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Página Cuatro. El Sacrificio [ Hermano Pacifco ¡jarra llena de vino. Cazador y pescador, detuvié- | ronse estrambos a la puerta dej la posada para recibir cada cual, de 'mano de la Amapola, de sangre. El niño señaló su pecho !lo- rardo amargamente, y Guiller- ro de Soles pudo va" por Arba- “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE — el PA AA AA vaso a la posadera, le dirigió es ta pregunta: | —¿A quién llamabais poco ¡ha pobre cordero, tía Amapola! —!Ah!— exclamó la buena mujer.— ¿También oíste eso-? Estaba hablando del hermano Pacífico, Nicolás tosió intencionada- mente. —'Hum, hum!— murmuró. — ¿Es el roeder de pergaminos? Muchas veces me produce a mí el efecto de un lobo el tal cor- derito. —!Es posible! —dijo la ven- | —Eso mismo pensaba yo du- rante mi carrera a lo largo del camino —exclamaba Nicolás, una enorme jarra de vino. Y co'jo de la camiseta entreabierta,|mirando con cariño a la mes,- mo ella por su parte bebía tam bién cada vez que invitaba a los otros, su alegría iba en au- mento hasta no reconocer ya lí- mites, —!Armagnac, Armagnac!— gritaba incesantemente—. creo que hasta obligaría a brindar conmigo al mismo hermano Pa- cífico si nm estuviera oculto en algún rincón Jeyendo -:» viejos mamotretos o fundiend» meta- les. El normbre del hermano Pa- cífico produio cierto r:ovi cn - to entre ¡us circunsta «tes Clar dio el -»postero dejó un vaso cn ciiva de la mera y dii" —Verdaderamente desde es ta niañana no he visio.a ese pa- jarraco. Jájaro de mal aguero— balbu tcó Bonifacio—. ¿No habéis ob- servado qué diferente está des- de que el joven dique Juan” ha regresado a la Marche. Era verdad que desde la lie- gada del heredero: de Armagnac, al castillo la conducta del pre- ceptor havía totaimente cam- biado; de vez en cuando arro- joba sobc el niño mirudas re- celosas, y prezisamenmo el a anterior, mientras que Juan de Armagnac estava encerrado 2nn . él, habíanse oido gritos pene- trantes 'i parti. d+ aposen to en que ambos se encontra- ban. Guillermo de Soles, escudero de la duquesa, se precipitó a la puerta del mismo seguido de alganos servidores habiendo enccertrado al pequeño Juan con lo3 wjos bañados en lágrimas pe'esndose con el h2"mano Py- cífico, quien tenía en la mano una especie de lanceta de acero Encima de la mesa había un frasco lleno de líquido de coljur 0 == las huellas de recientes pincha- zos. En vista de esto, Guilicr”10 de Soles sacudió vivamente al hermano Pacífico con la hoja de su espada. —'Pobre criatura!— dijo la Amapola encogiéndose de hom bros—. ¿Qué hacer? El infeliz no ha inventado la pólvora, co- mo suele decirse. Por cierto que el diablo debe estar dando su merecido al que le descubrió, puesto gue los soldados. se ase- mejará,n pronto a los boticarios y en ¡ugar de lanza sólo Dios sabe qué instrumentos van a llevar. !Armagnac, Armagnac! seguid bebiendo... Anda, bebe como los otros si quieres tú tam bién, Amapola, esposo mío, pues hoy hay para todo el mun- do... Por lo que hace el herma- no Pacífico he visto con mucha frecuencia sus brazos y sus es- paldas pletamente negrrs de los guipes que le daba el du que. Pero jamás le he oído qu: jarse, y esto os lo aseguro con t-áa formalidad. Es torpe, es desgracaido, carece de valor, aunque sepa leer. escribir y ha: ta el latin de la Misa; pero ¿s más bueno que el pan...!Es un pobre cordero...! En este instante resonoó el galope de un caballo sobre el firme de la carretera y se oyó el alegre chasquido de un látigo de postillón. —'Nicolás, Nicolás!