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A Na 7 —' SEMANARIO POP ¿RA INDEPENDIENTE A A e, A HUERFANA De La Juderia —Ese hombr ees un pordiose- que acabar su vida en una pa-!na extraordinaria agitación. ro como yo soy hebreo; —mur- muró;— apostaria la cabeza a que está disfrazado; esos cabe- los no son naturales, la mano es demasiado blanca y demasiado bien cuidada para ser la de un méndigo... ¡Bah! qué me impor- tibulo. Y alzando de nuevo la cabeza ¡del enviado de la Judea sus o.; que habia inclinado sobre el pe cho, prosiguió diciendo: —Recibi todas tus notas, y sé cuánto ha sucedido de un año a esta parte en la Juderia. ¿Ja- ta: he visto otros aqui dentro... |cobo vive aún? y si quiisera... No acabó la frase porque su boca se habia obstruido con el cuello de la botella. Entre tanto el pordiosero de- cia en lengua hebrea, después de haberse sentado frente a Na- tabea: —¿No hay otros esta noche en el subterráneo? —No... habla franco; ningún oido curioso te' escuchará. —Tengo que hacerte unas pre guntas— dijo el enviado. —Estoy pronto a contestarlas. —Hás ejecutado las órdenes que te vinieron del jefe; =Si. —¿El golpe ha sido dado?? —A maravilla... y en esa ca- jita está la famosa maleta. —¿Pero del delito ha sido acu sado él? .. Habrá necesidad de recom'/nsarlo. Se daria lugar a sospechas — dijo Natabeo meneando la ca- beza. , —¿Queda algún peligro.? —Ninguno. —¿Y el muchacho?? —Es casi un hombre. —Lo sé... ¿dónde se encuentra —Ha querido seguir al muerto no se podrá separarlo del cuerpo del zingaro. Ahora creo que está custodiado en la perfectura. —Va bien— dijo el pordiosero en cuyos ojos brilló un relámpa- go.—¡ Gloria a Israel que ha ayudado a cumplir la obra! ¿Na die se ha presentado a pregun- tar por el zingaro? —Si... una mujer. —¡Ah!— exclamó el descono- cido cuyos labios se eucresparon con una sonrisa de satisfacción. —¿La viste? —Era alta, delgada, vieja, de rostro áspero, ¿no es verdad; —Si. —¿Una cristiana? —Asi lo creo. —¡Ah! vive todavia... ella tam bién —barbotó el pordiosero, ha blando entre si y apretando los puños. —¡Paula! tú también has sido un verdugo para Renata... tú también debes ser ahogada... se ha enido que verter sangre... pero ¿qué importa? Era la san. gre de un miserable que tenia Bring the f —¿Continua su oficio de en- cubridor de ladrones? —Siempre. —¿La policia no ha sospecha. do nunca de él? —No0.... —¿Y Susana?— preguntó el pordiosero con voz ligeramente temblorosa. —Susana — contestó Natabeo con voz sorda, —necesariamen- te ha debido ser purificada en el lavadero. —¿Qué quieres decir? —obser vó el desconocido estremecién. dose. —Susaan ha recogido una ni- fia a quien llaman todos la huér fana del hebreo, pero nadie me hará creer que no es hija del he- breo. / —¿Susana tiene consigo una niña? —preguntó el pordiosero con gran naturalidad, tras un corto lapso de recogimiento. —Si. —¿Y la ama; —La adora. —¡Es extraño!— dijose el des conocido, inclinando los ojos al suelo para que no advirtiera el rayo de luz que despedian.— —¿No se habia desembarazado de su hija a quien odiaba por- que era sangre de un cristiano, sangre maldita? De pronto interrogó vivamen. te a Natabeo: —¿Cuántos años tiene la ni- ña? —No lo sé con precisión, pero lo que puedo decirte es que la huérfana apareció en la Juderia poco después de la desaparición del hebreo Florencio Servi. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó el enviado con amar ga expresión de voz, ojos despa- voridos y rostro demudado. —Florencio era asiduo en casa de Jacobo, y Susana era una her mosa muchacha... El rostro del desconocido se puso livido y convulso. —¿Y Crees tú que si Florencio hubiese deshonrado a la hija de un hermano suyo no hubiera es tado pronto a reparar su culpa? —dijo con voz que queria ser tranquila, pero que revealba u- witha Savings Áccount day-to day to begin saving. Ae TWENTY-SIX FR Th. good things in life aren't world person who has the “Savings Habit"—a habit, in- cidenta!ly, that's not too hard to develop. 