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e - para los míios!—suspiró Temoc. Martes, 5 de enero -de:1943 BISEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE - LA VIRGEN MORENA (Viene de la Página 2) se ha mostrado generoso con los indios. El hablará al Virrey para que cesen los crímenes y se castigue al capitán Delga- dillo. Ya deja de pelear, Temoc, que no se. vierta más san- gre y podamos vivir todos como hermanos. —¡Qué más puedo desear en estos momentos que la paz —La paz vendrá, Temoc—aseguro opti doña Blan- ca. pa > —-Dices bien, «señora, ha de venir la paz, porque los mexicanos somos humildes y sencillos pero' de corazón ge- neroso y agradecido. Todavía me conmueve la bondad con- gue te acercaste a mis hermanos a curar sus heridas. y a aliviar sus dolores. Ví con ternura la' fatiga que por ellos pasaste y mi corazón; que fué hecho para el combate, se llenó de agradecimiento y cariño para ti. , ¿Dijiste cariño, Temoc?—preguntó trémula doña Blan ca, mientras sus mepillas se sonrojaban deliciosamente. * - —Si, señora. Te A con los me pee, Temoc. La dama, olvidándose de su recato, hizo a su vez la confesión: sorprendente: SS —Temoc, me haces feliz, porque también yo te quiéro. El Emperador en fuga tomó tiernamente entre sus ma- nos una de las pálidas, suaves, de Blanca. Enlazados de se- « mejante modo, permanecieron hasta. que la cánoa tocó en la orilla. Desembarcaron los enamorados y los guerreros de jeres y hombres le seguían llenos de admiración respetuo- | sa. Comenzó a cantar Bernardino un himno religioso, con ¡ voz fuerte. Centenares de voces se le unieron y así, segui- do de la multitud asombrada y devota, marchó Bernardino hacia el templo en obediencia a las Órdenes dictadas por la Señora que hubo de visitarle. IV Doña. Blanca se dejaba vestir por una vieja doncella mexicana. En su mente se sucedían aquellas escenas vivi- das en el palacio de Temoc. Como si continuara su 'pensa- miento, pesonas en voz alta: : Y si vieras qué apuesto y noble es! Tiene un pa- taco: dí suntuoso. Y cientos de señores que eran como 'sus cria dps. Cada vez que le hablaban se hincaban ante él y tocaban el suelo con la frente. Cuando paseaba por su palacio, todos bajaban la vista con respeto. —Tampoco al Emperador Moctezuma se le podía ver la cara—apuntó la criada—.“Cuando pasaba por la cabeza, todos- teníamos que inclinar la cabeza—confesó la india, mirando a los ojos de la hija del Virrey. —Pues “aquel joven tan gallardo—siguió ufana doña Blanca—con sus vestidos bordados de oro y que andaba or gulloso por encima de todas las cabezas agachadas .. cuan do se dirigía a mí. . ¡con qué dulzura me trataba! ¡Con cuánta cortesía! Yo me sentía una reina. —Y su padre sufriendo aquí pór su ausencia—repro- chó la sirviente—. Anoche, cuando, tras su relato, quedó la Temoc quedaron en: «espera de órdenes. El joven: se dirigió a ellos: gado el momento en que hemos de separarnos. Es mi volun tad que todos regresen a/sus familias y guarden en paz mi último mandato. Que las flechas y los. escudos se guarden en las chozas y que se cumpla el destino que los dioses nos han deparado. No haya duda ni temor por el mañana, pues trataré de hacer la paz que la guerra nos impuso y he de procurar que esa paz traiga justicia para todos. y Los guerreros escucharon a su Emperador_en silencio, gachas las cabezas, hosco .el semblante. Al fin uno de ellos se adelantó, postróse ante Temoe y besó su manto sollozan- do Los demás siguieron su.ejemplo mientras Temoc,-en pie, trataba de ocultar su emoción con un gesto de imperio. Do- ña Blanca, un poco apartada, contemplaba triste aquella despedida. Cuando el último de los guerreros montó en la canoa y comenzaron a alejarse del ribazo, doña Blanca se acercó de nuevo a Temoc, y, en silencio, incapaz de articu- lar palabra, le hizo signo de que habrían de continuar su camino. Momentos después la hija del Virrey tocaba en el inmenso portón del convento franciscano que hospedaba al Obispo Zumárraga. Abrióse úna mirilla y aparecieron los | ejos eserutadores del hermano lego; —¿Quién es y qué se ofrece? —Me urge hablar con Fray Pedro—dijo altiva doña Blanca—. Soy la hija del Virrey. La puerta se abrió: franca para recibir a los jóvenes. Una a una, las vecinas de Lucía iban dejándola para acudir a sus quehaceres. La última le dijo al salir: — Voy a dar el almuerzo a Pedro. Si algo se le ofrece, Hámame. E d —Gracias—dijo