-— gritaron a un tiempo todos los hombres de armas de Armagnac, aso- mándose a las ventanas-- He aquí al Correo Nicolás, que v::<1 ve de Nuyon, El correo acababa de echar pie a tierra, y de una fuerte pa tada abria el portillo del mesón La Amapola le salió al encuen tro, llevando en la mano una m Darro == 3 PARTS hs G PARKIN ¡MECHANICS ¡ON DUTY Your dollars help keep Arizon automotive industry in “high gear” Your car is very important to you, both for business and pleasure. As one of the 263,323 motor vehicles registered in the state, your var is also very important to Arizona's economy. The'purchase, nera; apuesto, decia para mi capote, que voy a encontrarla en el dintel de la puerta con una gran jarra llenea en la ma no Sois de lo que no se ha vis- to jamás por lo buena, tía A- mapola. Y eso diciendo, tomó la jarra, vacióla de un trago y dió laz más vivas gracias a la buena mujer, exclamando con grave- dad cómica. —Compadre Amapola, todo va bien, todo es felicidad. El compadre Amapola hizo un gesto de aprobación. y los hombres de Armagnac gritarcn con impaciencia.: —!Qué nóticias hay, Nicolás? ¿Qué noticias traes? tera. |. —!Escuchad— dijo Nicolás, tomando un aire de completa formalidad—, yo ando siempre bebiendo los aires por esas en- crucijadas de Dios, y he dado con él con mucha frecuencia. Cuando cree estar solo, Pacífico yergue sus encorvadas espaldas y sus ojos brillan como encen- didos carbones. («tras veces se arrastra como una babosa al musgo. ¿Qué buscará? Os ha- 'blo de él, porque ahora mismo acabo de encontrarle entre los matorrales que bordean la ca- retera hacia la puerta de San Germán. Habríasele visto com- pletamente tendido baco abajo como una culebra. Al ruido de mi caballo se ha incorporado Ro cn rrro Nicolás, haciéndose eco úe la curiosidad de todos,— !cuan to diera yo por que nos conta- ¡ras la historia del hermano Pa- cífico! Iv HISTORIA DE PACIFICO El semblante risueño de la tía Amapola tomó de prusto un aire de tristeza, y dirigiéndose a Nicolás, pr.nunció estas pa- labras: —Es una triste historia, pero os la contaré, ya-que lo descáix. Pacífico se llama Andrés o An- deol, como d.cen en nuestro país, allí ol ctro lado de las noniañas de Mirande, Como veis, es del país de Armagnac, lc mismo que m: marido y yo, y es además también primo her mano del soldado Jerónimo Ri- pail. Me parece que le veo aún cuando de pequeñuelo estaba siempre a la puerta del conven to de San Benito de Mirande. El pobre no tenía padre ni ma- dre, y toda su familia se redu- cía a Jerónimo Ripail, que era mucho mayor y le pegaba... Iba siempre cubierto de harapos y no soltaba jamás sus libros vie- jos y llenos de mugre, pues en- tonces sabía ya yeer. Los mon- :jes le daban la comida, y cuan- Ido cumplió la edad de quince ¡años quiso entrar en el conven- Viernes 24 de Marzo de 1: a mo cuerdas, que caen a mane- ¡de ella. Al día siguiente estaba ra de mandejas de bramantes Juún en aquel siti>, allí perma- sobre aquellas descarnadas me-[neció todo el cía y toda la no- jillas! che siguienet. Algunas almas La Amapola lanzó a los cir-|caritativas le llevaban pan, pe- cunstantes una mirada de eno-[ro él lo dejaba caer sobre la tie jo, y arrugando el entrecejo vol|rra removida. De esta manera 950. A ————ÁÑ vió a decir con gravedad.: —Os repito que era hermoso, y si no lo queréis creer, !me da Las cosas fueron tan adelante, que un día al anoche cer Andrés y Marión fueron a la montaña, en donde un vene- rable ermitaño les echó la ben- dición nupcial. Ved aquí por q' razón el hermano Pacífico no pasó un mes en la tumba de Marión, como un ser privado de razón y de vida; estab tan flaco y tan débil que se le tomaba por un espectro, pública se había entibiado. y se Al cabo del mes la caridad le dijo que sus dos pequeños y Cesgraciados hij.s pedian de corcez. ha sido monje. Pacífico se levantó erguido so Casi al mismo tiempo, el du-|bre sus piernas