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EN SEMANARIO POPM_.A INDEPENDIENTE LA A HUERFANA De La Juderia Ll once de la mañana ha- bian dado en todos los relojes del palacio, y la baronesita Lu- ciana charlaba 'en su gabinete con Noemi, su antigua nodriza y a la sazón aya, que la ayuda- ba a. vestir. ..—Te repito que estoy enojada exclamó con gesto de impa- ciencia Luciana. —¿Tú? ¿pero qué te falta, her mosa mia? ¿Qué más puedes de sear? Todas las muchachas te envidian, los hombres que te ven una sola vez no pueden ol- vidarte ya. Luciana se encogió impercep- tiblemente de hombros y se di. bujé en sus labios una irónica sonrisa. —Sin embargo, como tú mis- ma ves, muero de hastiío—repli- . có por terqera vez. El rostro de Noemi se ambuló : de tal manera, que Luciana al a la puerta. - ciencia. mirarla estalló en una alegre carcajada. y —¡Vaya! —dijo,— no pongas esos ojos de espanto; por ahora no es cosa grave, sabes, y me- jor harias, en vez de permane- cer ahí, como la mujer de Lot, ” arreglándome estos rizos que so- bre el cuello me molestan, Y con una gracia indescripti- ble dobló su cabecita hacia Noe- mí. En aquel momento llamaron Luciano se levantó con cierta altivez que le sentaba a mara- villa. —Adelante— dijo con impa- La puerta se abrió y apareaió una joven camarera, pequeña, gruesa, de aire atento, llevando sobre una bandeja de plata una guarnición de vestido. Luciana lanzó un grito de ale gría. . —¡Ah! —dijo, quitando la ban deja de manos de la camarera, —la guarnición que había encar gado con arreglo a un dibujo. Esta bordada a maravilla; una pequeña obra maestra... no me hubiera atrevido a esperar tan- to. ¿El comerciante ha: atendido mi petición? —preguntó con ar- dor a la camamera. —Sí, señorita, la mujer que ha hecho el trabajo está en la an» tecámara. —¿Y no me lo has dicho en se | guida? Anda... hazla venir aquí. quiero verla. La camarera salió corriendo. . Luciana continuó examinan- perlas. Susana la devoraba cen los o- —¿No es verdad, Noemí, que jos. es hermoso? —¡Oh! qué placer —exclamó Luisa dejando la guarnición y batiendo palmas, La camarera volvió en entrar conduciendo cinsigo a una mu- jer vestida de menestrala que avanzaba tímidamente, confusa con los ojos bajos. Era Susana. La hija del ba-| rón la miraba sonriendo. —¿Eres tú quien ha hecho es- te trabajo? — preguntóle con dulcisimo acento de voz. Y esta voz tuvo el poder de haj¡ cer dar un salto a Susana, que alzó sus ojos encendidos para mirar a la niña. Pero bien pronto una sonrisa asomó a sus labios y con acento conmovido, contestó: —No señorita; el trabajo no lo he hecho yo. ; Luciana frunció las cejas. —Entonces... ¿qué me dijiste? —preguntó con aspereza, vol. viendo a la camarera. —Pido perdón a la señorita; yo no tengo la culpa. Ella me dijo que el comerciante la en- viaba aqui, segun nuestro de- seo. —Pero yo pedi ver a la obrera que habia hecho el trabajo. Susana hizo un gesto de orgu- lo. —Es mi hija— dijo con fran- queza. ¡Ah! ¿es tu hija; ¿Por qué ño la has traido contigo? Deseaba darle gracias y recompensarla por haber adivinado tan bien mi idea. —Si la señorita lo desea, pu?