El Sol Newspaper, August 29, 1952, Page 2

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SPANISH PAN-AMERICAN WEEKLY NEWSPAPER Published every Priday by J. C. Franco Entered as second class matter March 20, 1940 at the Post Office at Phoenix, Arizona under the Act of March 3, 1879. No nos hacemos responsables de las ideas entendidas por nues- Los.colaboradores. Para precio de anuncio diríjanse a las oficinas situadas en 62 So. 3rd, St. Teléfono 3-4948. Toda subscripción debe pagarse adelantada, y cuando el subs- críptor desee que se cambie el envío del periódico a otra dirección, deberá _Notificarlo y acompañar la suma de diez centavos. SUBSCRIPTION RATES Per Year $3.00 Six Months $2.00 AN out-of-town subscriptions must be pald in advence for at least a period of six months. AU payments must be mady to the Editos Post Adáress P. O. Bco 1448 Phoenix. Arizona. “LA RAZON DE MI VIDA” Por EVA PERON Para mí, fué el día en que ma, vida coincidió con la vida de Perón. El encuentro me ha dejado en el corazón una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el comienzo de mi verdadera vida. . Ahora sé que los hombres se clasifican ea d3s grupos; uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que se a- fanan por las cosas vulgares y comunes; y que no se mue- z ven sino por caminos conocidos que otros ya han recorrido. Se conforman con alcanzar un éxito. El otro grupo, peque- ño, muy pequeño, es el de los hombres que conceden un va- lor extarordinario a todo aquello que es necesario hacer. Estos no se conforman sino con la gloria. Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de Eo sus glorias y viven ca- si en la eternidad. 2 Hombres para quienes un cid nuevo ejerce siempre una atracción irresistible. Para Alejandro fué el camino de Persia, para Colón, el camino de las Indias, para Nepoleón, el que conducía al imperio del mundo, para San Martín el camino llevaba a la libertad de América. A esta clase de hombres pertenecía el hombre que yo encontré. En mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una Revolución. Cuando la “cosa por hacer” es una Revolución. enton- ces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer. Muchas revoluciones han sido iniciadas aquí y en todos los países del mundo. Pero una Revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empre- sas arriesgadas. - Poreso fracasaron y fracasan todos los días revolucio- nes deseadas por el pueblo y aun realizadas con su apoyo to- tal. Cuando la segunda guerra mundial aflojó un poco la influencia de los emperialismos que protegían a la oligar- quía entronizada en el gobierno de nuestro país, un grupo : de hombres decidió hacer la Revolución que el pueblo de- seaba. x Aquel grupo de hombres intentaba, pues, el camino nuevo; pero después de los primeros encuentros con la dura realidad de las dificultades, la mayoría empezó a repetir lo mismo de otras revoluciones.... y “la Revolución” fué que- dando poco a poco en medio de la calle, en el aire del país, ea la esperanza del pueblo como algo que todavía era nece- sario realizar. Sin embargo, entre los gestores de aquel movimiento, un hombre insistía en avanzar por el camino difícil. Yo lo ví aparecer, desde el mirador de mi vieja inquie- tud interior. Era evidentemente distinto de todos los demás. Otros gritaban “fuego” y mandaban avanzar. El gritaba “fuego” y avanzaba él mismo, decidido y te- naz en una sola dirección, sin titubear ante ningún opata> culo. En aquel momento sentí que su grito y su camino eran mi propio grito y mi propio camino. Me puse a su lado. Quizás ello le llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor pa- labra: Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy lejos que haya de ir en el sacrificio no deja- ré de estar a su lado, hasta desfallecer. El aceptó mi ofrecimiento. Aquél fué “mi día maravilloso”. VH — ¡SI, ESTE ES EL HOMBRE DE MI PUEBLO! Pronto, desde los bordes del camino, los “hombres co- munes” empezaron a apedrearnos con amenazas, insultos y calumnias. a Los “hombres comunes” son los eternos enemigos de toda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordi- naria y por lo tanto de toda revolución. Por eso dijo alguien “el hombre mediocre es el más fe- roz y más frío enemigo del hombre de genio”. Todo lo extraordinario es para ellos locura imperdona- ble, fanatismo exagerado y peligroso. Yo los he visto y los veo todavía mirándome “compa- sivos” y “misericordiosos” con ese aire de superioridad que los define...... Nunca entenderán cómo y por qué alguien puede hacer una cosa ditsinta de la que ellos piensan ¡y nunca hacen na- da que no sea para ellos! Lo vieron avanzar a Perón y primero se reían de él cre yéndole y aun diciéndole loco. Pero cuando descubrieron que el loco incendiaba y que el incendio se propagaba por todas partes y ya les tocaba en sus intereses y en sus ambiciones, entonces se alarma- ron y organizándose