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Pub No noé hacemos, : colaboradores, Para tuadas en 62 - “Year $2.50 Al out=of town”: «Ubscriptions must be Le ta advance for ut least a period of six months, “AN payments must be made to the Editor postal Addross P. O. Box 2161 HISTORIA DE junto a la cuna de su pequeño hijo, por todo extremo afligida y temerosa de q':la muerté se lo arrebatara. Pálido y demacrado era el rostro del pobre pequeñue- lo y sus pobres párpados perma- necían entornados. Su desespera- ción difícil era a veces tan pro- funda que más parecía. suspiro «que respiración, 'y no obstante aún infundía más lástima la ma- dre que el inocente moribundo. He aquí! que llaman a la puer- ta y entra-en la casa un pobre viejo triste y envuelto en un hol- gado cobertor, que le resguarda ba del frío y le era a fé de todo punto indispensable, pues reina- ba un invierno muy crudo, el campo estaba cubierto de nieve y de hielo, y el viento era recio, y cortaba el cutis. > El buen hombre tiritaba de frío; y habiéndose -adormecido el niño por. algunos momeéntos,- la madre se separó de. la cuna y se fué a poner a la lumbre una pequeña vasija con cerveza para reanimar al anciano, Este, en tanto, se sentó en la silla que an- tes ocupaba la madre y se puso a mecer.al niño suaveente.-Lue- - go después la madre tomó asien- VACILON DE DON AGA ¡Rúudale burrito, aprieta! has de cuenta que volamos, mi'querida bicicleta, en Europa ya ganamos. Les pegamos a los boches en la merita maceta, esto merece una copa mi querida bicicleta. Ponte a pensar lo que valen, bombas, granadas y balas y también en que muy pronto vamos a ver muchas alas. Varios miles de aeropleanos rugirán sobre del cielo, probándonos que'l futuro és de puritito vuelo. Sin «embargo, bicicleta, yo no te cambio ni a balas,_ lo que si tengo que hacer es ponerte buenas alas. Ya parece que te miro arrancarte por lo alto, por supuesto“con cuidado o me estrello en el asfalto. Tendrás que garantizarme que no dejas de soplar, porque si tal se te ocurre al averno voy a dar. Pero, mientras que te pongo tus alas de voladora, corre a sesenta y demuestra que los galgos valen porra. Arriba guichol y chancla, sin que nada nos preocupe, nos vamos a celebrar . al merito GUADALUPE. Ahí les voy. a mostrar cómo se baile jarabe, y que como yo lo bailo ningún chicano la sabe. Yo no bailo de brinquito ni tampoco con tacón, bailo con pata pelada y cor uñas y talón. Le doy patazos al suelo con tanta resolución, que se oyen mis patazos en todita la región. Ya ganamos la peleada con los meros aguzados, , los chapos nos vienen WILSON porque son muy atrasados. Ahora si garantizo que no tendremos reveces, valen puro kara kiri los mentados japoneses. Ya con esta se despide sin pedir cola ni paga; el buen amigo del pueblo , vuestro servidor: . DON AGA SOLE SPANISH PAN-AMERICAN WEEKLY NEWSPAPER 7 Friday by J. C. Franco r March 20, 1940 at the Post Office + the ¿Act of March 3, de las ideas emitidas por nuestros fono-:3-4948. SUBSCRIPTIÓN RATES. Hallábase sentada unía madre]to a su lado y tendiendo una pro |mado? Dímelo te lo suplico; dí- - ja tu hijo. Esas cónciones me agra 1879 cio diríjanse a las oficinas si- adelantada, y cuando el subscrip 1] Periódica a otra dirección, de- : diez. “centavos. —- Six Months $1.75 Phoenix, Arizona UNA MADRE funda mirada al enfermo que cada vez respiraba más difícil- mente, cojió su manecita y dijo: ?No es verdad que no le per- deré? ¡Oh no! ¡Dios es bueno y no querrá quitármelo! A estas palabras, el anciano, que no era otro que la muerte, hizo con la cabeza un gesto tan singular, que ¡del mismo modo podía decir que 'sí como que no. La pobre madre bajó los ojos y dos gruesas - lágrimas resbala- ron por sus mejillas. Sintióse co- mo un peso en la cabeza, pues había pasado tres días y tres noches sin ecrrar los párpados; permaneció amodorrada cosa de un minuto, un minuto no más, y en seguida despertó llena “de sobresalto, sintiendo un'estreme- cimiento de frío. ¡Qué