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PAGINA CUATRO pu. y gy ESCUCHEN: “SERENATA NOCTURNAL” Con: Humberto Uribe TODOS LOS DOMINGOS 10:00P.M. a 12p.m KRIZ -- 1230 kc. MORTENSEN - KINGSLEY LA AGENCIA: DE FUNERALES PREFERIDA DE LOS MEXICANOS Se atiende con respetuosa actividad. Teléfono: 4-3119 1020 West Washington St. Arizona. “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE "HAY HUELLAS EN-EL JARDIN”... (Viene de la Página 3) el aguacero........ —murmuró el juez. —¿A qué hora terminó el a- guacero. —Debió de terminar a los 10 minutos para las dos: a la una y cuarenta y cinco, yo cerré el libro que estaba leyendo; aún llovía y pude escuchar el mur- mullo de las últimas gotas; des- pués todo entró en reposo y me dormí. Por eso creo que a la una y media debió. ocurrir la trage- dia, porque el asesino aprovechó el ruido del agua para que ¿los disparos no se oyeran; de otra manera el mozo que habita en la finca habría escuchado las detonaciones; además, es indu- dable que el asesino abandonó la casa cuando se calmó el agua, pues lo dicen esas huellas del jardín. —Entonces —dijo el juez— el aguacero fue su aliado y... pudo también ser su enemigo, porque si ocultó el ruido de los dispa- ros no pudo ocultar la impre- sión de las huellas. ¿Qué me contestas, estudiante? —Nada, nada —dijo el joven, pensativo. El juez siguió enfrascado en la búsqueda de papeles. El doc- tor, en el examen del cadáver. El mozo observaba todos los mo- vimientos. El joven cabilaba. —Cigan esto —dijo el juez. —Yo, Humberto Paniagua, en PS VIE VE EVE E EEE EEES IATENCION!! cp Jovenes, Señoritas: ¿ESTAN USTEDES, PROXIMOS A CONTRAER MATRIMONIO? Ordenen sus Participaciones Matrimoni es en: “EL SOL” 62 Sur Calle Tercera (Entre Washington y Jefferson) Phoenix, Arizona En donde además encuentran ustedes, una gran variedad de: O Azahares O Coronas e Velos O Rosarios 2 ESCUCHEN lo con Efren Valenzuela $ Libros de Oir Misa. ¡IEEE EVEN NENE ASAEEAAEAEARAANA NINA AENA NANA NENAS 2... 9 ¡Ustedes Nombraran 'de5:00 a 7:00 A.M. KPOK 1440 Kilociclos el cabal uso de mis facultades... en síntesis, en su testamento — agregó—, nombra a dos herede- ros: Gabriel Olmedo Paniagua, hijo de su difunta hermana, y a Hilda Paniagua Enríquez, hija de su igualmente difunto her- mano; todo cuanto posee... y. es bastante —aclaró—: casas, di. nero, coches.... una magnífica fortuna —se permitió comentar. —Y un buen motivo para ase- sinar a alguien —murmuró el médico. —Vayamos a ver esas pisadas —aconsejó el joven. Cuarido abrieron la puerta principal y salieron al pórtico, contemplaron el jardín y luego descendieron cuatro escalones que terminaban en una superfi- cie de cemento de tres metros de ancho que rodeaba la casa. Entre éstas y la puerta de la verja, estaba el camino de tie- rra que atravesaba el jardín, y en él, perfectamente marca- das las huellas. Los hombres se agacharon y ¡pudieron ver que las huellas eran de un tacón pe- queño perfectamente bien defi. nido y a cierta profundidad, y que la punta de un zapato an- gosto las completaba. | —Quién traía el calzado que produjo las huellas, es de un pie pequeño dijo el Juez—. Y desde luego, de mujen, según se puede apreciar por la forma del tacón. : —Así ¡parece —observó el es- tudiante mientras examinaba detenidamente el terreno; se in- corporó y caminó lateralmente a las huellas, contándolas. Eran en total quince. Calculó el te- rreno: diez metros. Un coche por un hombre y una mujer. —Los sobrinos —murmuró el juez. Cuando estuvieron los recién llegados junto al letrado y su grupo, una mirada de interroga- ción brotó de los negros ojos de la mujer, a tiempo que su acompañante saludabá. ; —Me temo que debo propor. cionarle una mala noticia —co- menzó el juez—-¡Su tío ha sido asesinado. La mujer lanzó un grito y cayó desmayada. ¡Cómo! exclamó el sobrino,— quién lo asesinó? La respuesta la obtuvo de la- bios del estudiante, una vez que estuvieron dentro de la casa y que Hilda «volvió en sí, gracias a la intervención del médico. —Eso es lo que tratamos de averiguar. Hilda prorrumpió en sollozos. El médico había pedido algún licor para la joven, y Gabriel trajo cognac. El Juez veíase muy severo. Gabriel, una vez que en- tregó la- botella, tosió sentado en uno de los sillones. Estando un tanto descohcertado. En el sofá, Hilda, y a su lado el mé-, dico; el juez ocupó el otro sillón y el estudiante se mantuvo de pie. Contemplaban fijamente a la heredera; era hermosa pero él no solamente apreciaba eso sino también... otras cosas; ad- mitió. que era robusta, pero sin Edd NEUE Ed Negar a la exageración. Pasó la vista por Gabriel; éste era del. gado.... uno setenta y siete, cal- culó. s —Tendrán que contestar algu- nas preguntas —dijo el juez—; empecemos con usted, señor Ol. medo. ¿Cuándo estuvo por úl- tima vez con su tio? El intenpélado parecía seguro de sí