en la sombra se juramentaron para ha cerlo desaparecer. No contaron con el pueblo. Nunca se 'les había ocurri- do pensar en el pueblo ni imaginaron que el pueblo podría alguna vez por sí mismo hacer su voluntad y decidir su des- tino . ¿Por qué los hombres humildes, los obreros de mi país no reaccionaron como los “hombres comunes” y en cambio comprendieron a Perón y creyeron en él? La explicación es una sola: basta verlo a Perón para crear en él, en su sinceridad, en su lealtad y en su franqueza Ellos lo vieron y creyeron. Se repitió aquí el caso de Belén, hace dos mil años; los primeros en creer fueron los humildes, no los ricos, ni los sabios, ni los poderosos. Es que ricos y sabios poderosos deben tener el alma ca- si siempre cerrada por el egoísmo y la avaricia. En cambio los pobres lo mismo que en Belén, viven y duermen al aire libre y las ventanas de sus almas sencillas están casi siempre abiertas a las cosas extraordinarias- Por eso vieron y creyeron. Vieron también cómo un hombre se lo jugaba todo por ellos. Yo sé bien cuántas ve- ces él apostó todo a una sola carta por su pueblo. Felizmente ganó. De lo contrario hubiese perdido todo, incluso la vida. , Yo mientras tanto, cumplía mi promesa de “estar a su lado”. Sostenía la lámpara que iluminaba sus noches; enarde-. ciéndole como pude y como supe, cubriéndole la espalda con mi amor y con mi fe. , Muchaf' veces lo vi, desde un rincón de su despacho en la querida Secretaría de Trabajo y Previsión,, él escuchan- do a los humildes obreros de mi Patria, hablando con ellos de sus problemas, dándoles las soluciones que venían recla- mando desde hacía muchos años. Nunca se borrarán de mi memoria aquellos cuadros iniciales de nuestra vida común. Allí le conocí franco y cordial, sincero y humilde, gene- roso e incansable, allí vislumbré la grandeza de su alma y la intrepidez de su corazón. Viéndolo se me ensanchaba el espíritu como si todo a- quello fuesen cielo y aire puros. La vieja angustia de mi co- razón empezaba a deshacerse en mí como la escarcha y la nieve bajo el sol. Y me sentía infinitamente feliz. Y me de- cía a mí misma, cada vez con más fuerza: Sí, este el el hom- bre. Es el hombre de mi pueblo. N a die puede compararse a él. : Y cuando le veía estrechar las manos callosas y duras de los trabajadores yo no podía dejar de pensar que en él y por él mi pueblo por primera vez, se daba la mano con la fe- licidad. VII — LA HORA DE MI SOLEDAD El incendio seguía avanzando con nosotros. Los “hom- bres comunes” de la oligarquía cómoda y tranquila empe- zaron a pensar que era necesario acabar con el incendiario. Creían que con eso acabaría el incendio. Por fín se decidieron a realizar sus planes. Esto sucedió en la última hora de la Argentina oligár- quica. ¡Después, amaneció.....! Durante casi ocho día s lo tuvieron a , Perón entre sus manos. Yo no estuve en la cárcel con él; pero aquellos ocho días me duelen todavía; y más, mucho más, que si los hubie- se podido pasar en su compañía, compartiendo su angustia. Al partir me recomendó que estuviese tranquila, Con- fieso que nunca lo vi tan magnífico en su serenidad. Re- cuerdo que un Embajador amigo vino a ofrecerle el ampa- ro de una nación extranjera. En pocas palabras y con gesto simple decidió quedarse en su Patria, para afrontarlo todo entre los suyos. LA Desde que Perón se fué hasta que el pueblo lo recon- quistó para él —¡y para mi!— mis días fueron jornadas de dolor y de fiebre. Me largué a la calle buscando a los amigos que podían hacer alguna cosa por él. Fuí así, de puerta en puerta. En ese penoso e incesante caminar sentía arder en mi corazón la llama de su incendio, que quemaba mi absoluta pequeñez. Nunca me sentí —lo digo de verdad—tan pequeña, tan poca cosa como en aquellos ocho días memorables. Anduve por todos los barrios de la gran ciudad. Desde entonces conozco todo el muestrario ae corazones que laten ajo el cielo de mi Patria. A medida que iba descundiendo desde los barrios orgu- llosos y ricos a los pobres y humildes las puertas se iban a- briendo generosamente, con más cordialidad. Arriba conocí únicamente corazones fríos, calculado- res, “prudentes” corazones de “hombres comunes” incapa- ces de pensar o de hacer nada extraordinario, corazones cu- yo contacto me dió náuseas, asco y verguenza. ¡Esto fué lo peor de mi calvario por la gran ciudad. La cobardía de los hombres que pudieron hacer algo y no lo hi- cieron, lavándose las manos como Pilatos, me dolió más que los bárbaros puñetazos que me dieron cuando un grupo de cobardes me denunció gritando: —¡Esa es Evita! Estos golpes, en cambio, me hicieron bien. Por cada golpe me parecia morir y sin embargo a cada golpe me sentía nacer. Algo rudo pero al mismo tiempo ine- fable fué aquel bautismo de dolor que me purificó de toda duda y de toda cobardía. ¿Acaso no le había dicho yo a él —“...por muy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, has