El Sol Newspaper, December 23, 1949, Page 4

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5 CAMINOS El enfermo, tentando con su | Rafael estrechó la mano del mano vacilante por debajo dejviejo,, !Qué fría... qué arruge:- la almohara scaó un pequeño |da, que temblano! !Cómo se envoltorio, un paquetito de bi-[sentía a su contacto la prouximi lletes de cien pesetas envueltos|dad de la muerte! Y, por con- en pañuelo de colorines. Alac-|traste, al salir al campo y da.- góselo tembloroso a Rafael; pe-[le en los ojos el sol deslumbra- ro éste, no en balde era el des- dor de aquel magnífico día de cendiente de aquellos grandes mayo, y en la cara el aroma de señores que fueron prototipo de todas las hierbas bienolientes la hidalguía española, tuvo un:de la sierra cuajada de flores— á E “EL SOL” SEMANALIO POPULAR INDEPENDIENTA A lizarse por el camino de la sie-, rra abrupta entre la maraña de lentiscos, jarales y coscojos extendida en sus faldas como un tapiz d ecolores verdes. Ber- nardo tomó la vereda de Due- ñas a paso de liebre, aparecien do y desapareciendo en las es- pesuras, sbiendo y bajand olas corcovas del ¿agrente camino. —Sí que calienta er so —mo- nolgaba Bernardo, pasándose el moquero por la frente, —pe- ro a Tumbalejo somo si Dió quié, pé, con paciencia, alcanza. CAPITULO XI La Jira en “las cuevas” IQué magnífica opulencia la de aquella florescencia de los campos amarillos!... Madreselvas y rosales, | too se | —No queremos naufragar ¡declaró María Luisa —No tene-¡ mos vocación a raptar sabinas! | —'Somos piratas! Pancracio Luque chillaba co- mo un energúmeno los versos de Espronceda: Veinte presas hemos hecho a despecho dei inglés; y han Pendido sus pendones cien naciones a mis pies... Y todos con una tonada arbi- traria— !claro está!— haciendo ¡de su desafinación hasta tapar se los oídos, gritan la canción de los bucaneros de “La Isla del Tesoro”, de Stevenson: ¡Quince hombres van en el Co- fre del Muerto! 1Ay, ay, ay, la botella de ron! Rafael se detiene aturdido al a las muchachas escandalizarse | chaleco corto a un vecino. Tal vez es que había pensado rea- nudar la plática tan bruscamen te cortada por Bernardo, y le sorprendía de una manera dolo rosa esta frialdad repentina, este cambio brusco del poeta, La conversación fué langui- deciendo entre ellos: absorbió él por su dominante preocupa- ción, y quizá un poco resentida ella de este inexplicable desvio Llegó un momento en que per- -José, el de las Diez Casas!...No, no; entre Camino y él acababa de surgir una barrera infran- queable; sentía irreprimible- mente que un devío, una frial- dad inmensos le llenaban el alma. La había querido, le gusó mucho, es cierto, per 0ahora..... ¿qué sentimiento extraño le a- lejaba de ella, como de algo [vil y repulsivo? Y no, no tenía derecho a juzgarla sin oírla. lEra preciso, sí, preciso que él [manecieron definitivamente (tuviese con ella na explica- | callados. ¡ción...más adelante, cuando es- xXx —Gabriel; explícale a estos señores el cuerpo humano— in- vita el Conde, dando un leve co dazo de atención al Registrador y guiñándole un poca el ojo al doctor Zorilla. ltuviese más sereno, Pero com- prendía que Caminito Rubio, el ideal de su adosescencia, la musa de sus versos, la mujer de sus sueños de hombre, no po- dría ser ja nunca para. él lo q' y zarzales, mejoranas y tomilloS.... José M. Babriel y Galán Entregó el coche al chofer y oir este griterío que le hubiera regocijado en otra ocasión. Sien te ahora un jnmenso vacivu den- tro de sí, le molesta (eso es, le había sido. !Dios suyo! ¿Qué e- ra lo que se desgarriba dentro de su alma y le dolía de aque- lla manera?.... ¿Era, acaso.. el Gabriel, solemnemente, avan- zó con la mano del dornillo en ristre. Dejó por un instante de majar los ingredientes del gas- se dirigió maquinalmente, ha- cia el lugar donde sentía el al- boroto de los excursionistas. molesta) la ruidosa alegría de los demás, seres felices que no comprenderíán la hora de trage pacho y dijo con toda, Ja proso- popeya de un sabio doctor de la