El Sol Newspaper, September 10, 1948, Page 3

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A "” > SEMANARIO POPT mk mirada y exaltada. Renata vestia un traje de raso + |blanco bordado en perlas, desco tado. Sus cabellos, peinados en forma de diadema y sujetos por una peineta de diamantes, caian De La Juder e Luciana se estremeció sin res¡rácter. Sus facciones ardientes lal par que una inteligencia de la el duque habia hecho mil locu- ras par aobtener la mano de Re ponder. “> 1 —¿En' qué 'piensas?— insistió ¡ primer orden, lo mismo que la Noemi. sonrisa de sus sutiles labios, te nian todavia la ingenuidad, el nata; habiase enamorado perdi. damente de élla; su corazón, hatsiado “de los amores fáciles y —Pienso: en que si hubiese na cido terinta- “años atrás, hubié- rame visto yo también obligada a vivir en la Juderia. —¿Y bien? y —Me hubiera muerto; ¿no has visto qu .éhorrendos cuadros de miseria, ? ” —¿Tanto te asusta la miseria? —Si.... cuando se trata de la miseria sórdida y rumorosa de de las grandes ciudades que se recoge ,sse amontona dentro de infectos- tugurios, en obscuras y tétricas ratoneras, donde la po- breza no depraba no menos que el delito. — Note alarmes asi, querida; pues para ti no existe semejante peligro. —Es verdad— confirmó son- riendo Luciana, que experimen- tó un verdadero consuelo a esa simple 'afirmación de Noemi, — pero apretemos el paso querida; casi va a parecerme un sueño mi elegante departamento, con mis flores y mis libros y el am- biente plácido y delicioso de mi bello palacio. ¡Oh! jamás había apreciado tanto la riqueza como en este momento; jamás he ben “ decido con tanta expansión a mi padré por la fortuna que ha sabido procurarse. Mandaré soco rros a esas desgraciadas fami- lias; pero no volveré más; me parece haber pagado bastante caro mi capricho. Y la hermosa hebrea, estre- chando con un movimientr, gra- cioso su'limosnenero de tercio- pelo negro, apretó el paso de tal modo, que:a duras penas Noemi pudo seguirla. En la noche del sábado, hacia las diez, una multitud compacta estaba a pié firme sobre la acera de enfrente del palacio del du- que de Santamaria admirando los elegantes carruajes que iban a pararse bajo el vestibulo es- pléndidamente iluminado, lleno de flores, donde se apeaban las hermosas invitadas a la. fiesta del duque, que en aquella noche reunia en sus magnificos salo- nes cuanto Florencia tenia de más selecto, más culto, más ele- gante y más aristocrático. El duque Carlos de Santama- ria er aun hombre de unos cua. renta años, de rostro regular, de una distinción exquisita, y sus ojos negros, de profunda mirada revelaban la violencia de su ca triviales, habiase repentinamen- Tte conmovido y albergado un sentimiento nuevo, profundo, ba jo la influencia de aquella an- gelical criatura que parecia re- sucitada a una nueva vida, a una juventud nueva, a los en- candor de un niño. El duque habia tenido una ju- ventud bastante borrascosa. Huérfano a los veinte años, ri- quisimo, poseedor de un - titulo espléndido, se habia abandona- do a toda clase de desenfrenos, hadiendo pompa de un lujo ex-|[cantadores sueños del porvenir. traordinario, derrochando sumas| Se usurraba, además, que el fabulosas en caballos, carruajes, duque se habia batido en duelo mujeres galantes, hasta que, A|para defender el honor de Rena- los veintisiete años se encontró lía que algunos maldicientes o- cansado de todo, y lo que es [ciosos habian osado atacar, y peor, arruinado, que la joven, en impetu de re- Sin embargo, en un soio mes, | conocimiento, habia cedido a los en ondas sobre sus espaldas de nivea y deslumbradora blancura ly hacian resaltar aun más la ¡¿harmoniosa delicadeza de su rostro de virgen y la suave pure za de su carnación. Sus ojos e- ron todo un poema de amor: su boac tenia una sonrisa dulcisi. ma que fascinaba. Junto a ella, con elegante tra je det terciopelo negro, segun la moda italiana del siglo pasado, veiase un niño de unos diez a- fñios de edad: un amor