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' ¡KH— o 1 “EL SOL” SEMANARIO PUPULAR INDEPENDIENTA El CANDELABRO ENTERR En tanto, los judios de Pera,!acumularon todos' su obscuro hacía tiempo ya que se entera. ¡rencor contra los hermanos ro- ron de la sentencia y orden del! emperadoró Pero había sido de masiado grande antes se seguri ded del milagro como para que pudiesen regocijarse del autori. zado retorno del candelabro. Era mucno, demasiado pelota eze solo cumpJimiento, para la manos. y contra Benjamín, falso mensajero; en verdad no bado a quien Dios no amaba, y emanaba de él amargura. Cuan do Marnefesh —era ya casi de noche— llegó por fin al oratorio demostráronle claramente su fetal demasía de su esperanza. |sentimiento indigrtado. No se” ¿Pues no había de encerrar nue |levantaron, como antes, respe- vamente un templo extraño a | tuosos, a su llegada, ni le sa- la Menorah, y elos mismos, no | ludaron; apartaron exprofeso 3u debían seguir errando y pere-¡mirada: ¡¡qué les importaba el civndo en el destierro y el ex-¡viejo judío de Roma! Era tan tranjero? No, no no era el car. dwisbro por el que se preocupa an, sino por su prop» destino. Istaban sentados como) venci. dos, abatidos y lenos de oculto |* encono. Oh, siempre engañaba la premesa; desatinado el que la creía, y los milagros gloriosa mente registrados en la Sagra- da Escritura y bellos en el cielo impotente como todos ellos, y Dios se fijaba tan poco en él como en su propio sino agobia. do. Benjamín advirtió de inmedia to lo irritante» de .ese silencio, sinti. lo cenagosa inquina sor- da de los que callaban apartan do la vista. Vió, afligido, cómo las miradas le huían bajo las de la lontananza, sólo irradia- frentes oblicuas, y la desilusión ban, desde los dias cercanos delde los demás le afectó como Dios como nubes de fuego, pPerojuna culpa propia. Rogó al supe-. nunca volvieron a bajarse has-|rior que advirtiese a los demás ta su vida, diaria. Dios se OlVi-|¿e que tenía aún una palabra daba de su pueblo, dejó a l0S[que decir a la comunidad y el jue otrora eligera, indiferente- mente, solos en esu aflicción y angustia. No despertó más pro fetas que hablaban en su nom bre; era insensato, pues creer mas, no seguían ayunando Per manecían indolentes en los rin- cones y masticaban con labios amargados panes con cebollas. Y ahora, que la espera del mila gro no iluminaba mhás sus mi radas y no resplandecía más en sus frente, volvieron a ser los pequeños, míseros hombres, que hab¿an sido antes, judios po- bres y oprimidos, y sus pensa- mientos que acababan de er - gunirse grandes y potentes ha cia Dios, eran de nueva, estre- chos y menudos como su “vida diaria. Rezongaban y calcula- ban y se quejaban- unos a otros, porque habían hecho el largo y costoso viaje. Y les pesaban losvesidos buenos que habían gastado en el camino, los nego cios que habían dejado esca. par y el tiempo que habían per dido. Temían de antemtno re- gresar a la burla de los incréud los y la discordia y disputa de las mujeres que les aguardaban Y como el corazón del hombre siempre se torna más furioso € contra aquel que primero lo ani mara y luego la rechaza, desen. gañado, a la propia estrechez, |¡P a la propia estrechez, superior hizo según se voluntad Contrariados y a disgusto, alzá banse las cabezas masticantes,. ¿Qué podía decirles todavía el ¡jextraño, el de falsa promesa? en signos inseguros y esperar|y, sin embargo, apoderóse de - milagros y cambios.ó Los judios ellos la compasión, cuando sE en el oratorio de Pera no oraban | ron al archiviejo que, apoyado en el bastón, se levantó fatigoso de su asiento; no se enderezó del todo, sino que se quedó in clinado, como encorvado, el de más edad entre todos ante su enmudecer. Esfuerzo costóle ha blar: —He venido otra vez, herma nos, para despedirme de voso- tros, y también para humillar- me delante vuestro, pues a pe sar mío cargué un peso sobre vuestras almas. Bien sabéis que fuí a disgusto al emperador, pe ro, ¿como había de resistiros cuando vosotros mismos me lo reclamasteis? Cuando niño. aún me: llevaron los viejos de ese modo a su peregrinación, arran ADO preguntéis por mí! No nombréis más al que era el equivocado. su!Y esperad con gran pacieencia hasta que por fin surja el que; era sino un amargamente pro-|en al candelabro. verdad libertará al pueblo