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Viernes, 25 de diciembre de 1942 Página 4 BISEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE E el A CANABAL EIAAAAAAIAAIAAAAIAADAIDAAAOA RAREARRARARAREACAN ARANA CARANEE ¡ ENEL TEATROREX ' do Programa-—Especial—de—-Christmas a ¿ Viernes y Sabado Dbre. 25 y 26 I rimera vez en Phoenix É e A — > eee SAAB RN E Ed ANN CORO y BUSTER CRABBE E AR e > : “THE JUNGLE SENT LUNES, MARTES, MIERCOLES y JUEVES 2820 E e semana Comiema E $ GENE AUTRE SMILEY BURNETTE 5 ? y 2 El Domingo 3 de Enero, 1943 2 2 o tarta 30-31 de DICIEMBRE PS ba 5 2 — Joaquín Pardave - Manolita Saval - Emelio Tuero E za Isla de E : PROGRAMA ESPECIAL a me] E Con Otra Gran Película Mexicana : la Pasion - S — |P"raono me e E EI A h Dará Principio el Domingo 24 de — E E aacarneneneicicicios 3 JULIAN SOLER - - GLORIA MARIN - - Lolita Cama ENERO 1943. 3 2 Domingo Una Sola Vez E rillo - Eduardo Arozamena - Concha Gentil Árcos - + EL CONDE DE MONTE CRISTO. 2 ps JOHN WAYNE — RANDOLPH SCOTT $ Manolo Noriega SA A E me E even made adé- % - Además Dos MEXICANOS EN SEVILLA < Dando Principio el Domingo 31 $ Ed ed— Bill Boyd — Art Davis — Lee Powell : SS o S de ENERO 1943 E 9 A ME E Precios: Aalbtos ¿hc Miras lle [Tax lucida) E z a A cuece” s LA VIRGEN MORENA = E = = E HUNNNNNNNNVVE TIVA AAA ERE UN iii ERE E ER úl db RAE Continuación del interesante Relato de Padre Heredia ” La Virgen Morena Que próximamente se exhibirá en el TEATRO REX Y como en aquel momento escuchase un rumor en la puerta, volvió hacia élla la cabeza y vió en su marrco a Te- moc que, con un arco y una flecha en la mano, le miraba fijamente. Bernardino no perdió nada de su serenidad y continuó postrado de hinojos. Giró sobre sus rodillas, como si ofreciera el pecho al agresor. Timoc, erguido, tampoco dijo nada, Tendió su arco y lanzó la flecha envenenada con- tra aquel anciano indenso y portrado. Después huyó rá- pidamente, mientras Bernardino, con gesto de inmenso do- lor, trataba de arrancarse la flecha del pecho. Había subido Juan Diego la cuesta del Cerro del Tepe- yac con su trotecillo de indio. Llgaba ya a la cima «cuando se vió sorprendido por el rumor de una música deliciosa, que sonaba como si viniese del cielo. Se detuvo Juan Diego y echó el cuerpo hacia delante para ver de dónde venia aquella música. De pronto, advirtió que la luz era otra, Tan brillante ahora, que los mezquites, nopales y otras diferen- “tes hierbecillas que allí se solían dar, parecían de esmeralda y el follaje era como de finas turquesas y sus ramas y es- pinas venían a relucir como el oro. Se iba allí formando una aureola, dentro de la. cual apareció una figura femenina, la que después había de saberse que era la Virgen de Guadalu- pe. Su vestidura era radiante como el sol. El risco en que posaba su planta, flechado por los resplandores, semejaba Tlaltilolco a seguir las cosas divinas, que nos dan y ense-, ñan sacerdotes delegados de nuestro Señor. | —Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hi- jos, que yo soy la siempre Virger Santa María, Madre del ' verdadero Dios por quien se vive, del Creador cabe quien está todo, Señor del Cielo y de la Tierra. Deseo vivamente que se erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vues- tra piadosa Madre, a ti a todos vosotros, juntos a los mora- dores de esta tierra y los demás amadores que me invo- quen y en mí confíen. Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del Obispo de México y le dirás có- mo yo te envió a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí me edifiquen un templo .. Mira que ya has oído mi manda to, hio mío el más pequeño; anda y pon todo tu esfuerzo. Juan Diego inclinó la cabeza y respondió: —Señora mía, ya voy a cumplir tu mandato. En aquel momento principió a desaparecer la Virgen y la música bajó de volumen hasta cesar por completo, coin- cidiendo el silencio con la total desaparición de la figura sa mismo estado que antes se encontrara. Juan Diego se persignó y se puso en pie. Iba ya a reti- rarse, cuando se volvió al lugar de la aparición, quedó me- ditativo un momento y se alejó por último con su trotecillo acostumbrado. Como una hora después, Fray Pedro de Gante entraba en el escritorio del Obispo. ; —Parece que advinásteis—dijo éste que deseaba veros con urgencia. ¿No habéis recibido noticias de doña Blanca? —A eso precisamente he venido, Su Ilustísima—replicó | prelado: grada y quedó el lugar solitario, sin luz sobrenatural, en el ; —Señor Obispo, afuera se encuentra un indio que se empeña en ve: a Su Ilustrísima. H —Dile