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O PPP [a —_—_————— _ _— _ == LA HUERFANA De La Juderia La puerta se abrió sin dificul- tad; un soplo de aira cálido y _ sepulcral salió del interior. Pau- lá entró delante, para suspender del' muro la linterna y ayudar nuevamente al conde. La llama blanquecina de la linterna iluminó una estancia de pocos pies cuadrados, de te- cho bajo, aboveado, de suelo húmedo, lleno de hendiduras. Por una especie de barbacana, provista de dos grafas de hieror en cruz, penetraba aire y luz en aquella tumba. Esta abertura ba sobre un pequeño patio in- teriór del palacio, un patio que parecía un tubo, sin ventanas, en el cual crecía el musgo, se extendían las telarañas y tenían su guarida infinidad de topos. “En. esa estancia subterránea habíase colocado un camastro o yacija, formado con paja, so- bre el cual estaba entendida una manta de lana obscura. Un cántaro, un vaso de barro y una banqueta de madera, estaban a dos pasos de la yacija. Sobre es- ta, colgado de un grueso gancho de hiero, había un crucifijo de madera negra; de un anillo em- potrado en el muro colgaba una larga cadena. El Conde Mario depositó sobre duda. —¡Son embargo, te has dejado robar la niña!— dijo a media |ya: voz. z —La madre, en cambio, no se me escapará, os lo juro— obser- vó la vieja con voz temblorosa y con un acento que hubiera da doO pavor a cualquierra que la hubiese oído. —+p¡Bien, bien!— replicó el con de con satánica sonrisa;—ahora ayúdame a asegurar a la des- graciada, antes que vuelva en sÍ. —¿Es absolutamente inevita- ble ponerle la cadena? —pre- guntó Paula con'aspereza. —Sí, es indispensable; Renata es más fuerte que nosotros; su locura la: pone furiosa; y guay del que entrase cuando se halle en uno de sus accesos si no está sujeta. —Tenéis razón, conde; es pre ciso hacerla impotente. Y pusteron manos a la obra infame, que no duró más, de cin co minutos. La infeliz Renata continuaba tendida sobre el camastro, des- mayada;pero en torno de su cin túra habían pasado una cadena de hierro, que iba a reunirse con la otra, sujeta al anillo em- el camastro su lúgubre fardo y giró en torno una mirada de sa- | tisfacción. —Bien, Paula, bien —dijo;—|rigiéendo. una última mirada nolo hubiera hecho yo mejor. Desdé ahora en adelante este se- |y sonriendo siniestramente. te será el retiro de la desgragia da. Llore y grite a su antojo, in voque a su hija, o a ese conde- llega el día, tú mismo lo has di nado hebreo que Dios maldiga, nadie la oirá. Y-si no recobra la -razón, si no se somete a mi vo- luntad, esta será su tumba. No hay piedad para la hija malva- da,rebelde, que ha desconocido los sentimientos de la naturale- za y las prescripciones de nues- tra santa religión; que ha man- chado mi puro blasón y envile- cido la sangre gloriosa de los Ariani. El contraste de estas horribles amenazas con el tono de falsa devoción, de orgullo, llenaba de espanto, helaba el alma. Pero Paula se mantuvo im- pasible; ni la más pequeña tur bación, ni la más leve contrac- ción en sus rígidas facciones... —¿Me has comprendido?— con tinuó el conde;— ¿ya sabes qué parte te he confiado?. —Podéis contar con mi ciega obediencia — respondió fríamen te Paula. El conde la miró con aire de protado en el muro. | —¡Vamos! —dijo el conde con| acento breve, seco, imperioso, di so- bre el cuerpo inmóvil de su mija | ¡Ah! miserable hebreo; la parti- da está empeñada, y en tanto cho, me vengaré de ti, sin titu- bear, sin: misericordia; mi mano sabrá tener firme el arma del| castigo. Su voz era anhelante y sofc cada; pero al posarse en su hija sus miradas, sonrió siniestra- mente afadiendo: —Aquí ya hay una que está bien castigada, y en este lugar hay espacio para dos. Esta feroz idea pareójó sere- narle. Volvióse hacia Paula que lo estaba observando en silencio y con acento breve, seco, impe- rioso, exclamó: —¡Vamos! Y precitipóte delante hacia fuera. Paula le siguió. La puerta fué cerada con dos vueltas