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Florencio era un joven altivo y arrogante, y si iba a casa del viejo usurero, del encubridor de ladrones, era por amor a Susana su hermana de leche; pero Flo- rencio despreciaba al viejo he- breo, y antes que aparentar con él desapareció para siempre, si es que no le hizo desaparecer el mismo Jacobo, —¿Y es Susana quien te ha dicho eso? —Susana no me ha nombrado jamás a Florencio, y a cuantos le han pedido noticias del sim pático joven háles constetado que ignoraba su suerte, Hubo un momento silencio. El desconocido habia apoyado el codo sobre las rodillas y la mano le desaparecia enteramen te bajo la barba. —¿Es hermosa?— preguntó de pronto, fijando una mirada sobre el rostro de Natabeo. —¿Quien? —La hija de Susana. —Por el Dios de Israel— dijo con admiración el hébreo,— que no creo haya en el mundo palo ma más blanca, en el ciello es- trella más esplendéhte ni en los jardines flor más hermosa que Viola. Al oir este nombre, Toto que habia. permanecido silencioso, a tento, tratando en vano de coger alguna frase de la conversación de los dos hebreos, lanzó un li- gero grito: —¿Qué decis de Viola;— ex- clamó. Natabeo dejó escapar un grito seco que repercutió en la baja bóveda. —¡Guay!— añadió Toto fiera- mente, frunciendo el entrecejo, —si alguno hablase mal de la huérfana de la Juderia y osase turbar su vida tranquila, tendria que hebérselas conmigo. El pordiosero no separaba los ojos del vagabundo y lo estu- diaba en sus más minimos ges- tos. —Desgraciado— murmuró en voz baja,—¿te has enamorado de esa niña? —Como se enamoria quien la viese— contestó Toto con arro= gancia y convicción. —Pero en tus acentos hay al- go más que una simple admira- ción, no trates de ocuutarlo, lo -—- leo en tu corazón: tú amas. 1 El pordiosero habia recalcado estas ultimas palabras; una lla- ma de rubor subió al rostro de Toto. * —Y y si asi fuese?— dijo atre- vidamente. —Seria una falta, y más que! una falat, un delito. —¿Por qué? —balbuceó Toto rechinando los dientes . —Eres cristiano y perseguido |¡ del a policia, y si como dices, Viola es honrada y hermosa, si es hija de Susana, ¿cómo podria corresponder a tu amor? Toto quedó como fulminado: estas consideraciones no se le ha bian ocurrido nunca. Su rostro se puso livido y permaneció tur bado y mudo. —¿No tengo razón? —añadió con acento ligeramente burlón el desconocido. Esto fué como azotar el rostro de Toto, el cual sintió rebullir toda su sangre en las venas. —Quizás— exclamó irguiendo su cuerpo y lanzando chispas de sus ojos, —pero si Viola no ha de ser mia, no será de otro, lo juro. Natabeo y el pordiosero cam- biaron una mirada. | —Eres demasiado violento — dijo friamente ei enviado de la Judea, —y no es con la violencia como se conquista el amor de E mujer, sino con la ternura, : el sacrificio de si mismo... Toto, yo leo en tu alma, en tu cerebro; tú tienys una ambión febril y vehemente y temes no poder satisfacerla estando obli. gado a levar la vida de los topos a esconderte siempre, a renun- diar el aire libre, a la sociedad poe los otros hombres. Toto escuchaba al desconocido ¡con los ojos encendidos, mordién dose las uñas con una especie de frenesi, mientras sus faccio- nes ofrecian una especie de con- tracción espasmódica. El deciase entre si que aquel viejo tenia razón, que él luchaba impotente contra aquellos lazos que lo ligaban a aquel subterrá neo, sin esperanza alguna de mejor suerte. Natabeo permanecia silencio. EN — ¿Estoy quizás equivocado? —preguntó el desconocido. —No, sois un brujo y me in- clino ante vuestra sabiduria. —Pues bien— exclamó el vie- jo sonriendo, —el brujo pued cambiar tu estado, - Tot,o de un salto, pasó de la cija a los pies del enviado. —¿Decis la verdad?— balbu- ceó jadeante. —Si; pero tu tarea no será fá. cil. —¿Debo cometer un delito, un hurto?