acongojada Lucía con la vista fija en el herido—. Ahora duerme. Esperemos en Dios que nada ocurra, Cuando se quedó 'sola, Lucía se acercó a Bernardino y quedó contemplándole. Después. cubrió mejor su cuerpo y salió afuera, dispuesta a esperar a Juan Diego. Tras de sí cerró la puerta con sumo cuidado. Momentos después el, anciano herido abrió los ojos gimiendo, intentó incorporarse y cayó de nuevo agotado. Bernardino veía su fin próximo Creyó haber entrado en et delirio de la agonía al escuchar una dulcisima música y ver cómo: el jacál se iluminaba de manera: resplandeciente. Volvió a incorporarse, convenci- | do de que entraba entonces en el Reino de los Cielos. Una ¡ bellísima señora apareció ante él. Habló con voz musical y dulce: —Bernardino, hijo mío, a quien amo tiernamente. Yo soy la siempre Virgen María, Madré del Dios verdadero, a quien adoras. He visto la aflicción y la de tu pueblo y he venido a curarte del mal que te tfige. Mi hijo es el hijo del Dios Omnipotente y en cuyo nombre te curo. Al nombre tenidió su maho, al tiempo que Bernardino movido de sobrenatural fuerza, se ponía en pie y caminaba hacia ella. Los divinos dedos tocaron el pecho desnudo y sangrante del anciano. La gnorme herida cerróse en el acto dejando sólo una cicatriz, Bernardino se isntió de nuevo lle no de salud y vida, La voz cantarina continuó: —Quiero que vayas al Obispo y le cuentes lo que ha pasado y le digas que es mi voluntad se edifique un templo en el Tepeyac y que sea yo invocada por todos con el título de Guadalupe. Bernardino se postró doblando su frente hasta el sue- | lo, absorto por tamaña maravilla. —Haré todo, Dueña y Señora. mía, como lo ordenas. Cuando alzó lo sojos, la luz había desparecido y el ja: cal seguía cerrado, sin más presencia que la suya propia. Pero, innegablemente, su cuerpo era, otra vez, el mismo que antes de la visita de Temoc. Gritó, alborozado: ¡Lucía, Lucía, Lucía! La interpelada apareció «apresuradamente en la puer ta seguida de otras dos mujeres y de un indio. Miró atónita a su tío, puesto en pie, que destete: —;¡Estoy curado, Lucía! ¡La Virgen Santísima me all- vió! —, mostraba su pecho sanado al examen de todos. Las «mujeres corrieron apresuradas a repartir. la nueva milagrosa. Las gentes salían de sus jacales, abandonaban su trabajo en el campo y subían al cerrito donde Bernar- dino y Juan Diego tenían su habitación, deseosos todos de contemplar por sí mismos la maravilla. Cuando los vecinos | hubieron contemplado a su sabor la herida sana y curada de Bernardino, éste tomando su cayado, salió del jacal y! señora dormida, ví cómo el señor la miraba'con lágrimas Jen los ojos. —¡Bravos guerreros!—exclamó. emocianado—. Ha lle-|' —=Es el mejor padre del mundo—<convino, algo contrita, doña Blanea—. Voy, que me espera en el comedor. Y salió presurosa no sin recoger antes la ajerca rega- lada por Temoc y colocársela ufana en su blanco brazo. Tras de saludar respetuosa al Virrey, doña Blanca tomó asiento en el lugar que le correspondía. Al probar las vian- das, no pudo evitar un comentario: —Ya me estaba acostumbrando a la comida en el pa- lacio de Temoe, El Virrey frunció el ceño y la dijó con. acento severo; —Olvidate de eso, hija mía. Haz cuenta que fué una pesadilla. —¡Un hermoso sueño, padre!—dijo melancólica la da- ma—. Y padre no olvidaréis vuestra promesa. . ,. —No, hija mía. Procuraré proteger la vida de Temoc y que, en adelante, los indios tengan un trato justo y huma- ne. ; ano ¡dro de Gante. Tras las órdenes para que Fray Pedro fuera también servido a la mesa, el Virrey ofreció a Fray Pedro ¡ puesta a servirle: , mentó. ] —Muy conetnta, sí. Pero . . egambiada, —¡Ea aventura que ha eorrido no es nara menos! aipado el Virrey. bó el religioso, que sea aprehendido. Tengo pruebas suficientes para man- darlo al patíbulo. Cuando doña Blanca apareció y hubo servido al fraile, éste continuó, buscando un tema de mayor agrado: acción de gracias por el regreso de doña Blanca, —¡Cuánte se lo agradezco!