El Sol Newspaper, November 19, 1948, Page 4

Page views left: 0

You have reached the hourly page view limit. Unlock higher limit to our entire archive!

Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.

Text content (automatically generated)

De La Juderia ' El palacete habitado por Con pus odarla un buen albergue y - suelo, la bella horizontal que el medio spara vivir e instruirs conde Marcelo Delmonte y su Consuelo no se hizo sorda y' amigo Rutilio Valenti tiban a.[aquel mismo día, en vez de vol quella noche a visitar, para to-[ver a su casa, comió en un ele_ mar parte en 1 fiesta y el baile!gante gabinete de uno de los que la pecadora daba a sus ínti. | restaurantes más aristocráticos mos amigos, era una obra maes de la ciudad. tra de arquitectura y de lujo Desde aquel día fu élo que era moderno, tanto que se podía ¡al presente... una entretenida. creer que había sido transpor_ No pensaba en el po:venir; no tado a la fulgurosa morada de'gozaba más que del presente. una hada, mejor que a la de Todo parecía sonreirle; para e- una simple mortal. e no existían más que céspe_ Con suelo había nacido en Es-'des floridos, himnos de amor y paña, en la región valenciana, [de voluptuosidad. y hasta los quince años habíal Un viejo y riquísimo 'extran- vivido en su país, modesta, casi |jero habíale puesto en aquel pobremente. No había conocido 'chalet, sin regatearla el oro y a su padre, y su madre que vi-' dejándola al porpio tiempo la vía en apariencias como ama de más amplia libertad. -El estaba un capellán castrense, no le ha ausente meses enteros y los ami bía dado los mejores ejemplos'gos de Consuelo «nunca le ha- de moralidad. bían encontrado en la casa. Sus Un dí afué necesario que la fa compañeras la envidiaban el, milia siguiendo al capellán, se Misterioso protector, que hubie. trasladase a Madrid, y días tan TAN querido quitarle si la casua malos lelgaron, que la pobde lidad se hubiera descubierto. muchacha tuvo que aceptar ie En aquella noche, desde. las plaza de camarera en una Cer. nyeye, los salones del chalet vecería para vivir. aparecían espléndidamente ilu- Allí, por primefa vez, sintió |minados; empezaban a llegar la llama del amor, algunas mujeres, las horizonta. Un poeta, un bohemio, la,amó les más en boga de la cipital. * con toda su alma y fué corres-[ Af estaba la condesa Pilastri pondido por ella, una florentina de pura sangre, * hija de un zapatero, que des- pués de haber vagabundeado | durante algunos años por el ex-! tranjero, había vuelto a Italia con un títul oy nombre tomados ¡ a préstamo, y trataba de imitar las maneras y el lenguaje de las -cocoettes francesas. No era, bonita ni bien formada, pero estaba muy en boga. Fioretta era una costurera a la que desde dos años mante_' nía un banquero florentino. De- cíase que no sabía ni leer ni es- cribir; pero no le faltaba inge. ' El poeta no era el hombre que la madre necesitaba, y se opuso tenazmente a las relaciones, en un principio honradas, de los dos jóvenes. - U ndía escaparon juntos, y al. gunos después, eran detenidos. Separados uno de otro, jamás, por más que lo intentaron, lo. graron reunirse de nuevo. Un viajante francés, un día, le hizo olvidar al poeta, y con él huyó, primero a Francia, más tarde a Italia. En Florencia, un pintor, cuan A A do ya el comisionista francés, la había abandonado, la había _tomado como modelo. ¡Cuán bella le pareció aquella ral que encantaba. Er aMusina una exflorista que se daba aire de princesa y cuyo nio y tení auna vivacidad natu- | mayor mérito era tener úna es- tatura de cabo de .gastadores y una desfachatez a- toda prueba. En fin, era una jovencita del_ gada y flexible como un junco, de