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Viernes, 18 de diciembre de 1942 Las Mulas De Su Excelencia VICENTE RIVERA PALACIO 1832-1896 Escritor mexicano, historiador y Polítco de fuerte intelecto. Es un novelista ameno, dentro del es tilo de su tiempo, y uno de los escritores que ha yenido forman do la Literatura mexicana. Los cuentos constituyen lo mejor de su prosa. En la gran extensión de Nueva España no había una pareja de mulas como las que tiraban de la carroza de Su Excelencia el Virrey y eso que tan dados eran en aquellos tiempos los conquistadores de México a la cría de mulas, y tan afectos a usarlas como cabalgadura, que los Reyes de España, te- miendo que afición tal fuese causa del abandono de la cría de caballos y del ejercicio militar, mandaron que se obliga- se a los principales vecinos a tener caballos propios y dis- ponibles para. el combate. Pero las mulas del Virrey eran la envidia de todos los ricos y la desesperación de los. gana- deros de la capital de la Colonia. Altas, con el pecho tan ancho como el del potro más poderoso; los. cuatro remos finos y nerviosos como los de un reno; la cabeza descarnada, y las movibles orejas y los negros ojos como los, de un venado. El color tiraba a cas- | taño, aunque con algunos reflejos dorados, y trotaban con tanta ligereza, que apenas podría seguirlas un caballo al ' galope. La Además de esto, eran de tanta nobleza y tan bien arrenda- das que al decir del cochero de Su Execlencia, manejarse podrían, si no con dos hebras de las que forman las arañas, cuándo menos con dos ligeros cordones de seda. El Virrey se levantaba todos los días con laaurora, le esperaba el: coche. al pie de la escalera de palacio; bajaba pausadamente! contemplaba con orgullo su incomparable pareja; entraba «en el carruaje; se santiguaba devotamente, y las mulas salían haciendo brotar chispas de las pocas pie- dras que se encontraban en el camino. : Después «de un largo. paseo por los alrededores, de la ciudad, llegaba el Virrey, poco antes de las ocho de la ma- fñana, a detenerse ante la catedral, que en aquel tiempo, y con gran actividad se estaba construyendo. * Tba aquella obra muy adelantada, y trabajaban allí mul titud de cuadrillas gue, generalmente, se dividían por na- cionalidades, y eran de españoles, otras de indios, otras de mestizos y otra de negros, con el objeto de evitar choques, muy comunes, por desgracia, entre operarios de distinta raza. Había entre aquellas cuadrillas, dos que se distinguian por su prontitud y esmero con que cada una de ellas desem | peñaba los trabajos más delicados que se le encomendaban, y era lo curioso que una de ellas estaba compuesta de es- pañoles y la otra de indios. Era capataz de la española, un robusto asturiano, co- | mo de cuarenta años, llamado Pedro Noriega. El hombre de más mal carácter, pero de más buen corazón que podria encontrarse en aquella época entre todos los colonós. Luis de Rivera gobernaba como capataz la cuadrilla de los indios, porque más aspecto tenía de indio que de espa- ñol, aunque era mestizo, del primer cruzamiento, y habla- ba con gran facilidad la lengua de los castellanos y el idioma nahuatl o mexicano. No gozaba tampoco Luis de Rivera de'un carácter an- gelical; era levantisco y pendenciero ,y más de una vez ha- bía, dado ya qué hacer a los alguaciles. Por una desgracia, las dos cuadrillas tuvieron que tra- . bajar muy cerca la una de la otra, y cuando Pedro Norie- .ga se enfadaba con los suyos, que era muchas veces al día les gritaba con voz de trueno: ¡Qué españoles tan brutos! ¡Parecen indios! Pero no bien había terminado aquella frase, cuando, viniendo o no al caso, Rivera les gritaba a los suyos: - —¡Qué indios tan animales! ¡Parecen españoles! Como es natural, esto tenía que dar fatales resultados; los directores de estas cuadrillas no cuidaron de separarlas y como los insultos menudeaban, una tarde Noriega y Ri- vera llegaron, no a las manos, sino a las armas, porque ca- da uno de ellos venía preparado ya para un lance, y to- puñalada. Convirtióse aquello en tumulto, y necesario fue, para calmarle, que ocurriera gente de justicia y viniera tropa de Palacio. ! Separóse a los combatientes; levantóse el cadáver de Luis de Rivera, y atado codo con codo, salió de allí el as- turiano, en medio de los alguaciles, para la cárcel de la ciu dad . Noriega fue sentenciado a la horca. Llegó por fin la mañana de la ejecución. El Virrey, aquella mañana montó en su carroza preocu ¡pado y sin detenerse, como de costumbre, a examinar s pareja de mulas; quizá luchaba con la incertidumbre de si ; aquello era un acto de energía o de crueldad. El cochero, que sabía ya el