El Sol Newspaper, October 21, 1949, Page 4

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El que se quedó muy desa- gradable sorprendido fué Rafaél Totres- Arias cuando lo supo: En casa de sus tíos no se nom- braba: para nada a la ilustre fa- milia vinatera. Esto, sin embar- go, no le llamó la atención, por- que era exactamente lo mismo que sus tíos venían haciendo desde el primer día. En cambio, lo que: sí se la llamó, fue que no concurriesen los Carabanche- les a la obligada reunión que a de sus pensamieentos; cuando al regresar a casa de los Condes desde el Casino de Labradores, ya muy tocadas las doce, se dió de manos a boca en la esquina de la Plaza Mayor y la calle de Canaejas, con a mismísima Ca- minito Rubio én persona, vesti- da de color rojo, el cual senta- ba- muy +bien «a su -belleza' gita- na, tocada de blonlas y más guapa, que nunca, o-al menos tal se lo pareció al enamorado su vuelta dde Madrid con Javier, a fin de curso, tenía lugar en el hermoso' patio del palacio, lleno mozo. Verla y acercarse a ella con un .ademán-impusivo y es- de penetrantes: perfumes, entre os que sobresa!ían; por rlo carac terísticos e intensos, los des jaz- mín y la diamela, enróoscados a lás airosas columnas. Algo pre- guñhtó- a Pancracio Luque sobre el particular. y éste, con seriedad que convenció. a Rafaél, le dijo que los Carabncheles no venían a la tertulia porque estaban to- mando os baños en la playa de Matalascañas. No obstante, “ha: bía cierto nosé qué de socarrón e irónico en el acento del admi-. nistrador al decir esto;. pero sea como fuere, Rafaél ni intentó desmenuzar la intención de Pan eracio a pesar de que sobiada- mente sabía que la tempcrada' de Matalascañas ni comenzaba hasta el siguiente mes. Las re: ; uniones «se le antojaron' sosas, ” desabridas a interminables. Un. parmenor significativo: con. los. Carabancheles, habíase eclipsa.. do Míster Davys, insensible al Parecer al “prócer encanto de los patios 'aristocráticos del” clásico sabor andaluz. - ? ¡+ Los primeros días-de su estan- cia en Guadaveloz no tuvo tiem- po casi'pára otra cosa qúe para recibir los” cumplimientos de. . sus “innumerables amistades, en felicitación , cordial. por la feliz terminación de su carrer de a- bogado. Después” se marchó una semáña 4 la Huerta de las Ga-" tocado y rendido como un caba- ¡llero de. la corte de Versalles, fue todo uno; pero la sangre se le heló en lás venas cuando vió a doña: Celédonia pasar de lar- go, erguida cómo-una Juno, al- tiva y. severa, ni más ni menos como si no le. hubiera visto en su vida y bajar a Caminito los párpados, que aleteaton riervio- sobre los enormes ojos ne- gros, y palidecer y esquivar su saludo como que no-le conocía” Rafaél se quedó frío de sorpresa y corrido de verguenza, ¿Qué significaba aquello? ¿Qué pasa ba allí? Para mayor corrimien- to; la puerta del Casino estaba llena de socios que tomaban el laperitivo o el helado eñ las me- sitas de mármol bajó el toldo* rayado' de azul, y blanco,, y to- dos-ellos fueron testigos de la “patada” que” le había inferido doña Celedonia. ” ' 7 Rafaél era puntilloso y sus- septible, como toda personá de sentimientos delicados; natural mente, “aquello le ofendió como un -latigazo o una fobeteada y en la primera ocasión que se le presentó preguntó directamente a-su tía “lo que había pasado alí.” [€on lo cual supo las in- temperancias de doña Ceedonia, sus ridículas pretensiones y el escándalo que dió en el palacio de Guadavéloz, es decir, el «que Hombas a darle un alegrón a D.