Sorbona: amor que moría? !Qué tristeza! ¡Qué angustia! Los ruiseñores trinaban su gesto noble que le retrató el cuerpo entero. Detuvo la mano |mastranzos, brezos enanos, adel ifas, poleo, marciegas—, respiró temblona del anciano,, cogién-|a pleno pulmón, con delicia, co dola por la muñeca, y le obli- gó a meter otra vez el envolto- mo s isaliera de un subterráneo y es que por diferencia, la vida canción de amor; las maripo- —Er cuerpo humano se com- rio de billetes bajo s ualmoha- da. —Guarde esas pesetas, José —dijo con entereza. —Yo se las¡cora admirable y magnífica. doy. Sin embargo, lo que acababa —Pero, señorito de mi arma.,..|de oir le había afectado de tal ¿usté quie que yo me condene”?¡manera, que salió de la casa ¿No ve su mercé que su utsé no tambaleándose. Dijo unas pa- las toma, el padre cura no va allabras de resignación a la mu- quererme traé er Serñó? ljer del enfermo y fue a buscar le parecía en este momento, después de haber presentido la muerte, de haberla rozado, una —Sí; le traerá el Señor, por- el coche que dejara a la som- que yo mismo hablaré con él y bra de unos árboles. le diré que usted ha restituído. |- Es decir, que usted ha deveulto¡hombre muy comprensivo, Bernardo le seguía. Era un de ese dinero. Y como el dinero esjun gran talento natural, inteli- mío y puedo hacer de él lo que¡gentísimo y bueno; sin cambiar me venga en gana; yo tengo e!juna sola palabra con Rafael capricho de regalárselo a usetd y se lo regalo. Y a nadie le im; porta. De los ojos de José, hundidos en las cuencas como dos luces mortecinas, brotaron lágrimas de gratitud, las cuales se apre- suró a enjugar Rafael con el limpísimo pañuelo que tenía el enfermo sobre el emboso de la sábana. Bernardo se acercó al lecho, gravemente: —Ha hecho usté una arción de hombre honrao, tío José. No dijo nada más, pero era lo bastante. El elogio escueto de Bernardo valía para el tio José mucho más que el prolijo y pompos> discurso. —José, 6igame un moment- to: sólo deseo de usted un fa- vor, —Mándeme usté señorito. —Quisiera que firmara una ¡té y guervase con su compañía sabía que éste estaba muy tras tornado. Adivinaba qu necesi- taba estar solo para, recobrar mejor el perdido equii'brio: Y era conveniente deja, « enfien: tarse con los acontecimientos | en el sit» 10,0 y la quietud. —¿Viene usted, Bernardo? preguntó Rafael, volviéndose con la mano puesta ya en la poretzuela; E : Entre el boscaje, vio el cuadro pintoresco, antes de llegar: un cuadro que hubiera tentado sus aficiones artísticas y sus entu- saismos deportivos een cualquie ra otra ocasión. Rodeado con álamos co nho- ideal que forma «=1 arroyo bor- deando la finca, y que por su amplitud parece un lago y por su vegeación una selva. !Magní fico paisaje! Hay en torio él un esplendoroso atpiz esmeralda donde las flores se combinan en mil dibujos y formas. En es- ta ocasión, hay, además un ma gico concierto de ruiseñores. El macho eengarza sus endechas —milagro de flautas y de he- sos— entre el rumor caricioso del agua, mientras la hembra calienta de plumas y de amor raje no puede ser más ideal- mente delicioso. Música y poe- sía, fragancia le ilores mon- taraces, olor de tomillos y ma- - |dreselvas..... Los muchachos saltaron al Inachón que Javierito Guadave teras enriquecidos con la heren d loz tenía para facilitar la pesca jas de plata, está el remanso de los Duendes, lámina cristalina | dai interior que está viviendo su alma. Huye, da media vuel- ta, e instintivamente va a bus- car el brocal del viejo pozo don de un par de horas antes con- versaba con su dulce amiga. Y allí, én el paraje maravilloso, donde las bellas ruinas evóca- doras esparcen nostalgia y me- lancolía entre el verdor de su tapiz y el palio verde y dorado de su follaje, se sienta y hunde la cara entre sus manos, los co dos apoyados sobre las rodillas y piensa, piensa... ¿Con que él?...podía haber sido rico? ¿Conque su pobre ma drecita muerta, la dulce mujer heroica y abnegada, que cono- ció la escasez y la penuria, que sufrió las privaciones y el tra- bajo