veo! —exclamó paseando por su alrededor sus ojos extra- viados. El viejo había: desapare- cido y la cuna estaba vacia: a- quel hombre se había llevado al niño, desde su rincón dejó oír el viejo reloj un ruido sordo y con- fuso, los rodajes rechinaron con estruendo, el macizo peso de plo- mo se desprendió cayendo al suelo y ¡paf! paróse el péndulo instantáneamente. La pobre madre se precipitó fuera de la casa clamando por su hijo. ; Afuera dió con una mujer que vestía holgado traje negro y es- taba sentada enmedio de la nie- ve. —La muerte entró en tu casa— la dijo la desconocida—,. Yo la he visto llevándose a tu hijo; pe- ro la Muerte corre más que eli ¡viento y no suelta nunca su pre- sa. —Dime una sola cosa, —dijo la madre—. ?Qué dirección ha to- melo, y yo sabré alcanzarla. Conozco, el camino por donde se ha ido; pero antes de indicár- telo necesito que me dejes oír to- das las canciones que cantabas dan y tu voz me enamora.Yo soy la noche; te he oído cantarlas va rias veces y he visto correr tus lá grimas cuando las cantabas. —¡Oh yo las cantaré todas, en- teramente todas, pero será des-- pués, dijo la madre—. Ahora, no me entretengas, déjame alcanzar a la Muerte y recobrar al hijo de mis entrañas. La noche permaneció muda e impasible y la pobre madre jun- tando las manos y llorando a ma rés, se puso a cantar, Muchas fueron sus canciones; pero hubo ¡en ellas más lágrimas que pala- bras. : Por fín, dijo la Noche: —Anda en línea recta hasta el sombrío bosque de abetos; por allí ha huido la Muerte con tu hijo. La madre salió disparada ha- e SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE cia el bosque; pero a lo mejor se; buena mujer, ?dónde está mi hi- | ción tan misteriosa; la madre no encontró con que el camino se bifurcaba y se quedó perpleja, no sabiéndo que dirección tomar. Habáa por allí un espinoso zar- zal- sin hojas ni flores, y como esto pasaba en lo más crudo del | invierno, gruesos carambanos col gaban de sus desnudas ramas. —?Hás visto a la Muerté lle- vándose a mi hijo; —Je pregun- tó la madre. —Sí, contestó el zarzál—; pero no te indicaré el camino que ha tomado, sino con una condición, has de calentarme en tu seno, me muero de fróo. Y la madre, sin titubear un mo mento, apretó el zarzal contra su pecho para derretir el hielo que lo cubría. Las espinas desga rraron sus carnes y-brotaron de las heridas gruesas gotas de san gre; pero el zarzal retoñó instan- táneamente cubriéndose de ver- des y frescos tallos y de hermosas flores en aquella noche de in- vierno. ¡Tan intenso y frebril es el calor que alberga el seno de una madre afligida! El zarzal de indicó el camino que debía tomar. Llegó la madre a orillas de un anchuroso lago, en el cual no había una barca ni esquife, ni hielo bastante duro para pasarlo a pie, siendo por o- tra parte demasiado profundo para vadearlo. Y no obstante, le era [preciso llegar a la orilla opuesta si quería encontrar a su hijo. Delirante de amor se arrojó al suelo tratando de beberse to- da el agua del lago, cosa ente- ramente imposible; pero la an- gustiada madre creía que Dios se apiadaría de alla y obraría un milagro. No, no has de lograr lo que te propones, —le dijo el gran la- go—. Repórtate un poco y. vea- mos si hay un medio de enten- dernos—. A mi me gusta tener perlas al fondo de las aguas y veo que tus ojos ostentan un brillo que excede al de todas las perlas que he poseído. Si a fuer- za de llorar logras que tus ojos se |* te desprendan, yo te conduciré hasta el invernadero que se halla a la orilla opuesta, en el cual tiene la muerte su morada, dedi- cándose al cultivo de flores y ár- boes cada uno de los cuales re- presenta la vida de-un ser hu- ano. —¡Oh exclamó la madre— ¡qué es lo que no daría yo por reco- brar a mi hijo! Y ,quién hubiera podido ima- ginar, después de todo, que aún me quedasen lágrimas? Y sin embargo, lloró amargamente, co' mo no había llorado núnca, has- ta que sus ojos se le cayeron de las órbitas al fondo del lago, y quedaron convertidos