mismo; se acomodó en el sillón, y muy sereno contestó: —Ayer lo vimos Hilda y yo; estuviemos charlando con él has- ta después de la cena; serían más o menos las acho de la no- che cuando nos retiramos. Fui- mos directamente a nuestras ca- sas; primero llevé a mi prima a la suya, y luego entré en la mía. Después de leer un poco me acosté, tal vez a las diez... El joven estudiante tenía cla. vada la vista en las bien for- madas piernas de Hilda. Ella, que seguía un tanto perpleja la declaración de su pariente, en- vió su mirada hacia el joven: este se apenó y entonces posó sus ojos en... los zapatos de Gabriel. El interrogatorio prosiguió. Todos estaban atentos al Juez, que en esos momentos hablaba. El estudiante se levantó sigi. losamente y sin ser notado aban- donó la habitación. En el patio pidió a otro de los policías que le enseñara el domicilio de los sobrinos. Caminaron trescientos metros sobre la carretera y lle- garon a donde se levantaban dos construcciones separadas una de otra unos veinte metros y divi. didas por una valla de tulipa- nes, artísticamente podados. El| estudiante, seguido del policía, allanó primero la morada de Ga- briel; no era grande, pero sí lo COMO FUE... (Viene de la página 3) esta ciudad y rindió el parte. Más tarde, los hechos fueron con. ignados al Agente del Ministe- rio Público - Federal, licenciado Trujillo. EL CONSUL NORTEAMERICANO LAMENTA LOS HECHOS Robert Hale, Cónsul General de Estados Unidos en Tijuana, tu- vo una entrevista con el coman- dante Robles, después de saber que habíase registrado el cho. que. Lamentó la situación y preci- só que informará a sus supe- riores de Estados Unidos. Robles, por su parte, dijo más tarde que comunicó lo sucedido a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a la ciudad de México. “Desde hace un año y medio —indicó— hemos intensificado la campaña contra los contra- bandistas Torter operaba con mariscos, y estaba perfectamen-. te identificado, así como su a- vión. Había instrucciones de de- tenerlo. “A partir de 1955, hemos inu- tilizado o detenido unos 10 avio. nes de contrabandistas....” QUIEN ERA TORTER Wayne Torter, de 24 años, re- sidía en la Avenida Allan 5494 de San Diego, California. Hace tres años irrumpió en la cárcel de Mexicali junto con Ri- chard R. Hoge y Edward Taxton, y sacó de la prisión, llevando una ameralladora en sus ma. nos, al criminal Jack Jacobs. Fue detenido, pero quedó en libertad más tarde. Desde entonces introducía a los Estados Unidos, ilegalmente, mariscos y, sobre todo langosta. Empleaba un 'Cesna” matrícula N63147, que es el que segura- mente cayó al mar. Hace varios días partió de San Diego, llevando junto con él a Bill Gosnell y Héctor Pérez. Es probable que alguno de estos dos haya perecido con él al caer al mar. OTRA VERSION: QUE HUBO TIROS De acuerdo con otra versión que algunos periódicos de la ciudad han acogido, pero que el comandante de la IV zona re- chazó enérgicamente al ser en- trevisado, el “Cessna” cayó al mar después de tener una esca. ramuza con el aparato mexicano. El que primero disparó, se di- ce, fué Torter, Pérez Lechuga se vió constreñido a repeler el ata. que. a La misma versión asegura que las averías sufridas por el ae- roplano del resguardo fueron o- casionadas por las balas dispa- radas por Torter. “Los daños visibles en el a- vión —manifestó al respecto el comandante Robles— indican claramente que los ocasionó un choque. No se advierte ninguna perforación”. Viernes 14 de Diciembre de 1956. suficientemente confortable para una persona .Después de estar en la pequeña salita, en el cuar- to de estudio, subió al dormito- rio de la parte alta. Ya en la alcoba, buscó el ropero y demás muebles, fué al buró y en el ca- jón encontró una pistola 32. La exminó. Estaba cargada y cada una de las 6 balas ocupaba su respectivo sitio. La guardó en su bolsillo, y siempre seguido por la policía se dirigió a la otra casa. Esta era una copia de la primera; visitó igualmente las habitaciones y en el cuarto de estudio, en uno de los cajones del escritorio, encontró un re. vólver idéntico al que llevaba consigo. Al examinarlo vio que dos de las seis balas habían sido disparadas. Sacó su pañue- lo y envolvió el arma, guardán- dosela. Junto con el policía su- bió a la recámara de Hilda; dijo al guardia que esperara un mo- mento, cerró la puerta de la alcoba y bajó. Hizo algunos mo- vimientos, y después llamó. al agente. Regresaron nuevamente a casa de Gabriel. Buscaba con afán algo que para él resultaba imprescindible, pero todo fue in. útil: “aquello” no aparecía por ningún lado; finalmente fue a (Pasa a la Página 5) Ragsdale-Rodríguez; CASA FUNERARIA Precios Módicos. Facilidádes de Pago. Velaciones Toda la Noche si así lo Desean. 1100 E. CALLE JEFFERSON Tel. Oficina: AL 2-3471 Grand Tel. 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