El Sol Newspaper, February 17, 1950, Page 4

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- CAMINOS Todo este tejemaneje trajo un cambio de planes; ya no había que pensar en emprender el via je a Palma en cuanto pasaran las fiestas, con su octavario de bailes populares. El Magistrado deseoso de presenciar el triunfo de su hija, escribió solicitando una prórroga de permiso, y que dó decidido qeu todos tres se trasladarían juntos a Guadave- loz, con lo cual una alegría lo- ca pero inefable, llenó por com- pleto las almas de Rafael y de María Luisa. Xxx Ya María Luisa, a pesar de su extramada juventud, sabía lo que era cantar en público, lo cual no aminoraba cu instintivo miedo do ahora. El año anterior y con el mismo objeto caritati- vo, en el entreacto de Puebia de las Mujeres, y acompañada al piano por... ¡Caminito Rubio! muy lejos entonces de conside- rarla su rival cantó entre otras cosas y-entre grandes ovariones que casi la tuvieron cantando toda la noche el exquisito vals de Musetta, del segundo acto de La Boheme de la Puccini. La voz celestial, acompañada magistralmente por la gran pro fesora que era Caminito, desgra nó las notas ideales: , Cuando men vo soleta per la via la gente sosta e mira, e la belleza-ricera in me tutta de éapo a”pie... Ete antecedente equivalía a una especie de fogueo lírico que la animó a aceptár, Rafacl des- conocía este pormenor, pues. por aquel entonces no se encontra- ba en Guadaveloz, ignoraba si- cr e£ra que María Luisa tuviese una voz capaz de tal empeño. Aceptó la niña con gran júbi- lo de Paquito el Sochantre, su - Your Dollars aro 1 l ¡ profesor, y de Rafael -que soña- ba con deslizarle dulcemenic al 'oído, la inefable música de A- rrieta: No sabes tú—<que yo tenía la vida enferma de tanto amo. ...Hceptó, sí. Terminadas las clá sicas hogueras y los bailes po- de la octava de fiestas, don Vicente dio la voz de moar- chen, y una mañonita, al ama- necer, pnitorescamente acomo- dados encima de los aparejos de los mansos borricos, salieron de Benimel. No dejó Rafael de sen- tir una pena extraña al despe- dirse mentalmente de las altas cumbres policromas de la admi-' rable siera y dejar vagar sus ojos melncólicamenet por el va-¡ ¡lle risueño, 'Había sido tan fe-' liz, allí! Fue una felicidad ínti- ma, suave, condensada en sí mismo, recatada pudorosamente en los arcanos de 3u alma... Du raba el encant> úe la ilusión tan querida, que temía romper- lo con una palabra extemporá- nea y, así, Rafael concentraba todos sus esfuerzos en amar -1 silencio, con esa reverencia res- petuosa y tier:ua, que es como la esencia del Amor. Las horas de este éxido de regreso hacia lla tiera natal, fuera para Ra- fael de una intensa y deliciosa dulcedumbre: había creído “vol- ver solo y volvía con ella.. ¿po- dría ser, por fin; que se quedara con él para siempre? Llegaron a Guadaveloz un ¡atardecer. Javier salió a la esta- ción en el >oche grande y él y Ra fael acompañaron al Magis- trado y a María Luisa a su casa! donde se instalaron con el fie: Bernardo y con su mujer- Felisa la Guapa. | En los quince días que siguie- ron, María Luisa, perfeccio:ió ¡su preparación para la empresa Workíno. “EL SCL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENEn a que se comprometicra, baio | la paterna. y -ciícita dirección de Paquito e; Suchantre. 1a per|...... entonces, este último había completado ¿u cuarteto. Los rua-| mores recogiáos por la prensa | sevillana y los presentimientos del artisia tuvieron confirma- ción. Augusic Marcel formaba parte una vez más del “elenco”| del “Cervantes” Y un rápido viaje en automóvil, con Rafael —apenas éste regresó de Beni- mele— arregló fácilmente la coj* operación absolutamente des- interesada del famoso barítono en la función benéfica de Gua- daveloz. —'Rafaelillo! | —-!Augusto. (Un apretado a- brazo.) —!Hola, Zárate! ¿Cómu usted? —Bien, , yusted Ma:>:1? En fin; la proposició», la :.