de lave, y la pobre loca quedóse sola en aquella especia de tum ba, en la cual la crueldad de un padre la había, por decirlo, así, sepultado viva, Un rayo melancólico de luna, depentrando por el estrecho pa tio en la fétida y obscura pri- sión, pareció detenerse junto al mastro de Renata, y envolver aquella blanca aparición en una nube luminosa. La infeliz demente abrió los ojos y miró muda e inmóvil a- quel rayo de luna, que brillaba como una sonrisa en los labios de un niño. Después murmuró el nombre de Florencio, y tendió los brazos intentando levantarse. Pero se sintió como retener por el talle, ahogó un grito... y delató los ojos.. —¡Dejadme! ¡dejadme! La pobre loca no se daba cuen ta de que se hallaba atada. “La parecía que manos férreas la sujestasen... y se debatía por libertarse, y el rumor de la cade na, sacudida, por los movimien, tos convulsivos de su cuerpo,, re sonaba en sus oidos como un son de befa, una amenaza de muerte,una maldición. —¡Dejadmeos digo; Florencio socórreme; quieren matarme, quitar meam i hijo! ¡Atras, in- fames, atrás! Y se sacudía con rabia salva- je, con gritos de espasmo, con risas estridentes; después, poco a poco, se le extinguió la voz, los brazos debilitados le colga- ron a» lo largo del cuerpo, el, ta- lle sutil y glacial se curvó, y Re- nata cayó sentada sobre el míse ro cCamastro, exhalando débiles |! gemidos de agonía. Pero sus ojos permanecían se cos. No quedaban ya lágrimas en aquelal alma destrozada, si- no tan sólo un sentimiento agu- do de dolor que le golpeaba, do- lorosamente el cerebro y no te: nía desahogo. Al presente Renata se hallaba sola en la vida; a su alrededor se alzaban los muros de una té- trica prisión; antes de morir des aparecía del número de los que viven, se consuelan y aman. ¡Pobre, desventurada criatu- ra! Sólo el pensamiento de a- quel hijo, que ela no había visto siquiera, que no sabía a que sexo perteneca, le infundía du- rante alygunos instaontes algún dolor en el alma, la devolvía el sentimiento del amor, la reves- tía un un rayo de belleza subli- me. ¡El alma de Renata volaba como en sueños sobre aquella nube luminosa que del tétrico pavimento de aquella tumba su bía, subía hasta el cielo! ¡x_IA -- _ _ _ ás WITH HONEY OR MONEY s press-agent.to. the contrary, the “busy” bee is a Joafer—except during the honey season. Then, he makes his work count! The bee knows that blossom-time— like. boom times—won't last forever. 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La nave hendía lentamente las ondas, abriendo u nsurco de; jblanca espuma; la orilla estaba lejana... muy lejos; no se distin- guía ya. De pronto sacudió la cabeza y murmuró: z —¡Adios, tierra de la desven- tura; huyo de ti con una maldi- ción en los labios! Pero volveré un día; volveré. rico, poderoso, para satisfacer esta sed de odio que me ahoga y que no apagaré jamás.. ¡Tú vives todavía, conde Mario, lo sé; pues bien, vive y disfruta, padre infame, insolen- te arist.crata, cristiano maldito! El hebreo Florencio te encontra rá un día... y tiembla, soberbio patricio, porque este"hombre a quien arrancaste el alma para hacerla pedazos, será inexorable tremendo en su venganza. Su voz era jadeante, sofochda Calóse, inclinó la cabeza sobre el pecho y sumergió de nuevo su pensamiento en el tenebroso abismo de una meditación llena de amenazas. En aquel momento una mano se pasósobre su hombro y una vozharmoniosa y fresca de mu- jer lem urmuró al oído. —¿Queréis, señor, ver a vues- tra hija? responder; pero aquella voz ha- El joven dió un salto e intentó bía tocado una fibra de su cora- zón y la palabra lef altó. Extendió, empero, los brazos, y levantó a la niña, que una jo ven nodriza le presentaba. —¡Mi hija!... Un segunda Re nata— murmuró Florencio mi- ,rando ávidamente la faz de a- quella criatura que le sonreía agitando sus miscroscópicas ma necitas.