El Sol Newspaper, November 12, 1948, Page 4

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.|recuerdos dolorosos; pero si SEMANARIO POP... R INDEPENDIENTE o 9 las de Florencio, el cual le es_! trechaba con ternura y dolor, a la vez que la contemplaba con aire profundamente conmovido. —Perdonadme — dijo, — el haber despertado en tu memoria yo estoy aquí, si recuerdod el pasa do, es porque en nombre de ese pasado te pido ahora, a mi vez, tu ayuda para vengarme, como yo te he vengado. De La Juderia Susana alzó dos o tres veces la cabeza, pareciéndole haber oí “do rumor en la estancia vecina, puer pronto se persuadió de que se había engaña do . No es todavía media no- che dijo. Cuán largo se ma ha “e eel tiempo: quizás habrá ve_ nido ya; ¿si bajase? Se arregló un poco los cabe- Nos que caían sobre su frente, envolvió su cuerpo en un=chal pesado. yde abrigo, y dirigió otra mirada a Viola que conti. -inuaba durmiendo con la sonri_ sa en los labios; dejando esca- por por su abireta boca una leve y regular respiración. Después «cogió la linterna y una llave q' había sobre el escritorio y Salió dela estancia. Bajó la desierta escalera, sin precipitación ni lentitud, hasta el pie. Hormiga no había llegado aun La hebrea sentóse en un úl. timo escalón dejando la linter.. na a sus pies. No tuvo que esperar mucho tiempo. Un paso rápido en el pa ti ohízola levantar a toda prisa de su puesto y coger la linterna |ril Tenía ante sí a Hormiga. "—¿Estáis pronta, Susana? Ya lo veis. —Seguidme. —¿Ha llegado... el mendigo? —Hace como cinco minutos. Apagal la linterna y seguid mis “pasos: «no tengais miedo. “Susana sonrió en la sombra. sin contestar. No tárdaron más de cinco mi nutos e nlelgar a la puerta de la pocilga habitada por Hormi. £ aque nosotros ya conocemos. La puerta entreabierta dejaba escapar una faja de luz. y -El corazón de Susana palpita- . ba con violencia. , Hormiga tosió y la puerta fu: súbitamente abierta de par en par; en el umbral apareció un hombre alto envuelto en una vieja capa muy remendada, con un ancho capuchón sobre la ca. beza y nudoso bastón en la ma- noi. «Susana hizo un movimiento casi de espanto porque no cono. ció en el andrajoso mendigo a Florencio; pero la vozde éste bas tó a. convercerla de que se en_ contraba en su presencia. —Pasad adelante, buena mu- jer — dijo el pordiosero,— os es peraba. z La hebrea, sin contestar, en- tró en el cuarto. Entre el mendigo y Hormiga fueron cambiadas algunas pala. bras en voz baja; después el jo- ven se retiró y el pordiosero ce. | rró con candado la puerta y pa- só la cadena. | En seguida dejo caer la capaj y el bastón, se descubrió la cá- beza y se volvió a mirar a la he brea que permanecía inmóvil ¡ y temblorosa junto al camastro: sobre el cual vimos echada a Mantfrina. Un doble grito resonó en la entancia. —;¡Florencio! — ¡Susana! Y si nsaber como, se encontra- ro nuno en brazos del otro. Susana— preguntó, al fín, dulce mente Florencio. —-No... pero me parece que ha béis sufrido mucho. Florencino suspiró. —Lo has adivinado, Susana... sí, he sufrid omucho. Pero dime la verdad: ¿me creías muerto? Una ola de sangre subió al ros tro de 1 ahebrea. d —Han transcurrido tantos a- fñios dijo lentamente— sin ha- ber tenido noticia alguna de vos —A qué escribirte.. si yo mis_ mo no sabía si volvería a mi pa tria, donde creía que todos se Florencio sentía sobre su pe_¡hubiesen olvidado de mi. cho los violentos latidos del co- —Me conocías muy poco, Flo- razón de élla... y sobre su rostro |rencio —murmuró la hebrea po- el hálito ardiente, afanoso de la [niéndose súbitamente triste mujer. —Susana ¿no me has olvida- do?? —¡Nunca, Florencio, jamás! y seria. —Pedonádme, no quería ofetn dert e— dijo vivamente Floren_ cio; — sí, tú, no podios olvidar. | El se separó de la mujer y le|te por completo el hombre que ofreció una silla de paja que ha|te amaba como ún hermano... y bía junto a la mesa sobre la lque te había vengado. cual posaba una lámpara de la, Y estrechó la mano de-la he- tón de dos mecheros encendidos |brea