- Cptación inmediata y compla | «da —!tí mandas, chien! —ei! ¿rreglo con el director... | —Esa ncche pondrem s tres! Hiezas de género chico y canta- rí el segundo barítono » cátese usted un Poque excepcinal. A su regreso a Gualtaveloz, Paquito —un niño grande— ny cabía en si de gozo, 2 irrumpió! ex la sala 1el Casino como ura tromba, gritando —!!Eureka! !Victoria! —, y cantando con su! espléndido vozarrón de bajo pro fundo la valiente invitación al optimismo del ambicionado y conseguido personaje: —lizad la bandera, que arrastra en el suelo!! Los comentarios del pueblo fueron de los sonados. La fun- | ción y sus prepartivos eran la tema obligado de todas las con versaciones y, naturalmente, también lelgaron a casa de don! Bernabé Rubio, levantando am-| pollas en el escoido ánimo de Caminito, ya. un poqutín resen- tida, porque no se le había ofre! cido papel, ni siquiera en los Coros. —Uero mujer— es lo que dijo doña BaBlaB B—¿Como te ha- bíamos de dar un papel, si to- dos sabemos que estás muy re- fñiida con Rafael? Si precisamen te lo que hemos tratado ha sido; de evitaros a los dos una situa- ción violenta. No sabemos si se conformó o nó, Caminito; lo cierto fue que' no quiso perdonar la función, porque con diez dias de anticpo encargó las butacas en “conta- está — — duría”. CPITULO XVI mó CAMDO REAL. acacódo ccoo + —Oye tú, Felisa, y este pa fuel de encaje bordao en ante- cuelas, pa qué es? —'Qué preguntas haces, Ur- bana, mujé! Pos pa ponérselo, asín cruzao por sobre el justillo : como si fuá un pañolito de es- puma. —'Hija!, el que pregunta no yerra! ¿Y es titito nuevo, oye tú —Titito: ende los zapatos de charró, !místelos qué rebonitos! jasta los arfileres de plata con esas cachiporras tsn gordísimas pa sujetarse el roete. Su papá se ha querío lucí... Y este collá de perlas se lo ha regalao la Condesa, y estos pendientes es señorito don Rafaeó, alegro de eso, mujé. Ajolá y que —¿Si? Mía tu lo que que me esas dádivas quebrantaran pe- ñas.... y saliera de toa esta tra- camondana un casamiento co- mo pa que reventara de hipo esa- fiera marvada de doña Cele que no quisía morirme sin pe- garle una patá en el lumbrá, mardita sea su estampa. —Po hija, mucho me equivo-/ caré o hay argo: porque yo qh:i- ía que los vieras cuando ensa- yan ar piano lo que tien que á en Ja función... !Qué vo- a der Rocío! Yo no he visto cosa semejante endeje que era mocita, que me yevea- ron mis amos a v una función ¡mu retepreciosísima, que justa ha de vení de Madrí un cómico de verdá, de esos que cantan en er teatro Un amigo de don Ra- ja, yo, aunque no sea más que por ver a mi niño, tan ¡retejermoso como estará... y por sentirlo cantá, con esa voz que es cosita que en cuanto lo oigo me entran ganas de llorá, por- jormiguillas mu menúas por que es que me suben como unas titito er cuerpo que jasta me parece que me va a dar un sopo cio. ¿Ande van. a ponerse con e, ni la Pichona, ni er Meloso, ni dengún cantaó de fama en cien leguas a la redonda? Lo que yo le digo « don Rami|. ro: “ lo que pasa es que er niño tiene posibles, que si no tuvía y se tirara al cante con toa su arma, po ni Gayarre, ni la Niña e lo Peines, ni el Mochuelo” ¿No es verdá, hermanita? Y no e que una let enga pasión ar ni fio por habersela chiao, como When Deposited in the Valley National Bank You deposit your monéy ir a bank primarily for safety and convenience, knowing .it will be readily available when you want it. At the same time, you like to feel that it is being usefully employed in building and developing your community. In the Valley National Bank, your dollars do not remain idle. Together with those of thousands of other depositors, they.are put to work in sound, productive loans. Last year, for example, we made 96,822 loans — totaling $223 “million — to Arizona producers and consumers, thus furnishing the financial Your dollars, together with those of other Valley Bank depositors, are a reservoir of credit for community use. MORE PURCHASING POWER MORE LOANS The more dollars you deposit, the more sound, productive loans we can make to Arizona produce energy for a major part of the economic activity in the state. 