El Sol Newspaper, December 22, 1944, Page 2

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Página 2. SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE Viernes Diciembre 22 de 1944. SPANISH PAN-AMERICAN WEEKLY NEWSPAPER Published every Friday by J. C. Franco Entered as second class matter March 20, 1940 at the Post Office Phoenix, Arizona under the Act of March 3, 1879 No nos hacemos responsables de “las ideas emitidas por nuestros colaboradores, Para precio de anuncio diríjanse a las oficinas si- fuadas en 62 - S. 3rd. St. Teléfono 3-4948. Toda subscripción debe pa lor desee que se cambie el envio del periódico a otra dirección, de- berá notificarlo y acompañar la suma de diez centavos. SUBSCRIPTION RATES - Per Year $2,00 Six Months $1,50 se adelantada, y cuando el subscrip An out-of-town subscriptions must be paid in advance for ut least a period of six months, All payments must be made to the Editor postal Address P. O. Box 2161 Phoenix, Arizcua COMPREN MAS BONOS DE GUERRA ¡e El Quiere usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? Solo los encuentra en LA CASITA La Casita No.1 1021 S. 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MONTEJO “El Camino de los Gatos” Con: TONY DIAZ, PACO FUENTES, ALFREDO DEL DIESTRO y ESTHER LUQUIN en otra gran película mexicana. NOCHE DE NAVIDA Esta vez las campanas no ha- bían roto el silencio de la aldea, como otros años, recordando a las gentes el nacimiento de Aquél que prometió ¡Paz en la tierra a $ los hombres de buena voluntad” |.. -Los bronces de la humilde to- rre rugían ahora detrás de las montañas, convertidos en caño- nes fraticidas; olvidando los cán ticos de Osána, para lanzar al cielo la imprecación de sus dispa ros mortíferos. Pero, a pesar de que la ruina y la desolación se extendían por toda la comarca, los humildes ha bitantes de la aldea habían acu- dido a la iglesia para elevar sus visto como moría su Juan idola- ¡ trado, sin poderlo auxiliar, sin | saber siquiera que era su hijo el que recibió los golpes de bayone ta en el pecho. . .una . ..dos ...tres | .muchas veces. . .hasta quedar completamente inmóvil.. Después a instancias de su mujer, había corrido al lugar de la tragedia, cuando el enemigo se hubo ale- jado cumplida la misión de exter minio. Y lo habían encontrado ti- rado en el suelo, con la sangre de sus heridas todavía tibias. . . Pedro sé estremeció ligeramen | te al recordar esto. Su mujer vol vió la cabeza para mirarlo. Quizá ella pensaba en lo mismo. Los Ñ | I í oraciones al Dios Niño, por aque- llos que en las trincheras, defen- dían a su patria y a Su fé. Cuando todo hubo terminado y la gente abandonó el templo, también Pedro, el organista de la parroquia y su mujer, se encami naron a su casa, distante del pue blo, más de media legua y escon- dida entre las peñas que limitan el bosque. Los dos.se tomaron de la mano, como si hubieran sido hermanos y echaron a andar por el sendero, apretando el paso, an tes de que la noche cerrara por completo y la obscuridad y la nieve que comenzaba “a cubrir la tierra, el camino fuera menos visible. De trecho en trecho, ambos se detenían para limpiar sus rostros salpicados por la nevasca, que arreciaba más cada. momento y para frotar sus ateridas manos. Después, seguian su camino, sin- tiendo en sus oídos, vibrar to- davía la triste música del órgano y las palabras llenas de esperanza, del viejo sacerdote de la aldea. En la mente del vie- jo se han quedado fuertemente encajados los cánticos de Hosa- na: “Gloria a Dios en las altu- ras y Paz en la tierra a los hom- bres de buena voluntad”. Al re- cordarlas,, una amarga sonrisa se dibuja en su rostro, el siempre había sido un hombre de buena voluntad o, al menos, así lo creía en su sencillez, sin embargo la guerra le arrebató la única paz que tenía en el Mundo, al quitar le a su único hijo, el dulce am- paro que tanto necesitaba en la vejez. El con sus propios ojos, había AA PHOENIX HAT MF6. CO. La mejor sombrería le homor> cn la ciudad. 