- do ir a buscarla. —Será otro dia... querida; hoy, no podria esperarla. —Como quiera la señorita. —Entretanto la dirás que es- toy muy contenta y la dirás de mi parte esta moneda de oro. —Pero... señorita, si elcomer- ciantehapagado ya. —No importa, esto es para tu hija. ¿Cómo se llama? —Viola. —Un nombre delicioso, que —¿Usted, señorita ? —Seguramente; ¿no sabes q' soy hebrea; —¿Hebrea? —exclamó Susana casi no pudiendo dar fé a sus oidos. —Si, querida mia... y estoy muy orgullosa en serlo. ¿Y tu eres cristiana ? —No, no— contestó con impe- tu y haciendo un gesto de ho- rror,— soy de la misma raza que su señoria y odio a todos los cristianos. Luciana sonriendo aún obser- vó: —Yo no odio a nadie parque no he hecho jamás cuestión de religión mis simpatias, pero me alegro que seas hebrea... Está decidido; mañana iré a tu casa. —¡Oh! señorita.. tanto honor. Dime ¡por quién debo pregun- tar. —Por el zapatero Jacobo; es mi padre. —¿Y tu marido qué hace? Ruborizóse Susana y bajó los ojos. —Yo no tengo marido, señori- ta —contestó. Lugiana hizo un gesto de a- sombro. —¿Pero no me dijiste que Vio- la es tu hija? Susana, cada vez más confusa respondió: —Una joven adoptiva, señori- ta. Viola es una pobre huérfana que recogi cuando iba todavia en mantillas, la crié y la servi de madre. - Luciana estaba tan conmovi- da, que con un movimiento es- pontáneo se apoderó dé la mano de la habrea y la estrechó afec- tuosamente entre las suyas. —Eres una buena mujer, y es toy muy contenta de haberte co. nocido; nos veremos mañana, querida... ahora no puedo entre. tenerme' más. Susana se retiró murmurando entre si: Es extraño: la voz de esta ni- fia me recuerda la voz del hom- bre que aborrecia, de aquel mal dito cristiano que me deshonró. aumenta... mi deseo de verla. Dé¡También la mirada de la hija jame tú dirección... “era dulce, _— ==—— 04 antes de ahora a esa mujer? —No.... jamás. . Tiene modales un poco brus- cos, pero me es simpática y quiero serla útil. Mañana iré. mos a su casa, —¿Pero lo dices verdareramen te en serio? —Por qué habia de burlarme? —:¡Si lo supiese tu padre! Luciana le tapó la boca con su mórbida manecita. Calla... él debe «ignorarlo; si hablases, te guardaria rencor durante una semana. —¡Oh! no hablaré; pero la idea de que pongas el pie en la Juderia no me satisface: me pa- rece que hayas de correr algún riesgo. Luciana estalló en una alegre carcajada. —En verdad, querida, que el miedo te turba el cerebro. Por lo demás, si no quieres acompañar me, iré sola —¡Ah! no; ya sabes que por todo el oro del mundo no me ale jaria de tu lado, y cualquier pe- ligro que puedas correr, por cau sa de tus tcaprichos, estaré siem pre contigo. —¡Oh! lo sabia.... y contaba con que acabariás por secundar me. Ea, pues, no más objeciones ly, a Callar. —Callará, sólo por obedecerte. Noemi se interrumpió, porque la puerta se abria y un hombre entraba en el gabiente pregun- tando con voz alegre: —¿No estas todavia lista, Lu- ciana? En verdad, que me mue- “lro de hambre y mediodia ha so. nado. —Ya estoy, papá, ya estoy— exclamó la niña corriendo a e- char los brazos al cuello del ba- rón, que durante algunos segun dos la tuvo estrechada contra su corazón con los labios apoyados sobre la frente de la joven. El barón Armando podria te- ner cuarenta años, poco más o menos. Su alta estatura conser- vaba la elasticidad de la juven- tud; sus cabellos espesisimos y negros coronaban su rostro sur- cado de algunas arrugas y de un moreno pálido. Una espesa barba, escrupulosamente cuida- da, le bajaba hasta la mitad del pecho y su labio superior ador- nábalo largo y rizoso bigote. —Su mirada era a veces fria, imperiosa; mirada que penetra- ba y ordenaba como si fuese el reflejo de un3alma: ambicoisa, fuerte, inflexible; otras veces acariciadora, suave. En conjunto, el aspecto del ba. rón