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Y tú te habrás ide quedá también... —Yo no, Felisa, que tengo animalitos que cuidá y si alle- ¡un atraso mu grande. —La casera que los cuide. —Gueno, eso ya lo veremos. Cómprame la entrá. Unas pese- tas tenía ja ajustás pa mercar- me una botas de botones, que estoy encaprichá ende que las ví unas al a Jesusa, pero me las va a gastá de mu guena gana pcr vé a mi niño, Conque en eso queamos. XIX —Oiga usté, señora, jaga er favó de no arrempujá. —¿Yo? Po si no me he me: ¡neao pa ná. !Contra y que poca leducación! -—Mas que usté, cue estaba ar cabo de la fila y, pisando a es- te y mitiéndole er codo al otro, |se ha puesto al lao de la puer- ta! —'Céyese usté, eslenguao, yamo ar guardia! —!Más valicra que se pusiá usté un bozal! —-Cochina! -—!Sinvergue:.za! --!Ay, ay ay!! —¿Qué es? —Este animá, que me ha re- ventao de una chafá un ojo e poyo que tengy en er deo gordo ay ay! sio; ya mi no me yama usté a- —Oiga usté, que yo no he nimá, porque le suerto una go- fetá que vi a espartarle a Ange de la Guardia ( —Jurga, si eres capá por ve! —'Mía el lambrución! Dominando aquelal disputa, se oyeron das puertas del teatro Brunrun.,.brunrun... * XXX —Oye Perico; ¿quien es aqué tan rojo y tan esgalichao que está junto al a niña de don Ber- nabé Rubio? —El misté... —¿El bisté ha dicho....? —No, hombre. In inglé ese ¡de la lu. Misté Davy. —¿Y la otra vestía de sea co- ló naranja? —¿Aquela? Doña Celedonia. —La veo mu destroná. —Como que ya es vieja. —¿Y qué vestimenta es la q' lleva don Bernabé? ?No te has fijao een los faldones que le caen por la esparda? —A eso le dicen un chaqué. —Po me gusta más.de cazo- ara, hijo, Los hombres, con eso, paecen sartamontes. —Misté, aguela; ahora entra er Conde y la Condesa y er Ma- gistrado en su parco. —'!Vaya con Dió titito er se- fiorío de Gladaveló! 'Hijo, hijo, hijo, y qué reguapísima su mu- jé! —Ahora se están sentando las señoritas de Guzmán el Bue no. —¿Ande están? —Con doña Bala, en la fila tercera. z —Hijo, que buena vista tienes Santa Lucía te la guarde. —Titito er señorío der pueblo ha venío, aguela, jasta don Ra- mio el abogao. —Habrá venío a sentí cantá a su sobrino; que, según diecen, o 'na con esa vo. El Señor le da ¡siempre pañuelo al que no tie- ¡ne narices. —Que se calle usté, que va a tocá la orquesta. XXX | Y nada: se levantó el telón. ¡Es «ecir, “se izó la bandera” — [que el que no se embarca, no pa sa la mar,— se celebró la tan esperada y discutida velada :ar- tística y se logró el gran triun- fo de todos, que fue de resonan- cia general. “- El teatro atestado. Público de todo el contorno, especialmente de Sevilla, de donde cencurrie- 1on centenares de aficionados, atraídos por la novedad del re- parto. Una gran clecta para la Conferencia beneficiada. Por los “camerinos” había ese revuelo y esa confusión que preceden siempre al momento de empe- zar: un momento de emotividad enorme, Lolita Peña, la niña de” doctor Zorilla, Lucita Guada veloz y las del Reg'strador da- ban: todas a una, con profusión de consejos y de advertencias, los últimos toques a la caracte- rización de María Luisa, quien, presa de un repentino nerviosis que fuera sonada. —1a dije yo que no servía pa ira estas cosas. En cuant» me !gamos por la mañana, resurta| mo, declaraba que haría alguna | vea en las tablas se me hará to do negro y adiós mi dinero —re- ¡petía apuradísima. —Calla, tonta—alentaba Cruz Zorrilla— eso ese en el primer ¡momento de salir a escena: es una cosa parecida a cuando te metes en el mar y el agua está muy fría...!se siente una impie- sión de ahogo..! Pero das un par de suspiros hondos, cierras los ojos y cuando los vuelves a a- brir, el agua y tú sois íntimos