rubio, son rosado, bellisimo, el retrato vi- viente de Renata. Quizás a ese niño debiera la duquesa su completa curación, el olvido del pasado, la seguri. dad del porvenir. “La multitud iba creciendo a cada instante en los salones: una orquesta, oculta a las mira- das de todos, esparcia torrentes de harmonia, invitaba a lanzar. se en la vorágine de un vals embriagador, Sonaban las once, cuando so- af INDEPENDIENTE “>” oo ció din A. =Si, friamente el hebreo—separece a su madre. > Y sentándose al lado de la du quesa, añadió con indiferencia: —¿Y no tenéis más hijo que éste? —No, Barón, — dijo con tran- quilidad Renata.—Raúl es mi único hijo. El duque de Santamaria, que se acercaba con otros invitados, interrumpió el breve diálogo. El bar ónse levantó, y hacien- do una profunda reverencia a la duquesa se retiró. No oia: la musica ni veia las parejas, y es bellísimo— contestó extraño debia sucederle. _ANO insistió por lo tanto, y le dejó súbitamente el brazo. —Id, querido barón, nos vere- mos-más tarde. El barón atravesó por entre la apretada multitud, cruzó ma- quinalmente algunos salones y llegó por fin a encontrarse sobre una terraza convertida en ver- jel, misteriosamente iluminada con lamparillas de diversos co- lores ques urgian de entremedio de las plantas y guirnaldas lu- minisas suspendidas de la bó. pa fuentes misteriosas ha- cian caer una lluvia menuda era presa de un temblor nervio- ¡sobre las macetas de madreper- so; sus dientes rechinaban, sus;¡la, y se respiraba un ambiente facicones parecian contraidas por un espasmo, sus miradas eran vagas, apagadas. —¿Qué tenéis, barón?— pre- guntó una voz alegre a su mis. mo lado, mientras una mano enguantada le detenia por un brazo. El judio se volvió tornando de nuevo el aquel instante a ser dueño de si. Tenia junto a si a una joven en la flor de la edad, no muy alto, un tanto grueso, con ojos vivos,, frescas mejillas, labios templado, saturado de embria- gadores perfumes. La terraza estaba todavia de- sierta. El barón pareció aliviado en aquel oasis de paz, donde los acordes de la música llegaban debilisimos, velados, y se retiró a la sombra de un enorme cac. tus; se arrellenó en una poltro- na de bambú y durante algunos minutos quedó inmóvil, pensati vo, insensible al'encanto que le rodeaba. Después se agitó en su asien- rosados, sonrientes, sombreados,!to, dilató sus pupilas, se apretó Viernes 3 de Septiembre de 1948, ¡ Saltó en pie y parecia 'una Isombra siniestra que evoca una maldición. —Y pensar que estoy aqui, cerca de ella.. que yo vivo y po= dria quitarla esa aureola de san ta que circunda su frente. ¿No ha sido mia Renata? ¿En las ve nasd e Luciana no corre con la mia la sangre de la duquesa de Santamaria.? . El hebreo cayó de nuevo sobre la poltrona; ardientes lágrimas brotaban de sus ojos, que con- tuvo bruscamente, * —¿Si yo le susurrase mi nom bre al oido?— pensó. — Antes de condenarla como a su padre, quisiera estar cierto de que todo recuerdo mio ha muerto en su alma... ¿Y si Renata me amase a mi? ¿Si alguna parte de mi permaneciese viva en su cora. zón? ¿Ella es mujer de otro, pe ro sé yo en qué circunstancia se efectuó el matrimonio? Re- nata podria creerme muerto, co mo le habrian hecho creer qeu tampooc su hija vivia ya... Y su padre, su tirano, estaba a su la. do. El hebreo se apretó de nuevo la cabeza entre las manos como para recoger sus ideas. gracias a su titulo de duque, fuéronle ofrecidas diez herede- ras, que rehusó, diciendo que te nia tiempo aun para afrontar la gran prueba del matrimonio. ruegos del caballeroso duque, el cual habiale consagrado por entero el alma y suplicado le aceptase por marido. El matrimonio se habia efec» bre el umbral del salón apareció el barón Armando de Viser, dan do el brazo a su. hija, la hermosa Luciana. Un murmullo de- admiración tinción. —¡Ah! ¡Sois vos Raulito!