¡ quiso dar, «porque cuando. uno Ramiro.y a Urbana y eran. pasa- dos, más de quince días. de su llegada al pueblo cuando la fa- talidad quiso darle “a boca de jarto la Clave del-enigma de a- no. quiere, dos no se pelean, y la Condesa era demasiado gran dama para rebajarse hasta el nivel de verdulera de doña Ce- ledónia, por”lo cual hubo de quella súbita: desaparición “de |oírla en silencia y envuelta..en los Carabancheles. a fría y digna coraza de ativez, Sus diez veces había pasado |aunque justo es confesar que ante la casa de Caminito co. mil achaques. y pretextos distin|la sorpresa. Doña Luz había oi- |: tos, convenciéndole la inspec- ción ocular que realizó de que. [ciado estupefacta los aspavien-, parte de esta actitud se debió a do atónita los: gritos y presen- “la familia había vuelto a los|tos y el desate de nervios de “su bañós”, pero “sin ograr ver, 'i |prima” duránte la explosión wio de*-réfilón siquiera, a. la dama; Casto lupa. COMMUNITY lenta «del disgusto. al “EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTA A Rafaél le cayó todo este re- lato como un jarro de agua fría; estaba en esa fase de su enoma ramiento en que el cariño es co- mo. una llamita vacilante que el menor soplo del viento de la contrariedad puede apagar fá- cilmente. Azotado su amor pro- pio con el desaire de Caminito fue también como viento furioso en contra, y el incipiente incen- dió comenzó a apagarse bajo el agua, del resentimiento y de la dignidad heridos. ¿Qué se. ha- bía creído la tonta aquélla? El sería pobre, pero un hombre hon rado y trabajador y con unos apellidos que, puestos en la ba- lanza, ecaso pesaran socialmen te bastante más que las pesetas de don Bernabé, muy hipotéti- cas, por cierto, ya que la gente afirmaba que aparentaban más de lo que había y como dijo el refrán: “dde dnero y santidad, la mitad de la mitad”. Bueno, pues él yo lo tenía pensado; a pasarse un verano como un ca- ipitán general, descansando de ¡los aprietos de la dichosa licen- |ciatura, a no pensar en nadie, a ino sufrir por nadie, a sacarle a por de pronto, a poner tierra por medio, que vw, ausencia es aire que apaga el fuego chico”. _ como dice la copla popular. Y en Las Gallombas con el buena- Zo de tío Ramiro, que aun debía andar a vueltas con la vida y milagros de doña Urracal con gran desesperación de Urbana. Y ni pensado ni hecho.-:Al si- guiente lio el petate y con la ve nia de los Condes se instaló con arams y bagajes en la Huerta. CAPITULO IV ¿ El Baile de Santiago ; Oigo flotando en ondas de 1 armonía rumor de besos y batir de alas; mis párpados se cierran, ¿Qué F sucede? —! pasa! 1 BECQUER : Todavía no viene esa mujer ¿ —No tío, aun no se ve. + —!Por vida de..! El día que ense morirme la mando por la . muerte. :.—Pero, tío, no se impaciente usted. + —¿Ah, conque no...? Vamos, tú faltabas! Sabiendo ella y sa- biendo tú. que no puedo escribir imás que con mi estilográfica hombre, y se me acaba: ayer la tinta y no me deja que se la en- cargute al hijo del aperador, porque tenía qu ih ella hoy..... y ya sabemos que lo que ella trae siempre es lo mejor; ! yson las doce del día, desde las scis que idesfiló, y 'aun no amanece! Es Ímucha mujer la vieja «esta, pero déjala que el día menos pensa- do voy a darla un disgusto... + —Bueno, pues tranquilícese usted que ya no puede tardar. —'Hum! Eso te figuras tú; ¡pero como llegue a haber pega- ido la hebra, hoy es el día que Íno se almuerza en esta casa. Y “conste que ño lo sentiría por [mí, como no siento la tardan- Es, el amor que 4d “BUDGET BUG”: with'a 4 Personal Loan The “Búdget Bug” is a troub' lesome little pest that pops up * unexpectedly ini your budget, and eats large holes in your financial plans! Emergencies ofte n bring these little critters out in swarms. lf you are harassed by “Budget Bugs,” you'll be glad to know that the quickest, most practical and eco- * noimical “exterminator” is a low-cost personal loan'érom the “Valley National Bank! Yes, thrifty Valley Bank comi loans have helped thou- sands of Arizona families to pay = doctor, dental or hospital bills ... to pay for eye-glasses and optical treatments .. . to meet insurance premiums and pay taxes. . .to pay off past- due debts, and for many other useful purposes! 