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Página Seis. Una Cabalgata PELIGROSA Probablemente, Manni había tirado fuertemente de las rien- ¡das, y por eso sucedió la desgra cia. Yleno de desesperación, me a- rrodillé y junté las manos. —'Dios Todopoderoso! salva a mi hermanito, no permitas q' se ahogue! — —Haré todo lo posible, Nonni.'agua. dirigí la vista en todas —Pero, !por amor de Dios! De'direcciones en busca de Manni bes tenerla bien firme, de lo con y el alazán. trario huirá llevándote a ti so-| Al cabo de algunos segundos lo. Es cuestión seria, ¿Te parece !los divisé. que lograrás detenerlo? El alazán caminaba lenta- —Ciertamente, así lo creo. mente por el río, en dirección a Hasta ahora he podido con to-|la otra orilla; el agua le llega- dos los caballos que he mon'a-|ba hasta más de la mitad del du pecho. Manni se hallaba mon-| Vi entonces que el alazán ha —Bien, entoness vamos a ha-|tado como antes y se mantenía |bía vuelto a su posición nomal cer ¡a prueba. firme, bien agarrado de lás cri- |y luchaba lleno de vigor contra la corriente. Así transcurrieron unos mo- mentos de angustiosa tensión. De golpe di un salto, y excla- mé lleno de excitación: —'Santo Dios! ¿qué es lo que veo? Noté que en la superficie del agua, junto al caballo había al nes; el agua le llegaba hasta - las rodillas. , Mi único tembor era que pu- diera caer a agua; entonces es taba perdiod, pues aun no ha- bía aprendido a nadar. —Manni! —le grité con todas mis fuerzas— !manténte firme y cierra los ojos! Entonces irá Cen todo cuida.-», puse ia ricn da er manos de mi he:man.tu y fa vez le pedí qu: se man'u viera firme y sereno, a fin de lograr contener al animal. —'!Tenla firme, Manni! — le advertí nuevamente. ——Confía en mi, Nonni. — me respondió el pequeño, muy con- fiado. - todo bien. go que se movía. Me quedé un rato delante del| Y me quedé mirándolo fija- Estaba indeciso entre la espe alazán, acariciándole la cabeza |mente. ranza y la deeolación y miraba —'Cierra los ojos, cierra los ojos; Manni, no mires la corrien- te!— le repetí varias veces. Pero no me respondía, o tal vez me respondía, pero yo no al fijamente hacia el lugar de la desgracia. El alazán hacía pie nueva- mente y caminaba hacia la ori- lla opuesta. y el cuello a fin de tranquili- zarlo. Cuando vi q' !ya estaba com- pletamente quieto, me retiré por su lado izquierdo a fin de montar. canzaba a oírlo. Todo esto había| —!Qué inmensa fué mi_ale- —¿Lo tienes firme, Manni? |durado tan sólo algunos mo- |gría, cuando descubri la cabeza Sl mentos. de Manni, sobresaliendo de las aguas.al costado del cuello del alazán. Había sido desmuntado de la grupa; no obstante, se mantu- vo fuertemente asido a las cri- nes y no. se había soltado ni aun debajo del agua. Apoyé mi mano en la grupa del alazán, y di un salto. Quedé con el cuerpo encima del caballo, pero las piernas aun colgando. Ahora debía es- forzarme —lo más rápidamente posible— en colocar debidamen | 5, te; pero antes de que pudiera De no haber sabido nadar, - lograrlo, el fogoso animal arran [me hubiera ahogado, pero ya te có hacia. adelante de un salto. infa práctica en este deporte; —'Detenlo, querido Manni —|nadé esforzadamente y pronto grité angustiado a mi hermani- [alcancé Ja orilla. to— !!detenlo!; de lo contrario| Mé puse de pie y observé en me tirará al suelo o al agua. dirección de Manni. Manni, procuró hacerlo, tiró El alazán había llegado a la de la rienda con todas sus fuer-|mitad del río; -ya tenía las gru- zas, pero todo fué en vano, pas casi completamente