-—di- jo el barón esforzbándose en son ¡Quiénlo hubiera creido! Me pa- —El duque de Santamaria apenas por un fino bozo; un COn con mano convulsiva las sienes! junto lleno de alegria, de dis-ly murmuró: sabe que Renata ha sido madre |antes de ser su mujer— pensó. ¡Renata! |__¿El conde Mario no se lo ha confesado todo, a el duque lo ig- —Es realmente ella. Mas, al terminar la estación balnearia de Florencia, corrió la voz que el brillante duque de Santamaria se habia casado con la única hija del conde Mario Ariani. > La noticia fué acogida con sor presa.. Hacia cuatro años que Re nata no se presentaba en socie- dad, porque deciase que sufria| Durante algunos años, el du» una enfermedad desconocida, que y su mujer vivieron retitas contra la cual la ciencia habi | dos del.mundo; pero poco a poco sido impotente, y añadaise (¡uejel galante aristócrata empezó a el pobre condé Mario, desespe- [remontar sus caballerizas, hizo rado, habiase encerrado con su|restaurar su palacio en todos hija en la soledad de su palacio, ¡sentidos, y acabó por dar gran. no recibiendo ya a nadie para¡jdes fiestas y reaparecer en so- no dar pasto a la publica cu-'ciedad, de la cual era todavia riosidad. ¡su espléndido y rebuscado ador- Posteriormente, una mañana no. . s habia sido visto el conde subir| La duquesa Renata no acom- a un carruaje en compañia de|pañaba nunca a su marido en Renata y de Paula, seguidos de|las fiestas ajenas, pero en su pa tuado y todos estaban de acuer do en afirmar que no podia há. ber en el mundo unión más per fecta. El duque adoraba a su mu jer: Renata gozaba de una felj. cidad tranquila, sincera, no cla- morosa. Tenian un hijo que eza todo su amor, su alegria, su en- canto, su porvenir, circuló por un momento entre los grupos al ver a Luciana que, por primera vez en aquel año comparecía en sociedad. La bela hebrea estaba esplén. ' dida con su traje de color de ro sa pálido, que hacia resaltar aún más sus espaldas y sus bra. zos descotados y modelados co mo los de una Venus. No lleva ba ni una joya, ni un lazo. Un simple grupo de rosas estaba prendido entre sus negrisimas trenzas: otro grupo de rosas €s- taba semiescondido entre los te= soros de su seno de nieve. ¡Nunca había estado tan her. mosa! Jamás habia mostrado un porte tan altivo, una sonrisa más ardiente a la multitud que le hacia ala y se inclinaba a su paso. El barón Armando con su alta reir, z —Yo, que he legado hace po- cos minutos a la fiesta, y a pe sar de hallarme deslumbrado por tanto recluir de brilantes, por tantos ojos espléndidos, hom bros divinos, no he dejado de veros en seguida para recordar una promesa. | —¿0Os he hecho una promesa Rutilio? -—preguntó el barón sor prendido,—En verdad, no me a- cuerdo. —Sois mal aturdido que yo, que soy un muchacho. —Es posible. —¿Qué me dijisteis ayer en la Bolsa; El judio le miró sin contestar ¡Rutilio no perdia su viveza, —¿No recordáis, de veras, caro barón haberme prometido pre sentarme a vuestra hija? lrece enloquecer... la he reconoci. ¡do al momento, a pesar de ha. ber transcurrido dieciséis años... ¿pero ella?... ¡Con qué indife. rencia me miraba? ¡Cuánta se tenidad en su rostro! ¿Estoy, a- caso, tan cambiado, que nada en mi, ni la voz, ni la mirada, ni la persona la han recordado a! Florencio? Sonrió con amarga ironía, y prosiguió: —¡Mujerde otro... de un du- | que, de un cristiano!.. Y le ama,, debe amarle... ¡Cuánto orgullo al mostrarme su hijo! ¡Qué tranquilidad al contestarme que era su único hijo! ¿No recuerda, pues, nada ya del pasado? ¡Y .juraba soportar toda tortura, mo |rir antes que ser de otro..! ¿Quie ire, pues, Renata que yo la odie? Y pensar que la creia muerta y evocaba todas las noches su dul otro carruaje cargado con el equipaje. ¡lacio ella era la que hacia los:estatura dominaba a todos los El hebreo sonrió. ce visión. nora todo?... ¡¡Oh!' si el corazón de Renata ha muerto para mi, para nuestra hija, tengo en mis manos la venganza; no repara. ré en escándalos, no dudaré en herirla en sus afectos de mujer, len su adoración por ese niño, a “quien odio. Una sorda rabia lo transfigu- raba. —¡Ah! desgracaida — añadió, —¿quiere acaso, que como su ¡padre lo aplaste bajo mis pies? ¡No sabe Renata que el cordero ¡resignado puede cambiarse en león. | El esfuerzo de sus nervios en tensión desaparecio, y el barón se tendió abatido sobre la pol. trona y dos láfrimas corireron lentamente sobre sus pálidas mejillas y fueron a perderse en us espersa barba. Continuará la semana entrante honores con una gracia admira invitados. Con su traje negro, —¡Ah! si, es verdad. ble; y su harmonioso semblante toda su. gentil persona, parecian reflejar el confento de su alma, El aristocrático abandonaba | por algun tiempo Florencia; y los pocos que presenciaron su partida, recordaban todavia cun |su felicidad un sentimiento de piedad, la fi-| ¿Habia* olvidado enteramente gura escuálida de Renata, el cir¡Renata el pasado? ¿Su locura, culo negro que rodeaba sus o- de la cual habia milagrosamen- jos atónitos y desmesuradamen-|te curado, habia borrado de su te abiertos, la sonrisa extraña|mente toda memoria? Era licito que contraia sus descoloridos la ¡suponerlo asi cuando se suponia irreprochable, parecia todavia más pálido: sus ojos inquietos, iban en busca de la duquesa Re nata. El duque Carflos, que en a» quel momento estaba hablando con algunos amigos, a la vista del barón corrió a su encuentro, le dió las gracias co nefusión por haber aceptado su invita. ción,y sobre todo, por haber lle- Y añadió con indiferencia: —Pero en este momento seria inútil buscarla; luego más tarde E intentó alejarse del joven. Pero Rutilio no era del mismo parecer. —¡Ah! No me escaparéis ba- rón. Veo desde aqui a la barone sita Luciana... —¿Donde? —Allá, junto a la duquesa. bios, su penosa apariencia de esqueleto. Alguna tiempo después, nadie pensó ya en ellos; pero a los dos años de ausencia, vióse un dia volver a Florencia al conde Mario con su hija, y súbito es- parcióse la voz del matrimonio de Renata con el duque de San- tamaria. Los más curiosos supieron que que fuese completamente feliz. En la noche a que hemos he- cho referencia, la duquesa Rena ta hallábase en el salón princi. pal recibiendo a sus invitados, mientras el duque iba de grupo en grupo saludando a sus ami. gos, sin perder un solo instante de vista a su adorada esposa, cuya belleza lucia aun en todo su esplendor y era de todos ad- >, : The responsibilities involved in settling an estate are too great to entrust to an amateur — mistakes are too costly! Efficient executorship demands the specialized skill and collective judgment of many men — men who are thoroughly familiar with tax laws, real estate values, investments, property management and probate procedure. By naming the Valley National Bank as Executor of your Will, you choose an Executor that has all of these important and necessary qualificatio: acting assignment. Yes, when you place your estate in the experienced, responsible hands of Valley Bank trust officers, you free your family from a host of harassing duties. 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Si os interesa la pre- —¿Es vuestro este hermoso |sentación de mi hija, la misma niño? —preguntó inclinándose |duquesa podrá :satisfaceros.. yo hacia la duquesa. es dejo... porque en esta sala... Habia tocado la cuerda que |me sofoca el calor... y no podria más sensiblemente vibraba en |sufrirlo si me detuviese un se- el corazón de Renata. gundo más. . Si, es mío— exclamó con| Rutilio vió, en efecto, el rostro una especie de orgullo,—¿no es|del israelita que se cubria de verdad que es muy hermoso mi|una livida palidez, y por la té. Raúl? trica nube que le ofuscaba la Y acariciaba los lindos cabe-|frente, por el talante des atento llo sdel niño. y convulso comprendió que algo Pero el judio no se movió. Su rostro se habia puesto palidisi- mo. y ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA 0 1021 S, Central Avenue Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Limpia y Apetitos — CHITO Y MELL%, Props. 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