Tres veces inclinóse el ancia! no ante la comunidad como un culpable que reconoce su faitaj Tres veces golpeó el pecho con su, débil mano izquierda —la otra, la destrozada, colgaba ina nimada y vaciía— luego se en- drezó y atravesó el espacio has ta la puerta. Nadie se movía, nadie le contestó. Sólo Joaquin recoddando su deber de apoyar al anciano, corió tras de él has ta el dintel. Pero Bénjamín lo apartó perentoriamenete: —Regresa a Roma, y si pre- guntan por mí, diles que Benja mín Marnefesh no está más y que no ha sido el señalado. Que olviden mi nombre y no recen ninguna plegaria de mi recorda ción. Quiero estar muerto vor encima de mi muerte y perdido de la memoria de los hombresé Pero tú, vete en paz, y no te ¡preocupes más por mí! Obediente se quedó Joaquin en el umbraló Lo miró tranquilo y se sorprendió de que el ancia no, penosamente apoyado en su bastón, marchase torpe por la lextraña caleja angosta en direc ción al. camino, que ascendía a las colinas. Pero. no se atrevió a seguirle y, por eso, solo mira ba fijamente hasta quse la en- corvada figura se perdía del to- ¡ao en la sombra. Xxx Aquella noche, a los ochenta y ocho años de edad, disputaba Benjamín, que siempre había sido tranquilo y serignado, por primera vez con Dios. Con el corazón apretado había atrave sado las estrechas callejuelas angulosas de Pera, sin saber él mismo adónde se dirigía. Sólo deseaba huir con su verguenza adiente por haber despertado en el pueblo esperanzas excesi vas quería esconderse en un per dido rincón cualquiera, donde nadie le conociese y donde pu- caron del sueño al que no sabía y no quería. y siempre decían y persagiaban que el sentido de mi vida, rescatar el candelabro Creedme, hermanos, es terrible ser uno a quien Dios llama siempre y. no escucha nunca, a quien atrae con signos que ja más cumple. Sería mejor que tal ser permanezca siempre en la penumbra y que nadie lo diera morir como un animal en agonía. “No era mi culpa”, se repetía de continuo murmuran. do, ¿por qué me cargaron a mi la expectación del milagro? ¿ Por qué me buscaban, por qué me tentaron? Pero no le calmó su propio consuelo, y el temcr le que alguien pudiese seguirle, le arrojaba más y más lejos. Hacía rato ya que se cansaban Hee e e pe la frente arrugada y le co!que había alzado recientemente rría salado y amargo por los la 'y cayó sobre él un cansancio, Viernes 25 de Febrero de 1949. o a. ct fñal de luz, una chispita y dos más y más, sus llamas fugiti- nada más, inseguros, como fue. vas pestañeaban maliciosas y (bios y la barba. El corazón ator «mentado martillaba violenta. ¡mente el pecho adolorido, pero como un perseguido trepaba el viejo, apoyado en su bastón, el camino escarpádo que condu. cía del enjambre de casas has ta las colinoas y el campo abier to. Con solo no ver más hom- bres y no ser visto por nadie Estar dejos de casas y hogares, perdido para siempre, olvidado, y libre, por fin, de la eterna ilu. sión de la salvación! Así llegó el anciano tamba- leante —se arastraba como un |beodo— por fín a la altura, al pansaje quebrado scbre la ciu- dad y allá, en el vacio, apoyado ¡en un pino que daba sombra y que (él lo ignoraba) hacía guar dia a una tumba, se detuvo con el corazón que se paraba., y res piró. La noche meridional brilla ba límpida, claro tendíase el ¿mar de plata escamada, un pez enorme y retorcido como una víbora parecía el cercano arco del “Cuerno de Oro”. Del otro lado de la bahía dormía Bizan. cio en la blanca luz de la luna, con sus cúpulas y torres resplan decientes. Sólo de tarde en tar las refulgía una luz en el puer la medianoche y no quedaba despierto ya sonido alguno del saba el viento con ligero sonido por. los viñedos, y cada vez se desprendían hojas mustias de tacaer al suelo. Cerca de allí un cansancio infinito. De pron- to sintió un azul aturdimiento en las sienes y al mismo tiem- po un dolor y una inseguridad en el pie y en la rodilla; sin q' lo quisiera o supiera, cayó en dulce desmayo y se dejó cuer pesado y liviano al mismo tiem po, como si se hubiera desan- grado. Pero percibió esa debili dad como un goce. “Esa es la muerte”, pensó agracido, “Dios me escuchó”, y devcoto y tran- quilo posó la cabeza sobre la tierra que otoñalmente olía a cosa perecedera. “Debía haber. me puesto la chamarreta mor- tuaria”, reocrdó aún vagamente pero