imponia, fascinaba e inspi- raba una respetuosa admiración Luciana no se le parecia en laslineas de su rostro, pero al iré yo mis-[del barón me ha trastornado.... par de su padre, su semblante ma a ver a tu hija para enseñar |casidebiera odiarla, porque des- [expresaba a un tiempo dulzura, Ipierta en mi dolorosos recuerdos |bondad y la más indómita ener- que creia. dormidos para siem. |gia. le el dibujo:de otro trabajo toda via más compligado. —¡Oh! señorita, no es sitio pre... y no puedo. Es una he. —Vamos a almorzar, papá conveniente para usted mi.casa; |brea... q me ha hablado de Vio- | uuerido— dijo Luciana después vivo en la Juderia. Luciana sonrió. do detenidamente el bordado en!1li en otro tiempo. : 7 . ay NN VS la... de cambiar alguons besos con el mi En tanto Luciana preguntaba | a rón,— dóna ha- —También yo debi a a-|a Noemi: O A —¿Tu no la habias visto nun- “Dont Forget Our TRAVELERS CHECKS!” Wise man! He knows that lost or stolen vacation money can ruin the finest trip ever planned. Don't take chances with your precious vacation funds! Before you click your suitcase shut, come in and convert your travel money into theft-protected, loss-protected Travelers Checks. j Absolutely safe to carry, Travelers Checksáre as spendable as cash in hotels, motor courts, ticket agencies, stores, restau- rants, gasoline stations, tourist camps and other places patron: S ized by travelers. Your signature is the: only identification needed. If your Travelers Checks are lost or stolen, your mone; is promptly refunded. And they cost so little — just 75c pe $100 — that there's really no reason to risk carrying cash. 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Y la joven vió que su padre, después de haber dejado caer sobre la mesa todas las otras cartas, sin abrirlas, retenia en la mano aquélla, tratando en vano de reconocer el carácter del so. brecristo. Por fin se decidió a romper la nema y sacó un cortoncito rosa ra, esa noche. —No te será dificil Luciana— observóel barón mirándola fija- men —¿qué otra muchacha po» dria eclipsarte? —¡Adulador! — exclamó ella, haciendo un gesto lleno de gra- cia. —Acabarás por hacerme va nidosa. El almuerzo terminó alegre- mente. Pero, apenas Luciana y Noemi abandonaron el comedor el barón inclinó la cabeza sobre elpecho, llevóse una mano al co razón, cerró los ojos párpados y quedó por un momento silencio so, oprimido. Pocó a poco una sensación ca- si imperceptible le sacó de aque- do, que leyó con una sonrisa y lla especie de olvido de si mis. la presntó a su hija. —Esto te atañe, Luciana. —¿Qué es? —Una invitación a un baile. —¡Oh!.. ¡qué placer! — dijo alegremente la joven. Y la leyó en alta voz: “El duque Carlos de Santa- maria y la duquesa Renata...” El barón interrumpió busca- mente: —¿Dice realmente Renata? —Si, padre mio— contestó Lu ciana con sorpresa, alzando los ojos hacia el barón. Y su sorpresa se cambió en es panto al ver las pupilas de su padre brillar con un fuego inusi tado, mientras las mejillas se velaban de una palidez nerviosa —¿Qué tienes papá? ¿Conoces quizás a la duquesa Renata de Santamaria? —No, querida— contestó el ba rón procurando dominarse, —co nozco solamente al duque con el cual me he encontrado varias veces en el Circulo. —Es que tu frente se ha obs- curecido. —Te engañas... yendo. Luciano alzó su gentil dedo, y arrugando su entrecejo, con gra ciosa severidad, exclamó: —¿Sabes, querido papá, que eres más impresionable que una mujer? Basta a veces un nom- bre, una