camino que tenía qué se- guir, agitó las riendas de las mulas ligeramente, y los ani- males partieron al trote. Cerca de un cuarto de hora pasó el Virrey inmóvil en el fondo del caruaje y entregado a sus meditaciones; pero repentinamente sintió una violenta sacu dida; y la rapidez de la marcha aumentó de una manera notable. Al principio prestó poca atención, pero a cada mo mento era más rápida la carrera. Su Excelencia sacó la cabeza por una de las ventani- ¡llas y preguntó al cochero: , —¿Qué pasa? —Señor, que se han espantado estos animales y no obe decen. Y el carruaje atravesaba calles y callejuelas y plazas, y doblaba esquinas sin chocar nunca contra los muros, pe- ro como si no llevara rumbo fijo y fuefa caminando al azar. El Virrey era hombre de corazón y resolvió esperar el resultado de aquello, cuidando no más de colocarse en uno de los ángulos del carruaje y cerrar los ojos. Repentinamente detuviéronse las mulas; volvió a sacar el Virrey la cabeza por el ventanillo, y se encontró rodeado de multitud de hombres, mujeres y niños, que gritaban ale- gremente: —¡Indultado! ¡Indultado! La carroza del Virrey había llegado a encontrarse con la comitiva que conducía a Noriega al patíbulo; y como era de ley que si el monarca en la metrópoli, o los virreyes en las colonias, encontraban a un hombre que iba a ser ejecu- tado, esto valía el indulto, Noriega con aquel encuentro fe- liz, quedó indultado por consiguiente. Volvióse él a Palacio no sin llevar cierta complacen- cia. | La tradición agraga que aquel lance fue el que dio mo tivo a la Real Cédula que, en día de ejecución de justicia no salieran de Palacio los virreyes, ¡Para que se vea de todo lo que son capaces las mulas! (SOBRE LA DISCRIMINACIÓN DE OBREROS — POR QUE ¡que muy pocos chinos se , 0: Recientemente, de fuente oficial, de Washington, D. C. recibimos lo siguiente que! pueda ser de interés a los de' nuestra raza que no son acep tados en trabajos determina dos o contra quienes existan prácticas humillantes o des- preciativas. “Todos las cuestiones rela- tivas a la discriminación con tra empleados son pretexto de raza, credo, color u origen nacional, serán decididas por | lel Comité del Presidente para | 369 N. 2nd Ave. Desembarco de tropas norteamericanas en las cercanías de Orán, Africa Septentrional Francesa. Esta brillante y victoriosa acción de las fuerzas armadas de los Estados Unidos libró al imperio colonial francés de caer bajo la tiranía nazi y dió principio a la campaña de la liberación de Francia, a — cóle la peor parte al mestizo, que allí quedó muerto de una | A 1 del estómago?-—Al primer sintoma de acidez, éllos no toman soda carbonato sino que se entregan a tratamiento natural — HIERBAS — Han usado las hierbas por 5000 años con resultados satisfactorios. CHAN and KONG HERB CO. Ampliamente conocido en el Oeste Diariamente de: 3 a 8 p. m. Domingos de 10 a 2 p. m. Página 5 Ni un Soldado Al Extranjero MEICO — Diciembre 12— Terminantemente, el gene- al Francisco L. Urquizo Sub- secretario de la Defensa Na- cional, ratificó ayer las de- claraciones hechas en fecha reciente por el general de di- visión Lázaro Cárdenas, titu lar del Ramo de Guerra, en el sentido de que no se ha pensado en lo más mínimo en viar contingentes mexicanos fuera del país y mucho me- nos en la organización de un ejército expedicionario de dos cientos mil hombres para pe lear fuera de los límites del territorio nacional. La afirmación anterior fue hecha por el general Urquizo en relación con la noticia ca- blegráfica publicada en un periódico metropolitano y que se origina en una conferen- cia dada por el señor Henry C. Wolfe, ante el Club Rota- rio de la Ciudad de Chicago, acerca de la cual el Subse- cretario de la Derensa dice q' no podemos hacernos parti- cipes ni soldarizarnos con las afirmaciones particulares de dicho señor que es, además, extraño al país y con un mo do de pensar en este asunto muy particular. el euitativo proceder en el empleo de obreros. El Comi- té ha sido puesto bajo la ju- risdicción de la Comisión de ¡Efectivos Humanos; su pre- sidente es el Dr. Malcolm | McLean. El Comité tendrá el deber de garantizar la plena parti cipación de todos los obreros en las industrias de guerra sin diferenciación por causa de raza, credo o color, y de investigar y ajustar las que- jas que se le sometan contra esa discriminación. SERA? quejan de enfermedades Horas de "Consulta 224 East Jefferson PA esa «La Agencia de Funerales preferida de los Mexi- canos. Se habla espanol y se sirve con respeto y actividad. Contamos con magnifica ambulancia para el transporte de enfermos. 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