24 al N. ela im Calle 2da. COMPREN MAS BONOS DE GUERRA JOHN W. LEWIS NOTARIO PUBLICO 32 al N. de ln Ave. Ira. Compra y vasta de propie- d:a Se habla correcto español DGA GAGZAGZA AZ Compre el libro que Ud. necesite en las Oficinas de ''EL SOL" A e e o o o o e. DEGSAGIAGAGZAZAGZGS dos viejos se apretujaron las ma nos con ternura, mientras se-| guían su camino azotados por la nieve. A los pocos pasos, se detu- viéron para secarse la cara y arropase lo mejor que pudieron! con sus pobres abrigos. María suedó un momento quie ta!; le había parecido escuchar cerca de ellos, algo como un ge- mido imperceptible. Volvió la ca beza en todas direcciones, pero no vió a nadie. Sin decir nada a su marido tornó a, tomarlo de la mano y. los dos reanudaron la| marcha. De repente el viejo tro- pezo con algo que había en el ¡suelo. Ambos se inclinaron al mis | ¡mo tiempo para ver lo que era. ¡María casi contuvo la respiración | cuando su marido, apartando la; nieve, descubrió el cuerpo de un | soldado. Se arrodillaron junta a él y lo examinaron detenidamen te. Estaba herido, pero a pesar de la nevasca, todavía tenía vi: gor para luchar contra la fiebre. Un hilillo de sangre le brotaba de la boca y solamente de vez en cuando, dejaba escapar un débil quejido. Por momentos, sin em- bargo, iba perdiendo el sentido. Entonces el viejo le levantó la cabeza del suelo, mientras su mujer, azorada, le preguntaba temblando con ansiedad: —?Qué vamos hacer con él?* La casa está todavía tan lejos Ye nosotros tan viejos y tan cansa- dos. . Además la nevasca es ca- da vez más fuerte. ?Qué vamos a hacer. .? —Algo hemos de poder hacer mujer, —objetó el viejo— no va- mos a dejarlo abandonado en el camino. . é.así, sin que ninguno lo auxile. .. Moriría de fiebre y de frío . .! ¡Cómo vamos a pasar de largó. ..! La mujer. volvió a interrogar al marido. —Si regresáramos ai pueblo? Ouizá allí encontraríamos algún vecino que quisiera ayudarnos . . El viejo, sobrehaciendo un es- fuerzo sobrehumano, redeó el tor so del herido con sus brazos, mientras contestaba a su mujer reprendiéndola cariñosamente: —El pueblo queda más lejos que' nuestra casa. Será mejor lle varlo con nosotros ... ¡Anda Ma- ría, levántalo de los pies, entre los dos podremos llevarlo! ¡Haz un esfuerzo mujer, Dios nos ayu- dará. z . La mujer obedeció, y entre los dos fatigosamente cargaron al he rido y prosiguieron su camino, dando un paso y deteniéndose pa ra darvel otro; procurando no tropezar. .ya no limpiaban la nie- | agobiados por el peso del herido, pero seguían adelante .. Ya ca- si rendidos, divisaron la chimi- nea de su casa; esto los animó un poco y apretando al herido con el resto de sus fuerzas, dieron los últimos pasos que los pusie- ron en la puerta de la cabaña. Cuando estuvieron dentro, lle- varon al soldado cuidadosamen- te hasta ponerlo sobre la única cama que disponían; y aligera- dos de su carga, sacudieron la nieve que empapaba sus rostros y sus abrigos, y desentumecieron sus ateridos miembros. Pedro, le quitó las ropas mojadas al heri- y 1 do y lo metió bajo las mantas del pobre lecho, mientras su mujer revivía el fuego de la chimenea para calentar agua con qué curar las heridas. Después entre los dos lavaron la cabeza del soldado y lo examinaron a la luz de la lámpara de aceite que alumina- ba la estancia. No presentaba más que una lesión en la cabeza, que sin ser mortal, sí lo había privado del conocimiento. Lo ven daron cuidadosamente y lo cu- brieron con sus mejores mantas. las más abrigadoras, las más nue vas, las que guardaban en el arcón de cedro «y que tantas ve- ces habían cubierto el cuerpo del; hijo inolvidable. . . | El herido, fué sentido, poco a