El Sol Newspaper, January 25, 1957, Page 2

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SPANISH PAN-AMERICAN WEEKLY NEWSPAPER Published every Friday by J. C. Franco. Entered as a second class matter March 20, 1940 at the Post Office at Phoenix, Arizona. under the Act of March 3, 1879. No nos hacemos responsables de las ideas entendidas por nuestros colaboradores. Para precio de anuncio diríjase a las Oficinas situadas en 62 So. 3rd. St. Teléfono ALpine 3-4948 Toda subscripción debe pagarse adelantada, y cuando el subscriptor desee que se cambie el envío del periódico a otra dirección, deberá notificarlo y acompañar la suma de 10 centavos. SUBSCRIPTION RATES Per Year: $3.00 Six Months: $2.00 Al out-of-town subscriptions must be paid in advance for at least a period of six months. All payments must be made to the Editor. Post Address: P. O. Box 1448 Phoenix, Arizono - ¿DONDE ESTA LA MUJER CON QUIEN ME Usted, amiga nuestra, desea ser bélla....? Entonces se parece usted a todas las mujeres del mundo. Pero.... para quién desea serlo? Ser bella para sí misma no es una razón muy convin- cente. A la mujer le agrada gus- tar a los demás, escuchar sus comentarios, recibir sus halagos. Se arregla para éllos, por éllos desea ser hermosa; por más que las demostraciones de admira- ción redunden en su propia e ín- tima satisfacción. Una mujer soltera se arregla, cultiva y conserva su belleza, deseando que reparen en élla, que la admiren, que le tengan en cuenta cuantos la rodean; principalmente los del sexo con- trario. d Y.... ¿Una mujer casada para quién se arregla? ¿Ánte quién desea aparecer hermosa? Debe hacerlo, si no exclusivamente, sí principalmente para su esposo. Es ante él principalmente, ante quien debe aparecer hermosa. La mujer esposa, debe tener ante su marido las mismas cua- lidades que caracterizaron a la novia. He aquí la clave, el se- creto de conservar su admiración y de conservarlo a él mismo. Es decir, que la mujer, cuando se casa, debe ineludiblemente con- servar las mismas características EL MEDICO EN CASA ¿QUÉ ES ALERGIA? Por el Dr. LUIS LARA PARDO El término alergia ha pasado ya del uso técnico al común. Se le oye decir muchas veces en la conversación ordineria, a- unque no siempre dándole el sentido que le conviene. Y, por fin, algunos enfermos, desorien- tados por las diversas acepcio- nes que suelen dársele, me han preguntado la verdadera signi- ficación del término. La palabra tiene, como muchas otras em- pleadas en ciencia, origen grie- go. Viene de allos (ajeno) y er- gon (energía). Es un estado de susceptibilidad específica no co- mún o exagerada ante una subs- tancia que es inocua, es decir, que no hace daño en tales can- tidades a la mayoría de los in- dividuos de una especie. Es de- cir una reacción no usual ante substancias que para ,la ma- yoría non son perjudiciales. Es, sin embargo, un fenómeno re- lativamente común. En los Es- tados Unidos se calcula que hay, cuando menos diecisiete millo- nes de personas que sufren de alergia respecto a alguna o al- gunas substancias. No es algo muy nuevo. Fué introducido por el pedíatra aus- tríaco Clemens Fraiherr von Pir- quet hace cincuenta años. Des- pués ha sido objeto de estudios en todos los países y principal- mente en los Estados Unidos. Se están investigando y deseri- biendo cada vez más causas, especialmente en las alergias no relacionadas con las estaciones del año. Desde hace mucho tiem- po se descubrió que el polen de algunas plantas puede causar “por su sola presencia, reacciones alérgicas. Después se averiguó; que algunos hongos microscópi- cos pueden engendrarla también. Lo mismo sucede con los polvos ' de algunos insectos. Tal es, por ejemplo, la caspa de ciertos ani- males. El polvo existente en las casas es otra causa reconocida. En realidad, todavía no sabe- mos