en dos per- las como nunca las haya poseído reina alguna. El lago entonces la tomó y sos- tuvo en su superficie, y cual si |! hubiese sido un columpio, con un sólo movimiento de ondulación la dejó a la otra orilla, donde se evantaba un maravilloso edifi-¡ cio cuya fachada tenía más de una legua. De lejos no podía dis- tinguirse bién. si esa soberbia construcción era una montaña | con sus grutas y bosques o una obra de arte. Pero la e madre ya nada podía distinguir |. habiendo perdido la vista. *—Y ahora, ?cómo reconoceré a la Muerte que me ha arrebata- do a mi hijo? —gritó con desga- rrador acento. —La muerte no ha llegado to- davía, —la contestó una vieja, que andaba por allí guardando | el invernáculo y cuidando las plantas. Y dime: ?cómo te las| has compuesto para llegar hasta aquí!? ?Quién te ha ayudado; —Sólo Dios misericordioso. Pe- ro tú también te apladarás de mí, COMPREN MAS BONOS DE GUERRA ¿Es la preparación eficaz contra las infecciones pa- rasitarias del cuero cabelludo. LIEND Está de venta en . 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Pero ?qué me darás si te enseño el camino? —Nada me queda —respondió la desdichada madre con honda tristeza. —Sin embargo, pide lo que quieras, y yo irí a buscarlo aun que sea al fín del mundo. —De fuera de aquí no necesito nada, —contestó la vieja. —Dame tu larga y sedosa cabe. llera negra; es muy rica, me gus: ta y deseo trocar con ella mis pobres canas —;¡Nada más? —dijo la ma- dre— ¡Tómala enhorabuena! * Y se arrancó sus magníficos ca bellos que en un tiempo fueron orgullo de su juventud y se puso en su lugar las canas cortas y escasas de la vieja, Esta la tomó luego de la mano y juntas entraron en el vasto in- vernáculo donde crecía formando soberbais espesuras una vegeta- ción maravillosa. Jacintos delica- dísios colocados bajo campanas de cristal estaban junto á peo- nias hinchadas y vulgares. Veí- anse plantas acuáticas, las unas exuberantes de savia y las otras casi marchitadas y con las raíses rodeadas de asquerosas culebras. Algo más lejos se erguían esbel- tas palmeras, copudas encinas y frescos plátanos, y en un rincón extraviado ostentábanse grandes cuadros de perejil, tomillo y otras yerbas de cocina, emblema del género de utilidad que prestan aquellas personas modestas cuya vida simbolizan. Había, además grandes arbustos plantados en unas macetas tan angostas e in- capaces que parecía iban a esta- Mar, y en cambio míseras flore- cillas ocupaban ricos y holgados vasos de porcelana, absorbiendo el más substancioso mantillo, rodeados de musgo y siendo ob- jeto de los más exquisitos cuida- dos. Todo esto representaba la vida de los hombres que existían en aquel momento, desde la Chi- na hasta Groenlandia. En vano la vieja trataba de ex- ed detalladamente disposi- la oía y no cesaba de pedir que la acompañase junto a todas las pequeñas plantas, tentándolas y palpándolas con afán para reci. bir sus pulsaciones hasta que después de verificado con milla- res de -éllas, acabó por distinguir y reconocer los latidos del cora- zón de su hijo. —El es, —exclamó tendiendo la mano sobre un pequeño tallo de azafrán, doblado sobre sí mis- mo y poco menos que mustio. ——Cuidado, no lo toques, dijo la vieja, — y no te muevas de a- quí. Cuando venga a Muerte, que no puede tardar, amenázala con arrancar todas las flores que crecen en torno, tendrá miedo, pues es responsable y ha de dar cuenta de ellas a Dios, no pudien do arrancarse ninguna planta sin su previo consentimiento. A poco rato se dejó sentir una áfaga de viento glacial y la madre adivinó la proximidad de la Muerte. “—2?Cómo has hallado el cami- no de este sitio?