vacilantes y lan que de Nemours, nuestro señor[zó un grito horrible: vióse el se casó también con la duquesa |desventurado, transido de dolor Isabel de Armagnac, !'Qué ex- [había olvidado hasta a sus mis pléndidas fiestas se celebraron [mos hijos, Volvióse a seu cusa con ese motivo! Dudo mucho q'|y vendió todo lo que posata. las bodas de los reyes se cele. [Cuando la hubo vendido todo, bren con mayor magnificencia. [incluso la cruz de plata de Ma- Andrés y Marión regresaban rión, su esposa, los niños le ]:e- tan lenos de felicidad, que st-lc | ldían tcdavía pan. en verlos alegraba el corazón Entonces Pacífico despertó Fijaos en una circunstancia |lcomrletamentede su letargo; digna de tenerse presente: la vió que era «cvmasiada eo: .'e duquesa Isabel protegía deci«di-|y poco mañoso para artesano, y damente a la pobre Marión. ya|se sintió demasiado cobarde pa por la semejanza que entrc lJas|ra ser soldado. El mismo me lo dos existía, ya tambiéa pcriiejha confesado todo. Acudió al la duquesa es una buen1 cris- [castillo y aunque el duque nues tiana, dotada de un corazón gu- [tro señor no es amigo de la neroso y digno. Marión tuvo dos|gente de letras, dió dospitali- súbitamente; por cierto que es to. A mí en persona me ha di- mucho más ágil de lo que pare:Cho más de una vez que antes ce, pues en dos saltos se ha me|se arojaría al mar que consen- tido dentro de lo espeso de la --El duque, nuestro señor, es pondié el correo. Esatlló entonces un hurri gue neral, y la blanca gorra d> la Amapola voló hasta el tecno. —!Ah!— dijo en el colmo de la alegría—. Armagnac, Armag nac, !viva el rey! Los buenos tiempos han llegado ótra vez! ¿Nuestro señor ha sido, por fin, absuelto? —En cuanto a eso— resron- dió Nicolás, — no estoy enteraúo Guillermo de Soles, que se ha quecado allí encargado de com binarlo todo, me ha dicho: Mon ta a caballo, Nicolás, y revienta si es preciso, al anilmal, para llegar al castillo antes de ano- checer. Dirás a la Duquesa que prepare al duquesito Juan para recibir a nuestro señor, que te sigue a una hora de distancia. He aquí cuanto sé. Venga ahora otro jazra. Mientias engullía la s:gunda dosis, los servidores de Armag- ¡te ya en camino de París —res-¡ selva; ahora, bien: ¿poríais de- cirme, vos que tanto le alabais, por qué a estas horas anda va- gando por los contornos de Pa- ris? —'Pobre criatura! — respon- dió la mesonera—. Ha ido a ver a sus dos hijitos, que están en la arrabal de Arcueil. —!Sus dos hijitos! — repitie- ron a coro todos los hombres de Armagnac, mientras la criada del mesón exclamaba con pro- “unda sorpresa: «—Pero será ve”... que tenga :,0s el hermaa)> Pacífico?- —Pues no lo sabías” —Como quiera que sea, es b'»n extraordina:'» que haya uuntrado una mujer semejan- hombre. Fero él ento 1:r4 una, y por Cezto, más gun 9: to pin pollo —replicó con acritud Ama poia. los hombres de Armagnac se niraban unos a otros con e-tl- nac comentaban el mensaje de|pefacción. Nicolás. quién, al devolver el —Tía Amapola— dijo el cc- ES El ideal. 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Al pie del convento se levan- ta la aldea de San Vicente, y en la aldea de San Vicente vivía entonces Marión, la pastora de ovejas. ¿No te acuerdas tú de Manxión, Amapola? Este contestó relamiéndose los labios: —'Mariómn la de los negros cabellos y la de la tez más blan ca y más tersa que la de una noble señorita!.., —'Marión— prosiguió la me- sonera—, que era tan hermosa y que tanto se asemejaba a la duquesa Isabel! —En cuanto a eso— interrum pió el tío Amapola—, nadie me jor que yo puede decirlo; yo q lado de otra, cuarido la 'peque- ña Marión iba a llevar flores al castillo. Habriase dicho que e- ran dos hermanas. —'Por vida mía!