con efusión. Susana se es_ Susana se sentó, temblaba como¡tremeció y quiso combiar de con la hoja del árbol agitada por fu versación. loso” vendaval. —¿Tienes frio? — con interés Florencio al perca_ tarse de aquel temblor. —NO.... A. toma, échate mi capa. tía, quiso cubrirla con su amplio ca tan feliz; creía sofiar y Sse- guía con ansia todos los movi. mientos de Florencio. Y, en fuerza. de mirarle, pare- cióle que no tuviese ya el viril vigor de otros tiempos; que sus mejillas, si no hubiese estado cubiertas por espesa barba, ha- brían aparecido chupadas, hun_ didas, descarnadas, que sus o- jos estaban hundidos y tenían un brillo extraño, que la sonrisa de su slabios era forzada. Sobre la mesa había dos bo- tellas de vino y dos vasos que Florencio llenó y ofreció uno a Susana, bebiéndose él de un sorbo el otro. ” La hebrea apenas mojó sus la bios en el suyo. —Bebe— le dijo Florencio,— servirá para hacerte entrar en calor, por que estás muy pálida. Susana obedeció. a Florencio sentóse a su lado, de modo que sus rodillas se to_ caban, y cogiéndola una mano la retuvo entre las suyas . Durante algunos minutos miraron sin hablar. —Me encuentras cambiado, How Much Should a Man Be Wort —Se ha hablado mucha en la preguntó Judería de vuestra desaparición. —Lo sé— respondió Florencio con una sonrisa, — y sé también ¡querida Susana que fuiste ca. | lumniada. —;¡Oh! si... debes tener al Y aun cuando Susana se resis. —¿Yo?— balbuceó la hebrea extrañamente agitada. —¿No se susurró que la niña] capote. Ella no había sido nun-|que tú dijiste haber encontrado Dios... lo habría hecho. en el corredor de tu casa, había sido el fruto-de un amor..... que jamás ha existido entre noso- tros? —No-es verdad— balbuceó Su sana, cuyo rostro se puso de Jo_ lor de escarlata, —viola es una pobre huérfana, todos lo saben. El miró a Susana conmovido, y con su penetrante voz excla. mó: —¿Temes acaso, pobre madre! que te reproche el haber recogi do y criado a la hija de aquel malditocristiano, a quién odias. te? ¿Qué culpa tiene Viola de que su padre fuera un infame aventurero, un capitán de ladro nes y de salteadores, digno de la horca? Tú la has llevado en tu seno, es sangre tuya, no pue_ des renegar de ella. Has hecho, empero, muy bien en dejar e Vio la abrigar la creencia de que era una pobre huérfana; es me- jor que ignore a qué abyecto cristian odebe su existencia. Durante este discurso Susana sejtenía la cabeza inclinada, de- jando abandonada su mano, que se había puesto helada, entre a) say about the distribution 3 when the time comes to VALIL EY Some folks honestly believe that only per-, sons of great werlth need to have Wills, Actually, any man or woman needs to make . a Will if he—or she--owns a home, an automobile, savings bonds, stocks, jewelry, a bank account, or other possessions. 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Estas palabras fueron como un latigazo sobre el rostro de Susana. * —¡Una cristiana! — exclamó como arrastrada por un loco ím petu. —¿Habéis amado a una ¡nuestro amor que los astros del ; cristiana, Florencio? —La adoraba más que a mi Dios.. había puesto en ella toda la abnegación, toda la ternura de que mi corazón podía ser ca_ paz — exclamó Florencio co n acento convulso, vibrante, sin advertir la palidez nerviosa que iba extendiéndose sobre las me- jillas de Susana, — ai ella me hublese propuesto renegar a mi —;¡Florencio! — gritó Susana con un gesto de espanto, de ho: rror.. —La amaba—repitió el hebreo —¿Y ella os ha hecho trai_ ción? — preguntó con acento fe roz Susana. —Cuando partí estaba loca, loca por causa mía, y no pudien do salvar a ella quise al menos salvar a la niña. Una expresión de feroz con- tento contrajo las facciones de |Susana. s —¿ Ydespués? ——Creí. que la loca hubiese muerto... y volví a Italia tras mu chos años de lucha y de sufri.: mientos para vengarme del pa_ dre: había consagrado mi vida a esta idea. —¿¿Y encontrasteis a la loca viva? —Viva, sana, esposa de un cristiano y madre de otro niño... Susana había cruzado los