de muchas substancias ca- paces de producir alergia. Co- t nocida la causa, lo más senci- llo es suprimirla por medios me- cánicos, físicos o químicos. De (Pasa a la Página 6) que decidieron al novio a llevar- la al altar. Todos los días, cada uno de los días, élla debe estar tan linda como para encontrarlo a él dispuesto a llevarla al al- tar nuevamente. Pero, veamos lo que hacen en cambio la mayoría de las seño- ras, para después quejarse a- margamente de la inconstancia de sus maridos: Sin la menor visión del por- venir, la esposa se presenta por la noche, con el rostro embadur- nado de crema, con los rizado- res puestos, con el aspecto desas- troso, en suma. Se levanta por la mañana en las mismas con- diciones, más las chanclas des- cuidadas, la bata arrugada, sin peinar, el descuido y el desali- fio asomando por todos los po- ros. Si entonces álguien pregun- tara por aquella muchachita cui- dadosa que en los días del no- viazgo aparecía siempre cuida- dosamente peinada y maquilla- da, con su traje impecable y su calzado correctísimo; por aque- lla que con su aspecto de suma pulcritud le decidió a casarse, nadie ciertamente podría encon- trarla. Menos, mientras más bus- cara. Y, si la novia que fué ca- paz de enamorar a un hombre hasta el grado de hacer que la condujera al altar ha: desapare- cido ¿cómo obligar a ese hom- bre a enamorarse ahora de a- quella que tiene a la vista, que no guarda ni el menor pareci- do con la que despertó su ilu- sión....? ¿Puede a ésto llamarse infidelidad? De ninguna mane- ra. El puede seguir amando en- trañablemente a la figura de su novia, pero detestar en cambio la figura de la esposa .¿Qué puede hacerse para remediarlo? ¿Reprocharle su proceder?.... Til- darlo de inconstante....? Nada de eso sería justo. La única me- dida consiste en presentarle pre- cisamente a aquella de quien se enamoró. He aquí precisamente el mo- tivo de tanto fracaso matrimo- nial. De tanta esposa ofendida, de tanto marido descontento. La mujer odiginal ha desaparecido, ha sido sustituida por otra di- ferente que reclama atenciones mímos, ternura, procedentes de un amor que no le corresponde. Si élla se hubiera presentado alguna vez ante su novio en la misma forma que lo hace ahora ante el esposo, a buen seguro que no lo hubiera pes- cado. Cuando una muchacha lleva al novio hasta el convencimien- to de que debe hacerla su espo- sa, es porque éste ha descu- bierto en ella cualidades que le parecen de suficiente peso. Entonces él se casa con aquel conjunto de detalles buenos, bo- nitos, agradables, convincentes, que todos reunidos constituyen la figura de la esposa elegida. Pero.... todas sabemos de la forma horrorosa en que muchas veces, en un breve espacio de tiempo se ha desintegrado ese conjunto hasta el grado de tor- narse detestable. Y no solamente desatiende la mujer casada su aspecto perso- nal, sino que va más allá, des- atiende su moral, no se cultiva, y lo que es más desatiende su vocabulario, usando términos tan bajos y palabras tan sucias que manchan el lugar santo que debe ser su hogar. ¿Cómo culpar entonces al hombre, si cambia de actitud para su mujer, que es en reali- dad otra mujer distinta de a- quella que lo enamoró? No podemos decir que él ha- ya cambiado de parecer. Ella es la que ha cambiado y a la nue- va que hoy aparece ante sus ojos, él, francamente no puede quererla? ¿Quién de los dos, en justicia, es el culpable? ¿Quién debe po- ner el remedio? “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE MURIO EL FAMOSO ARTURO TOSCANINI EN NUEVA YORK NUEVA YORK, enero 16. — El maestro Arturo Tos- canini, famoso director de orquestas «sinfónicas falle- ció en las primeras horas de esta mañana. 