—preguntó el vagabundo con aire resuelto. —No... tan sólo debes entre- garte atado de pies y manos a un hombre que en cambio de tu fidelidad, de tu obediencia ab. soluta, te dará la libertad, un nombre y riquezas. Toto le miraba estupefacto, como deslumbrado. —Pero debes renunciar tam- bién a la hija de Susana. Quiero que no tengas otra voluntad que la del hombre que ha de ser tu amo. Y —¿Y sois vos;. —No. Todo quedó un segundo en si. lencio, un solo segundo. Después | La Alianza Hispano Actually you will VALLEY NATIONAL BANK IENDLY CONVENIENT OFFICES IN ARIZONA. 1T INSURANCE CORPORATION money in your savings account than is shown above, because these figures do not include the interest, compounded semi-annu- ally, which your savings will earn. have more VALLEY NATIONAL BANK A O 5 qq lianza expide pólizas Ingrese a ALIANZA HISPANO AMERICANA A A A A a ti le A vivamente, dijo: —Pues bien; cualquiera que sea, juro obedecerle, porque es- toy consado ya de esta vida de perro, que destruye todas mis energias, que me hace odiar a todos los hombres, que me pone en el cerebro ideas de loco, des. ordenadas y absurdas. ¡Ah! por ser libre daria mi alma al dia- 'blo, y si el diablo es quien se me presenta bajo vuestros andra jos, tanto mejor. mandádme lo que quieras y lo haré: —No dejaré de ponerte a prueba. —¿Cuándo? —Dentro de pocos dias. —¿Me lo juráis? —Mi palabra basta. —Pero no no os conozco. Soy el enviado de Judea, y un hijo de Judea no miente nunca; Natabeo garantizará mi pala- bra. —Sea; quiero creeros. —Torna ahora a soñar en un rincón, yo he de hablar todavia con Natabeo. % Toto se retiró a paso lento y grave sin apartar la mirada del pordiosero. Los dos hombres renaudaron su discurso; pero esta vez baja- ron tainta la voz, que a los oidos de Toto no llegó más que un le- ve zumbido y en vano trató de recoger una sola palabra. Iv A la mañana del siguiente dia Luciana, que no habia olviaddo su capricho, vestida con un mo- desto traje obscuro que la hac:a todavia más atractiva, en com-. pañia de su aya Noemi que, ba- jo el ancho chal, llevaba una bolsa bastante voluminosa, en. caminose a pie hacia la juderia. En el patio de la fuente, una turba de muchachos semidesnu dos se perseguian unos a otros, voceaban, blasftameaban, se gol peaban, sin que ninguna de las mujeres, de desgreñada cabelle- ra, sucias, con las sayas decogi- das, demostrasen oirles ni verles Un hombre sentado en tierra, mal vestido, arreglaba algunas sillas descompuestas; otro freia polenta en una gran sartén lle- na de- grasa, que despedia un olor nauseabundo; de las venta nas, de los ventanillos, colgaban andrajos de mil colores puestos a secar al sol; a través de las griestas de la pared se distin. gula a primera vista abundante fango y suciedad; y una mujer sentada “en una banqueta, cerca del corredor, espulgaba cuidado samente a una gata; una joven vestida con una falda corta de percal, con el falbalá de un rojo vivo,las medias agujeradas, los pies metidos en zapatos que de- jaban ver los dedos, un corpiño de lana verde con las mangas cortas; un pañolito arrollado al cuello, los cabellos enmaraña- dos, se bamboleaba, mientras_ hablaba con un jovencito de go- rra y pantalones de color amari- lMo: algunas mujeres se tendian inertes, fatigadas, en las puer tas de las casas, bostezando, re- moviendo el braserillo que ca. lentaba sus piernas desnudas, mirando aqui y allá estúpida- mente, mordisqueando algún pe dazo de pan negro. Era un cuadro de género que podia tentar la fantasia de un pintor, pero hubiese producido un escalofrio en un hombre de dorazón e impresionado vivamen ¿Quiere Usted Verdaderos Añtojitos Mexicanos? SOLÓ LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA LA CASITA NO. 1 1021 S. Central Avenue Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Limpia y Apetitos — CHITO Y MELLz, Props. la Americana es la Sociedad Fraternal de la Raza. La A- de seguro para toda la familia a precios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños. Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la A.H.A. Teléfono: 3-2304 6 4-3488 Viernes, 27 de Agosto de 1948. ¡te a una mujer. una cazuela vacia, algunos peda ] Pero era necesario creer que'zos de pan negro y una botella Luciana fuese de un tempera. 