ya estaba demasiado can sado, y solo se envolvió más es trechamente, inconsciente, en su manto. Luego cerró los. ojos y esperó con confianza a la muerte solicitada. gos, fatuos en la obscuridad:. “Hay que seguirle”, murmuró, “aunque sea un fuego fatuo. Quizás en el fuego pequeño pueda encenderse otro grande. Hay que ir a buscarla, la luz”.' Yen el sueño olvidó Benjamín ' que sus miembros eran viejos y decrépitos. Como un niño, á- gil y alado, corrió con pie ligero para agarrar la luz. Se abrió ca mino, violentamente, entre la masa descontenta y sombria del pueblo que se apartó de él mali iciosamente desconfiada. “Pero mirad la luz, la luz allá lejos”, les gritó consolador. Mas, con la frente inclinada y con el al- ma acongojada seguían, -roncos y romos, los oprimidos; no la vieron, la luz lejana; quizás sus ojos ya estaban ciegos de lágrimas y sus corazones tulli dos de la miseria demasiado Pero no legó hasta Benjamin, el amargamente probado, la' ,|muerte en aquelal noche. Só:o abrazó suave y estrechamente un sueño al cuerpo cansado y le; corriente. Pero él notó clara y cada vez más clara la luz, siete chispas pequeñas, que estaban suspendidas en el aire una al llenó la mirada interior con imá lado de la otra, y ahora que co- to, pues había pasado mucho ya , trajinar terreno. Pero arriba pa-' genes y visiones. Irría y llegaba más cerca y cer Este era el sueño que sintió “2 (Ya retumbaba su coraz. m) Benjamín en aquella noche de|"econoció. que debía de ser un su última prueba: Volvió a ca- minar a lientas y fugitivo, cn! ¡ese Sueño, por las estrechas sor das, obscurecidas calejuelas de Pera; su obscuridad era más profunda aún que antes, y era negro y cubierto el cielo sobree las alturas y las cimas. Y hasta temente contra el pecho Obando! oía pasos tras de si, y otra vez. debía haber, el algunap arte, | era presa del temor, como an- lagares o depósitos, pues cuan. do cesaba el viento, sentiase un olor harto y agrillo, olor de fu- gacidad; y con las ventanas de la nariz temblorosas aspiraba el anciano cansado y el húmedo vaho pútrido: ¡Oh, hacerse él mismo polvo, oh, caer el mismo como esas hojas revolteantes. irse y perecer! Oh, no tener que volver, no tener que estar de [suda en tensión y martirirzase quedar finalmente libre de la propia carga!. Y cuando enton- ces el silencio lo agobió podero ” ¡llas de las mujeres, y el pie samente y tuvo la certeza de su soledad, vencióle un ind..mifo anhelo de tranquilidad eterna, y en medio del silencio elevó su voz a Dios, mitad acusando, mitadorando: tir! ¿para qué sigo viviendo, ¡inútil y carga para los demás? ¿Por qué me conservas sabiendo que no lo deseo más? He engedrado hijos, sete, varoniles y sedientes tes, de qune alguno pudiera seguirle, y nuevamente huía. Pero quedaban los pasos, delan te suyo, detrás y ahora también en todas partes del pasado, va- cío y negro campo. No podía ver quiénes eran los que cami. naban a su derecha e izquierda, delante y detrás suyo, pero debían de ser muchos, un tropel de gente, un gran tropel cami- nando; distinguía los pesados pasos de los hombres y los más livianos .con tintineo de presi. casi alado de los niños. Debía de ser un pueblo entero el que cruzaba la metálica noche sin luna, un pueblo triste, abatido, “Señor, quiero mo,Pues “continuamente sal:an de sus filas invisibles sordos queji- para mi mismo y burla|dos, murmullos y gritos, y él sintió que de buen seguro ya caminaban así desde tiempos inmemoriales, cansados desde hacía mucho ya de la obligada de vida como uno y, sin embar- | peregrinación y de la ignoran- go, eché, po el padre, tierra so|tia de la meta. “¿Quién es este¡ bre sus siete sepulcros. He ha-|pueblo perdido?” oyóse pregun' bías dado un ieto, juvenil y clajtar a si mismo. ¿Por qué está | ro, ignorante aún qel goce de ¡cubierto el cielo para él, precisa | las mujeres y de la dulzura de la vida, pero los herejes lo gol pearon duramente no quiso mo mente para él? ¿Por qué se le niega a él, a él solo, un descan so?” Pero no sospechó en su rir, no, morir no; durante cuatro | sueño quiénes eran esos cami. dias luchó herido contra la [nantes y, no obstante, se adue muerte, y no obstante, tú lo to-|ño fraternalmente de él la com candelabro de siete brazos, que alimentaba y sostenía esas lla. mitas. Pero este candelabro — aún no lo vió— tampoco