poco; como si temiera enfrentarse nuevamente a la vida. Sus ojos se abrieron con lentitud y sus labios se mo- recobrando el| zón con acentos de perdón y de¡netas, ni en los campos incendia- amor. María se había alejado hasta un rincón a preparar la cena que otros años, cuando la paz brilla ba en el cielo de su patria,, ha- bían compartido santamente con el hijo querido, mientras sus la- lbios bendicían a Jesús. Y así no vió cuando el herido que había cerrado unos momen- tos los ojos, los abrió, de pronto, desmesuradamente. Tornó a ver hacia todos los rincones de la casa, Meno de terror, hasta encon trarse con la mirada tranquila del viejo, que pareció serenarlo un poco. Entonces le hizo señas con la cabeza para que se acer- cara a la cama para decirle que- damente: Han sido muy buenos conmi- go. Pero, no debo permanecer a- quí por más tiempo . . Creo que soportaré la caminata .. quizá ma ñiana, al amanecer, alcance yo a mi compañía. . . Si alguno me descubre aquí, me matará, me matará sin compasión! . .Yo sé que aquí, todos deben odiarme, todos! Nadie «quiere creer que lu chamos por la defensa de la civi lización y de lá libertad. . .Todos piensan que somos únicamente, ¡una fuerza destructora. Pedro le interrumpió amable- ¡ mente: | “Todos los que van a la guerra, creen que luchan por la libertad y la civilización y piensan que lasí encontrarán la paz que el mundo anhela; pero, la paz no i ige nte, mientras im- i vieron ligeramente, mien: mM: | anida en las puntas de las bayo ploraba: —Agua, agua! . .Por favor . ... agua... y Al escucharle, Marta corrió a un rincón para Menar un vaso que luego acercó a los labios del ! enfermo. Este bebió ávidamente el precioso líquido. Después, re- corrió la estancia con la mirada, preguntando: — ¡Quienes son ustedes? ?Por qué me trajeron aquí? ?Donde están mis compañeros? . .Qué pre tenden hacer conmigo. . ? Pedro, le acostó suavemente so- bre la almohada, de la que había levantado la cabeza, mientras le contestaba: —Somos amigos tu- yos, no temas nada. Ya está ven dada tu herida, pronto estarás bueno del todo y podrás seguir a tus compañeros. ¡Ahora duerme, duerme; eso te aliviará más pron | to. .. Duerme! Pero, sí vosotros sois ..!Sois mis amigos! —Grito el herido al es- cuchar el acento regional de Pe- dro— ¡Me habéis traído aquí pa- ra entregarme! ¡Dejadme ir! ¡Quiero morir entre los míos, quie ro morir con mis amigos! Dejad- me ir, os lo ruego! —Nadie habla de muerte, argu- yó Pedro, estremeciéndose alco- nocer a un enemigo de s5u patria- Nadie habla de. muerte, pronto estarás restablecido y podrás mar charte. Ahora . ..duerme ..dduerme Los ojos del viejo se clavaron en el uniforme del desconocido y comprobó, que en efecto,aquel hombre que con tanto esmero ha- bían llevado hasta su cabaña, y con tanto amor habían curado; era un enemigo de su libertad y de su fé .. El odio gritó dentro del pecho del viejo; pero las pa- dos; sino en los árboles cargados de frutos y en los campos dora- dos por las espigas . . ¡Locura de los. hombres todos!! Todos están equivocados. Todos destruyen la obra del Creador, que deberían hermosear y engrandecer con el trabajo y el amor. . .Sólo así en- contrarían la verdadera paz. Pe- ro los hombres se han llenado de orgullo insensato y olvidando q' tienen el divino don de la razón, buscan en la fuerza bruta, lo que sólo se encuentra donde hay man sedumbre,caridad y comprensión. —Si todos pensaran así, —con- testó el enfermo— se acabarían las gueras . .Pero, los que defen- demos la verdad y la justicia, sabemos que después de esta lu- cha vendrá esa anheiaca paz... Por un momento, sus ojos pare cieron iluminarse suavemente con el pensamiento de la lucha. . ¡del triunfo! Después, volvió a su obsesión. Pasa a la página 3 SHOP Ist. Ave. Phoenix, Ár:2. 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