para que él, su niño, reci- biese una educcaión adecuada ta su calidad, pudo haber vivido , los huevecillos ¡el nido. El pa: en la opulencia o al menos en una desahogada medianía? ¿Conque estaba allí, en la casa de los Oraluces la fortuna del marqués don Nuño? 1Y fueron ellos, ellos...los .hor icia de doña Flora Canseco, quie pone der esófago, la faringe, el estómago, el ciego, el colon y el recto. El recto termina en el ano. sas blancas revolteaban Como copos de nieve en toron a'los nenúfares, el -arroyo corría bajo; la frando...... Rafael Torres-A- rias sintió de pronto que sus manos estaban mojadas, pero su corazón parceió latir con cicr to “alivio. Pudo. entonces decir con el poeta: Mil veces he bendecido a Dios, que nos dió llanto, Gabriel el de Rozalejo, maja unas yemas de huevos duros con los demás aditamentos del pazpacho andaluz en el gran dornillo de madera de álamo negro. Ajos, sal, migas de- pan, las yemas, aceite, vinagre...Y sobeo de maj ahasta dejar hien ligada y fina la pulpa color de rosa. Mientras: anda ocupado en tan interesante operación, no déscuida por eso Gabriel la di- ya superioridad y ventajas reto rección del servicio, puesto 4” nocía desesperado, aunque se como un general en jefe ordc-|hubiera dejado matar antes q' na y manda a los criados qu? confesarlo, y cuyas asiduidades ¡sirven el almucrzo a la concu-lcerca de aMría Luisa el vol- rrencia. vían loco desde que les vió tan Srbre..el césped, entra las a-|juntos y tan amarteladitos elfas y. los nenúfares qua ro- ¡(maldita fuera hasta la estam- ¡dean el charco de los Duendes, !pa del poeta) en el palco de la seado su mirada triunfante por la boquiabierta concurrencia, echando hacia tras la cabeza y sacando la barriga con un jacarandoso meneíto de caderas agregando tan poseído de su su biduría y de su gracia: —-!Qué tino! En esto andaban, con una de risas y de jolgorios que era .un encanto, cuando Celedonio Ru- bio, atraído por aquella violen- ta pasión que le inspiraba Ma- ría Luisa, más encendida cuan to más extremaba la dama sus desdenes, ardiendo en los ra- biosos celos que les inspiraba el guapo y elegante Rafael cu- —Si usté no me necesita, se-|cuando echaba los trasmallos y|M£S Compraron la casa de Sus Ise ha tendido un impoluto man magistratura la tarde de Jueves forito don Rafael, lo mejó será las barrederas. Habían armado Mayores y en ella encontraron que me vaya a Tumbalejo, por- que tengo allí argo que jacé, —Le llevaré en el coche. —¿Pa qué? Si yo puedo yegá antes que usté por la vereíta de Dueña; se va muy pronto. —Pero con el sol que cae. —Es so me conoce si fua pa- riente. Por mí no se paezca us- —Me sabe mal, Bernardo. relación escriia de todo cuento| —Guévase, señorito don Ra- acaba de contarme... —La firmars, señorito, El enfermo est¿ba ahora muy fatigado; se roatba en ele ja- deo penoso de su respiración. Rafael pensó que ya estaba to- do dicho y que el. enfermo lo que necesitaba era reposo, si- lencio y aire nuevo, pues el e- norme esfuerzo y la emoción de s urelato, le habían agotado. —Volveré oiro día, José.. US hen you gi fael que a mi el so no me daña y las cuestas tampoco, Y a más sabe su mercé que con la pa- una estrepitosa algazara. Las muchachas, riendo en piz o sen tadas a la orilla, entre las adel- aquel dinero que 'ojalá! se les [convirtiera en ceniza entre las manos vilés que lo. robaron... tel y allí se han congregado ¡Santo; llegó, como decimos, por [todos los excursionistas com el el carril del puente que cruza- ¡mejor humor del mundo y ape-¡ba la boca superior del reman- tity voraz. so, dando tumbos con su viejo Y se quedó tan satisfecho, pa-, leso es,.. robaron a un pobreci- to huérfano! ¿Conque por culpa de ellos había tenido que estu- diar, de limosna y vivir de ca- ridad en casa de su tío, el con- de de Guadaveloz? No es que le fas floridas, mirábanle bogar mientras cantaban: : En la aldea del Rocío ha puesto un bando el Alcalde Si,SÍmc.! .