perma necía quieto, él también cami- naba como aquellos que atrave- saban la obscuridad, misteriosa mente e impelidos por un mal las vides cosechadas y revoltea len el sueño volvió a estremeser |viento y por eso no brillaban ¡ban despacio y silenciosas has|se, y su corazón golpeaba fuer- las lamas volanderas quietas y derechas, por eso no iluminaron pequeñas. “Hay que agarrarlo hay que hacerlo estarse quieto al candelabro”, pensó en sueños mientras su propia imagen so. fiada corría y corría. “pues cuan claramente brillaría si €s tuviera en paz y reposo. Como florecería y obraría este pueblo probado, si tuviera una patri¿ y descanso!” Corrió a ciegas, y era como un vuelo! cada vez se acercaba más al candelabro, ya vió el tallo dorado y los brazos levantados y en los siete capite les de oro los siete llamas, cada una abatida por el viento que elevaba a ese candelabro impe tuosamente por tierras y montes y mares.” ¡¡Quédate!, gemía tras suyo. “El pueblo perece, necesita del consuelo de la luz. No puede ambular —eternamer te en las tinieblas”, Pero el can taimadas. Entonces el que Co. *' Irría fué presa de ira; reunió sus - últimas fuerzas, su corazón gol :peó como un martillo y con un 'salto alcanzó al fugitivo para .' lagarrarlo con el puño. Ya sin! un mano fuertemente el frío metal, ya agarró, ya tenía el troncop esado —cuando cayó potentemente un trueno y Cru= jió dolorosamente el brazo dá hecho. Y en el propio grito millares de veces la queja * brante del pueblo: - “¡¡Perdido! Perdido para siempre!” Pero he aqui que se apaciguó la tempestad, y grande y recto flotaba de repente el candelabro y se detuvo en. su vuelo. Quedó suspenso en el aire tan quieto y ; derecho como sobre un funda. mento férreo. Sus siete llamas, abatidas hasta ahora por la fu ga trémola del viento, se desple garon dorados y empezaron a iluminar y a brillar. Alumbra. ban cada vez con más fuerza; paulatinamente aclaraba su bri llo dorado a la profundidad. Y cuando elcaído levantó la mira da confuso hatia aquellos que caminaban tras suyo en la obs. curidad, ya no era noche en el mundo sin caminos y no estaba más el pueblo peregrino. Contnuará la semana entrante SE ARREGLA: INCOME TAX. y Oontadnpla [servicio de Negocios en Phiux sino que condeaban inseguras YA Precio Razonable Desde las 5 P.M. 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He vivido ochenta y ocho años, ochenta y ocho años he esperado en vano que hubiera un sentido en mi duración, y q' surgiera una acción de mi fide- pasión; más que la sonora que- aj aflijianle las lágrimas, el anhelo y los gemidos en el es... pacio invisible. El inconsciente murmur..: “No se puede ir eter. namente así, siempre en la pe- nmbra y desconociendo el cami no. Ningún pueblo puede- vivir así, sinshogar y meta, caminan do y sin patria y rodeado eter- namente de peligros. Habría q' encenderle una luz, señalarle un camino, de lo contrario se amilanaría y se apagaría ese pueblo atosigado y perdido. Al. guno habría que conducirlo y Número 5 al Oeste de Adams Teléfono: 21552 Phoenix, Arizona UNION CLEAMERS NATALIO VELAZQUEZ, Propietario, Se Recoje y Entrega a Domicilio, llamando al tel.; 4-3519 lidad hacia Ti. Pero ahora estoy | llevarlo e iluminar su camino. cansado, Señor, no quiero, no ¡Hasta que encontrara una luz; puedo más. Señor, haz un final! Luna luz es lo que necesita”. ¡Señor, déjame morir! Le ardían los ojos del dolor, En alta voz rogaba y rezaba|tal era la compasión que sintió el viejo, anhelante elevó la mi-| por ese pueblo perdido que atra rada hacia el cielo que brilaba |vesaba la silenciosa noche ace- apasionado con sus estrellas Y|chadora, quejándose en voz ba. 1017 Este de la Calle Jefferson resplandecía con la luz despa- rramada por las mismas. Así ja, y desalentado ya. Pero cuan do midió desesperado la lejanía DE A => Now as never before, little economies are taking on new importance. Whenever you send money- permanecía y esperaba el ar-|parecía que en el extremo bor- ciano si Dios le replicaba por|de de lo que alcanzaba su vista primera vez. Esperaba paciente [brillaba ya una débil claridad, OTIS VELE USTE if you have no checking account-economize by sending low-cost Valley Bank Money Orders! They're easy to buy, safe to send, and surprisingly economical. 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