—exclamó_el Virrey. estaban mezcladas gentes muy principales con los indios más humildes—. Y volviéndose a doña Blanta—: ¿Por que ltodos lo indios os quieren, hija mía? —No he hecho más que rtatarlos con caridad cristia» Ina — afirmó la joven, discreta. El fraile insistió, dirigiéndose al Virrey: . —No tiene idea Su Exeeleneia de cuánto nos ayuda la bondad de doña Blanea en la evangelización de los indios, ¡Es tarea difícil! —Debe serlo—asintió el Virrey. Mi deseo—prosiguió Fray Pedro—es convertir a Te- moc, porque todos los indios le seguirían. —No lo ereo fáeil—arguyó el Virrey. —Debemos tener confianza en Dios — intervino doña Blanca—. El todo lo nuede. slo Juan Diego corría de nuevo hacia, Tlaltilolco en busca de un confesor para su tío. Al aproximarse al cerrito del | Tepeyac huyó de su costumbre, temeroso de hallarse de nue vo con la aparción y ser por ella entretenido de su misión | del momento. Miró de todos modos hacía arriba de soslayo y tranquilozóse al no ver sino las rocas mondas de eostum- bre. Pero su sorpresa fué grande cuando oyó a sus espaldas. —i¡Juan Diego! Avergonzado, el indito se postró ante la Señora: —Nina mia, Señoria, ojála estés contenta. ¿Estás bien sarte aflicción. Sabe, niña mía, que está muy malo un po- bre siervo tuyo, y va a morir. Voy presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes para confesarle y disponerle. Porque desde que nacimos vinimos a guardar el trabajo de nuestra muerte. . . —Y añadió—: Pero volveré aquí para ir a llevar tu mensaje. Tenme ahora paciencia Mañana vendré a toda prisa, La voz no pareció conformarse: ella. Estoy segura de que sanó. Juan Diego admitió sumiso: — Señora y niña mía; Mándame cuanto antes a ver al co. de salud?—preguntó deseoso de congraciarse—. Voy a cau- ; comenzó a de el sendero, en dirección a Tlaltilolco. Mu- | señor Obispo a llevarle la prueba y señal para que me crea. |y se detuvo maravillado. Rosas fragantes de Castilla, las "¡Me sale del alma Un criado presentóse a anunciar la visita de Fray Pe- 'asiento. Contemplaba' el religioso salir a doña Blanca, dis-¡¡Qué lindo es Jalisco, —Ha de estar muy contenta de haber NEgreéndo—00+ 4 —¡Y por eulpa de ese canalla de Delgadillo!—explotó [que allá en la cañada, —Me alegro de que penséls ahora así, Excelencia— apro |qué chulas deveras, fasí son las hembras —Tan pienso asi que he dado órdenes estrictas para ¡de Guadalajara. —Esta mañana salió el señor Obispo a decir misa en | quere a la mala. —Por- eierto—eontinuó Fray Pedro—que en la misa |la luna cantar en Chapala, 1 | lra instalarse como el 160. —Ten entendido, hijo míe el más pequeño, que es na- | gobernador del da lo que-te asusta y aflige. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu | Nuevo México, con la prome- Madre? No te aflija la enfermedad de tu tío, no morirá de |sa de que “los fondos” del era ,con los - valentones. Su orgullo, su traje de Nosotros podemos ahorrarle dinero en cad apieza que diario ustedes necesitan para su Carro traer su pistola, pasear en el Al pa . pinto, Cambios en Motores - Transmisiones y con su guitarra echar mu- A 4 cho tipo y Diferenciales s ¡y a los que presumen quitar y ¡En Nuevo México DIADADARAAAAARA JOHN W. LEWIS NOTARIO PUBLICO 32 al N. de la Ave. 1lra. Compra y venta de propie- dad —Sube a la cumbre del cerrito. Donde me viste, halla- irás diferentes flores. Córtalas y recógelas. En seguida baja a mi preséncia. Dudo un instante Juan Diego, recordando lo áspero de aquel paraje donde no crecían sino los cactus. Subió al fin flores traídas por los conquistadores crecían ahora espléndi das en todos los matices. Cortólas, ávido y presuroso, y ba- jó hasta donde la apración esperaba. —Esta. diversidad de rosas es la prueba y señal que > E llevarás al Obispo, Guárdalas en tu manto y descúbrelas | 22" ante él. Las manos divinas tocaron las flores. Juan Diego las cubrió cuidadoso con el manto que lle- vaba sobre sus hombres poniéndoselo delante y corrió: cerro abajo, hacia México. Terminada su misa de acción de gracias, el señor Obis po cantaba el “Hóorate Coeli Desuper” en el coro, 'rodeado de los demás frailes, cuando oyóse gran algarabía en las afueras del convento. Las voces llegaban hasta cl mismo co- ro: Ps —;¡Milagro, Milagro, Milagro! CONTINUARA EN NUESTRO PROXIMO NUMERO CANCIONERO | | | Se habla correcéo español 600D” YEAR SHOE SHOP st. Ave. Phoenix, Ariz. Hacemos toda clase un re- paraciones de calzado 15.S. Operarios competentes DALDEDODEDORLAND LN LDEOREAS AS ANI SL NED AER CAS ROSITA'S PLACE ¡AY JALISCO NO TE ' RAJES! ¡Ay Jalisco, Jalisco Ja- 61 South 3rd St. lisco, : El Jacalito exclusivo para antojitos Netamente tú tienes tu novia que es Gua Mexicanos N dalajara! Enchiladas, Tacos, Tostadas, Tamales y toda clase de platillos mexicanos, ricos, sabrozos y esquicitos. 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