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Coro que ahora resulta que Gelmírez el también calumniadísimo Gel- mírez.... —Ya viene por allí... —¿Cómo? —Urbana. !'Pobrecilla, con el sol que cae y a pie! —Ella se tiene la culpa; ya le dije que la llevara Tano en la tartana, mira tú, la paca que está desesperada en la cuadra. y me dijo que para qué iba a perder el chico medio día de tra bajar, que ella volvía enseguida Buena cotorra está. —Pero tío, hágase cargo de q' la infeliz se pasa las semanas sin poner los pies en el pueblo, Por eso el día que saie se desquita. Hija, buena vista vea- mos. Yo creía que no volvías hasta la oración. Urbana irrumpió en el alegre y blanco zaguán de la huerta de Las Gallombas, cargada como una burra con dos regulares ca- nastas de víveres, a medio ce- pontáneo, tendida la thano, des-|la vida todo el jugo posible, y,|rrar todavía el paraguas que le servía de quitasol y del cual se apresuró a aligerarla Rafaél, sofocada, roja, congestionadísi- ma, regada de sudor. 'Virgen, y qué. calor tan regrandísimo la que hacía! Como que eran las doce de un día de verar:o ardoroso, víspera por más señas del de Santiago, patrón de Es- paña. —¿Ve usted? Lo mismito que me estaba yo recelando— dispa- ró dejando las canastas sobre el aljofifado y limpio suelo del za guán— Espantárame a mí que el señó no me recibera con las salvas de ordenanza... !'misté que es no queré jacerse cargo de las cosas! Ya sólo pa di al pueblo a pie, necésita una hora y media que no hay quien me la quite, y eso que voy por las vereítas y comiendo terreno, pe- ro, hijo, está una ya mu vieja y muy cascá y las mardecías pier nas no obedecen; póngale usté agora, ¿qué menos que un par de horitas? pa jacé tititos los en cargos, y otra hora y media pa gorverme y cate usté, hermani- to, que me planto en el medio- día sn sentí... a —No, lo que es si te dejan ha- blar no te ahorcan. —! Y qué caló tan regrandísi- ma, señorito e mi alma! Es que jlo que cae es fuego, no se pué Íi por el mundo. ! Y qué carísi- mo está to y cómo se está po- niendo la vida! Misté: una: re- ¡gaera pa las macetas que me ha encargao la Jesusa. ¿ué di- rá usté que m'ha pedido por e- lla la esvehgonzá de la Compa- por ir a comprarla, porque de- más sé que su padre era del con trabando en Algecira y justa el dicho lo ice, que de contraban- dista a ladrón ni hay más que un: escalón? Pues catorce reale. !Y yo que se los iba a dar co- riendo! !'Cuando digo yo que es re lujo! Asín es que 1'he dicho, digo: “Si quié migá, der tuyo; que con el aire no oigo; ocho reale te doy.” Y, por fin, ha que dado por los ocho reale. Dim- pués m'he dío a encá la Chata a ver si pdía permaneceá un macho pa la pareja de palomos que tenemos esbaratatía, lo cuá que ice el aperoo que la curpa la tié ¡epalomo, porque es mu fuerte y no deja viví a la palo- ma. Ym'ha dicho que hoy no tié denguno de confianza, pero q entro de unos. dias me traerá un buche de las Diez Casas, de encé su cuñao Ramón Perenden gue. !Pero qué caló, señorito, y qué so y que porvo por esos ca- minos! ¿Yo y cuándo coges, el ramalito de la estación y te se jecha encima el ortomovi que va a recogé a los del tren? !Josú y qué polvarea y qué ruido! !'Lo que toca yo, es que cuando me veo vení encima esa bestia tan regrandísima, es cosita que me queo azurraíta de mieo! Jasta” me-se pone cosa asín como un núo en los tragaeros.... —Oye: ¿Y has ida a ver a la señora Condesa como te encar- gué? —'!Tuvía que ve, habiéndome- lo mandao tú! En el patio se encontraba su mercé haciendo labor. !'Qué patio más hermoso iseñorito! Hay una de flore que ¡quita la vista y una de olore q' ¡marea el. sentío... —¿Y qué te dijo mi tía? —Pue que la señorit. aLucita llegó a yer y que mañana sin farta que vayan ustés, los dos, a pasá er día que por la noche hay un baile de too lujo en el Casino de Labraore. Y agora que m'acuerdo, !qué memoria la mía! ¿A qué no sabes quién ha venío también ayer? —¿Quién? —La niña der magistrao, con el papá. He entrao un momenti- A A 1 a IA A _— — : Guapa, que, como sabes, vive en la casa de eyos, lo cuá que me quería pegá porque ice voy ar pueblo y no m'acerco nunca por allí; y es que la pobrecita me tié querencia, y yo también a eya, porque eya y yo nos pe- niña de Felisa la sacó la pila una hermana mía, la Malena, que está en Ceuta agora que su que a sargento des Tercio, mu guen hombre por más señas... —¿Conque don Vicente y su hija? —dijo Rafaél, haciendo una discreta llamada para que Urbana no se encaminase por los cerros de Ubeda. —¿Y están en su casa o con los de Guzmán el Bueno? —Po misté, no le he pregun- tao a Felisa; sólo m'ha dicho q' la niña está como pa chillarla... —¿Sí? Pues esa chiquilla no era bonita...