-.Paseaban por el charco, re-.. e mando expertamente. pesara, porque la generosidad _—!Que suban a bordo las nin Midalga de sus tios, jamás f gritó un remero, que si las |1 0hizo sentir. pero si ellos no, crónicas no mienten fué Pancra Otros si le ofendieron con sus se cio Luque. Las muchachas se negaron ciencia too se alcanza. —Está bien, Bernardo, pero desde la orilla. —No, no. Esas bromas, no. ya sabe que lo haría con mucho Sería seguro el remojón; en ta- gusto. —De sobra que lo sé, señori- to, y mu agradecido que le quejtar. do..Conque guen viaje, y a di- vertirse, : ==> CRISP NEW BILLS U. $. SAVINGS BONDS » Money is always Here's an appre- a most welcome ciated gift-that- gift. For a festivo, growsl Every personal touch three dollars in- present crisp new bills in a vested now in U. S. 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Y ellos, ellos mis- “mos, esos Carabancheles asque- rosos, !lcuánto no 1 ohabían vili ¡pendiado, de qué manera no ha El automóvil comenzó a des-|Vélez, ift-shop at the Valley Bank it takes only a moment 6Very person on your list will exclaim, “IY's just what | wanted!” No worry over sizes, colors or duplications! And kest of all, most of your Valley Bank remembrances will cóntinue to give pleasure long after this year's tinselled tree is just a memory. To make it easy for you to play Santa, here are six troublo-freo, sure-to-please ways to.say “Merry Christmas!” i bían gozado rebajándole, dicien —Oye, Lola, que eso es insul-|"“ , de 9 do a toda hora con aquél des- precio más oensivo que una bo- fetada, “era un pobretón que vi- vía de limosna, que de no ser por su tio estaría en un asilo o sería un golfo; y que minito no buscaba más dinero de don Bernabé”. !El dinero de don Ñernabé! ¡Qué ironías tan amargas tiene el destino! Conque, ¿el dinero de don Bernabé...? Ahora se ex- plicaba el odio instintivo que todos, menos Juanito Fachada, que era un infeliz, le profesa- ban en aqueella casa. Era esa aversión propia del criminal hacia su víctima. Y él era la víctima de los Carabancheles, !Ladrones! Bueno, ¿y Caminito, que lo sa bía todo,...Pero , ¿lo sabría to- do de vredad Caminito? Sabía! en efecto, que en los sítanos de su casa se había encontrado un cofre lleno de alhajas y dinero' y sabía....!cláro que lo sabía!.... ¡que era el famoso cofre del mar| qués don Nuño, puesto que e- lla fue quien leyó los papeles contenidos entre las joyas; y de; bía saber también que el here-! dero, la persona a quien en la actualidad pertenecía el hallaz- go era Rafael Torres-Arias. Ella; había hablado noblemente en el primer momento indicando la necesidad y la obligación de devolver...¿Cómo era que des- —“Dichoso aquel que tiene— la casa a “flote”— cantó Paco en Ca-, que el| bas) or two-—yet SAVINGS ACCOUNT A Savings Aa count is a practi- cal gift for any member of your family. Tie a spanking red bow around the pass book and colorful, leather-bound pués había callado, había sido steel coin bank, cómplice, había disfrutado de la fortuna :del pobre huérfano, GIFT CHECKS sin preocuparse de si era suyo o ED rad no el dinero que le proporciona E lomany giltprob- ba 1 asatisfacción de todos sus WE ES lems. Write yours on gaily-decorated Valley Bank Christmas Checks. You may be sure they']l re- ceive a cordial reception, costosos caprichos de niña rica! y mimada? ¿Había olvidado por ventura el episodio presen- ciado en su infancia, la habían engañado con una explicación plausible...o era una lad ona más, en la casa de Carabanchel, [que se comía a mansalva lo q' no era suyo, !Santo Cristo y que espina era lo que se le había clavado a Rafael con las revelacines de; ¿Todos?... No; Rafael ha asu dico por no dar un espectáculo perc bien sabe Dis que tiene las fauces secas y un nudo en la. garganta y que cada boca: > que traga es un cuplicio. Cono le dijo a María Lisa que le gruidase un siti) a su lado, "a dulce muchacha ha cumplido su promesa y por más que Ja- y.er ha. porfiado hasti huce;le evafesar ele seco0:o, no ha po- dido conseguir que falte a su palabra. —-'Ole! Así me gustan a mi las niñas, con formalidad y ver- guenza. Y se ha ha ido tan capiparejo , a