bra zos y meneaba la cabeza con fe- roz energía. —¿No fuisteis a su casa? ¿No os disteis a conocer? Florencio lanzó una carcajada estridente y seca. —Le fuí presentado por su ma rido— dijo,— bajo el nuevo nom bre que llevo. Me miró con in- diferencia y no me reconoció ni en la voz ni en la persona. En los ojos de Susana brilló un relámpago de alegría. Flo_ rencio, sonreía amargamente. —Se habla alguna vez de la voz de la sangre— exclamó; — son locuras. Mi hija ha hablado con su madre, sin que ni una ni otra experimentasen emoción al guna, sin que nada las hiciese sospechar el lazo que lles unía. Susana inclinó la cabeza. —Pregunté a aquella mujer, a cariciándo a su hijo, si tenia o- tros — continuó el hebreo,— y ella respondió sin ruborizarse, sin temblar, que aquel niño era su único tesoro. S —Es imposible— gritó Susana estrechando fuertemente las ma nos de Florencio . —Es la verdad— respondió con ironía Florencio. —Aquella mujer no recuerda nada, abso- lutamente nada del pasado... me cree meurto, cree muerta a su nocente criatura, ama a su ma_ rido, adora a su niño: sobre la frente ostenta la aureola de la mujer honrada, las gentes se in. clinan ante ella... y la llaman santa. —¡Infamia! ¡Infamia! —Es una infamia que sucede todos los dias. —Pero vos podéis arrancarle la máscara del rostro. Si yo dijese en alta voz que yo he sido su amante, gritarían ¿todos que soy un loco, un visio. nario; si yo dijese que mi hija e sla suya, se reirlan en mi ros_ tro, me tendrían por un calum-. niador, todos saldrían en su de- fensa. No hubo más testigos de cielo; no, nadie creería que a_ quel noble y dulce semblante sobre el cual resplandecían to. das las virtudes, encierra tanta hipocrecía, nadie sabrá jamás que ella sea una mala madre, una mujer sin leatad y sin cora. zÓón. —¿No habeis probado pronun ciar delante de ella vuestro nom | q] proyecto que he form" bre? . —Si, lo he hecho. —¿ Ybién? | Viernes 1 que ella sea su madre. Mi hija he crecido a mi lado en mi reli_ gión, tiene la misma sangre en sus venas, la misma naturaleza inquita, ávida, impaciente, y ella ser áel instrumento mayor de mi venganza. Susana le escuchaba con la ca beza baja y difícil sería traducir lo que pasaba en aquel momen. to een su corazón: parecía in- vadida de un siniestro pensa_ miento. —Tú misma me ayudarás, Su sana, y para esto he venido. ¿Es táis pronta a servirme? Susana alzó la cabeza y lan- '6 un grito de alegría. —Lo estoy, Florencio: dispo- ned de mi; mi vida es vuestra: cuando me digáis: hiere, heriré; os serviré en cuanto os plazca, porque de este modo pago la deuda de reconocimiento que tengo con vos. El arranque de Susana provo_ có una viva efusión por parte de. Florencio., que no pudiedo repri mir un primer irreflexivo impul so, atrajo a Susana entre sus brazos y la retuvo durante algu nos segundos apretada contra su pecho. —¡Ah! yo no dudaba de ti, ge nerosa criatura — exclamó: con tu ayuda me siento más fuerte, estoy cierto de llegar a la meta. ¡Oh! no eres tú, no, la que me hubiese hecho traición; tá no hubieras renegado de tu hija, de tu sangre. Susana sintió correr por sus venas un intenso calofrío, y si Florencio hubiese mirado en a- quel instante el rostro de su a. miga, hubiéralo visto demuda_ do, agitado hasta cl cxutremo de inspirar miedo. Pero ella tenía inclinada la ca beza sobre el pecho del hebreo pues sólo son'ía la:ir más rá. pido y precipitado su c:razón. —¿Quieres que te preguntóco nsuma dulzura Flo. rencio. Susana se soltó de los brazos Me miró sin turbarse, como si|que la aprisionaban y endore. aquel nombre resonase por pri. |zando el busto, con acento lige-|manos y posándola «sobre su ca mera vez en sus oídos. —¿Cómo queréis, pues, ven. ramente trémulo, dijo: Hablad, Folrencio; estoy pron garos de ella? — preguntó Su- ta a escucharos. sana con voz vibrante y en tono de desprecio y horror. Una hora después Susana en traba tambaleando en su cáma A estas palabras Florencio al_|ra. Un pensamiento sombrío de zó la frente: sus facciones se ha |bía dominar su alma, que daba bían animado, sus ojos llamea.