— añadió la buena mujer—, que sí se hubie ra dicho que una de las dos era más fea que la otra, nadie ha- bría considerado que lo fuera lap obre pastora. Oíd ahora la bueno del caso. Andrés vcabaga a veces por los campos con un libro viejo en la mano para es- tudiar o rezar. Ya entonces se le atribuía la ilusión de hocer. oro con los canalones del convento. ¡En esos paseos por los campos ¡encontró a Marión, y ésta, que hasta entonces cantaba siem- pre, se volvió triste y pensativa —Apuesto cualquier cosa— ¡prorrumpió Marmarón— a que ¡la fascinó valiéndose de malas artes. —No se sabe —replicó con lprontitud Amapola—. o cierto da su alma. —Vamos, o estáis chanceando añadía: —'!Es imposible! La Amapola prosiguió sin in- comodarsee: —Por cierto que yo he dicho lo que sé: Marión le amaba. Ahora debo añadir que en la época de que os hablo Andrés no- era el mismo de ahora. Cuan do la miraba parecía que se a- somaba a sus ojos entera toda su alma.,.y Su alma es bella co- mo su corazón. En aquellos mo mentos Pacífico llegaba a ser hermceo. La concurrencia, toda entera, soltó una carcajada estrepitosa. —Soberbio, encantador! —gri- ¡taron todos oprimiéndose los costados para que la risa no les ocasionara algún acicdente. — 'Hermoso con su cara de más ¡de una toesa y sus cabellos có- hijos geme,os, dos monadas, más bonitos que los ¿4.g->lez —¿Se parecían al papá?— dad a Andrés, sólo por no Jis- gustar a su esposa, que la ro- gaba se la otorgase. Entonces iba a decir con zumba el correo[ffué cuando irrisoriamente se Nicolás; pero la mesonera le [confirió a Pacífico con toda so- tapó la boca con un gesto tan flemnidad el empleo de precep- enérgico, que el correo perma- ¡tor del niño Juan de Armagnac neció silencioso y encogido. que no tenía más que trece me- —!Ya se acabo la chacota! —|ses. En cuanto a los hijos de dijo aquélla secamente—. Los|Marión, la duquesa cuidó de co que tengan corazón lloraran |lorárlos en una casa de campo. muy pronto. El mismo día, y Al dejar la Gascuña el duque según se dice a la misma hora|nuestro señor el hermano Pací- también la duquesa dió a luz ajfico le siguió, como tdos noso- nuestro futuro señor el duque [|tros, y sus hijos fueron también Juan; por eso las enemigos de|trasladados a un albergue del la casa de Armagnac han tra.|arraba) de Arcueil. tado de hacer creer en una mix| Desde entonces Pacífico habi- iticacion o cambio de niños en|ta en el Palacio de la Marche; el acto del alurbramient» de [profesa al joven duque una esti nuestra señora. Marión había [mación tan profunda comp» si tenido un hijo y una hija, y la|fuera su propio hijo, y scin em- duquesa un varón: pero los bargo, es probable que no hubie traidores propalaron la voz sols permanecido por espacio de que la mujer de Pacífico había 'tanto tiempo en el castillo si traído al mundo dos niños del poseyera medios con qué ali. mismo sexo, en tanto que la es' mentar a sus pobres hijos, y si posa de Jaime de Armagnac ha|la duquesa Isabel, que es un bía dado a luz una niña. Aña-|ángel, no hiciera cuanto está en dían que se había hecho frau- |su mano para dulcificar la des- dulenta y criminal suplantación | graciada suerte de esa mísera | es que Marión le amaba con to-: 'Jen las cunas de los recién na- cidos, y este fué el primer gol- pe asestado a los Armagnac. Pero vosotros conocéis ya de so- bra la historia de nuestros a- mos, y es sólo la historia del hermano Pacífico la que os es- toy contando, | Al cabo de un afio desapare- ceron los lindos calores que tanto animaban: el rostro de Ma rión, y sus mejillas se volvieron pálidas y demacradas. Veísela pasar con la cabeza inclinada sobre el prrho, y muchas gen- tes piadosas decían: “He aquí temprano son desgraciados los que se desposan con los prome- tidos del Señor.” Todo el mundo recordaba que el hermano Pacífico había esta do en el convento. 