El Sol Newspaper, December 3, 1948, Page 4

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De La Jude —Yo estoy persuadida de que no me ahréis cometer una mala acción, “Estas sencillas palabras pare cieron producir una -viva impre sión en Marcelo. —Os doy mi palabra— dijo con voz lentamente alterada. Y seguidamente levantóse y ofreció el brazo a. Bibí. —¿Os sentís con fuerzazs pa.. ra volver al salón? —preguntó. —Si... pero no para permane- cer en él— contestó Bibí,—aho. ra que me habéis ofrecido vues tra amistad me parecería ofen= deros si permaneciese un minu to máster esta: casa. —¿Y cuando os volveré a ver, Bibí? Ella se estrechó al brazo de él como si tuviese frío, y baja- ron la escalera espléndidamen te iluminada y llena de flores. | —¡Ah! ¿sois capitán?— dijo Bibí con el acento juguetón «de una niña,— perdonad entonces Ími ignorancia por haberos lla. mado teniente. El oficial sonrió. —Nada se ha perdido, queri- da mía— exclamó,— por lo de_ más, para vos, desde ahora en adelante no seré más que eel a- migo Marcelo. XI El conde Mario Ariani, des_ pués de su conversación con la condesa Delmonte, había vuel- to a su casa de bastante may ¡haber cerrado la “puerta y baja- do el portier, fué a sentarse ¡frente a, él. —Estoy. a vuestras órdenes, ¡señor conde. |” Este hizo un movimiento de impaciencia. —No son mis órdenes, sino mis deseos: yo no te trato como amo, sino como igual. Tu fide lidad y tu afecto lo merecen. —¿Qué queréis entonces. de mi?—preguntó Paula, cuya res petuosa voz ocultaba mal un sordo acento de ironía. El conde bajó la suya. —Precisa que volvamos un momento al pasado,— dijo. Paula se estremeció de pies a cabeza, y mirando al conde co_ -— SEMANARIO POPM_.R INDEPENDIENTE : particulares obscuros arrojaron ¿en ella un terror, una turbación: ¡diferente a la de antes. : —i¡Oh, llo recuerdo! — inte. ,"rumpió con triste expresión - el ¡conde.— Y todavía me. parece «verte comparecer en el umbral de mi cámara para decirme que ¡Renata quería hablarme. Tengo ¡Siempre presente aquella esce_ (na, Cuando entré en el subterrá neo e hice resonar sobre las | frías y húmedas piedras del pa ¡Vimento mi pesado paso, Rena, ta, que se mantenía de rodillas, .delante del crucifijo, se arras- ¡tró a mis pies mirándome supli; cante con los ojos llenos de 1á_ grimas. —¿Tú has querido verme, hi.; ja mía?— la dije levantándola —pues bien, ¿qué quereis,ha_ bla? | —i¡Perdón, padre, perdón!— exclamó entre sollozos.— Yo te he ofendido, mientras tú trata bas de salvar mi alma de los ¡artificios del demonio, | —¿Estas segura ahora de q' aquel hebreo, al cual peretene- leiste, era un hereje, un demo_ nio que te hubiera arrastrado al infierno? —Si, padre mio, sí; pero tú me protegerás, ¿no es verdad? 1 —Y yo os aconsejo abandonar; rtantás indágacionés;, "pues segu- raméente el hebreo hábHa' aban | donado: -'14“cludad bajo "ún nom "bre' aflso, “y “vuestro” interés 'en saber noticias de él' podía des_ pertar sospechas. ¿Y para” todo eso me habéis llamado? —¿No hay más? El conde Mario se apretaba las sienes con las manos. —Recuerdo siempre las pala. bras de aquel hombre— bálbu_ ceó. —¿De qué hombre? — pre guntó Paula sorprendida. —Del hebreo Florencio. —¿Qué os dijo? —Que la criatura de Renata llegaría a ser un día instrumen to de mi castigo. ¡Ah! ¿Por que te dejaste robar aquella niña, Paula? Los ojos “de'ésta se inflama. ronde cólera. —¡Ah! vos sois muy valiente; —exclamó. — Hubiera querido veros en mi puesto. —Pero, en el peor de los casos yo le hubiéra arrojado entre sus brazos un cadáver. —Paula se puso livida. —No tengo tanto valor. —El conde Mario sonrió sar- dónicamente. Viernes a todavía más. —¿Acaso basta eso? —dijo con sarcasmo— El conde no es ya un muchacho, y no podéis obrar con él como con Renata, 3 de Noviembre de 1948. La mirada de Paula se animó: guir' respetuosamente al conde. —¿Qué queréis?— preguntó acercándose a la puerta. —Han traído una carta'para vos, señora Paula. y La mujer hizo un gesto de Si le amenazaseis también con viva sorpresa y abrió inmediata la pérdida de su alma no se es pantaría; estad seguro. El conde Mario hizo un ade- mán como para detener las pa labras en la boca de Paula. —¿Y es este el consejo que me das? á —¿Y qué queréis que haga yo? dirigiros a la condesa Del_ monte. —Ya lo he hecho — murmuró el conde. —¿Y bien? —Clara no es mujer capaz de luchar cón su hijo. —Os engañáis. La condesa Clara tiene una de esas natura lezas que no se doblegan, y es demasiado ferviente católica pa ya permitir que su único hijo ES Case con una hebrea. A me- nos que... —Adelante. —Vos no hayáis dado motivos tales der econocer a la condesa, ' que ella, por odio hacia vos, de je cumplir un sacrilegio. ' mente. El criado estaba delante . de ella con los ojos bajos y. un pliego en la mano. a —¿Quién la ha traido? — preguntó tomando aquel pliego y recorriendo con los ojos el so ¡brescrito de caracteres gruesos (desconocidos de ella. eS ' —Un muchacho que ha parti do en seguida. A —¿No te ha dicho quien” le enviaba? / —No. 3d —Está bien, gracias; puedes retirarte. —¿No mandáis otra cosa, se fora Paula? . —No, no. Y dió con la puerta en las narices al criado, y siempre vol viendo el pliego entre las'ma_ nos, volvió junto al costurero. — ¿Quién puede escribirme? —dijo en voz alta.” : Desdóblado el pliego con, ade ¡mán agitado y febril recorrió —Estáis loca; la condesa Cla con la mirada las primeras li- mo si quisiera comérselo a ra y yo estamos en la mejor ar!neas, y lanzando un grito Sofo —Mañana mismo si quieres; humor. Seguía habitando en su los ojos, preguntó: Con me lo pido en nombre de mamá —¿Tú? estaré en casa toda la tarde en palacio en las cercanías de San compañía de Manfrina. Ita Cruz; aquel palacio solemne —¿No. teméis que Héctor se y triste, despertada al verlo las muestre celoso si me ve alguna más+melancólicas y lúgubres vez en vuestra casa? Ideas, —Podéis estar tranquilo— di_¡ El conde Mario subió a su cá jo tristemente Bibí— Héctor no|mará seguido de un criado de .se cuida para nada de las per-|rostro compungido y grave, que sonas que recibo y se alegra parecía un excura; y apenas cuando me encuentra acompa._.| hubo soltado la capa, dijo brus fiada, ya que si estoy sola le ¡camente, sin volverse: pongo demasiado triste: con mi; —Ve a llamar a Paula. melancolía. El doméstico se inclinó y sa_ Así hablando, Marcelo y Bibí lió de espaldas. El conde Mario habían abandonado el salonci.'se quitó el gabán, se arrojó bu- to, y subido la breve gradería. La atmósfera era sofocante, la orgía llegaba a su colmo: la escena imposible de describirse por completo, hombres y muje. res, arojados sobre los divanes o tendidos sobre la alfombra, en medio de botellas vacías, ro- tas, hacía un