—se extrañó Rafaél. —Las muchachas cuando cre cen, están desfiguras....se suelen poné mimbreñas; pero tú “acuer darás que los ojos siempre los a Viernes 21 de Octubre de 1949. — conocen er señorío, ni le educa-¡su amiga. La viuda queria mu- ción, ni quién la fundara? 'Mira|cho a Lalo Peña y Lola se diver- tú, la nieta de tío Frasquito el tía oyendo a la señora comentar Canea cansado de darle al aza-|con cáustico gracejo los inciden dón por vicio, casarse con el he- [tes del baile, apenas empezado, redero del marqués de Oraluce,|y pasar revista al pública feme porque ya que te conste, ese ni-|nino compuesto de muchachas rechos sucesorios podría usar el título! —Pues el inglé dicen que es- —Como que lo trae bocabier- ta con su monita, como que es una chirislaquilla de tooos los diablos. —Mira tú mujer, y la madre que no puede ve a Rafaél, dicen que se hace la longui cuando el inglé la corteja. Y eso es lo que yo no me explico: que no quiera a Rafaél porque es pobre y .que 12 venga bien que hable con ese buen señó que nu tiá más ha- beres que el.sueld.) y... —Un sueldo terrible —Pero cátate que si de la n: che a la mañana se quea sin Icolocación, s'azabaron las ha- Aciendas, mient-az yne el otro, |Guadaveloz y las señoritas tuvo mu retepreciosos...Y su maj¡Po*? mal que vergan las cosas, dre era mu retejermosísima, siempre tiene e. arma mía su Imás bonita que un morumentoftítulo de aboga». Y a más, que rativa, que la culpa a tengo yo¡ y de la casta le viene al gaigo... faél al pensar en los ojos de terciopelo de la niña del magis trado; y no-ciertamente, porque e nombre de María Luisa Alva- rez levantase en él ningún re- cuerdo grato, ñi sentimental, ni romántico, ya que apenas había tenido trato con la niña valen- ciana, a pesar del parentesco no muy cercano que aun les uniía por parte re sus madres, sino porque al evocar la sem- blanza de unos ojos hermosos, | se le vinieron faltamente a las (mientes, como una visión, las ¡grandes pupilas tentadoras de la dulce enemiga: Caminito Ru ¡bio. “Clava en mí tus ojos que; ¡son dos caminos”... | En todo lo que iba de verano Rafaél 'no habíasescrito hilo tie ¡nes tela para un día: —saltó D. |Ramiro, cansado ya de esperar que Urbana Je diese cuenta de su encargo. —¿Has traído tinta para la estilogréfica? —-'Señorito de mi arma! —¿Qué? —'!Mardita sea mi estampa! que esta misma noche vi a tomá ¡un conocimiento de rabos de pa- sa pa que me se refresque la memoria! —¿Cómo? —Ná, que escomencé a percan ceá toíto lo que me jací falta y como. yeva una tanta cosa... pue, !que me se orvidó la tinta! —'Mira, Urbana! —¿Quié su mercé que guerva en una catretita y la traigo? —!Lo que quiero es que te quites de delante de mí antes que se me vaya la mano y te tire algo! ! t EA ADA —¿Has visto tú, como viene esta noche Caminito Rubio ? —Porque se puede hija. Papá es rico. —¿Dónde:le habrán hecho e- se traje? Hay que ver la arras- trá cómo ha sabío escoger ese color corá fuerte que es lo único para su tipo de morena. —Eso e sentido estético; y a- demá lo que s'aprende por el ¿Te crees tú que esa sólo en er colegio a chapurreá el inglés y a destrozá el arpa? Lo que sabe eya es pero retemuchísima gramática parda, lo cuá que a mi no me pasa; ésa se trae plan esta no- che. *—¿Plán...: —Ya verás si tarda mucho en vení Rafaél. —'Pero si no se hallaban, si no se saludan! Si el otro dia se tropezaron al salí de Misa de ocho en el cancel y ni buenos días... —Como que.icen que la mono golfiera* de-la madre no