que no puedo recibirlo. —Ya se lo he dicho, pero insiste y dice tener para Su Dlustrís:ma un mensaje muy importante. | —Pues dile que venga mañana—terminó concluyente el Obispo. Y volviéndose a Fray Pedro—: No hay tiempo que perder. Vamos a ver al virrey. ; Ya el criado había salido al zaguán y dicho a Juan Die- go que esperaba sentado en una banca: —Contesta el señor Obispo que vuelvas mañanas. Pero Juan Diego había permanecido allí imperturbable ma, cuando vió que el Obispo y Fray Pedro pasaban con di rección al exterior. Se alzó Juan Diego y cerró el paso al Zumárraga le reconvino: que hoy no puedo recibirte. A —te traigo un mensaje de la Señora del Cielo. —-¿De quién has dicho? —De la Señora del Cielo, tata. Muy de mañana venía yo de mi pueblo, cuando al pasar por el Cerro del Tepeyac ví a una señora hermosísima rodeada de luz, que me ha- bló y me dijo que ella era la siempre Virgen María, madre del Dios verdadero y que quería le labraran un templo en mis hermanos y de todos los que recurrieran a su protec- ción y amparo. Me mandó que viniera en su nombre y se lo dijera todo a tata Obispo y así lo hago .. . Zumárraga y Fray Pedro se dirigieron una mirada de Fray Pedro—. En este mismo momento acabo de hablar con un emisario de Temoc, y he sabido de sus labios que doña Blanca está sana y salva. Temoc la secuestró para tenerla en hehenes y poder exigir al virrey que cesen las cruel- dades contra los indios. —Dios mía! —exclamó el Obispo—. ¡Y pensar que el virrey ha puesto a precio la. cabeza de Temoc y ha dado ór- denes a Delgadillo para que le capture vivo o muerto. —Esto aumentará sus crueldades y ello puede provo- car un levantamiento entre los indios... —Y echar por tierra toda nuestra obra—concluyó, asin Fray Pedro. ¿Sabéis cuáles son las condiciones de Temoc? una ajorca de piedras preciosas. Juan Diego asombrado y lleno de maravilla alzó la mano y se despojó del sombrero. Fué entonces cuando oyó: — Junito, el más pequeño de mis hijos ¡adónde vas? Juan Diego cayó de rodillas: —Señora y niña mía: he de llegar a tu casa de México —El retorno inmediato a España del capitán Delgadi- lo. o E —¿Desterrar de aquí a Delgadillo? Muy difícil me pare- oe conseguirlo. En aquel momento un lego anunció desde la puerta: tiendo. Su Ilustrísima—. Tenemos que obrar rápidamente.. inteligencia e incredulidad. —-Otra vez vendrás, hijo mío—dijo el Obispo—y te oiré ¡más despacio—. Y reanudando su marcha con Fray Pedro, | considero ante éste—: ¡Qué ingenuos son estos indios! No eran iguales los indios entre sí, porque la igualdad no ha existido nunca en este mundo para los hombres más que ante el vverdadero Dios. No eran libres, porque perma- necían esclavos a sus príncipes. No tenían paz, turbado siem pre-por las gerras entre las diversas tribus. No tenían en verdad tierra, porque sus frutos, logrados por el esfuerzo de los pobres, iban a aumentar la suntuosidad de los pode- rosos. Había peste en la ciudad y el capitán Delgadillo que- maba míseros jacales para contener la propagación del mal, pero al mismo tiempo en uno de los palacios de Temoc se daba rico banquete. Entre largas filas de invitados comen- | sales, aparecían las más exquisitas viandas y las frutas más | Pasa a la Página 5 aquel lugar, donde se mostraría madre amorosa y tierna de ¡ Mexicano Un Texano CIUDAD JUAREZ, Chih. dic. 20. — A» pesar de la la- bor que han venido aesarro- llando los Gobiernos neemor no y norteamerica, u.d lograr un acercamiento efec- e impasible, dispuesto a no cejar en hablar con Su Ilustrísi- ¡tivo entre los dos pueblos, y no obstante la política del “Buen Vecino” que ha dado al Presidente Roosevelt la es timación y el respeto de to- —Mira, hijo, ya te mandé decir que vuelvas mañana: | dos los mexicanos, aun per- sisten algunos individuos que, —tata Obispo—insistió con mansedumbre Juan Diego |desvirtuando la labor de acer camiento racial y fomentan- do el odio y la mala volun- tad que abrigan, los orilla a cometer actos que sólo sirven para entibiar el ánimo de una inmensa mayoría de compa- triotas que residen en los Es tados Unidos. Tal es el caso del texano William Walker, ex-velador del pargoe “Washington” de la vecina citdad de El Paso, Texas, quien la noche del 4 de noviembre dió muerte en for- ma alevosa al mexicano José Moreno Apodaca, solamente porque el citado ex-velador odia a los mexicanos y había prometido “matar a cualquie ra de su rumbo como a un perro”, según afirman varios testigos de cargo. Uno de dichos testigos ha manifestado en el jurado que Pasa a la Página 5 : Compre Bonos De l-—— Guerra