ruido infernal. Unos aullaban, se reían, se agi_ taban, otros roncaban durmien do el sueño pesado de la em. briaguez. z El rostro de Bibí se puso ta_ citurno y pensativo; en el de Marcélo apareció una expresión de profunda náusea. Su aparición fué acogida por un viva frenético, infernal; pe- ro nadie se movió de su sitio. —¡Oh! vámonos, os lo ruego. —murmuró vivafhente Bibí al oído del joven oficial. Este la arrastró súbitamente criado llevó al oficial la capa, y a Bibí un amplio chal en que hacia la antecámara donde un envolvió su débil cuerpecito. —¿Habrá algún carruaje a la puerta?— preguntó Marcelo al criado. —Sí, mi capitán, nunca fal_ _ tan cuando hay fiesta en casa de la señora. —Vamos, pues, Bibí. VALLEY NATIONAL BANK k TWENTY-SEVEN FRIENDLY CONVENIENT OFFICES IN ARIZONA *X > 2% MEMBER FEDERAL DEPOSIT INSURANCE CORPORATION fonda sobre un sillón y con las piernas cruzadas, el codo apoya do sobre las rodillas y apoyán dose la mano en 1 afrente pare_ : ció por unos instantes absorver se en una profunda meditación Pero súbitamente alzó la cabeza cuando oyó el ligero rumor de la puerta que se abría. Era Paula, la mantigua aya de Renata. B Losaños trancurridos no :ha- bían producido ningún cambio en aquella figura cruel de mu. jer, de estatura imponente, cu- yos sutiles labios no sonreían jamás, cuyas vivísimas pupilas parecían en algunos momentos dos carbones encendidos y te_ nían la fosforescencia de las pu pilas de los gatos. Su paso lento y acompasado resonaba sobre el alfombra pro duciendo un eco extraño que —¿Nos amenaza quizás al. gún peligro? —No, espero que no;- pero es preciso prevenirlo todo. Paula se encogió de hombros —Veo que no sois razonable... ¿Quk teméis? Todo -lo que he_ mos hecho ha resultado supe- rior a nuestros propósitos. ¿Os acordáis de aquella noche en _ que encerramos a Renata en el subterráneo? —Calla,calla — murmuró el conde Mario girando 'una mira da sospechosa en torno de si. —¿Quién queréis que os es_ ¡cuche? Estamos solos: por otra parte, vos mismo lo habéis di. cho, precisa volver al pasado para defender el. porvenir. Las palabras de Paula sona_ ron tan llenas de sarcasmo a los oídos del conde Mario, que éste se agitó sobre el sillón re- chinando los dientes. —Adelante, pues— dijo, —q' yo me explicaré. —Durante más de un año he so Paula,— pero poco a poco ella adquirió momentos de tran quila lucidez, y nosotros nos a- provechamos para hacer lal co_ media, que si el mundo la cono¡ ciese, la calificaría de infame. ¿Os acordáis de los libros que* procuramos a Renata? No eran mos desesperado de la curación '. del cerebro de Renata— repu. | que se me ha aparecido y me, ha dicho que no me reuniré con lella, que no me perdonará sino jel día que tú me hayas perdo. nado. Si, para atraerla a nosotros —añadió Paula con voz som_ bría, mientras el conde tomaba aliento; — evocamos también los nombres de los muertos, y nuestras tentavisa tuvieron completo éxito, y la condesa Clara Delmonte nos ayudó a cumplir la obra. —Sí, fué ella quien.nos acon- sejó hacer viajar a Renata; quien nos dijo como un nuevo ¡amor habría acabado por redi_ mir a 1 ajoven y hacerla olvi.- dar lo pasado, ahogándole la memoria. | —Pero esa memoria a veces lresucita—exclamó el conde con ¡las mejillas inflamadas, —Re_ nata ahora lo recuerda todo. —Me lo habéis dicho ya, pero —¡Yo!