aire cándido como una vir- gen ,a quien sus compañeras envidiabán por el buen gusto vida! Estar tendida largas horas so bre un mulildo diván de tercio. pelo, en un estudio de ambiente templado y perfumado; oir a ca da instante una exclamación so bre su belleza, verse roproduci. da sobre la tela y ver estas telas vendidas a altos precios a los se ¡de sus tocados y sus maneras fores que quedaban encantados distinguidas, que ninguna otra delante de su imagen... ¡¡era la ¡de su clase hubiera sabido imi- suprema felicidad para ella!! tar. Uno de esos señores esperó un| Consuelo salió al encuentro día a que ella saliera del estu_'de sus convidados, haciendo cori dio del pintor, y la siguió y pro-!garcia los honores de la casa. “ SEMANARIO POPM_.R INDEPENDIENTE “7” mo la leche. delgada? — exclamó. —Eso no quiere decir que sea imperfecta. —Bah, ¿quieres que Héctor pinte esqueletos? Todo lo más Bibí podría servirle de modelo caprichoso. Además, sabed que por el médico que dice no puede tener más de un año o dos de vida y quizá por esto Héctor tie Aquella noche vestía un traje ne escrupulos en abandonarla. de raso color crema que le deja_ ba al descubierto las espaldas, los brazos yo lo mitad de su se- no abundantísimo. Llevaba en- cima una verdadera lluvia de , brillantes de las más bellas aguas y del más puro esplendor una verdadera riqueza. Reía acercándose a sus ami_ gas que ya.se habían dicho que Consuelo en aquella noche pare. cía un ídolo de harapos, qeu lle vase colgados al cuello los exvo tos de los fieles. . , — ¿Hemos llegado demasiado pronto?— preguntó la princesa Polistri co ncierta seriedad que hizo reir.a Bibí.. : —No— contestó graciosamen- te Consuelo, —habé hecho muy bien en venir en tiempo.— —¿Espera mucha gente esta noche? —Muchísima, he hecho pre_ parar la cena para cuarenta. Se jugará.... veréis... no os digo más Musina tocó el brazo desnudo de Fioretta y las dos horizonta- les cambiaron una sonrisa y Uu- na mirada sardónica. puesto triste, —¡Oh, pobrecilla! — exclamó. —¿Y ella lo sabe? —Lo sabe y se rie, dice que es mejor morir joven que tener que quejarse. Yo, empero, no soy del mismo parecer, Algunos invitados q euavanza ban hacia Consuelo cortaron el coloqui o. Marcelo se alejó; tocaba un vals, pero el joven oficial no se sentía con ganas de bailar. Se había sentado en un diván me- dio oculto por una cortina de se da y mientras miraba maquinal mente a las parejas que pasa- ban por delante de él, la imagen de Viola se presentaba a su pen samiento y la volvia a ver bella tímida, confusa, ruborizarse a ca Ca una de su smiradas, a cada una de sus palabras. —¿Cuándo la volveré a ver?— pensaba, —¿Ccómo eproximarme a ella? En casa del barón es im posible... Luciana es celosa y no quiero perder su simpatía... es muy bella también Luciana... —¿No bialas señor teniente? Entre tanto llegaron algunos —decía aquella voz. hombres qu efueron a estrechar | Era Bibí la que hablaba, Bibí la mano a Consuelo cumplimen : había tomado asiento junto a él tándola con su belleza que con'sobre el diván. aquel traje parecía más provo_| La sonrisa desapareció de los cativa. ¿labios de Marcelo y miró con Cuarido llegaron Marcelo y Ru inmenso interés y piedad aque. tilio'los invitados'estaban todos!