cubier El joven y fogoso alazán no|tas de agua, Manni se mantenía se dejó gobernar y continuó én|firme cuanto antes. Yo pensé: rápida carrera hacia el río. con tal que logre sostenerse y Me vino una idea repentina: |no lo venza el vértigo, todo irá abrazar a Manni con mi manoj¡bien; de lo contrario estará per- Había -encontrado una piedra algo elevada dentro del río, allí me detuve y procuré mantener el eqíuilibrio, pues la corriente, que me apartó de la orilla, ca- da vez más hacia el centro del cido! — exclamé lleno de con- hermanito. DWespués, le grité a todo pul- món: me; Todo va bien, has sido un valiente. Pero no sé si pudo él oírme. moá a la orilla y Manni conti- nuaba sido firmemente a las izquierda, a fin lo lograr des - [dido, sin el auxilio de Dios. Res crines. montarlo del salvaje animal. pecto a mí, no tenía preocupa- Finalmente, pisaron tierra. Pero en el momento en que [ción alguna; la suerte de mi firme. —!Manmni!— le grité lo más fuerte que me fué posible — no lo sueltesc de la rienda, !tenla con seguridad! Temí que, a causa dgl apuro hermanto era mi único pensa- miento. Esto duró un rato; cada vez aumentaba mi esperanza de q' mi hermanito llegaría en salvo Me hundí hasta tocar el fon-ja tierra firme. do; sobre mi cabeza se cerraron! Repentinamente proferí un gri las aguas... e de espanto... De golpe, el ala | esatba por ponerlo en práctica, el caballo saltó al agua,. yo per dí eel equilibrio, y resbalé para caer en medio del torrentoso En jafjardará. tado la cuerda: entonces perde- ríamos al alazán que de inme- diato escaparía, Pero vi que, cuando el animal pisó tierra fir me, el pequeño saltó en seguida al suelo y con un rápido movi- Pero en aquel momento, lo ¡zán se había echado de costado único que procuraba mi menet¡en medio del agua; Manni per- y mi ánimo, era la suerte corri|dió la estabilidad y desapareció :da por mi hermanito. bajo las olas. tal que no le suceda Yo conocía bien esta peligro-|miento de mano se apoderó de nada! — Esto fué lo que pensé|sa costtumbre de los caabllos is la cuerda,; esta colgaba de la cuando me' vi hundido. landeses: procuraba arrojar al ¡buca del animal. “De inmediato comencé a na- |jinete cuando no les dejaba ha” Luego se volvió hacia mi, y dar; y pronto estuve en la super|cer su voluntad mientras esta-!me hizo señas con la mano. ficie. ban nadando: querían ser libres Comprobé, lleno de satisfacción Al asomar la cabeza sobre el'en sus movimientos, 'que estaba completamente due- ! 0w to Save Honey WHEN YOU BORROW MONEY Borrowing money at the Valley Bank's low personal loan rate is a bargáin —a real, money-saving bargain — because it costs only $8 a year for each $100 you borrow. 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También y» estoy muy mojado! —¿De modo que tú caiste al agua? —Sí, !y bien hondo! —Entonces, los dos estamos mojados. ¿Qué va a decir ma- mita cuando vuelvamos a casa? Me alegré de ue eql pequeño no tuviera otras preocupaciones peores; había etmido que el sus to lo hubiera acobardado, pero comprobaba ahora que estaba aún nás valiente que antes. —'!Manni! —le contesté— ¿no tengas cuidado!; probablemente mamita no se dará cuenta de q' nos hemos empapado. —¿Te parece? —Sí, Manni, cuando llegue- mcs3 £ casa, en seguida nos cun bismos y nos ponemos ropa se- ca, sin que nadie lo note. -—¿Te parece que podremos hacerlo? . —Yo creo que sí, Manni. Pe- ro ahora debemos procurar re- unirnos otra vez. Sí, Nonni, debemos hacerlo | pronto; estoy helado con las ro- pas mojadas. —Lo creo con todo