— contestó fieramente |monía. Paula, a la que la pisa del con. de exasperó én sumo. grado. —Vaya— dijo lentamente el aristócrata, — ¿te olvidas de q' un día fuiste acusada: dé infan- ticido? Los ojos dé: Paula se dilataron | horriblemente; “su brazo $e ex_ tendió, como si quisiera recha- zar una terrible visión; sus la_ bios temblaron convulsos, sin fuerzas para pronunciar una te. —¿Por qué enetonces os diir gis a mi?— exclamó. —Me parece, conde, que hoy no tenéis el cerebro en su pues_ to. —Paula— gritó el gentilhom bre agitándose. Esta no pareció inquietarse por su mirada amenazadora y revolviéndose Tiacia el conde, Paula se levantaó bruscamen! —Perdonádme— dijo con dul zura.— No hablemos más. Qui: zás. tengas razón; me alarmo de masiado pronto. Si Florencio vi viera, no hubiera esperado tan tos años para vengarse; hubie_ ra cómparecido cuando Renata dió la mano de esposa al duque Santamaría. ¿No. te parece? Paula no se. habla reepfiesto *| palabra: z excluamó: El con de Mario vió aquella] —¿No digo nerr> 1 verdad? alteración y 5e espantó. ¿Me habéis moles'ado para e- sas necedades..? ¿2 tra cosa? —No. —Mejor es así; puedo retirar- ¡me, y si queréis un consejo, pro ¡curad dormir, y veéris como al despertar, todas las locas visio nes habrán desaparecido. El' conde no contestó. Paula salió de la cámara, atravesó rá O €¿Ccurre O_ añadiréis también que vuestra todavía de su emoción y se'li-¡pida el saloncito del corredor hija odia ahora, más que no mitó a hacer un signo, afirma. ¡y penetró en su estancia, de la haya amado, a aquel condena do hebreo. : —Es verdad; pero algo me dice que corremos peligro. —¿Cuál? —No lo sé; pero temo que Re nata nos acuse al duque de que le hemos engañado. —No, no se atrevería jamás —dijo Paula con voz sombría. tivo de cabeza... +: En conde prosiguio. —Pero no es sólo Renata la que en este momento-me preo- cupa; es también Marcelo, el en él; dejó caer su cabeza en-|sa. Este acto impidió“ hijo de la condesa Delmonte.. ¡cual cerró violentamente la puerta. Y como se sintiese aba tida, fué a sentarse junto a un costurero, y apoyando los codos tre las manos. Paula dirigió una singular | Entonces hubiéranse visto, cado, se desplomó sobre la si_ ¡Ua, sin voz, con los ojos átóni= ¡tos, los brazos colgantes. | Pero, reponéndose casi súbita ¡mente, recogió el pliego que ha bía caido sobre la mesa y em_ pezó a leerlo atentamente te- miendo engañarse, creyendo so far. . 8 í El pliego contenía estas l_. neas; |” “Si queréis conocer los parti. ¡Culares del delito cometiod' en [la posada del Diluvio y saber en que manos ha caído el. Stor._ pio que tanto os apremia,''1le. 'gaos esta noche, a las diez. 'a la ¡Judería. Una: mujer os saldrá, al encuentro en lal plazoleta de la Fraternidad pidiéndoos “noticias de Julia Lamberti. Responde_ réis: “No es ya la Cigarra”. Es la palabra convenida. Si no ve- nis, o habláis a alguno de este pliego, la máscara que' habéis llevado hasta ahora sobre-el rostro caerá, y no volveréis a ver nunca más al Storpio.”'"