchillo más propio de un “|montero que de un caballero— y con la aguda punta trazó va- rios sognios sobre la grasienta!- madera: de la mesa. Al ver ma- ese Sota la contraseña de las gentes de rgel, hizo ademán de quitarse la montera, pero el en- mascarado le detuvo con un e- nérgico: —¡reneos! Antes dijistels que ese bellaco de D. Alvaro de U- rrea tiene ojos que ven por to- das partes. Quieto, y bajad. la voz. —-Ordenad, señor. —La persona que me entregó en Londres el mensaje del du- que de Clarence para la Abado- sa de Trasovares, díjome que en un pergamino adjunto hallaría sus instruciones. Estas se redu- cen a encaminarse directamente a la venta de maese Sota quien, según parece, es el lugartenien- te de doña Violante. . . —;¡No tanto, señor! -Un humil- de vasallo de mi señora y un fervoroso pgrtidario del Conde de Urgel. .. Hago lo que puedo para favorecer el contrabando de armas y de dinero. .. No todo se hace en la guerra combatien do frente al enemigo. Hay otra guerra sorda. .. y solapada. ... y peligrosa. .... —Bien. El mensaje que llevo, debe entrar en Loarre por una río que habéis vadeado para en- trar en la ventana. Lo remonta- réis contra corriente y veréis ca- da vez más cerca el imponente castillo de Loarre. En las cerca- nías no hay otro, no tiene pérdi- da. Allí llegaréis a un punto don de hay un molino aceitero, vie- jo y abandonado. El molino ha- ce más de medio siglo que no: trabaja. Entraréis en él y busca- réis la zafa donde se molía la aceituna; buscaréis la piedra q' cae frente a la puerta y la le- vantaréis apretando un resorte que se disimula por su peque- fiez en la misma base de la lo- sa, en el sitio en que ésta se junta con el piso de tierra. Al salir, tendréis cuidado de api- sonar un poco la tierra que se Viernes, 12 de Marzo de 194... Es algo tan secreto que toda pre¡se reúna en el coro para cantar ¡Diego Gómez de Fuensalida y al caución es poca para hurtarlo a la vigilancia de ese réprodo de D. Alvaro de Urrea. Envíame a vos para que me encaminéis. —¡Que me huelgo en serviros, señor! Bien está. Salréis de a- quí siguiendo el curso de ese así el resorte queda oculto e in- sospechado. . . Entraréis por el boquete que os descubra la pie- dra al levantarse y andaréis por un corredor subterráneo. Des- pués, subiréis unas escaleras y os encontraréis frente a una puerta de hierro, que abriréis con esta llave. ... El mesonero sacó del bolsillo de su jubón una. llave harto des provista del orín de los siglos para dar al enmascarado la cer teza de que se usaba con fre- cuencia y la entregó al hombre del antifaz. —03 encontraréis en la”cripa del convento, bajo la nave del altar mayor. —¿No puedo equivocarme? —No. Ese desadizo no comuni- ca con ningún otro. Además, co noceréis la cripta por sus her- maitines. Desde que va todo es- to del contrabando, no permite que nadie se ocupe de este me, nester. Por la mañana y por la tarde, media hora antes del o- ficio y vísperas. —Os doy las gracias, maese Sota. Saldré de vuestra posada antes del alba y cumpliré mi cometido. —El mensaje que traéis se és pera con impaciencia, como se aguardan contestaciones del Rey letrado Juan Rodríguez de Sa- lamanca. . —Así estamos pendientes de lo que resuelve el Parlamento general de-los tres. reinos. ...— murmuró el enmascarado con un asómo de impaciencia.—;¡Vi- ve Dios que se subleva esta tar danza y que si de mí se aconse- jaran acabara todo este pleito a Cintarazos! En este momento en que se Carlos el Noble de Navarra y eljexaltaba el hombre del antifaz, Rey moro de Granada. ¡dando su puño derecho un vio- —¿Anda en tratos el Conde de jlento golpe sobre el tablero de Urgel con Yusuf? la mesa, llamaron a la puerta —En tratos secretos, señor. Y [desde afuera, con voz comedida. fuena falta hacen los ayudantes, porque el Parlamento de Cala- tayud no parece muy propicio —¡Ah, de la venta! —¡Entrad, vive Dios, que hay a dar la corona a D. Jaime y|paso franco. —otorgó maese So- D. Jaime está decidido a llevar|ta con voz cordial. adelante con las armas sus pre- ténsiones en contra del infante de Castilla. —¿Decís que el Parlamento ¡ho parece muy partidario del de 'Urgel? —Juzgue vuestra merced. El mosas columnas y bóvedas asen | Gobernador y el Justicia manda tadas sobre la roca viva; es grande, ancha, imponente. . . —Gran lugar para depositar un contrabando . hombre del antifaz. > Y el mesonero asintió con una sonrisa. —Después salréis a la iglesia por una escalera y os tendréis como una figura yacente sobre el túmulo de D. Julián. —¿No será profanación ten- derme junto a uno de los perso- najes de la Historia? —comentó cínico, el enmascarado. —Podéis asperjaros después con agua bendita y quedaréis limpio de ese pecado venial. —¡Voto al diablo, maese, que me parecéis harto irreverente, y'que no quisiera yo por mi par te verme en el trance de per- manecer horas y horas en tan tétrico lugar, acostado sobre el esqueleto de aquel Conde y ha- ciéndole compañía a su figura en piedra! —No tal, señor. La señora A- badesa baja a renova la lámpa- ron cerrar las puertas de Calata yud al capellán de Amposta y a D. Antón de Lna porque diz que , —insinuó el|se presentaron armados y no consistió dejarles etntrar hasta que llegaron los Síndicos y el Arzobispo de Zaragoza. ——Como os digo, vengo de muy lejos. ¿Podríais contestar a una pregunta? Y a mil que vuestra merced me hiciera. —¿Qué representantes na en- viado D. Jaime al Parlamento? —A Ponce de Pérellós y a Be- renguer de Fluvía. —Y el infante de Castilla? —Al Abad de Valladolid, don Empire Mutual Insurance Company Y abriéndose la puerta dió pa- so a un pintoresco grupo. Continuará la semana entrante SERVICIO Para el Arreglo de su INCOME TAX AHORRE TIEMPO! AHORRE DINERO! CAMARA DE SERVICIOS PARA LOS NEGOCIOS+ Establecida en 1935 1609 y 611 en Goodrich Bldg. Tel. 3-9664 iembros de la Asociaciónf Impuestos Se Habla Español el señor Menant de Favars trae de allende los Pirineos, lo inva- den todo: mi dispensa, mi ga- billinero, mi bodega. Y aun he de andar con cien ojos para que los bellacos, hijos .de perra, no arremetan contra mi mujer- y mis hijos. | —¿A tanto han de atreverse? | —No sería la primera vez, ¡vo- to a cribas! —Es la guérra. . .—murmuró con gesto triste el encubierto. —Maldita herencia la que de-.” jó a sus reinos el Rey Don Mar- tín. Ya habréis visto los, campos destrozados, los pueblos en la miseria y el terroradueñándose de todos los ánimos. Cuando no vivimos bajo la amenaza de las gentes de D. Antón de Luna, ros amedrentan las mesnadas. de diablos de D. Alvarado de Urrea. —¿Don Alvaro de Urrea, de- con la rara habilidad, además, de hacer hablar a su interlocu- tor. —;¡Oh, no tal, no tal, caballe- ro! A mí. me merecen admira- ción todos los hombres audaces. Y, ¡voto a.cribas!, que el tal Don . Alvaro: lo es hasta la temeridad. Sirvióse el enmascarado un nuevo vaso de vino y lo llevó a sus labios; pero maese notó qu, casi sin tocarlo, volvió a de- jarlo sobre la mesa. —Os agradézco mucho, maese Sota, que me:hayáis dado todos esos datos. : —¿Cómo así? —Vengo de lejos. . .¿compren- déis? De más allá del canal de la Mancha. Y desconozco el te- rreno y . . .las circunstancias. Debo ir al castillo de Loarre. El posadero contuvo una ex- Iclamación de júbilo. 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