pue ver ni pintao al pobre mucha- cho. Ya-tú ves: qué más quisie- ran eyas, la madre y la hija, que empaárentá con... la casa santa de Jerúsalen, que eso es aquí la casa de Guadaveló! Pa ra eya se quea Rafaélito! —La verdá es que el mucha- cho es guapísimo y bueno, y “simpático donde los haya. —Como que iba yo a perdé muchas noches sin dormí por esa gata en leña. Una raya en el agua podía hacer Caminito si lo recogiera, para que aun an- de haciéndole ascos.. !vamo! —Oye, mira,... ¿aquél es el inglé de la Luz? —A ver, apártate un poco que lo mire bien. El mismo. Tam- bién dicen que le hace la rosca a Caminito. : —'Hija, pues no tenemos Ca- minito pa empezar! Pues, ¿ves tú? una cosa así, yo no estaría tan mal para eya porque des- pués de to, ¿qué son los Cara- 2 luz de las lámparas la expresión | yo hija mía, no: que no, y no, | be quién e, de dónde viene y para esa sabe Dió quién serán su padre y su madre, que eso es una cosa mu malisima entregar le nada menos que una hija a un desconocío, sin saber nada de nada. Al menos que pueda una escarbar en los antepasados que por la choza se saca el men; seguero y eso de la herencia pa rece que no, pero es una cosa | mu seria. Yo, no. Hija mía, no. Primero con el demandaero de las Oblatas. Bien dice el refrán; “Al hijo de tu vecino, límpiale "os mocos, y méteo e: casa.” —Pero eres tonta, Lucía. ¿Es que tú crees que la lagartona de doña Celedonia quiere a mís lter Davys? Ni al uno ni al otro? sino que eya, lo que pensará; manera de que la niña se dis- traiga y olvide a Rafaél. dejarla que coquetee con otro, sea quien sea, que la mancha de la mora, con otra verde se quita.” —Míralo, ahí lo tienes. Y de smoking y todo. Y que no lo sa- be llevar el ama mía. Anda, Ca minito; ahí va este buen mozo, para que te desembobes. E —¿Pero quién? 1 —Rafaél Torres - Arias, con su! primo Javier y el cotorrón casa-¡ do de Pancracio Luque, ¿Pata qué vendrá ese sinverguenza al; baile? Bien podía quedarse en su casa, que nada más vienen algunos tipos e empuñar la ti- jera y por eso se oyen más de cuatro chismes y hoy los líos ¡Que hay cada vez que se da un baile en el Casino. —En seguida se queda e sin escudrina la fiesta, —Y, entretanto, la pobre de la mujé en casita, bregando con los chicos. !Dió y cómo está er mundo!...!qué repoquísima ver- guenza!... —Mira. mira. has visto qué pasadita la del inglé en seguía que ha visto entrá a Rafaél.? —No, ehtaba distraída miran- do a Lola Peña que viene esta noche como un cromo. !Qué re- bonita! —Pues se ha dejao a Caraban chel Bayo y a Paco Vélez y se ha ido como una centella a bus car a Caminito, Por si al otro se le ocurre sitiar la plaza. —Pues mira, me da el zorazón que no pienso en eso.... Y, en efecto, no pensaba. Con una indiferencia absoluta, Ra- faél había cruzado la linda sala de baile de Casino bajo el fuego graneado de doscientos pares de ojos que examinaron a a cruda mo criao como hermanas y a la'ño, si quisiera hacer valé los de- (burguesas pueblerinas como Ca ininito Rubio de hijas de comer ciantes al detalle, de exportador es de segunda fila, de pelantri- mario yo no sé si ustés sabrán tá más enamorao que Gerineldo|nec (labradores modestos, desa- hogados o ricachones) y de seño ritas pertenecientes a la clase profesional, como las hijas del Registrador, muy bonitas y bien educadas, las herman:«s del Se- cretario del Ayuntamiento, la su brina del Escribano, etc. Las mamás respectivas prensadas en sus apretadísimaz fajas, con grave peligro de hacer una ma la disgestión, formaban un gru po aparte, en el cual brillaban por su ausencia la Condesa de de Guzmán el Bueno, con la cual quedaba dueña del campo doña Celedonia, que capitaneba el grupo. Allí se hablaba de todo, pero el tema corirente solía re- ferirse a la carestía de las sub- sistencias, los deafueros de la moda y la poca verguenza de Inconscienmtente, suspiró Ra. [y no, !Un hombre que no se sa-|las criadas, que eran cada día más abusonas. Un tercero amenizaba el baile El organista