'Toscanini,' de 79 años de edad, sufrió un derrame ce- rebral el mismo día de “año nuevo, pero se recuperó lo suficiente como para poder levantarse del lecho hace u- nos - días. .. Un amigo del eminente * director manifestó que fué encontrado muerto en su le- cho ésta mañana a las 8:40 horas, cuando su Valet fue a despertarlo como acostum- braba. BUENAS MANERAS Por LADY AGATHA Hay ciertas personas para con las cuales nuestras atenciones deben ser expresadas con mayor tacto que con el resto de la so- ciedad, y son los hombres que han caído en desgracia. Su triste suerte o situación reclama de nosotros no sólo el ejercicio de la beneficencia, «sino «un cons- tante cuidado de complacerlos y manifestarles, con actos bien marcados de civilidad que no los creemos indignos de nuestra con sideración y amistad por la de- ficiencia de la fortuna o la des- gracia. Pero, esta consideración no debe ser afectada y exagera- da, ya que puede producir un efecto contrario al que realmen- te nos proponemos. El hombre que ha gozado de una buena po- sición social y monetaria se vuel vé impresionable cuando pierde sus bienes de fortuna: y su sen- sibilidad y amor propio se des- pierta con más fuerza, a medida que se encuentra más oprimido bajo el ¡peso del infortunio; en esta situación, no le son menos dolorosas las muestras de una conmiseración mal encubierta «por actos corteses sin naturali- dad ni oportunidad, que: los -des- denes o la indiferencia conque el corazón humano suele man- char en tales casos sus nobles atributos. La civilidad presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de-este modo agradable y comu- nicativa, le conquista partidarios e imitadores en bien de la mo- ral y de las buenas costumbres. La virtud agreste y despojada de los atractivos de una buena educación no podía brillar ni aún en medio de la vida aus- tera y contemplativa de los mo- nasterios donde los seres consa- grados a Dios necesitan también guardar entre sí miramientos y atenciones que fomentan el es- píritu de paz, de orden y de be- nevolencia que debe presidir su vida. |. HAZAÑAS DE PANCHO VILLA - |. Por JOSE M. FRANCES Interesante libro del que es autor José M. Frances, que trata de la vida y aventuras del famoso guerri- llero Pancho Villa, el Centauro del Norte, y que se vende en “EL SOL” 62 Sur Calle Tercera, Phoenix. (Continúa de la semana pasada) Dentro de él anidaban otras aspiraciones que las de en- trar a saco en los ranchos y despojar a los viajeros, No hu- biera podido decir cuál era su ideal, pero éste, en lo más hon- do de su ser, sabía el destinon que le deparaba. vu El benjamín de la cuadrilla tuvo olfato de lobo viejo. Sabía que su enemiga, la acordada, no andaba lejos. Y per- suadió a Ignacio Parra para desplazar sus hombres a Chi- huahua cuando lo buscaban en Sonora y viceversa. De paso, los componentes del hato asían al vuelo lo que se presentaba y adquirieron admirable desenfado para hacer acto de pre- sencia en los mercados pueblerinos, donde vendían el pro- ducto de sus raterías. a La partida sabía descomponerse en grupos autónomos que operaban por su, cuenta y riesgo. Luego se reagrupaban|' otra vez y repartían el botín con esa equidad que sólo se en- cuentra entre los ladrones. Doroteo fué uno de los más em- pedernidos partidarios de que las cosas se hiciesen como es debido. En ocasiones, el cabecilla de cada grupo tomaba el nom- bre de Ignacio Parra, sin serlo. Y así, en ocasiones, se daba el caso de que el temido jefe se hallase en tres o más lugares al mismo tiempo, separados por centenares de leguas. Esta ubicuidad, supuesta, ayudó a que los labriegos y los hacen- dados llegasen a identificar a Parra con el mismísimo diablo. Doroteo Arango représentó algunas veces el papel de jefe, y llegó a tomarle gusto. Se perfilaba poco a poco la a- petencia de mando que, con el tiempo, haría de él un cau- dillo como hay pocos. vr Ya figuraban en la tropa bandolera, hombres como