1Ay! Era, sin embargo, muy buena y virtuosa la pobrecita pastora Marión. Murió en una tarde de verano, con las manos cruzadas sobre su pecho, rogan- do.a Dios que hiciera felices a sus dos pobres hijos y a su pa- dre. Los vecinos de Mirande fue- ron todos acontemplar el cadá- ver, tendido sobre un lecho de hojas secas; establa blanca co- mo un cándido lirio, y sus ojos | parecían cerrados por las dulzu ras de un suefio apacible. Andrés estaba junto a la ca- ma, sin ver ni hablar a nadie: la cabeza la tenía baja y sin movimiento; sus largos cabe- :llos se arremolinaban delante de su rostro, a manera de un ve lo de dolor y de luto. Los mon- jes de San Be: ito les dieron un; baña, apretó con sus manos su pecho desfallecido e inetntó le- vantarse, pero no pudo. Los monjes entraron y cerra- ron dentro del ataúd el hermoso cuerpo de la pobre eMarión. Pa- cífico no se movió; era como de piedra; solamente cuando erm- pezaron a clavar la caja, cada martillazo parecia que iuriaía los clavos e? su corazón, *=1 'u gar de entrar en la madera. Los dos niños lloraban en su cuna, pero Pacífico no los oia. Los monjes levantaron el cuer- po cantando las salmodias fune rarias, y Pacífico se quedó solo dentro de su casa, desierta. Al caer la tarde viósele salir arras- trándose sobre las manos y las rodillas hasta el cementerio, y al llegar allí buscó la tumba más fresca y se sentó encima criatura. He aquí etrminada la historia —No es, en verdad, muy ale- gre— dijo el correo Nicolás, des ahogando su fastidio con un suspiro prolongado. Durante algunos momentos el relato había conmovido un t:co el corazón de los soldados y servidores de Armagnac; Ca- thos había llegado a verter un raudal de lágrimas por la des- graciada suerte de la pastora Marión; pero todo eso duró cor- tos intantes. El hermano Pacífi- Co era por todo el mundo un ob las he visto a entrambas una alllo que sucede siempre: tarde o|jeto de animadversión y de des dén. Nadie podía interesarse vivamente por él ni por las co- sas que le atañían. Por otra par te, lo que deseaba la gente del imesón era reír y beber, ya que lo segundo podía hacerse gra- tis. —!Santo Dios! — prorrumpió Nicolás, — con todo eso podría ¡Componerse una balada capaz d= hacer caer boca abajo al día- blo en persona. —Y eso que todavía—dijo con tono insinuante el arquero Mar marón— la tía Amapola no nos lo ha dicho todo. Al oír estas palabras la meso nero dirigó una mirada de scr- presa sobre el que acababa de proferirlas. —No os incomodéis, madrina —dijo con acento guasón el ar- quero.— Habéis olvidado sola- mente algún pequeño detal!lo.— Acabéis de diciz que el herna- no Pacifico siguc en el t.ajacio *v la Marche por amor hacia 1 € tre duquesito y para guna; el sustento de sus hijos; pero —gritaron a un tiempo dos o 3¡ataúd por caridad; y cuando el!yo conozco además otra caza voces incrédulas; mientras que hermano Pacífico les oyó cantar|de su permanencia en el cast Cathos, la mocita de la posada,|el Líbera a la puerta de la ca-|lu. - -¿Cuál? —grita:o01 todus ls corcurrentes. —No falta quien tenga .jos olse1ivadores— añadió Marma- rén—No siempre e: herriano Pa cífico se entretiene en leer pe - gaminos o en fundir metales. Acaso sea sólo porque la duque sa se parece mucho a la difun- ta; pero ello es que yo he creido notar que Pacífico la mira con unos ojos.... Y mientras esto decía, hacía girar sus grandes pupilas den- tro de los órbitas, remedando a ur pescado :roribundo. En derredor de la mesa se des emadenóó una tempestad de carcajadas, que la Amapola nc consiguió calmar. Lo único que pudo hacer fué propinar dos pu ileíazos a su marido, que .- reía Pasa a la página 5.