'sin cuello. mento diferente al resto de las| Luciana sintió oprimirsele el mujeres, oprque entró resuelta-|corazón a la vista de tanta mi- mente en el patio, y sin cuidarse | seria. del rumor que produjo su impre-| —¿Y podeis vivir ahi dentro? vista aparición, ni de las mira-|-—murmuró. das curiosas ávidas, sorprendi- das, se dirigió a una mujer toda via joven que estaba dando el pecho a un niño, y con voz dul- cisima preguntóla sonriendo: —¿Sabrias enseñarme la casa de Jacobo el zapatero? La mujer interpelada no se [iaa y con bondad contestó: | | —¡Oh! señorita, si fuese sola con este niño, pareciérame tener un palaco; pero tengo sete hi. jos, todos pequeños, y mi .mari- do que os albañil, se encúentra muchas veces sin trabajo .por causa de esta infame estación. Y lanzando un suspiro añadió. —Y todas son criaturas que comen; yo trabajo también, pero con este niño al pecho puedo ga nar póco, y si la Viola ¡Pobreci. ta! no se quitase a veces el pan de su boca para dármelo, no sa- bria, en verdad, cómo tirar ade- lante. Luciana tenia las lágrimas en los oojs, y se volvió con impetu a Noemi. —Dame mi bolsa. —Tómala, Luciana. —Venga, señorita, la acompa- fiaré yo misma, porque vive en mi misma casa. Y se encaminó delante, mien- tras Noemi, completamente atur dida, decia en voz baja a Lucia. na: —¿No tienes miedo? —¿De qué?— observó la re- Suelta joven mirando curiosa en torno de si y acariciando a algu nos niños que se le habian acer. cado. Pero, cuando vió la escalera para subir a la casa de Jacobo, | mal de su grado hizo un gesto “de disgusto y de temor. Mas, du-| .ró un relámpago. —Cógete a m ivestido— dijo a| —¡Oh! señorita, ¿todo esto es Noemi,—porque la subida me para mi;— balbuceó. parece para ti un poco dificil y peligrosa; ¿quieres esperarme ¡ aqui abajo? —¡Oh! no, no— se apresuró a responder el aya, ,— te segui. ré a donde vayas. Luciana la dirigió una mirada de ternura, de gratitud. La mujer que llevaba el niño al cuello subia rápidamente, - di ciendo con voz anhelosa: —Vaya despacio, señorita; pa- ra la que no es práctica, es fá. cil resbalar... cuide en donde po ne los pies, pues hay muchos ¡aeteos y los escalones están todos desmoronados. Y empujando con el pie una puerta semiabireta, la mujer en señó a Luciana una estancia de paredes agrietadas y desconcha moniosa: das, de pavimento húmedo, conf —¿Por aqui, no es verdad, se dos sucios jergones de paja, Una ya a casa de Jacobo? silla rota, una mesa desquiciada | y mugrienta, sobre la cual habia 'Continuará la semana entrante Alegren su Casa con Linolio de Cuadritos A Colores y a Precios Cómodos La bella hebrea la abrió, sa- cando algunos billetes de Banco que puso en las manos de la aturida mujer. —Para ti y para tus niños, pe- ro no basta: cuando me vaya me darás tu nombre y el de las más pobres familias del barrio... y no dejaré de enviaros socorros. —¡Oh! Jesús bendito, Virgen- cita Santa— balbuceó la pobre mujer, no encontrando otros tér minos para demostrar su reco. nocimiento a aquella niña, que pareciale un ángel enviado por el cielo, — qué Dios la bendiga y la dé todas las fortunas. Luciana mostró una sonrisa di vina sobre sus rosados labios, y para substraerse a aquellas ben diciones, enfiló resueltamente el corredor, que Florencio habia re corrido en aquella noche infer- nal, preguntando con voz har. | Par alas Señoritas ó Señoras: Bluzas y Faldas Bailarinas a precios cómodos y bajos Tenemos Implementos para el Jardín WARE'S VARIETY STORE 633 East Jefferson St, Phoenix, Arizona NEEDED DTCAADSNNL LA BOTICA RAMONA 4 "Es la Botica de los Mexicanos” 1] — | El más Escrupuloso y Rápido despacho de Recetas. | Se surten recetas de todos los médicos, por menos precios. mee. l e Su dollar compra más en la Ramona. Vendemos el legítimo PULMOTOL Gerente. V.R. CANALEZ 325 E. Wáshington St. Teléfono: 3-9136 Phoenix, Arizona. CALADO VUELE USTED A MEXICO! Visitar por avión las ciudades de Hermosi- llo, Guaymas, Ciudad Obregón, Culiacán, Mazatlán, Cananea, N. 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