amigos. —Tú no mires detenidamente ¿. ningún sitio determinado del público —advirtió Lola Peña;— el año pasado, cuaado hicimos ¡Puebla de las Mujeres, casi e- Iché a perder yo una escena por fijarme en Paco Velez que me estaba haciendo visajes. —Anda, ven, serenate... Vas a ¡tener un triunfo estruendoso — Jaseguró Lucita cordialmente. — Estás estupendísima... debía darse un poco más de —Oye Luz: ¿no te parece que carmín en las mejillas? La luz de la batería come mucho y se pierde con la impresión su co- lor, va a aparecer una muerta. | —A ver, dame la caja. Ponte de cara a la luz, niña... [ —No me pongas mucho, que no me gusta. —Uo poquito no más... | —¿Habéys visto a Marcel? —'Chica, qué guapo! —' Hija, pues si lo vieras aho ra no dirías eso... !lestá asquero- so! Se ha puesto una nariz pos- tiza que parece un pimiento mo rrón y lleva una cara colorada y granujienta de borracho que «|mete miedo.... —¿Cómo podrán transformar- se de esa manera? | —Preguntaselo a su ayuda de ¡cámara, que debe estar en el secreto, —El que está para Chillarle ¡es Rafael. Entre el retoque y el uniforme de marino..!ay, mamá qué vahidos de emoción van a darle a Caminito Rubio!— co- mentó cómicamente los ojos en blanco una de las saladísimas niñas del Registrador. —Me parece que vas torcida, Niní, que no es ese ...'el camino” Y por encima de María Luisa, a cuya espalda estaba, señala- bala con un guiño de ojos muy expresivo. —¿Eh, María Luisa? Era Cruz Zorrilla quien habla ba, mientras arreglaba cuidado sa la manteleta de encaje sobre la espalda de la aludida. —No me digas nada de nada, —contestó turbadísima;— ten- go un pánico énorme..pienso si se me irá la voz, del susto, y no poc» cantar una nota. —'Eso podíamos hacer! —'No faltaba más! —'Ni que lo pienses —Te arrastrábamos. Xx Xx Los prime:os pasos que dio se Iguida de sus amigas, como una "princesa de sus damas, fueron vacilantes y tcrpes. Como pu- do, soricó las diticultades del espacio le1o de trastos, decora- ciones y enredos, hasta llegar a la escalerilla que daba acceso al escenario. Desde allí como el rumor de un mar furios, oíase perfectamente el ruído que al reírse, comentar, pelearse y salu darse, hacía en la sala del res- petable público. Al fin de la escalerilla, Augusto Marcel, Pa- quito el Sochantre y Rafael To- rres-Arias charlaban con Javieri to Guadaveloz, democráticamen te vestido de marinero, con su amplia faja y su barretina cata lana. Empezaron a subir las chi cas, galantemente auxiliadas por los de arriba. El barítono 4 | imposible reconocerlo por el mismo muchacho elegante y guapísimo que bajó del auto en casa de los Cond=s, aquella misma mañana. Mientras las muchachas, con una lica algarabía, celebraban su caracterización rodeándole, muertas de risa, María Luisa su bía el último escalón apoyándo se en la mano de Rafael que también, como la suya, estaba tantico fría y temblorosa No se habían visto vestidos para la función: ela era un primor den- tro de las sayas policromas y del justillo de terciopelo azul; el peinado levantado, al susti- tuir a los tirabuzones, la trans samente, pues dejaba más al desucbierto el óvalo perfecto y delicado de la cara y acusaba con líneas enérgicas la grácil firmeza de la nu.a. Rafael era, en verdad, un estupendo capi- tán de barco, Acaso un poco se- fioril y aristocrático para la ma rina mercante, pero tan lleno de virilidad y gallardía que, más que recibir, parecía dar prestan cia al uniforme. Mirándose los los dos: —-'Eres una Marina espléndi- da!— parecieron piropear los o- jos del galán. —Eres un Jorge incompara- Viernes 17 de Febrero de 1950. — mm — — ble! —contestaron los de ella. Pero ni uno ni otra atrevié- ronse a formular sus: impresio- nes con palabras: estaban tre- mendamente cohibidos. —¿Cómo estamos de ánimo, niña?