palabra, para producir te una dolorosa sensación. Eso te hace daño... y precisa mode- rarse, de otro modo tu Luciana se enfadará. —Tienes razón... rifieme— di. jo el barón recobrando -su son- risa, — te prometo no hacerlo más... peri sigue leyendo. —Vuelvo a empezar:. “El duque Carlos de Santama- ria y la duquesa Renata, ruegan al barón Armando Viser y a su hija.Luciana les dispensen el ho nor de asistir al baile que se ce- lebrará en la noche del sábado, en sus salones, a las diéz.” —Un baile en casa de un du- que no puede dejar de ser her- moso —exclamó vivamente Lu- ciana.— ¿Piensas aceptar la in- vitación, papá? —Si tú lo deseas? —¡Oh! ya sabes que me gusta mucho el baile, la sociedad. —Pues iremos, querida mia. Noemi, que hasta entonces há bia permanecido silenciosa, mur muró timidamente: —Hoy es lunes, niña, y te que da apenas tiempo para ocuparte en tu tocado. Ludiana sonrio. —¡Oh! no hay que preocupar- se; nada me faltará... quero es- Continúa le- ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? 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Esta fué la voz que corrió un año después que yo abando. né a mi patria... después no me cuidé más de ello; un año há, a mi regreso, supe que el conde Mario vivia aún... pero nadie me habló de su hija. De nuevo quedóse pensavito... De pronto agitó la cabeza como para alejar un pensamiento im- portuno y estalló en una carca- jada seca, nerviosa, que hacia daño al oirla. —¡Y bien!... ¿que me impor- taria ahora si ella vivese? Si ha cambiado el nombre... quiere de- CONTRA cir que me ha olvidado. ¡Un du- que!¡un duque! Estoy loco... no quiero pensar más; en_mi cora- zón no hay otro sentimiento que el amor a mi hija; en mi cere- bro no hay otra idea fija, que de volver el mal que los cristianos me han hecho. En su torva mirada brillaban las llamas de un odio implaca- ble; una sonrisa de incomprensi ble amargura encrespó sus la- bios y descubrió sus blanquisi- mos dientes. —No.... no la mataré —mur- muraba,— quiero que el vonde viva todavia para que vea como se destruyen todas sus afeccio- nes y se desvanecen todas sus esperanzas; quieró desenmasca- rar su falsa virtud; pisotear los restos de aquel corazón orgullo- so, árido, maligno; quiero que invoque largamente la muerte... y' muera condenado. El barón Armando Viser pare- cia en aquel momento el genio del mal. Habia erguido su alta figura, extendia los brazos y la irradiación de una alegria in- terna iluminaba su rostro bello y expresivo. Al fin, reitróse a sus habita. ciones, y Luciana no pudo verle hasta la hora de comer. El barón no la acompañó en su paseo de la tarde; se privó de la alegria de ver a las gentes detenerse ex táticas para contemplar a su hermosa hija, que mientras con servaba para él toda la gracia de la niñez, tenia con los demás la altiva actitud de una reina. Continuará la semana entrante DOLOR usE BALSAMO SALVADOR insuperable para alivio de dolores de Espalda y Pecho Uausados por Risfrio De Venta En Todas Las Bóticas ¡-_——————————— >] Alegren su Casa con Linolio de Cuadritos A Colores y a Precios Cómodos Par alas Señoritas ó Señoras: Bluzas y Faldas Bailarinas a precios cómodos y bajos Tenemos Implementos para el Jardín WARE'S VARIETY STORE 633 East Jefferson St. Phoenix, Arizona € NEEDED LOADER "Es la Botica de Gerente, 325 E. Wáshi St. diario. ME? Visitar por ei las ciudades de Hermosi- llo, Guaymas, Ciudad Obregón, Mazatlán, Cananea, N. 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