buscar-a Cruz Zorrilla. El aspecto taciturno y hosco de Rafael no ha podido pasar inadvertido a: muchacha de tan! ¡dad de un mayordomo de servi- Icio en un palacio: “Ford” de turismo. Dejó el co- che en el puente y bajó a la ve ga del pinar bordeando la lagu na, avanzando hacia el esplén- dido triclino improvisado don- de “los excursionistas estaban dando buena cuenta del yantar Al avizorar al intruso, Gabriel tornó a suspender la operación que estaba haciendo en el dor- nillo y. alzó su voz solemne pa- ra anunciar con toda la digni- —!Buque a la vista! Lo que siguió a este grito de Gabriel, tiene muy dificil expli cación. Lo primero fue un azora miento general que se apoderó de todos y cada uno de los con currentes, estupefactos ante la audacia del escuchimizado mo- exquisita sensibilidad como Ma; ría Luisa y todos los esfuerzos; cete. Al verle avanzar por él ca mino d esirga, María Luisa se que él intenta hacer para disi-[echó a temblar como una per- mular su desastroso estado de ánimo, no la convencen, porq' nota en el mozo cierta violen- cia que no le ha conocido hasta ahora en su carcter sereno, ale- gre y ecuánime. Además está muy distraído, Por dos o tres veces le ha tenido: que repetir una, pregunta y aun así se ha '|quedado mirándola embobado, como si no comprendiese. —¿Qué te pasa Rafael? ¿Te sientes malo?? ¿Es que has te- nid oalgún disgusto?— se atre- ve a preguntarle, verdadera- mente inquieta. A él, parece molestarle esta asiduidad. Está muy irritable. | —?Malo? No...Un poco de ca-! lor...ci acaso... No te preocupes. —¿Es que. .estaba muy mali- to ese hombre? —Muy malito. Sí, eso es. —Entonces es que te has im- presionado— insiste, con una ansia .loca: de consolarle. —Sí, eso .será..Como no ten- go costumbre de rozar la muer- te...Y verdaderamente ese pobre José yo creo que no emparejará | los días. Anda, come y no te in- al final de la comida me pongo a tono. Pero María Luisa sentía que algo se había introducido co- rato antes tan llena de optimis¡ mo de luz, de Rafael, y sin po- der razonar el por qué, sentía ella misma que una, trisetza in- finita la ganaba como si las pesadumbres de aquel hombre fuesen suyas. !Era más tonta! Bien decía su padre que con a- quel prurito de padecer por to- dos, le iba a pasar lo que al al- calde de Tonama, que se murió de pena porque le sacaron-un lática, tomando su cara ese tin- te terroso del terror. Por muy lejos de ella y del momento ac- tual que s ehallase Rafael, su- mido en sus preocupaciones, fue solicitado bruscamente, de un golpe,, por el aspecto lamen table d la muchacha. Y enton- ces, se sintió ganado por una rabia salvaje, por una cólera inmensa: unió a los suyos los agravios que había recibido Ma ría Luisa y con la.sangre hir- viendo se levantó de un salto, sintiendo el comezón de apre- ¡tarle el gañote y hacerle salir Un palmo de lengua a aquel ¡a- drón, hijo de ladrones. Ya Ja- vier iba hacia él, decidido y se- reno, a pedirle cuenta de su in- trusión. —'Déjamelo por mi cuenta, Javier, que ése es para mí! — gritó Rafael apartando a su primo de un manotazo. —!Por Dios, Rafael, piensa lo que haces!-- imploró María Luisa, casi con lágrimas en la voz, temiendo ahora por el hom bre que sale a su defensa. Rafael se vuelve. Toda su “quietes por mi. Ya verás como preocupación ha huído; en sus ojos hay un fuego de ira mal ' contenida, pero para mirar a María Luisa en el momento en [que se vuelve al oír su adver- «mo una sombra en el alma, un¡tencia, asoma a las bonitas pu- pilas pardas algo tan dulce... tan delicado, tan tierno, que Ma ría Luisa no recuerda haber vis to nada igual en su vida. Co- mo un caballero de los anti- guos tiempos, que fuere 2 pe- lear por +*l honor de su dama, Rafael se lanza al palenque. —Oye, tú, sinverguenza... ¿Quién te ha dado permiso pa- ra poner los pies en esta finca? ¿A qué vienes aquí, zorro mal Viernes 23 de Diciembre de 1949. pensado? — le increpa Rafael buscando el motivo para satu- dirle una bofeteada. —A lo que a ti no te impol- ta— contestó Celedonio silban- do sus palavras como una culk« bra.