|a su mirada una expresión de ban y una sonrisa burlona en-|tristeza y de dolor. crespaba en sus labios. Viola continauba dormida. Su —Quiero castigarla en la som|sana estuvo durante algunos se bra — eexclamó, — herirla en|gundos contemplando ala joven sus afectos más caros, en su a_|y una ardiente llama brilló en doración por el hijo, en sus vir.|sus ojos; su frente fué obscuree. | tudes, Quiero condenarla a la |cida por una nube. vreguenza,al desprecio; quiero —¡Hija de una cristiana 1 que todos los que están ligados murmuró,— y Florencio la ama a ella se debatan sin poder sali: ba!.. ¡Oh! si ella supiese!... có. en un círculo de hierro, que ha. mo me despreciaría, cuán abyec ré surgir en torno de eellos. E *a Je parecía. Ni aun el amor pasa doha muerto, pero no ha|me podría redimir. muerto mi memoria; a ún dolor como el mío corresponde una venganza más que ordinaria; Un sollozo se escapó de su o_ primido pecho. —¡¡Le amaba tanto! — conti. | tanto a su padre como ella me_!|nuó— No vivía sino por él... no! 2 de Noviembre de 1948. tuve conciencia de mi culpa cuando hic eel cambio de las ni. fas. Por un instante quedó inmó. vil, con los ojos fijos en la joven dormida, en cuyos labios abier- tos aaprreció una sonrisa. Después Susana se pasó una mano por la frente y pareció re cobrar su sangre fría, e ideas más tranquilas le subieron al cerebro. —Lo que está hecho, hecho está— murmuró, — es ya dema. siado tarde para volver atrás, tal vez él mismo no me creyera. ¡Viola! tu madre ha renegado de ti, porque en tus venas “corre la sangre de un hebreo, como yo he renegado de mi hija por- que en sus venas corría la san. gre de un cristiana. En esto esta mos iguales .Pero yo odiaba al hombre que me había deshonra do, yo fui la víctima de un in- fame, mientras que ella amaba a Florencio y era por éste ado_ rada,... Esa mujer, esa madre, es más culpable que yo... y yo la odio sin conocerla, y ayudaré a castigar... sí, sere. la cómplice de Florencio... y ayudando a tu padre a vengarse te vengo a ti también, Viola, hija mía. Susana se había inclniado wo bre la durmiente, y con sus la. bios abrasados besó la pura frente de Viola. Esta se agitó, abrió los ojos, y viendo a Susana le sonrió con gracia infantil, llena de ternura —¿No estás aun en la cama, mamá? — preguntó dulcemente —Voya meterme en seguida, estaba mirándote dormir, ¡estás tan hermosa! «—¡¡Oh, mamá!! —Debías tener un sueño ale_ gre porque sonreías. Un vivo rubor subió a las me. jillas de Viola. —No recuerdo, mamá; pero ven a la cama, debe ser tarde y hace mucho frío. Susana sonrió y en pocos mi_ nutos desnudóse, apagó la lám. para y se acostó junto a la joven apoderándose de una de sus razón. —¿Me amas mucho, no es ver dad, Viola? —-¡Oh! sí, .mucho mamá. —Pero yo no soy tu verdadera madre, ya lo sabes. —Yo no conozco otra que tú, y te amo verdaderamente moco si fueses mi madre.. dame un beso Susana la besó. . Después Viola, apoyando su rubia cabecita sobre el pecho de la hebrea, volvió a coger su sue ño dulce y ligero. Continuará la semana entrfante tres Años de Servicios A LA GENTE MEXICANA PARA REPARACION DE CALZADO VEAN Taller de Reparaciones JOFMNSON'S VENA DE TAPATOS AEPARADOS 17 S. 9rd St. Phoenix, Aris, recen más que un castigo VU. | ¿“ACNL AL ILLIA RCOSTA LATAS ASE gar; cuando menos lo piensen, verá ncaer en torno de si a todos aquellos que tomaron parte en su pasado. —Y su hija? — balbuceó an- helante Susana. —Esa mujer ha renegado de ella. Luciana ha muerto para- ella. Luciana ignorará siempre ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA Ingrese a la ALIANZA HISPANO AMERICANA La Alianza Hispano Americana es la Sociedad Fraternal lianza expide pólizas de seguro para toda la familia a precios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños. Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la A.H.A. Teléfono: 3-2304 LA CASITA NO. 1 1021 S. Central Avenue de la Raza. La A- ó A Serente. Y. Y 325 E. 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