Ur- bina, Vaca Valles y Francisco Villa. Era éste una mezcla de abigeo y salteador muy temido en las comarcas del Norte. Estrechado de cerca, resolvió unirse a Parra para ser rabo de león antes que cabeza de ratón, Doroteo intimó con ellos, a pesar de su juventud y llegó a ser compadre del sangui- nario Urbina. Y un buen día, se trabó un reñido combate entre las gentes de Parra y las tropas gobiernistas. Ignacio, hombre de pelo en pecho, se expuso demasiado y cayó acribillado a tiros. Francisco Villa, el recién incorporado lo sustituyó en el mando. . ——o000— —;Andele, marchantita!.... Siete pesos, porque es asté tan chula.... ¿Cinco? Tagiieno.... llévelo, pero por mi salú que pierdo las uñas.... Así se expresa un pacífico destazador de reses bovinas, joven, alegre y risueño. A su lado, otro del oficio, más torvo y menos jovial, grita a su vez: —;¡Vénganse toos pa' acá!.... En su vida comieron ni comerán carne como ésta. . Bajo el disfraz de insignificantes parias del comercio de carne, se ocultaban, nada menos, Doroteo y Urbina. Hacían su agosto en las ferias y se llevaban buenos dineros a su es- condrijo volante, que pocos días era el mismo por aquello de no tentar a tu señor el diablo.... Otras veces no destazaban. Gustaban de jugar partidas JOE PALOOKA' dice EIA Nuestro Modo De Vida Quiere Decir Igual Oportunidad De Trabajo Para Todo El Mundo Sin Hacer Caso De Raza. Ea a EQUAL y Sl) ECONOMIC Ey OPPORTUNITY $ ENT ( * £ ON GOVERNMENT CONTR/ICTS Religión ? CONTRIBUTED AS A PUBLIC SERVICE Washington 25, D. C. TYPOGRAPHY CONTRIBUTED AS A PUBLIC 'HERVICE BY'KING TYPOGRAPHIC SERVICE CORP. + M.Y. + Viernes 25 de Enero de 1957. que Costó en Fata saber si los nacionalistas confirman esos datos: Mús de dos mil muertos. VIENA, Austria.— Viajeros que llegaron a Viena, informa- ron que durante la noche sostu- vieron, esporádicos tiroteos des- de la Colonia de Gellert, hasta las colonias situadas al norte de Budapest, donde se habían refugiado rebeldes húngaros pa- ra luchar. Estos disparos se o- yeron mucho tiempo después de Vidas la Revuelta Habida en Hungría la Mártir que la lucha hubiera termina-* do en la ciudad misma. La radio de Budapest anunció oficialmente *'las cifras compu- tadas sobre las bajas sufridas por el pueblo húngaro durante el alzamiento que estalló en el mes de octubre y que fué aplas- tado: por armas soviéticas en no- viembre. La radio dijo que entre dos mil quinientas y tres mil per- sonas fueron las muertas y al- rededor de trece mil heridas en todo el país. arriesgadas. Una noche tempestuosa, Arango, Urbina y otro cuyo nombre no recordamos, llamaron a la puerta de un rancho de abolengo. El propietario sintió la muerte en el alma al ver la catadura de sus huéspedes, que se habían ya colado dentro. Pero no creyó del caso exhibir su miedo. ' —Pasén, manitos, pasen, —Están en su casa.... Van a dormir aquí, pero antes, hay que dar lo suyo al estómago. ¡Robustiana!.... A ver si te luces, con estos amigos míos!.... Contra lo que era de esperar, el ricacho tenía un plan. Si aquellos peregrinos indeseables se dormían con el hervor del vino y las viandas, entre él y su criada los amarrarían só- lidamente y, al amanecer pedirían auxilio al caserío ranchero, Pero ocurrió lo contrario, los hombretones, tenían a- guante y hubieran podido comer y beber el doble sin perder el equilibrio. El que sintió más los efectos de la cena fue el propio hacendado. Su cerebro comenzó a no funcionar y el vino y las tajadas, acabaron por volverle más manso que una oveja. Inclusive incurrió en la debilidad de abrir su corazón a sus amigos. yo —¡Créanme que me gustaría regalarles unos dinerillos para la familia! Pero justamente todo mi dinero se lo ha lle- vado un acreedor.... Ciento cincuenta mil pesos.... así como suena... ¡Qué lástima!.... Yo sin un cerítavo y.esa