“' Y más abajo estas misterio. sas palabras: “Hág: , A La cabeza de PO Cs hasta tocar el borde de Ja: me- ( e se- descubriesen dos gruesas lágri 'mas que brota="on da ens ojos y mirada al conde y esperó que [con sorpresa, las lágrimas -co-¡corrieron a lo largo de sus me. se explicara. rrer a través de sus dedos, y to_ —Figúrate — añadió el aris_¡do su cuerpo sacudirse en tre- jillas. —¿Quién es ese que me escr).. más que historias de jóvenes parecía hacer correr un temblor obesas, jóveñes condenadas por en las venas del conde. —Renata ama a su marido, ado tócrata,— que Marcelo se ha ra a su hijo, y sabe que su des- encaprichado de unar ica he- honra caería sobre ellos. mendas : convulsiones. be, que conoce mi verdadero De pronto alzó la cabeza y en!nombre, que ha descubierto mi ugó precipitadamente los ojos|terrible secreto?— murmuró. — —¿Me habéis llamado? —Sí, siéntate, Paula, he de hablarte. —Esperad a que cierre la puerta. No me fío de Anselmo. Un breve silencio siguió a es tas palabras. El conde Mario no se movió EXTERMIN que habían pertenecido al dia- armonía con lo que se rumiaba en el cerebro de Renata, la cual acabó por creerse una de esas jóvenes endemoniadas; — aque_ llos obscuros misterios que se desarrollaban por posesión dia lde su sillón. Paula, después de¡bólica de aquellas jóvenes, los TÉ the “BUDGET BUG” with a Personal Loan! ES The “Budget Bug” is a troublesome little pest that pops up eats large holes in your financial plans! Emergencies often bring these little critters out in swarms. lf you are-harassed by “Budget Bugs,” you'll be glad to know that the quickest, most practical and eco- nomical “exterminator” is a low-cost personal loan from the Valley National Bank! 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Florencio no hu comparecer; ha muerto. ¡ —Tú sabes que todas mis ¿pee brea, de la baroneesita Lucian: Los labios sutiles y débiles de Paula se contrajeron, sus ojos centellearon: —¿El conde Marcelo quiere casarse con ella?— preguntó vivamente. . —Esto no, jamás— grito; — jamás mientras yo viva. —¿Sois vos quien os opon. dréis? * —Yo, si. —¿ Y: con qué derecho? El conde balbuceaba. —Marcelo es mi: ahijado. A | Ingrese ALIANZA HISPANO" La: Alianzá' Hispano :Americant'<és: la Sociedad Fraternal de la Raza. La A- lianza expide pólizas de seguro pará toda la familia a precios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños. ¿Quiere Usted Verdaderos Antofitos Mexicanos? LA CASITA | -LA'CASITA NO. 1 1621 8. Central Avenue Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Lámpla y E Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional dé la “AUHLAS"* .. y sus facciones recobraron su rividez y austereidad. Habían Mamado a la puerta. | —¿Qién va? contestó con pe áspero y fuerte. .voz del criado que vimos se- Aquel delito no ha sido, pues, cometido con el fin del robo..., Se sabía, se conocía lo que el zíngaro llevaba consigo... Otro, pues, me tendrá en sus manos, —Soy yo— contestó la timida no bastaba aquelmiserable. Continuará la semana entrante Se surten recetas de Serente. ngton St. 325 E. Wáshi : Phoenix, VELEZ sn llo, Guaymas, diario. El más Escrupuloso y Rápido despacho de Recetas. por menos precios. Su dollar compra más en la Ramona. ¿endemos el “legítimo: PULMOTOL PA BOTICA RAMONA==e “Es la:Botica de los Mexicanos” todos los médicos, v. R, CANALEZ Arizona. VUELE USTED A MEXICO — Visitar por avión las ciudades de Hermogl- Ciudad Obregón, sulta más barato utilizando el servicio aerf; Mazatlán, Cananea, N, Casas Grandes, ChHi- huahua, Torreón, Monterrey, la* capital 'iy otros puntos de la República Mexicane, fe- Sonmios representantes de Aeronaves de xico, S. 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