convenci- mientoá Manmni. —Pero, ¿Cómo podemos vol- ver a reunirnos, Nonni? —Aún no lo sé, primero debo pensarlo; mientras tanto, pasea Pronto su cabeza y sus hom-|de arriba abajo con el alazán, bros emergieron a la superficie:para entra: en calor, y cuida —'Dios sea alabado y agrade| también de que no se escape, Manni se puso a pasear; el 2a bién yo me puse en movimien- to, pues comenzaba a helarme. Necesariamente, uno de los —-!Bravo, Manni, mantente fír|doz debía pasar el río. Pero ¿quien de los dos debía arriesgarse a este peligroso pa- so, el peqiueño montado a caba- El caballo se acercaba cada vez|1lo, 9 yo nadando? Eza esta una pregunta difícil de responder. Yo sabía nadar perfectamente bien, pero el río era muy archo y el agua estaba sumamente fria y la corriente se movia ¿on imucha violencia, Además de es- ito, yo estaba comenzando ya a ¿helarme. ¿Qué hacer? | No podía permitir que mi her- ¡manito se arriesgara otra vez, que había pasado, hubiera sol-'p riendo en peligro su vila; esto era ciertísimo. Por lo tanto, era yc quien debía llegar hasta él. lo veía. ¿No habria otro medio? Yo no Estos eran los pensamientos que bullían en mi cabeza. Por último, dije leno de an- gustia: —!Oh, Dios mio, ayúdame o- tra vez mientras esté nadando, y no permitas que me hiele de frio! Ya debía decidirme, pero aún ne detuve un momento, espan- tado por la enorme anchura del tentar? Se entabló una lucha frío brazo de agua. ¿Debía in- entre mi orgullo de niño y mi temor y finalmente me dije: de-¡ bo hacerio; de lo contrario sy un cobarde. + !Afuera tod) temor...! Rápila- mente ma quité el saco y lo a- rrojé al suelo; después le grité a Manni: —!Manni, voy a pasar el río! Se quedó atónito, me miró unos momentos en silencio, y dospués me preguntó: —¿Quieres pasar el río dando? é —Por cierto, Manni; de lo sin 1a- “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE AA A La interrumpió Manni dicien do: —'!Nonni, procurar2 montar a caballo, y pasaré otra vez el río —'!'De ningún modo; no debes hacerlo! Es demasaido pei'gro- so para tí! —!Oh, no, ya lo hice una vez —Sí, pero te caíste en el agua y casi te ahogaste... —El aldzán tuvo la culpa: de repente se inclinó hacia un cos- tado. —Verdad, pero eso puede suce dr otra vez... i —No, p.1que me sostendié bien fuerte de las crines. | —Ni aún así habrá seguridad [de que no se repita. —Sin embargo, me será más fácil que antes —Eso te lo figuras..., pero Ma ¿nni, no permitiré que lo hagas, lYo debo cuidar de ti. | —!Pero no hay por qué tener ¿miedo...! Entonces grité lo más fuerte ¡que pude: —'No, no, Manmni.,.no debes hacerlo...! ¿Qué diría mamá si yo volviera a casa sin ti...? | A estas palabras, dichas () gri tadas con tono imperativo, el pequeño no supo qué contestar; estuvimos unos momentos en si lencio, temblando de frio y sin saber qué hacer. —Nonni, ya sé como podemos reunirnos. —-A ver, Manni! —Procuraré ha er que el aia- <án entre al río, y entonces irá 506 hasta t1; tú li) montas y vienes con él “us » esta oriila. Reflexivné .*.