— Es extraño; yo tuve la primera vez una alucinación; esta pequeña no me recuerda ya ninguna de las facciones. de su madre, ni le encuentro seme janza alguna conmigo... «Pero yo lo quiero lo mismo, porque esta criatura es parte de Renata... es sangre mía, mía. Y la besó aon transporte, ba- fñándola de lágrimas ardientes.. ¡Ah! ¡si hubiese podido averi- guar que aquella pequeña no era suya, que Susana habíale indignamente traicionado, enga- ¡Pobre padre! olvidaba casi su odio, y una ex presión de inefable ternura ilu- minaba su bellísimo rostro! Y la nave se deslizaba rápida mente sobre las aguas, abriendo al viento de tramontana sus grandes velas como dos inmen- sas, alas de ángel... bajo las cua lesse cobijaban la inocencia, la desventura, el dolor. PRIMERA PARTE Los Misetrios de la Judería 1 SEMANARIO POPT"_4fi INDEPENDIENTE ¡xpEEEAA Az - _ _ EEEMIMIMMIIIN *opey Ocupase. Era de creer, sin em- Con aquella bargo, que fuese conocedor prác niña entre sus brazos Florencio tico del a Judería y de las cos- ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN. EN; HLA* CASITA dad habían sonado las siete de la mañana. El día se anunciaba bellísimo, aunque una ligera niebla, elevándose del Arno, o- cultase el azúl del cielo y los ra yosdel sol naciente. La Judería estaba despierta desde hacía ya algunas horas. En las calles y en las plazas adyacentes oíase el zumbido inmenso del Merca do, el rumor ensordecedor de los carros y carretas, los gritos fu- riosos de vendedores, a los cua- les haglan eco los pilluelos que se revolcaban en el polvo o cha- poteaban con los pies descalzos en el agua sucia y encharcada, que heabía servido para la mer- canca averiada y corrompida. De pronto, los gritos cesaron, la gente se paró conmovida y palpitante, les muchachos deja- | ron sus juegos para correr hacia un grupo de personas, entre las cuales figuraban algunos guar- dias de seguridad, ques e golpea ban, se empujaban y estrujaban en la entrada de la Judería, ha- cia la plaza de la Fuente. ¿Qué había sucedido? En. la posado El Diluvio, situada en lap arte más retirada de la Ju- dería, donde $e alojaba por un tanto cada noche, habían halla do a un hombre muerto en el le Pos, y no podía ver-llorar a al-: cho que ocupaba. Aquel hombre había llegado la noche antes en compañía de! una extraña criatura, de la cual| hubiera sido difícil adivinar la edad, pcrque su pobre cuerpo no presentaba ningún dato, su rostro era tan viejo y tan joven, que no daba ningún indicio se- guro. Sólo sí comprendiase que debia ser un varón, porque ves- tía pantalones de paño y una larga capa zamarra que le llega ba casi a los pies. En la posado El Diluvio, mu- cho mayor de lo que prometiera el agujero de ingreso y la esca, lera ruinosa por donde se entra- ba, se recogían toda clase de personas; sucios harapientos, mendigos, ladrones, mozos de mercado y mandaderos, compo- nían una aglomeración de an- drajos, en la que se hallaban hombres y mujeres de todas ra- zas y colores; era la más extra- fiay sucia variedad de figuras humanas. El mesón lo constituían dos enormes naves, en cada una de las cuales había hasta diecinue- ve damas. ¡Figúrese el lecto el aire que se deb a respirar allí dentro y la hórrida mezcla de jergas que debía oirse! En ese sombrío pandemonium en ese fétido antro, era donde habíase hallado al viajeró muer to. Nadie le conocía, nadie sabía de donde viniera ni en que se tumbres de la posada, porque se había conformado con todas las prescripciones, pagado el alqui- ler de una cama, colocado pre- cisamente en el ángulo más obs curo de se segunda nave y había se achbstado. en seguida, vestido, en compaña de la deforme cria tura que llevaba "consigo. Al asomar el alba, una parte de los, vendedores se habían marchado, otros se estiraban y bostezaban desperezándose so- En todos los relojes de la ciu- | bre sus míseros lechos, cambián LA CASITANO. 1 1021 8, Central Avenue Ingrese ala. La Alianza Hispano Americana es la Sociedad Fraternal de la Raza. La A- lianza. expide pólizas de. seguro para toda la familia a precios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños. Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la A.H.A. 'Peléfono: 3-2304 ba 4-3488 dose los buenos dias con grose- ras chanzas y bajas obscenida- des, cuando fueron sorprendidos por un prolongado gemido, que parecía más el quejido de una bestia que el de una criatura hu mana. La posadera fué la primera en correr hacia el ángulo de la nave donde habíase acostado el desconocido y de donde parta el gemido. 3 Era la madre Inés, la dueña conocemos y que había ofredido de la posada, la mujer que ya su leche a la pobre huérfana en contrada en el corredor de la ca- sa de Jacobo. Habían transcurrido dieciséis años desde aquel día. Inés ha- bía envejecido bastante, pero más de rostro que en su perso- na. Sus faciones estaban marchi tas, habían tomado un tinte a- marillo, un aspecto áspero, varo nil; pero su cuerpo seguía con- servando las formas. llenas, vi- gorosas, y aun parecía haber crecido todavía más; tanto, que su alta estataura; casi imponia y los retratos de la Juderia la llamaban la Ballena. Sin embargo, Inés conservaba aún el buen fondo de otros tiem guno sin sufrir y sin que su. qo- razón de madre se enterneciera. Tenía dos hijos, un varón y una hembra, los dos más pésimos sujetos de la Judería: Toto, siem pre en abierta rebelión con la ley: Manfrina, una de las. más. desvergonzadas mujeres, de a-|: quel lugar. —¡Y bien! ¿qué sucede ahí? —dijo la Inés con su voz. varo» nil, aproximándose al lecho del desconocido, — creéis quizás q; está permitido lamentarse de ese modo, que pone la carne de gallina? Pero ante el espectáculo que se ofrecía a sus ojos, Inés hubo de callarse presa de espanto. Sobre el lecho, estaba, tendido en desconocido, inmóvil, estira- do, con la garganta destrozada por una horrible herida; los. la- bios tumefactos, las manos en crespadas por una última con- vulsión. Agurrucado casi. sobre el pe- cho del muerto, estaba la extra: , ña criatura que acompañaba al misterioso viajero. Pero éste no daba ya señales de vida. Viemes 30 de Julio de 1948. ¿Se trataba de un silencio a de un crimen; Misterio. Todos juraron no haber visto no oido nada,y el cuchillo de mango .es trecho que estaba a dos pasos de la cama, era un cuchillo tos- co, común, sin marca alguna de fábrica, pero con la hoja recién afilada, como si hubiese sido preparado para el horrible ceri- men. Inés llevóse las manos a la cabeza, y tirándose de sus grises gabellos gritó: —¡Santos del cielo... qué ho- rror!.. mi posada está compro. metida, me obligarán a cerrarla Todos serán arestados. Y sacudiendo a la extraña cria tura, que parecía no ver otra co aa que el muerto, añadió: —¡Levántate y habla! ha sucedido? A ese grito de la Inés, el inter pelado de manera tan brusca se volvió, fijando sobre aquella dos ojos de extraño brillo, celes- tes, grandes, profundos; dos o- jos. que sorprendieron y asusta- ron a la posadera. —¡Ea, arriba! responde— re- pitió ésta, reponiéndose al pun- to de su asombro,—íquien ha herido a ese? La extraña criatura se puso a sollozar, a gemir, pero ninguna palabra salió de sus labios. En tanto, con la velocidad del rayo, habíase esparcido por la Judería la noticia de que en la Isospechosa posada, habíase ha- lado un muerto. : Y la pública curiosidad fué súbitamente aguijoneada, y a ¡pesar de la intervención de un ¡delegado y de algunos guardias, no fué. posible rechazar a la mul titud, que se agrupaba en el pa- tio de la Fuente y asaltaba la ruinosa esdalera que conducía almesón. “Fodos deseaban ver el muerto y mostraban los puños a los guardias, se llenaban de inju- rías, hacían ademán de oponer- se al as Órdenes de retirarse. Ne cesitóse la intervención de otro delegado. y de mayor número de agentes para contener la multi- tud, rechazarla, y arestar, si pre ciso fuese, a los revoltosos. Las mujeres se agitaban más que. todos y hacían mil comen- tarios. 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