ta desfallecer”? Desde aquel día pienso que no debe ser muy difícil mo- rir por una causa que se ama. O simplemente: m:o rir por amor. z JEWELERS | y SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE Rutas de Emoción LA VUELTA AL DECORO Un grupo de bien intenciona- dos caballeros acaba de iniciar la campaña a favor del decoro masculino. Se trata de suprimir todos esos atavios femeniles que últimamente ha adoptado nues- tra juventud, importados desde allende el Bravo, donde jamás se disinguieron por su elegan- cia, precisamente. Da verguenza y asco contemplar a los mucha- chos con el cuello desnudo y e- sas espantosas “blusas” de mu- jer, hechas de telas multicolores con labores impropias. Da asco verlos, con esos pan- talones ceñidos, esos calcetines de tonos chillones, esas corbatas llenas de adornos y dibujos es- trafalarios, los pañuelos, y todo en fin, completamente inade- cuado para un hombre. Las cha- marras comenzaron ya a echar por tierra la elegancia vronil. En cierta ocasión encontré en una casa de visita a un hombre que llevaba una de esas chamarras verde perico, llena de adornos y le pregunté si era de su herma- y no se la habría puesto por uivocación, No —me respondió—, es míal y así se llevan ahora. Ambos sexos estuvieron en é-| pocas mujeres completamenet deslindados en materia de indu- mentaria. Un caballero iba siempre va- ronil, con la ropa oscura o clara, pero nunca con toques femeni- nos. Las corbatas eran elegan- tes, pero no tenían, como ahora, tantas labores y dibujos exóti- cos. Los calcetines eran de hilo de Escocia, negros o blancos y las camisas de tela finísima, te- nían apenas listas finas o eran lisas, pero en tonos discretos. Como ahora también muchas: chicas que presumen de “eman- cipadas” se cortan el pelo, en forma masculina, a veces no sa- be una si se trata de un hombre o de una mujer, E] calzado, lógicamente, ha su frido sus cambios. Ahora los se- fiores usan zapatus de mil mo. delos y colorines. Y mientras tanto, ellas se po- nen pantalones alegando su co' modidad. Se ponen esas horri- bles camisolas de mil chillante: sonos. Algunos jóvenes llevan e zabello tan largo como una mu jer. Es una horrible promiscui dad del peor gusto, que debe combatirse. Cada -sexo debe te ner separadas sus atribuciones. Desgraciadamente vivimos un momento de valores. invertidos y todo esto se refleja en el modo de vestirse. Santos Chocano cambatió la poesía moderna diciendo q' los hombres se habían vuelto “poe- tisos” y las mujeres poetas. Fué en los días gloriosos en q' Juana de América alzó su lába- ro y cantó sus inquietudes, libre de velos y mentiras. Los hombres, entonces, habían iniciado la poesía decantista, llena de tonterías y de vacie- dades. Ahora este grupo de jóvenes bien intencionados trata de re- sucitar el paraguas, el bastón y otras prendas de desuso. El som- brero también debe reaparecer. Es mentira como afirman algu- nas que haga caer el pelo, Nun- ca he visto tantos calvos como ahora en que nadie lo lleva. Tambiénn es cierto que en cám- bio, ha surgido la moda del bi- soñé. Media docena de artistas lo llevan a todas horas, tratando de “despirtar”, pero quien los vió calvos hace seis meses, no podrá pensar nunca que tan bre- ve tiempo les haya salido tan copiosa cabellera! Es preciso seguir esta campa- fia. Se impone resucitar las mo- das masculinas. Devolver al ca- ballero 'su antiguo decoro y dig- nidad. » Porque negar que el traje va unido a la dignidad, es negar la realidad. Un hombre vestido con propiedad inspira respeto. Un pachuco lleno de colorines risa. Un individuo con bisofié y ce- jas depiladas, sólo inspira asco y burla. El hombre invade los terrenos que no le corresponde pisar. La mujer se mete en predios que no son los suyos. Hay que! combatir tanta anormaildad. Hay que señalar los caminos. Y que cada sexo tome el que le corresponde. Mientras más va- ronil es un hombre, es más dig- no de admiración y de simpatía Mientras más femenina es una mujer, más se le respeta. A ve- ces yo misma me he confundido ante una de estas chicas vulga- res, que llevan pantalones y e- sos pseudohombres con camisas, que descubren el cuello, hechas de telas llenas de extraños dibu- jos. - O Viernes 29 de Agosto de 1952. 7 SUEZ Subscríbase al Periódico "EL SOL”, Semanario Popular Independiente Dr. Ñ 6. del Valle y Lugo. Está a las órdenes de su numerosa clientela en el edificio “FOX THEATRE BUILDING”, 2do. Piso, No. 248 Teléfono: 4-4612 Phoenix, Arizona LEE LA SUERTE Y DA CONSEJO Dice el Pasado y el Presente — Nombres Futuros e Iniciáles. — Asuntos de Negocios — Asuntos de A- mor — Herenicas — Todas las cosas que se relacionen con el bienestar. HORAS DE CONSULTA: 248 m. todos los días 2154 Grand Ave. -- Phoenix, Áriz. GENES, "YE 2/2) 2), . WILLARD Y PAUL KRUGER Toda la gente mexicana lo conoce Muy Bien Traigan sus Familias, C. 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