|lla pobre niña condenada a mo no obstante, los dos jóvenes fue|rir joven, ron acogidos con explosiones de viva alegría. -—Creía que me habías olvida- do— dijo Consuelo estrechando la mano-al brillante oficial. —¿Es' posible acaso olvidarse de una hermosa mujer como vos Consuelo? ¿ —Vaya, menos adulaciones Bibí era muy linda y graciosa con sus cabellos castaños riza- dos, con su cutis fino, delicado, que parecía de raso, con sus oja zos que agráandaban el círculo azulado que los circundaban. Su traje era sencillísimo: un ves ¡tido blanco de un corte exquisi. > “to le subía hasta el cuello, en ¿No. habéis observado a mis [torno del cual se cefiía una gar_ compañeras? . E gantilla de perlas: dos perlas —Ninguna os iguala, querida. [llevaba también en las orejas: —Cuánta cortesía, ¿las cono-|calzaba guante fino hasta el co céis a todas? do y un aro de oro cercaba sus Marcelo geró una mirada so. | muñecas. Su talle era tan sutil bre las jóvenes que charlaban que parecía haberse de romper y reían en medio de los gruposlan un abrazo. : de los hombres, y'dijo sonrién-| _ ¿por qué me miras así? dose: dijo ella alegremente al oficial —No me es desconocida más|_ Se diría que os doy miedo. que aquella jovencilla que lleva; _7, odecíis pero no lo pensáis el traje blanco cerrado hasta el , ¿verdad, querida? Pues bien, cuello como una educanda. sabéis que sois la más linda de —Es Bibí; la querida de Hec-[]as mujeres que hay aquí. tor. Bibí se echó a reir. —¿Qué Hector? —I da decírselo a ellas... y ve- —El pintor. réis como os contestarán. ¿Bibí —¿Bibí es entonces modelo? ja delgaducha, Bibí la tísica, su Consueol se echó a reír para |perior a la gruesa de Consuelo, enseñar sus dientes blancos CO. laja majestuosa condesa Pilastri, S a la provocativa Fioretta, a la gi A To o o rt ag ta it cc. ll ld. “cho más que la verdad, al me- —¿No veis que es demasiado nos a mí me lo parece. Bibí se puso sería, —Os doy mil gracias... debéis ser bueno — dijo mirándole con franqueza en los ojos. Después, cambaindo súbita_ mente de conversación, pregun. por el rostro que es bastante |tó volviendo a sonreir: —¿Pero, por qué estáis aquí esa muchacha está condenada |sentado? os fastidiaréis, —Ya veis que no, puesto que tengo la fortuna de teneros a mi lado. Bibí se calló y se puso a jugar El rostro de Marcelo habíase|con el abanico de plumas que llevaba colgado de la cintura. Marcelo continuaba mirándola con ternura. —Es la primera vez que venis aquí? — dijo con acento cariño- so, apoderándose del abanico de Bibi. —No— contestó esta, — he ve_ nido otras veces, pero nuñica os he encontrado. Marcelo quería responder, pe ro un joven se acercó a ellos. Viernes 19 de Noviembre de 1948, se ha dejado escapar más de una fortuna por permanecer fiél a Héctor que por su parte la en. gaña de todos modos, tanto que esta noche en vez de acompañar la aquí estoy, cierto que se en. cuentra en casa de Miraldi. —¿Quien es ella? —Una horizontal de alto rango. —¿ YBibí ama a Héctor? —No sé, no comprendo nada.. pero te dejo, veo Fioretta que me hace señas. Rutilio se fué saltando como un muchacho. También Marcelo cansado de estar sentado se pu so a pasear por el salón; pero se fastidiaba y pensaba entre sí retirarse e irse a la cama. Pero de pronto 'sintióse cogido por u nbrazo. Era Consuelo, la dueña de la casa. —Ea, mi hermoso misantropo —dijo— ¿no hacéis cuenta de cenar? —Todo lo contrario, querida; esperaba la hora. La frase era un poco brutal, PEE APRA ds PO o AS E A A. A | pero tú por consecuencia debes encontrarla fea. g Las mejillas de Bibí se encen- dieron. —Nada de eso— dijo vivamen te. —Manfrina tiene bellísimos ojos, dientes blancos, una bellí. sima cabellera y soberbias es. paldas. —Una Venus— exclamó entu- siasmado Rutilio. —Una Venus de la-Judería— dijo Consuelo soltando una estre pitosa carcajada. Al oir nombrar Judería, Mar- celo alzó la cabeza y sus ojos se fijaron todavía con más insis tencia sobre Bibí, y mudo hasta entonces tomó parte en la con. versación. —¿Es una hebrea?