—¿Eres tu aquí el amo pa- ra pedirme cuentas? —Como si lo fuera; porque no estoy dispuesto a consentir que des un paso más. —Eso, lo veremos. —Prueba. Se miran como dos tigres a punto de saltar. En la actitud de Celedonio hay astucia y re- celo, en la de Rafael la noble fiereza del león. Es un mucha- cho, éste, muy bien desarrolla- do fisicamenet, forjado en la gimnasia y el deporte, tiene los movimientos ágiles y certeros y se adivina que una puñada de su mano— aparentemente tan fina, tan bien cuidada, ca- si femenina— —debe ser terri- ble. Celedonio sospecha algo de eso y empieza a etmer por la integridad de su desmedrada personeja, aunque por culería, por tozudez, por amor propio, si gue desafiando osadamente. —A bien que tú —sigue Ra- fael con una ironía hiriente — lestás acostumbrado a invadir la ¡propiedad ajena; hasta en lo sa grado de los sentimientos de una mujer tratas de entrar sal- tando vallas, atropellando a la fuerza, como un ladrón! —'!Calla pordoisero: bramó —No, pordiosero no le he sido nunca, aunque tú y tu familia os nayáis secadu la companilla propalando a los cuatro vientos que mis tíos me educaban y me daban carrea “de limosna” Pue de que a ti te lo parezca así; a mi no, Porque lo que se da con amor, no es limosna; podrá ser ayuda, pero limosna que humi- lla y rebaja, no. Y por mucho dinero que hayan gastado en mi esos dos santos que se lla- man la condesa y el cond» (2 Guadaveloz, es mucho más, infi nitamente más cuantioso el cau dal de cariño que me dieron. Tanta fue, que yo me sentí querido como un hijo, y admi- tía “su limosna” con la confai- da indiferencia con que los hi- jos toman las dádivas de sus padres. Pero si no soy un pordio sero, que conste que no es porr culpa ae tus respetables papás que pusieron de su parte cuan- to estaba en su mano para de- ¡jarme reducido 2 la miseria. Un silencio ae sorpresa y del pasmo empezó a correr por el auditorio, la cosa se estaba po- niendo muy seria Allí, era evi- dente que había algo más que tun pique de amoríos... Celedo- nio demostró haber recibido el tiro en el blanco, porque, su voz cedió en arrogancia al pre: juntar, baibuceando: —¿Qué quieres decir? Lás co sas se dicen claras y a la cara. —Soy más caballero que tu y no quiero exponerte a la ver- guenza pública. De no ser así... y de no estar en medio...usa persona a...quien no quiero ha- cer sufrir, ya te diría yo con pe- los y señales... lo que, después de todo, sabes tú tan bien como yo. —Mientes... mienets. —No miento. De más sabes tá que no miento. —'!Embustero, farsante ! —¿Nadie de ustedes recuerda la historia de aquel cofre que el marqués don Nuño, mi ilus- tre antecesor, dejó en el palacio que hoy es propiedad de don Bernabé Rubio, y el cual se su- "pone qu efue a parar a manos de los franceses? Sí, ya veo que todos ustedes lo recuerdan. Pues bueno; este socio me ha tratado de embustero y aunque yo podría anonadarlo con una palabra, no es este el momento ni la ocasión; todo llegará, Pe- ro algo sí que es de justicia que yo diga y ese algo, es lo siguien te: ¿Como se explican ustedes que las alhajas que, según rela ciones escritas conservadas en las casas de Guadaveloz y Mom: peón, encerró el marqués don Nuño en el cofre, hayan sido lucidas por la madre y por...la familai de este cabailerete? —'Házmelo bueno, o te aho- go! — bramó Celeedonio. —'Ya lo creo! ¿N oestaba al- guno de ustedes en el palacio de Guadaveloz la noche que... cotejamos... unos anillos? ¿Có- mo estaba el anillo de la espo- sa de don Alvaro Huratdo de Mendoza en poder de... la fami lia de don Bernabé Rubio? —Oye, asaúra...— intervino Pancracio Luque, muy decidido —¿Y los pendientes que ha es- tao yevando tu madre... hasta esa noche, por cierto y»que son los mismos que yeva la dama retratada por Pantoja, antepasa da de Rafaeé, también los he- redó tu madre de Doña Flora? ¿Y el collar de perlas? ¿Y el brazelte de esmeraldas” Todas esas joyas se las han visto a tu madre todos los presentes.

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