director de la Ban- da Municipal, tocaba el piano, un hermoso “Erard” Un barbero joven, el maestro Pamplona, to- caba el violín; la flauta de la banda de música —un zapatero — tañía ei referido instrumento E conjunto resultaba bien en lo posible, aunque el repertorio no fuese muy variado, Unos car- telones anunciaban lo que se iba,a bailar para que las pare- jas supieran con antelación a qué atenerse. El Casino lucía el alumbrado extraordinario y en los ángulos se habían colocado unos grupos elegantes de ken- tias en tiestos de mayólica poli- cromada. Bajo el airoso remate de uno de estos bosquecillos de salón, estaba Lola Peña con Doña Blanca cuando se acercó Rafaél Torres -Arias Había em- pezado el terceto a tocar uno de esos valses suaves y melancóli- cos que parecen hacer vibrar la cuerda sentimental, cuando Ra- faél se inclinó gravemente anie su amiguita: —¿Bailamos, niña? —'Huy!..un vals.. ¿tú sabes lo malísimamente que yo baile el vals, criatura? —Mentira: si en ti el ritmo de la danza es una cosa natural; si hasta cuando andas, parece que bailas... —Para piropos los poetas. No te quejarás. Lolita —se echó a reir doña Bala, mientras miraba alejarse con ojos maternales a la descabalada pareja; él tan alto y gallardo, y ella, tan chi- quita que su cabecita rubia ape nas e llegaba al pecho. Bailaron un ratito, sin cam- biar una frase e. —¿Qué te pasa Rarael? —Nada, chiquilla. ¿Qué quie res que me pase? Que la vida es sosa y vacía,..? —¿Triste tú? !Ay, ay, ay!! Mi ra que no es ese el “camino”, muchacho. —Mi camino es una encruci- jada, Lolita. Por el momento, me he sentado tranquilamente sin decidirme a seguir adelante. Tengo miedo de equivocera la senda. —La senda, ya sabes tú que no la equivocas. —¿Tú crees? —Que está coladito por ti. —!Bah! —Palabra que sí. Yo la rono- de sus rasgos fisonómicos y la prócer apostura elegantísima ¡de su impecable silueta. Pasó muy cerca de Caminito Rubio, en charla al parecer íntima con Mister Davys, y fué a buscar tras una leve vacilación, a Lola Peña, su amiguita de su infan- cia. Lol aPeña, era rubia menudi- ta, gentilísima: una de esas criaturas que siempre están dis- puestas a ayudar al prójimo, y más cuando el prójimo es un muchacho como Rafaél Torres - Arias, que casi se había criado en su ca31, como aquel que di- ce; amigo íntimo de Carlos Pe- ña desde el Colegio (Carlos, que era ahora ingeniero industrial, ejercía en Inglaterra en una empresa importante), la viuda de la Peña madre de este últi- mo, que era una señora bonísi- ma, había tenido para el niño huérfano cariño y delicadezas de madre. Y esto no podría ol- vidarlo nunca Rafaél. Vestida de blanco, con un vaporoso tra- jecito de gasa que Ja daba un aspecto casi angélico., Lola reía escondiendo la preciosa carita bancheles, si no piojos resucitajsu abanico; reía las acurren- to a darle una caríta a Felisa la¡dos, señores a puñaos que ni !cias de Doña Bala que era muy tras de las plumas fastiosas de nozco bien, se muere de sed. —Pues bien cerca tiene la fuente viva. Que se atreva a a- cercarse al chorrito de cristal. —¿Y tú piensas que puede? Mira, Rafaél, que ella le tiene a su madre un pánico horrible. —Luego no está tan coladita como tú dices, porque de ser así, saltaría por todo, que el a- mor es ciego por muchísimas razones y entre ellas, y una de tantas, para no ver los obstácu- los. —¿Pero a ti te parece que de- be ser ella lo que se insinúe? —Oye, Lolita: yo no digo eso. El recato y la dignidad dicen muy bien en la mujer y yo no me perdonaría nunca si la obli- gase a dar el primer paso, pero tá debes comprender también que después del desaire que me izo el primer día que la vi a mi regreso de Madrid y luego de haberme negado el saludo, no voy a ser yo quien me rebaje a solitar su trato. Después de todo, yo no estoy aun enamora- do hasta ese extremo: !a mucaa cha me gusta, pero de ahí no pa so. Que pasaría con muy poco esfuerzo, sí, También eso es cierto.

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