— preguntó la Muerte. —?Cómo te has compues to para llegar aquí! antes que yo? Explicate. —Soy madre, —contestó lacó- nicamente. Y. la muerte extendió su mano! larga y huesosa sobre el pequeño azafrán; pero la madre lo tenía estrechamente circuído con las dos suyas, al propio tiempo que ponía el mayor cuidado e no ojar ninguno de los menudos y deli- cados pétalos. Entonces la Muer- te tomó el partido de soplar so- bre las manos de la Madre, la cual se las sintió caer desfalleci- das porque el aliento de la Muer- te es más frío y heado que los vientos del más riguroso invier- no. —Tú nada puedes en contra mía, —dijo la Muerte. —Dios puede más que tú, —re- puso la Madre: —Es cjerto: pero yo cumplo sus mandatos, a fuer de jardi- nero puesto a sus órdenes. Todas esas flores, todos esos árboles | 4 y matas, cuando ya no pueden vivir en el invernadero, las tras- planto a otros jardines y entre ellos al grandioso e inmenso pa- raíso, comarcas desconocidas, en las cuales ni tú sabes lo que ocu- rre ni puedo decirtelo. La suplicante madre gemía a- margamente y la Muerte perma- necíá impasible, por lo que lle- vando aquella la mano sobre dos flores brillantes y magníficas, dijo a la Muerte: —Pues bibn, ya que nada te dice la desesperación de una ma dre, yo arranco esas dos flores DALLAS LDL DAD, Compren más Bonos de Guerra para que la Guerra sea Completa GRAND CAFE 8 34 W. Adams St. ASI COFFEE SHOP Phone: 4-2304 227 OMPRÉN MA MAS AS BONOS DE E GUERRÁ ¿DAGA DAS GASTAS DADAS DAS SAGAS GA SILVA'S SLI SLI SL a 718 East Washington St. de las Y a la ao AZ STUDIO | LA MEJOR FOTOGRAFIA EN PHOENIX Se hace toda clase de retratos Especialidad en grupos de novios y amplificaciones de retratos de superior calidad Teléfono 4-3305 Abierto 12 horas diarias y lus domingos 1 de la tarde TOA A ISE TEE ISSO ROGERS COMPREN MAS BONOS DE GUERRA A ¿ DESEA USTED VESTIR ELEGANTEMENTE ? 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No sabía que fuesen los- tuyos. Recóbralos y mira al fondo de ese pozo. Ahí verás lo que habrías destruído destruyen- do esas flores. En los reflejos del agua verás la suerte reservada a cada una de esas flores y a tu hijo, si hubiese vivido.. La madre se inclinó sobre el brocal y vió pasar sucesivamen- te una serie de imágenes de ven- tura y alegría formando risueñoz cuadros, seguidos de espantosas escenas de pesadumbre, desola- ción y miseria. —Esas cosas, así las unas co ma las otras, voluntad de Dios —dijo le Muerte. —Pero en lo que me acabas de enseñar, —exclamó la madre lle na de zozobra. — nu creo yo ha- ber visto el destino de mi hijo. —No te diré yo cuál de ellos es —repuso la Muerte—; pero repi- to: entre todo «lo que has visto está la suerte que a tu hijo le| aguarda en el mundo. La madre, enloquecida, hincó las rodillas, exclamando: —Por Dios, oye mis ruegos y respóndeme de una vez: ?le esta- ba reservada a mi hijo la parte Viernes 11 de Mayo de 1945. adversa de ese espectáculo? Dí- melo sin rodeos, habla. ?No que- réis contestarme? ¡Oh! en la cruel incertidumbre en que estoy sumida, será mejor que me lo arrebates antes de que corra el riesgo de sufrir tales desgracias. Le quiero más que a mí misma al hijo de mis entrañas; caigan, pues, sobre mí todas las desdi- chas. Llévalo en buena hora al reino de los cielos y olvídense mis lágrimas y mis súplicas, mis * palabras y mis sacrificios. —No te entiendo bién, —dijo la Muerte—; vamos a ver, ?quieres, sí o nó, recobrar a tu hijo, o pre- fieres que le conduzca a ese lu- gar desconocido de que no pue- do hablar? La madre, entonces, juntando las manos, cayó de rodillas, y di- regiéndose al Rey de los Cielos exclamó: —No me escuches, Dios mío, si desde el fondo del corazón reclamo contra tu voluntad, que está siempre cifrada en lo me- jor. ¡Oh! ¡No me escuches, no me atiendas! E inclinando su cabeza sobre el pecho, caía, abismada en la más terrible de las congojas, en tanto que la Muerte arrancaba el débil tallo de azafrán y volaba a trasplantarlo al jardín desco. nocido. PA E A O TE PHOENIX HAT MFG. CO. La mejor sombrería para hombre en la ciudad. 24 N. 2nd. St. Phoenlx, Ariz. E A COMPREN MAS BONOS DE GUERRA ) Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Limpia y Ape- CHITO Y MELLY, Props. titosa DO IS OS E O AO COMPREN MAS BONCS DE GU ¿La asta No.! 1021 S. 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