—fue lo único que pregun tó él. —'Tengo un miedo horrible! —confesó ella, casi a punto de llorar. Paquito el Sochantre, que ya oyó, se revolvió como si le hu- biese picado un escorpión. —Oye, niña, no nos vengas a- hora con tonterías, ¿eh?, a ver si nos echas aperder la función ¿Le parece a usted Marcel, lo que está diciendo esta tonta? ¿Pues nos sale ahora con que | tiene miedo? Marcel se echó a reir alenta- dor. —Es el miedo imprescindible de todos los novicios, pero no hay que asustarse, señorita. Es- ta mañana, en el ensayo del cuarteto, ha cantado usted ma- ravillosamente, palabra. Yo la contrataría a usted en seguida para cantar conmigo todo el re- partorio a usted en seguida pa- ra cantar conmigo todo el repar torio de zarzuela grande con la seguridad, de que ibamos a re- correr un- camino de triunfos. Tiene usted una voz y una es- cuela impecables, y luego,..¿us- ted cree que una, mujer como usted, y perdone si le parezco a- trevido, porque no es mi ánimo molestarla, no se mete a un pú- blico en el bolsillo en cuanto po ne los pies en el escenario? !Ca ¡ramba con eso ojos...y esa cara.. y esa figura! —'Por Dios, Marcel!—provesió confundida María Luisa, mien- tras Rafael contemplaba con una recóndita emoción esta de- liciosa turbación de la doncella. t —Nada, nada; usted triunfa, usted es el ama de la situación. Conque a dominar esas nervios, y a escena, que es la hora. ¡ Nadie que no haya “trabaja- do” en un “elenco” de aficiona- dos, sabrá nunca el momento [de angustia y de temor que se apodera de la compañia, cuan- do la voz del director pronuncia «sa frase e-pantable. —!A escena: Metióse el apuntador en su concha, tocó ur. timbre, sonaron los primeros maravillosos acor- des de la sinfonía preludial, y mientras la orquesta ejecutaba los conocidos compases, Paqui- to fue acomodando los coros en "escena, con ayuda del director El golpeteo de todos los corazo [nes era furioso. María Luisa Jle- gó hasta sentir un momento de vértigo... KE X El escenario refulge bajo el raudal de luz de las baterías. En la sala no se ven más que cabecitas y muchos. ojos... María Luisa evita mira al patio de bu tacas, aunque le atrae como un abismo. Da dos pasos en escena, se coloca en su sitio y entona los dulcísimos trinos del Brilla, el mar engalanado con su manto de bonanza... Al principio, Rafael, entre bas tidores, ha temblado al oír la vocecita deliciosa, velada por el miedo, nero de pronto ha toma- d«, bríos, se ha afirmado, ha lie nado la sala con su armoniosa potencia. Marcel ha dicho un —'Bravo!— que parece. dar nue li ánimos a la muchacha y en un momento en que al moverse en escena sus ojos se han encún trado con los de Rafael, esco1:di do con el barítono en la peme- ra caja, ha leído en ellos un “muy bien” que le ha galvaniza es un jirguero. !Mia tú qué suer!lestaba, en efecto, tan espanta-jdo. De pronto, se da cuenta, sor- te! Un pobre tendría una fortu-¡blemente feo que hubiera sido |prendida, de que el teatro ha ro to en una ovación unánime sin dejarla acabar lo que canta. Pe ro el director de orquesta no ce- ja un ápice, los aplausos se ex- tinguen y ella sigue:e Cuando el mar reverbera a la luna del estío - les la brisa mensajera del suspiro que le envío... Y cuando el coro —admirable mente acoplado por Paquito— repetía como un 'eco alentador: Espera, niña espera que volverá el teatro entero se venía abajo en un frenético clamur entusias ta. Luego vina la celestial ro- manáa, Pensar en él, que fue un alarde de interpretación y de sentimiento: formaba bastante, pero ventajo | Amarle fiel, si soy querida y aun sin su amor, amarla fiel.. Música de ruiseñores; voz de oro de la deliciosa niña enamo- rada e inocente. Los ojos únicos leons de luz —en su luminoso negror de noche musical— y hú medos de emocional sentirnien- to. Del aura del giro mandarle un suspiro y si él no lo acoge, al cielo se va. ...los Ojos que, impulsivos van a buscar aquellos otros ansios- sos y lenos de terneza del hom- bre que está compenttrándose Pasa a la página cinco A

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