— pregun- tó cuando pudo haberse oir en medio de la bataola de voces, de platos y de vasos. —No— contestó Bibí que ha. bía oido la pregunta del joven, —e scristiana. —En la Judería se esconden —Bibí, nos toca ponernos en pero Consuelo no lo advirtió y|muchas joyas — exclamó jovial_ figura — dijo jovialmente. La joven hizo un kesto de des agrado. —Estoy cansada — repuso vi- vamente. —¿Ya? —Qué queréis, yo no tengo la fortuna de tener la salud de mis compañeras. —Vaya, vaya; sois más fuer. te que todas ellas; conque ven, nuestro vis a vis nos espera, no te hagas la desdeñosa. Bibí se levantó de mala gana y lanzó tal mirada a Marcelo, que éste se sintió conmovido y no separó ya los ojos de ella du rante el tiempo que duró el bai_ le, Aun cuando fuese escéptico respecto a mujeres, y especial. mente a mujeres de aquella es. |pecie, Bibí le inspiraba compa. sión; parecía que en ella hubie- se un no sé que de cándido, de ingenuo, que le conmovía; le pa recía imposible que [aquella jo. vencita hubiese llegado a ser vo luntariamente una Traviata, no tenía el tipo ni la impudencia. —¿Qué estás mirando con tan to inetrés?— exclamó Rutilio sentándose al lado de su amigo y secándose la frente con un pa fiuelo de seda. —¡Uf, qué calor! he dado dos vueltas con Musina; es un ver_ ldadero acorazaod y para remol- A se necesitan otras fuerzas que las mias. | Marcelo se sobresaltó, miran. do al amigo como si le hubiese vist oen aquel momento. ¿ —¡Ah! eres tú, ¿qué quieres? : Rutilio lanzó una sonora car. cajada: «—¿Estabas pues, en las nu- bes? Pardiez! No estamos en es- te caso, estamos en plena prosa ¿a quién escogerías tú? sepa. mos. > jeres que rodean a Consuelo? —¿Quieres hablar de las mu- —Ciertamente. —Yo escogería a Bibí. —¡Oh, oh! ¿Te has dado a los estulois anatómicos ahora? Si te se echó a reir más fuerte. ¡ La cena estaba preparada en ¡la sala más ancha del soberbio hotel: a la derecha se abrían otras salas para juego, para fu mar, a la izquierda por una bre ad gradería se bajaba a un par- ¡terre, rico en flores exóticas y 1fantásticamente ilumiando. Marcelo había tomado sitio junto a Consuelo, a la cabecera de la mesa; Bibí estaba a poocs Pasos de él entre un vioje inglés y un campesino insípido que no hacía más que reir las neceda- des que él mismo decía. Pero Bi bí no le hacía caso y de vez en cuando sus ojos iban en busca de los del joven oficial, y se am biaban miradas rápidas que nin| “guno «de los comensales notaba. Hombres y mujercs bebían co mo faquines en ridio dable bulla. La equ'v: ra de hablar, las candalosas, las estúpid. jadas, producían en » una especie: de irritabilidad ner_ viosa. Parecíale imposible que Bibí, aquella frágil criatura pu- diese encontrarse a su gusto en semejante compañía. Sin embargo, aunque ella reía y bromeaba como las otras, a Marcelo le pareció que bebía más de lo que comía. —Sabed, señores— exclamó de de formi | mente Rutilio, mientras Marcelo palidecía ytrataba en vano con gestos de hacerle callar.— Mi amigo y yo hemos descubierto cosa preciosa... —¡Oh, oh! contad— gritaron ucriosas las mujeres. —¿No veis que es broma?— interrumpió con calor Marcelo, ¡fulminando con sus miradas al amigo, —¿no es verdad, Rutilio? Este iba a protestar, cuando Bibí lanzó un ligero grito y e- chó la cabeza atrás. El inglés que estaba a su de- ¡recha la sostuvo; ninguna de ¡las mujeres se movió. —¿Qué hay?