fortuna a lomo de borrico. Esto decía el cuitado ingiriendo cognac y más cognac, con el café, para tomar ánimos. Doroteo tuvo una corazonada. —Manos, ya no llueve.... Vámonos... Señor, gracias por todo... Y ante la estupefacción del señor aquel y la no menos de sus compañeros, que, le siguieron por inercia, el joven dejó el rancho para montar a caballo. Los vapores del vino no fueron obstáculo para recordar que había visto al venir, un labriego tirando de un burro, y que las huellas de éste partían del rancho que acababan de dejar. La luna que surgió radiante después de la lluvia, les permitió, hombres“avezados a seguir pistas, descubrir las de hombre y cuadrúpedo y pusieron sus caballos al galope. —;¡Ahí están los dos burros! —se chanceó Arango, al ver un fuerte asno amarrado a la entrada de una caverna entre las rocas—. Vamos adentro —añadió, desenfundando la pistola. y En la cueva dormía el sueño de los justos, el otro “bu- rro”, es decir, un criado del anfitrión de hacía una hora. Na- da de acreedor ni cosa que se le pareciese. Y debajo de la cabeza del hombre, sirviéndole de almohada, un serón,- que parecía ser de carbones vegetales, pero que contenía en rea- lidad la fortuna citada por el borracho. Ni un centavo menos, —Dejadle libre —ordenó Doroteo asumiendo la jefatu- ra—. En el fondo es un “probe” como seríamos nosotros si no nos la campásemos. Hombre y burro quedaron abandonados a su suerte. Los tres cuatachos se perdieron de vista entre las brumas del amanecer sin, que opusiera grave rémora a su marcha el peso de ciento cincuenta mil pesos en buena moneda. TX Y he aquí que, como había muerto Parra, murió Fran- cisco Villa. A tiro limpio, en defensa de un desorden, que, en cierto modo no dejaba de constituir una especie de orden. Desde que el destino agrupó en un apretado haz a los Arango, los Vaca Valles, los Severo Reza, los Sabás Vaca, los Francisco Villa, los Urbina, el mísero y depaurador la- briego del Norte llegó a sentirse apoyado. Tan luego como un terrateniente, un jaquetón de pueblo, un presidente muni- cipal, un juez sensible al soborno, cometían una tropelía in- calificable, de las que el régimen-de entonces dejaba impu- nes, existían ochenta probabilidades entre cien de que su cuerpo, acribillado a balazos, apareciera, pasado un corto lapso, en las cunetas de la carretera. Los infelices siervos, desposeídos y descalzos, rezaban noche y día por sus misteriosos defensores, los cuales, de puro desconocidos eran conocidos de amigos y enemigos. Sus nom- bres corrían de boca en boca. Aquí debemos señalar un hecho. Esta política pandillista, de ayuda al indefenso la había iniciado ya el difunto Parra. Pero con el ingreso en la cuadrilla del prófugo durangueño, adquirió mayor continuidad y eficacia. Doroteo Arango hubo de robar, saquear y batirse a tiros durante unos años, por imposición de la realidad. Pero su sino era otro, No sabía qué era aquello a lo que aspiraba, pero en su contextura de gigante abrían poco surco los saqueos individuales y las ex- pediciones'a. mano armada. Y es por eso, que instintivamen- te, gustó de fundir sus actividades delictivas, a los que nada tenían. y, cuyos estómagos no se llenaban nunca y cuyas hi- jas y mujeres vivían expuestas al capricho libidinoso de los señores. Doroteo Arango era el verbo de la protesta implícita contra tales excesos. Murió Francisco Villa, y con sorpren- dente intuición de las cosas, entendió que no era cosa de en- terrar con él un nombre conocido, prestigiado dentro de su medio, y que durante años fué temido y reverenciado. Cabe reconocer que en aquel cerebro tosco e iletrado se agaza- paba un político. Para hacerse grande como caudillo y como verbo, aquel nombre le serviría a maravilla. (Continuará la semana próxima)

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