+ man: a!..s El plan de Manni no estaba ma- lo; lo pensé más y se me figuró muy realizable. —Tu proposición es buena, Manni, pero, ¿y si el caballo no quiere echarse al río? —YoY creo, Nonni, que lo ha- rá, ya está más tranquilo. —Sin duda que el baño frío le ha hecho perder algo de su _fogosidad. tento, y con mis ojos seguí a mi¡ballo lo seguía oberdiente; tam! —Sí, y se está enriando lo mismo que nosotros... —Y sin duda que estará de- seando volver a la hacienda, lasí que pasará con gusto hacia ¡éste lado. —Así me parece también. —Bien, Manni, prueba; pero “ten cuidado y no lo sueltes muy pronto, pues podría escapar y dejarnos aquí perdidos. —Procuraré evitarlo, pero ¿co mo debo comenzar? —Yo te lo diré; ante uodo, bus ca algunas piedras chicas en la úxilla pero que el alazán va- ya siempre contigo; envuelve la 1ienda en la mano. —Así lg haré Nonni. Manni ya sabía —por otros “paseos— para qué servían las ¡riefras. En Islandia se acostumlran ¡kacer pasar los ríos a lo3 cuba- ligs —en casu de :” se nie- ¡gu n— tiránd»1s piedras peque ás cuando yo está.1 en el agua Ezv debía nacc* Manni con el ¡2lazán, en caso de que éste qui- siera volver al punto de partida. Anduvo un rato de acá para allá —siguéndolo siempre el ca- ballo— y llenó sus bolsillos con piedrecitas. Cuando estuvo listo me gritó: —Ya tengo bastantes pieáras, ¿uemienzo en seguida? —Espera un pot" antes debe mos ver por cuál sitio lo haces entrar al agua; sera terrible q' sc= nos llegara a escapar. k —Pien, díme por dónde. Al ponerlo en práctica, el 'plan de Manri presentaba «“fi- ciulades improvistas. si el ani- lmal lograba escapar en esa co- ¿y-mtura, estában:cs ] +rdidos Nos hallábamos :cpara: 0: uno de otro; Mann! estaba solo en una larga isla situada en me fio del río, >ado por 10Uua3s Iparies de agua torentosa, y tste “brazo que nos separaba era el trario, ¿cómo podremos re1ntr- mayor de los que componían al nos? . --!No debes hacerlo! —¿Por qué Manni? —'Porque está frío a ngarte! —Pero sé nadar mi.” bien, y puedes Enjafjardará; ambos estábamos cadados hasta los huesos y nos helábamos de frío. ¿Qué sería de nosotros si el caballo se escapara? Era cues- tión de vida o muerte que retu- —, a —.,Pero yo cebo entrar cra vez en el agu; —Sí, Manni, pero tan sólo un corto trecho; despué.s dejas allí wal caballo y corres rápidamente a tierra. —Y después ¿qué debo hacer? —Después debes impedirle q' wuelva a la orilla. —Bien, así procuraré hacerlo. No obstante el frío, Manni en tró valientemente en el agua lle vando de la rienda al reluctan- te alazán. Cuando estuvo distante de la costa, velvió velozmente a tie- rra; el caballo permone: ió in- deciso en «+l agua. $ Después: de unos m>».en os niró en c:uección a Man”: y co mv nzó a »guir su ejou.s, vol ver a tierra. En onces el pequeño se fué amenazador hacia él. Se detuvo otra vez. la bestia, como dudando hacia dónde di- rigirse. Entonces Mani sacó sus pie- dras.del bolsillo y las fué arro- jando con todas sus fuerzas. Pe ro el alazán procurba saltar a tierra, ya iba a la derecha, ya a la izquierda del pequeño, pero ést lo amenazaba de un modo tan enérgico, que finalmente tu vo que ceder. Entonces se apar- tó6 de la orilla y comenzó a en- trar en el agua profunda, Mani lo animaba con gritos y gestos, y cuando se detenía, lo bombar deaba con sus piedrecitas. | Finalmente el alazán se deci- dió definitivamente, y entró de lleno, sin más hesitaciones, en la torrentosa corriente a fin de alcanzar la orilla opuesta. Ahora me tocaba a mí impe- dir que el animadl escapara, a su arribo en la orilla donde yo lo esperaba. Si lograba esquivarme, corre- ría velocísimamente hacia su bien conocida pradera de Aku- renruri, F | El corazón me latía apresura damente; espraba su llegada a la orilla, presa de una tensión muy intensa . : El fogoso animal se acercaba cada vez más, y cada vez más aumentaba mi temor de que lo- grar escapar. En la mtiad del rio, se volvió contra la corriente,( a fin de que ésta no le presginara con- tra los flancos sino contra el pe cho. De este modo avanzó len- | [tamente de costado, aunque la¡ corriente lo hacía retroceder de un modo sensible. También yo me movía, a fin de estar siempre frente al sitio donde pisaría tiera firme. Cuanto más se acercaba, me- jor podía avanzar, pues la pro- fundidad era menor hacia la orilla. Finalmente el agua le dió por la mitad de las manos, de modo quepodía marchar sin dificul- tad alguna. Se detuvo de golpe y me miró con inquietud; luego cambió de dirección tomando río abajo a fin de evitar mi encuentro. 1” —!Dios mío! —pensé.—., no quiere dejarse agarrar! Entonces corí a la par de él, a fin de estar siempre a la mis- ma distancai. Notó que no lo dejaba y se detuvo nuevamenta, A toda costa quería evitarn'e, a fin de volverse solo. Si lo lograba, !qué terrible ge ria nuestra situación! Le dirigí algunas palabras en tono suave a fin de tranquilizar lo, pero de nada sirvieron: no quería tener nada con nosot1s. Pero entonces e me ocurrió una idea: ¿por qué no silhar nuevamente? Se quedaría otra vez como hechizalo y entonces sería fácil echarle mano. FPen- sado y hecho. Comenc3 con zm! encantamiento: silbé y abrí los brazos. El noble animal alzó las o-cjas, miró hacia adelantc y se juecó inmóvil dentro del rio. Con grandísimo contenta noté ae pronto lo tendría en mi po- cr. Afortunadamente, el agua no era allí muy profunda, me 1 varía un poco más arriba de las rodillas. e —No debes hacer.», Nonni! de |viéramos al animal. Sin dejar de silbar entré al «infún modo, !ponre otra v“2 Por eso, temblaba ante la so-!rÍo, y me acerqué cuidadosamen ej saco! la idea de que !el plan de Ma-|te. Pronto lo alcancé y m apode —Pero sé compreasivo.. Mani. |nni nos dejara sin salvación pc-|ré de la cuerda, que colgaba de -— No debes nadac': !la so- "rustada es demasta*) fuerte! —Pero con todo, podré nadar y pasar bien, tú sabes que soy muy buen nadador. dolor que nunca le había cono- cido. —Por favor, Nonni, !ponte o- tra vez el saco!...Te ruego que no intentes cruzar el río..! No había nada que hacer, yo no era capaz de disgustar a mi hermanito. Me puse rápidamen- te la húmeda chaqueta. Des- pués le grité: —!Pero Manmni!, ¿cómo hare- mos entonces? —No sé, Nonni. Sieruió una larsa penca. sible, Pero en caso de tener éxito, q earAmes salvados! Mientras estas idéas daban su bica. !Qué felicidad! —'!Dios sea alabado y agrade cido —exclamé lleno de alegría Por el momento nada había vuelta en mi cabeza mi herma-;¡que temer: el alazán estaba en Pero Manni comenzó a gritar,|nito —a causa del fríg— se pu-|mi poder. llorar y suplicar con un tono de¡so impacient. De pronto, me gritó: —¿Comenzamos en seguida ? —Sí; Manni, comencemos. —¿Cómo deb hacer? Entonces lo guié hacia afuera hasta tenerlo en la orilla. Desde la costa opuesta oí va- ces y ruídos: era anni, que a- plaudía con sus manecitas y —¿El agua es muy profv;:da [me felicitaba* en esa orilla? —No, aquí cerca no es fi0- funda. —Entonces, te aconsejo ue —'Bravo, Manni! —repet.a y volvía a repetir el pequeña. Ya no había tiempo que per- der. A toda prisa debía pasar el tá mismo entres un por en el|río, a fin de cruzarlo otra vez río, “onduciendo al caba'in úe la riendo; de lo contra:*o, €l mismo temeria entrar en yl a- rea hotada y procuraría eu spar con mi hermanito, y cabalgar luego a toda velocidad —con:o habíamos venido— hasta llegar a casa. Viernes 5 de Mayo de 1950. 1 En la orilla no veía piedra as guna que me sirviera de esca- lór. para poder montar; pers tu- ve una idea feliz: en el rigy so- bresalía un poco una piedra ba fiada por la corriente; llevé allí al alazán, trepá al pequeño is- lote, y me fué muy fácil saltar y quedar perfectamentz 11.nta- do, Lo dirigí otra vez a la.-coriren- te, y después de algunos minu- tos me halaba junto a Manni. —'Gracias a Dios que todo ha ida bien! —exclamó el pequeño Al llegar a. tiera desmonté, y me dirigí hacia él. !'Qué alegria para los dos. Nos felicitamos repetidas ve- ces, olvidando el frío y las ro- pas mojadas. Pero el castañeteo de nuestros dientes nos hizo re- cordar que no debíamos dete- nernos. Era necesario cruzar el río y volar hasta llegar a casa. Pero no por cso nos olvidamos de felicitar y agradecar a nues- tro amiguito cuadrúpedo, dándo le -amistoss golperites de agra- decimento con nuestras débiles y heladas manos. El era nuestro salvador: de no tenerlo, ¿cómo nos hubiéra- mos arreglaña? —Bravo y pequeño alazán — le dijo Manni —esta vez no de- bes tirarnos al -.¿ua, ¿sabes? El robust> cabo'lo miró al p> queño con sus grandes ojos, y pareció qua sí: arrepentía de su anterior jugareta... —No lo vol. ra a nacer— dije Manni— y la otra vez lo hizo por jugar, sin intención de ha- cernos mal.... —Asi también lo creo; pero icon todo, debes afirmarte lo más que puedas en sus crines. | —Así lo haré y no me sucede- rá nada; pero, ¿cómo harer:os ¡para montar¿ Miré a mi alrede- ¡dor; lo mismo que en la otra o- rilla, tan sólo se veía planicie, Entonces observé dentro del a- gua: por fortuna se veían sobre salir muchas piedras —Ahora ya sé el modo, Manni primero, te ayudaré a montar, después lelvo al caballo dentro del río y trepo sobre alguna de las piedras que sobresalen en la superficie. —Es una buena idea, Nonni, pero te mojarás completamente llos pies. —Ya están mojados, Manni, no pueden mojarse más... —-Es verdad,, :Jo habí olvida- do!— y el pequeño comenzó a 1€11rse. | Le ayude a montar y conduje al caballo y ai pu ¡ueño jinete a una piedra y s» veín dentro cel río; lo jvó joto a ella y lo hice 25 + bien quieto, en- tonces monte de un santi. Una vez a-riha, sostuve u Ma rni con la mano ¿zquierda; la derecha deba tenerla libre pa- ra conducir li crvbalgadura. Lentamente nos dirigimos cia la corentada... A nuestro alrededor todo era movimiento, olas y vertiginosa rapidez... —'Nonni! —gritó de pronto Manni—, !siento nuevamente el vártigo! ha- —Lo rreo— le respondi apre- tándolc más fuertemente— esto sucede porque a nuestro alrerie- d..r todo está en movimiento y 1as olas corren amenazadoras; pero cierra los ojos; entonces desaparece el vahído. El pequeño me obedeció y quedó más tranquilo, pero,..en- tonces sentí que me venía a mi la sensación de vértigo... Esta coriente torrentosa... este ronquido de las aguaz3.. todo a mi alrededor impresionaba lus nervios de un modo misterioso. Me sentí perdido y embobado De golpe me pareció q' el agua estaba quietita, y nosotros mar- chábamos río arriba a una velo cidad vertiginosa...De inmenia- to cambió la situación: ahora nosotros estábamos inmóviles pero las dos orillas avanzaban d eun modo uniforme y veloz.. Estas ilusiones ópticas c=s2- ron, pero entonces sentí un Je- seo enfórico de soltarme del ca- ballo y caer suavemente en las olas... Como ya había experimenta- do otras veces esos efectos de las correntadas, sabía el modo de vencerlos con la voluntad. PSSS A ZAPA Se Pintan Carros Buen Trabajo y a Precio Razo» nable - Servicio de Guardafan- gos y Carrocería - Tapicería y Soldaduras de Todas clases! SE AFILAN Y SE LES COMPO- NEN DIENTES A ZERRUCHOS También ponemos DIENTES NUEVOS a los Zerruchos 417 So. Callo 3ra. Tel. 4-4412 RARRPSPAPPROA