— preguntó Mar celo aConsuelo. —Nada, es Bibí que se desma ya— contestó ésta sonriendo, — no es cosa nueva. —Es el calor y el vino— excla maron las otras, —pues enfer_ ma como está, no quiere privar. se de beber y tomar parte en todas las fiestas. —Llevádila a la terraza y se repondrá. El viejo inglés había ya le. vantado a la joven entre sus brazos y obedeció fríamente la orden de Consuelo. Ninguno de los invitados, a ex cepción de Marcelo, se alteró por aquel accidente, empezaron de nuevo a comer y a beber, a pronto Consuelo que tenía las¡reir, y a gritar, haciendo un rui_ ¡mejillas inflamadas y los ojos ¡do infernal. encendidos, —que en la próxima; —Está mejor, pero desea estar fisea os presentaré una novedad |sola. una amiga de Bibí que quiere hacer su ingreso en nuestro mun do y a quien he prometido ayu- darla. : Bravo, bien. —¿Es hermosa? —pregunta_ ron algunos comensales. —Preguntádselo a Bibí — con testó Consuclo. —Es cuestió nde gustos — CX- clamó, dibujándose en sus la- bios una sonrisa irónica.— Hléc_ tor la encuentra perfecta. —Es pintor y debe entenderlo, , —No la molestemos, pues — ¡gritó Consuelo, —pronto volverá A su pesar, Marcelo sentíase inquieto, parecía que aquella pobre niña tuviese necesidad, si no de socorro al menos de una palabra amiga. Sentíase sobre ascuas y aprovechando un mo» mento en que la juerga estaba en el colmo y nadie parecía ob. servarle, se levantó de la mesa yse dirigió hacia la terraza, | La gigantesca Musina lo notó. Continuará la semana entrante | they can, only what they need and to save every dollar that time is NOW! By saving your money until your dollars buy more, you are not only bettering yourself financially, but you are helping to fight in- flation—a battle in which all America has common cause, Y you do not already have a savings account, you are cordially invited to open one at the Valley National Bank. semi-a amou VA ATWE MEMBER-F LLEY NATIONAL Your savings here draw interest compounded nnually, and there is no maximum limit on the nt of savings on which interest is paid. BAN L DEPOSIT INSURANCE CORPORATION VENIENT EES EDERA gantesca Musina? .. ¡Ja ja! mejoyese Consuelo te sacarí alos hacéis reir, señor teniente. ojos. Aquella risa hacía daño oirla ¡ tenía un sonido metálico que sa [gusta: la flacura no es en ella cudía todos los nervios de Mar-|sino una gracia mayor. ¿Tu la celo. conoces? —Vos me creéis— exclamó, — ; —No más que tú: sus amigas sin embargo; pues no os he di_¡la tienen por una necia, porque ¿Quiere Usted Verdaderos Antofitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA LA CASITA NO. 1 1021 S. Central Avenue Taquitos a10 centavos, Burros, Comida Limpia y Apetitos — CHITO Y MELLY, Proa. g ALIANZA HISPANO AMERICANA La Alianza Hispano Americana es la Sociedad Fraternal de la Raza. La A- lianza expide pólizas de seguro — para toda la familia a precios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños. s Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la A.HLA, Teléfono: 3-2304 6 —¡Qué me importa! Bibí me LA BOTICA RAMON "Es la Botica de los Mexicanos" más Escrupuloso y Rápido despacho de Recetas. Se surten recetas de todos los médicos, por menos precios. Su dollar compra más en la Ramona. 'Veademos el legítimo PULMOTOL Serente. V.R. CANALEZ 325 E. Wáshington St. Teléfono: 3-9135 Phoenix, Arizona. ACLARAR DIAL SUL EAN a VUELE USTED A MEXICO! Visitar por avión las ciudades de Hermosl- llo, Guaymas, Ciudad Obregón, Culiacán, Mazatlán, Cananea, N. Casas Grandes, Chi- huahua, Torreón, Monterrey, la capital y otros puntos de la República Mexicana, re- sulta más barato utilizando el servicio aerer diario. Somos representantes de Aeronaves de Mé- xico, S. A., las Lineas Aereas Mexicanas, S, A. y la American Lines. —Podemos arreglarle su excursión a México, con todos los gastos pagados. —Haga sus reservaciones en nuestra Oficina. Nada extra nos pagará por ello. Veanos. SOUTHWEST TRAVEL AGENCY Phoenix, Arlz. IEUNE En el Vestíbulo dei Hotel Adams O Llame.al teléfono 4-2665

Other pages from this issue: