El Sol Newspaper, December 22, 1950, Page 4

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Página Cuatro. “EL MARTIR DEL GOL «Un segundo templo se eleva en el monte Moria en el mismo sitio que el primero. Los israeli- tas acuden presurosos a adorar al Dios invisible ante sus sagra- dos altares; pero el tiempo, con su poderoso aliento, desmorona *sus altivos pórticos, sus sober- bigs muros. “Seis siglos han descargado su tempestad, sus lluvias y sus hu- racanes sobre el gigante de pie- dra que sirve de morada al Dios de Sión,-y:Herodes el Grande se ciñe sobre sus cienes la corona tributaria de Jerusalén, y vuel- ve arecdificarlo tal como vamos a bosquejarlo a nuestros lecto- res, sirviéndonos de la descrip- ción que Josefo el historiador ju dío nos ha dejado, (Josefo, es- “EL SOL”, SEMANAKIÓ POPULAR INDEPENDIENTE a un segundo recinto; el azul, la prpurúa, la escarlata y el li- no, mezciados en aquel atpiz, re presentaban los cuatro elemen- tos: el azul, el aire; la púrpura, el mar de donde sale; la escarla- ta; el fuego; el lino, la tierra que lo produce. “Ayudado por la ciencia, el ar- te había representado en aquel gran velo el círcul ode la esfera celeste, menos los doce signos. “Pasado el segundo recinto y en la profundidad del templo, se halla el 'Santo de los Santos” (El Santo de os Santos, que se llamaba también “Oráculo” era una especie de locutorio, desde idonde, segúan los judíos, haba ba Dios al Sumo Pontífice que le consultaba.) critor judío del tiempo de Vespa- siano, estuvo en el cerco de Je- rusalén, y presenció la ruina del templo; nosotros tomamos esta descripción por creerla más au- téntica, siendo de un testigo ocu lar, siguiendo el ejemplo de Mr. . de Paujoulat en su “Historia de Jerusalén.” “Tonía el templo cien codos de ancho y ciento veinte de alto, alyturo que andando el tiempo quedó reducida a cien codos por el desplome de los cimientos. “Era de maravillar la dureza y blancura de las piedras del e- dificio, no menos que sus dimen- siones, pues tenían veinticinco codos de largo, ocho de alto y doce de ancho. “Las artes habían desplegado todas las riquezas en la arquitec tura de aquel monumento que parecía el palacio de un rey, y el más hermoso que se vió nun- ca debajo del sol. “Ricos apices recamados de flores de púrpura decoraban los pórticos; de las cornisas de las oclumnas pendían cepas de oro con sus pámpanos y racimos. “Tenía el templo diez puertas: * cuarto al Norte, cuatro al Medio | día, dos al Oriente y al lado que miraba: a Occidente estaba ta- piado; todas de dos hojas, que tenía cada una treinta codos de alto y quinced e ancho; estaban los quicios chapeadas de oro y plaia;, una sola estaba de cobre de Corinto, pero aquel cobre su- peraba en valor a todos los me- tales; el frontispicio del monu- mento, cuajado de oro, relucía como una ascua a los rayos del sol naciente. “El interior del templo, dividi- do en dos partes, asombraba por su rico ornato, sobre la puerta del primer recinto sagrado se veía una viña de oro, del tama- ño de un hombre; con racimos del mismo meatl; un tapiz ba- bilónico” de cincuen tacodos de alto y dieciséis de ancho, cubría “Rodeaban el templo, sosteni- das por recias paredes, “anchas y altas galerías. “Un collado al Este del monu- menta religioso se había conver- tido en terreno de cuatro íacha- das, cuyas enormes piedras es- taban unidas entre sí con plomo una tripe galería que cruzaba un profundo y dilatado valle o precipicio, enlazaba el templo con el barrio occidental de la ciu dad; ciento sesenta y dos colum! ¿nas de orden corintio, de veinti- “siete pies de circunferencia cada ' ¡una, sostenían en tres hileras a- quella triple galería. Esta última obra, que no ha- cemos más que indicar muy' in- que recibió en su seno al Hijo de Dios; peiv .a imdoie de nuestro libro no nos permite detenernos en los pequeños detalies descrip tivos, por io que desistimos, con ten.anuonos con el lígero bos- quejo que hemos hecho. ¡ Fáiltanos ahora penetrar en el saniuano de la ciudad santa, para descubrir algunas de sus| notables ceremonias religiosas; pero lo haremos en el sapítulo siguiente, procurando no inte- rrumpir la "narración de los a- coniecimi:enios. CAPITUO IV LA FIESTA DE LAS SUERTES El sol extendía sobre ela ciu- dad santa los puros rayos de su ¡frente en una mañana del mes ¿de Adar (según el calendario de los judíos, corresponde 'eset mes ja una parte de Febrero a Marzo, y es el último de su año ecle- ¡siástico y el cuarto civil), mes ¡que guardaba en los anales de Israel un recuerdo de dolor y otro de placer. Mes en el que los días 7 y 8 se ayuna por la muerte de su maes tro Moisés, y el 14 y 15 se cele- |[braba la fiesta llamada “Purim” o 'de las Suertes”, en memoria de haber alcanzado la bella Es- se la sentencia de muerte que tes” había firmado por consejo de su favorito Amán. | El favorito había hechado suer Shusan se introducía en los a- trios para detenerse delante de la segunda pueria llamada Co- rintia, delante de la cual se al- zaban las dos terribles columnas cuyas latinas y griegas incripcio nes prohibian, bajo pena de muerle, penetrar en el templo a los gentiles e inmundos. lamento desconsolador que duró algunos minutos. Las mujeres se rasgaban los vestidos, los hombres se mesa- Iban ¡os cabelios, 10s: muchachos agitaban en son de amenaza los mastilios y las mazas. dá Desde entonces, cada vez que .de los labios dei lector sacerdote ¡| , Andando un poco más, la mu- salía el nombre de Amán, los chedumbre se hubiera encontra-|asisetntes descargaban furiosos do con la puerta superior detrásigolpes con sus martillos sobre de esta el atrio de los sacefdo- el mismo nombre que poco an- tes, pero en aquel recinto le es- tes habían escrito con carbón y ¡taba vedado penetrar al pueblo, yeso, exclamando todos con to- La alegría era general y bri-¡da la fuerza de sus pulmones. 'llaba en todos los rostros. | —Borrado sea tu nombre: el La gente fué colocándose lo nombre del malvado sea des- mejor que pudo y revistiéndose ¡truído. de esa paciencia bulliciosa del| El dolor de los judíos cambié pueblo en las festividades que[en ostentadora alegría cuando nada le vuestan, y esperando la |leyó el sacerdote el versículo 10 Viernes 22 de Diciembre de 1950. 60 TA”. El centurión lanzó un grito y¡jas cortinillas de seda de Tiro ¡cayó de su caballo bañado en¡que cerraban la litera para que sangre. Aquel - grito fué la señal del ¡combate. ¡Los israelitas detuvieron primera embestida de los roma- su señoro asomara la cabeza. —¿Son esos? preguntó el rey a su esclavo de un modo des- la | preciativo. —Esos, respondió 21 negro con nos; por ambas partes se hacían | laconismo. esfuerzos de valor, Israel defen día la casa de su Dios; Roma lu- chaba por vencer a los profana- —No veo a mi hijo. —Se escapóó 66 6 —!Ah! -S escapó... ¿Sabes q' dores de su águila triunfadora. |esa palabra me incomocua?... Veo La sangre corría con abundan-|con dolor que te vuelvas algo cia por los atrios. torpe en los asuntos más 1: Aquela lucha era el último e: ¡portantes. fuerzo de un pueblo que comba —Cuando la pieza se pierde, te- por su libertad; la última tez [el podenco no desconfía mies- tativa del esclavo desfallecido para arrancarse la pesada cade tras no ha perdido el rastro. —¿De modo que tú tienes el na que le sujetaba al despótic: |rastro? yugo de su tirno opresor. —Es más señor; confío en tro- La lucha, pues, era desespe |pezar con el jabalí antes de mu- ther del Rey Ausero que revoca- ! contra los judios de “todas. par- completamente, porque aun co- tes para ver el día en que había nociendo los sitios, no es impo- de comenzar la terrible: matan. 'sible desentrañar la obscuridad za; pero afortunadamente para de la descripción que hace de'el pueblo hebreo, la hermosa rei ,¡ella el historiador judío, debía | na log a salvarle del cuchillo 'ser una construcción prodigiosa, ¡homicido y perder al iniciador “Al Norte de templo, la torre¡de tan terrible pensamiento. de los Asmoneos, reedificada | Los rayos del sol, como hemos por Herodes y semejante a su dicho, caían como hebras de oro palacio, tomó el nombre de An- sobre la ciudad, el día 14 del tonia, en memoria del bienhe- mes de Adar, primero de los dos chor del rey. (Marco Antonio el que duraba la fiesta de las Suer triunviro.) tes. . “Una bóveda subterránea con- | Un grntío ducía de la torre Antonia a la por las calles. puerta oriental de la casa de¡ Las casas eran insuficientes Dios; en esta fortaleza era don-|pera albergar a la multitud de de se custodiaba la vestidura forasteros que habían acudido solemne del sumo sacerdote ba-¡a oír de boca del sumo sacerdo- jo los dos sellos del pontífice y'!te los hermosos versículos del inmenso circulaba el tesorero. | “El día de la dedicación del templo, Herodes , su restaurador ofrecía por su parte trescientos bueyes en sacrificio. “Un águila colocada sobre la puerta principal del santuario turbaba la piadosa alegría de los israelitas, forzados a sopor- tar como un ultraje aquel signo profano.” Con el mayor gusto ofrecería- mos la inconografía del templo ed Jerusalén, para que nuestros ¡lectores pudieran formarse una idea más, aproximada de lo ¡libro de Esther, su salvadora, q' debían leerse en el santo tem- | plo. z Apiñadas masas de hombres ¡mujeres y hiños se encaminaban hacia la “ciudad inferior”, ansic sos de encontrar un puesto cómo do en los grandes atrios de las naciones, porque en esto sdías de solemnidad religiosa no a todos les era permitido penetrar en el atrio de los israelitas. El pórtico oriental o de Salo- món parecía a vista de pájaro un inmenso hormiguero que se tragaba aquella apiñada cadena las puertas por donde se pasaba grandioso del templo inmortal¡de gente que por la puerta de Sp TRÓÚBLE-FREE, RG SURE-TO-PLEASE WAYS de TO SAY MY O hen you gift-shop atthe Valley Bank it st will exclaim, person on your li 3 A “It's just what | duplications! And best of all, mM í P give pleasure long after this year's tinselled tree i to play Santa, here are six trouble-free, sure-to-| CHECKING ACCOUNT personal interest. CRISP NEW BILLS yours for the asking. MENBER FEDERAL Open a checking accountfor some- one close to you. lt will serue as a faithful financial aid as well as a constant reminder of your thoughtíulness and Money is always a most welcome gift. 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Vestía una túnica talar de co- lor de jacinto guarnecida en su extremo inferior de sesenta y 2 campanillas de oro y otros tan- tos granados que producían un sonido vibrante y armonioso al menor movimiento del sacerdo- te, ¡ Un paño del granador del me- dio codo bordado de torzal blan- co cubría su pecho, en cuyo cen- tro brillaban de un modo des- umbrante doce piedras precio- sas en las cuales estaban gra- bados los doce nombres de los, doce hijos de Jacob. “Este rico pectoral se hallaba sujeto a la cintura por dos cin- tas que marcaban el talle, y a los hombros por-dos rosetones de ero, en donde también se veían incrustados los nombres de los hijos de Jacob, del modu siguiente: en el de la derecha los seis mayores, y en la de la izquierda, los seis menores. Terminaba este traje imponen te una especie de tiara o bonete en el cual se veía encima de la frente una lámina de oro lle- na de inscriuciones hebreas su- jetas por una cinta de color azu- lado. En los pies nada llevaba, iba descalzo. El sacerdote bendijo al pueblo y abriendo un libro voluminoso que llevaba en la mano, se dis- puso a leer en-voz aita. La multitud guardó un silen- cio tan profundo, que si un ex- tranjero hubiera pasado en a- quel momento por los alrededo- res del templo le hubiera creído deshabitado. Ei sacerdote, con voz grave y pausada, habló de esta manera a su pueblo: —-£/iídd, oíd el libro de Esther, hija de Abigail, sobrina de Mar docheo, de la tribu de Benjamín mujer de Asuero, rey de Persia. Aquí hizo una pausa y leyó los dos primeros capítulos del libro, en medoi de un silencio relogio- SO. Mientras las poética e nitere- sanet narración del libro de Es- ther sólo se reducía a la desobe- diencia de la veina Vasthi, es- posa de Asuero, el decreto para que las mujeres obedecieran a sus maridos, y a la descripción del capítulo VII en que dice: |“Y así fué colgado Amán en el 'patíbulo que había preparado para Mardocheo, y cesó la ira del rey.” Tocaba a su término la lectu- ra del libro de Esther, cuando un acontecimiento inesperado vi Ino a turbar la solemnidad reli- giosa de la fuesta de las suertes, —'!Abajo los idolos de los im- pios! Exclamaban varias voces que figuraron salir de la parte de los pórticos del templo. —E leónó de Judá quie.e ser ¡libre; respondieron otras voces que salieron de la multitud que lenaba e atrio de as naciones En este momento, el águila de “oro que Herodes había colocado rada, rabiosa, sin cuartel. El herido no tenía que espera la ciemncai de su vencedor, pc que era inutil. Por fin, los israelitas fuero: cediendo ante la fuerza numéz: ca de los romanos. Algunos combatientes, viend: ción en la fuga. Antipatro fué uno de los pri meros que abandonaron vergon zosamente el campo de batalla Aquél príncipe afeminado y sedicioso perdía por su falia “e su vida que el miedo le hizo 1 rar en aquellos instantes con más cariño del que debiera. como una baja adulación a Ro-| Una hora de lucha encainiza ma sobre la entrada oriental del'da les bastó a los soldados de |[temploá cayó rodando en peda- Herodes para probar a los sedi zos a los golpes de algunos jóve coiss siraelitas que su plan ha :nes hebreos, que armados de bía fracasdo. ¡martillos se habían encaramado | Más de cien hombres se revol ¡sobre el alto pórtico. cabanp or el suelo manchado. | Un clamor universal siguió a de sangre que manaba de su: este rasgo de audacia, | heridas. Este grito tenía varias ento-¡ Cuando el hombre se persua naciones: las unas de gozo, las ¡de que es impotente contra el pr otras de saombro; las más de ligro que le amenaza, el valor se espanto. apaga y la idea de la salvació» Las mujeres, los niños y los individual stoma grandes propo ancianos huyeron en alas del ciones en el ánimo. miedo a encerrarse en sus casas.| A Dimas le bastó na mirad: Los soldados de Antipatro, 10s|para comprender que todo se ha bandidos de Dimas y los discípu- ¡bía perdido, y sacando un cue: los de Sedoc, Mesías y Judas Se|no de caza que colgaba de s. agruparon en los atrios,y las es ¡cinturón lo aplicó a sus labios, padas ocultas brilaron a los ra yos del sol. | Por otra parte 1 acuriosidad había formado sus grupos de es pectadores que esperaban con impaciencia el resultado de a- quel motín, indecisos aún en to mar parte. 1 La noticia, como. acontece slem- “pre en semejantes casos, corrió con rapidez por todos los ámbi- tos de la ciudad. Por fin se detuvo en el palacio de Herodes, y fué a posafse en los oídos de su hijo Arquelao y su general Verutidio.” a ¿ ¡ La trompeta de las legiones reunió a los soldados del Tíber. ¡ Verutidio y Arquelao desnuda ron sus espadas y, montando a caballo se encaminaron al sitio donde el motín comenzaba a al- zar cabeza, co nla santa inten- ción de hacerles pagar caro su aírevimiento. . Apenas los soldados de Hero- des aparecieron delante del tem plo, los sediciosos ve agruparon alrededor de esu jefes. Los gritos habían cesado; pe- ro el peligro comenzaba. Los valientes israelitas abar- caron con una mirada aquella legión cubierta de acero que se acercaba hacia ellos. Comprendiendo el peligro que les amenazaba, pues los solad- dos legionarios del Idumeo les quintuplicaban las fuerzas. | - Sus enemigos [podían presen- Aquel sonido deunió en tornc suyo como por encanto a todos los soldados de su compañía q' ju. daban con vida. —Todo se ha perdido, jes d'jc con raboiso acento. !A 'Samario + a Samaria..! Sígame el que pueda; y derribando con su te- rrible puñal cuanto se hallaba ante su paso, salió del templo seguido de sus compañeros y abandonó la ciudad. Poco después todo había ter- minado. Los habitantes de Jerusalén se asomavan con miedo a sus ven- tanas para ver pasar una legión Je herod'anos que conducían enj tre dos filas de lanzas a Sedoc,.! Judas y Matías, y cuarenta de sus valientes discípulos. Estos mártires de la libertad czaminában cargados con cade- nas, con el traje en desorden, el rostro descompuesto y mancha- dos con la sangre de sus vence- dores. Arquelao y Verutídio marcha- ban al a cabeza de la columna: iban a Jericó a presentar al te- rrible Herodes los prisioneros de guerra. Aquellos infelices demostraban ¡en su miradas que todo había acabado por ellos en la tierra. Dios era su única esperanza; pero esa esperanza es la: única del creyente; por eso cae comc un bálsamo sanot sobre el cora- :zón de los desgraciados. CAPITULO V tar sus anchos escudos de cuero de la hermosa judía que arreba-¡ante la punta 'de sus puñales, | tó de amor el corazón del monar minetras que ellos sólo presen- ca persa, nadie se movió de su taban sus pechos cubiertos con sitio; pero al llegar al final del la simple túnica, muro humano capítulo etrcero, cuando el favo- en donde iban a hundirse para rito _Amán, indignado de que [salir ensangrentados hasta la Mardocheo no dobla la cabeza empuñadura las cortadoras es- como un esclavo, concibe el plan'padas de los romanos. de aconsejar asu señor que ex-| Dimas comprendió que aquel termine a la nación judía, y el¡batallón de aguerridos soldados rey sella el decreto; cuando des- que avanzabn hacia ellos con pués de echar suertes el renco- |su aspecto marcial y amenaza- roso favorito sobre el día de la'dor, podría enfriar el valor de matanza, queda consignado el sus compañeros, día “trece del mes duodécimo | La sangre enardece a los com lamado de Adar”, y el sacerdo-¡batientes; el estruendo de las te leyó con las lágrimas en los armas, los gritos de los que lu- ojos el versículo 15 y dice: “Los chan en el combate, reaniman el correos que fueron enviados se valor, y Dimas conocía todo es- apresuraron a cumplir la orden 'to, y temeroso de que sus par- del rey.... y luego se fijó en Shu- ¡ciales retrocedieran ante el pe- san, corte de Asuero, el edicto, |ligro, sacando su largo puñal a tiempo que el rey y Amán ce- ¡con la mano izquierda, arrojó lebraban un convite, y todos los con toda su fuerza la gabelina, judíos que había en la ciudad la cual fué a clavarse en el pe- estaban llorando...” entonces el cho del centurión que camina- sacerdote suspendió la lectura, y ba delante de los soldados del todo el pueblo prorrumpió en un Capitolio. LA CLEMENCIA DE HERODES Al dí siguiente, cuando el rey enfermo supo que los revoltosos de Jerusalén se hallaban carga- dos de cadenas en el hipódromo de Jerció esperando sus órdenes, hizo que le vistieran y le trasla- daran en una lítera a donde es taban los prisioneros. He:rcdes, cruel por naturaleza, sanguinaroi por placer, quiso go zarse en el dolor de aquel puña- do de. israelitas que habían te- nido el atrevmiento de insulatr el águila vencedora de los ramo nos. Sedoc, Matías y Judas alenta- ban el desfallecido espíritu de sus discípulos que, jóvenes y lle nos de vida, comenzaban a. pe- lidecer ante la muerte que se cernía sobre sus cabezas. La llegada de Herodes causó una impresión desagradable en los prisoneros, El séquito real se detuvo a po ¡Cos pasos del grupo de rebeldes hebreos y Cingo descorrió las ro cho. —¿Cuando? —Esta noche. —Pues si es tanta tu fortuna enciérralo bien y avisame al mo mento, —Así lo haré. —Pero no olvides que los vie- la superioridad de sus enemigo: |jos tenemos algo de niño, y nos comenzaron a buscar su salva |enojamos cuando no nos cum- plen lo que' nos ofrecen, Cingo saludó y Herodes diri- gió su mirada hacia el grupo de los prisioneros, cerrando un po- co los párpados como'si quisie- ra replegar el foco de sus pupi- valor una corona y arriesgaba|las sobre aquellas cabezas que comenzaban a doblarse ante él, abatidas y medrosas. —'!Ingratos! Exclamó después de una pausa con una entona- ción sentida y bondadosa como las que suelen emplear los pa- dres para reprender alguna in- conveniencia del hijo que más quieren !'Ingratos! He aquí es pa go que recibo en camboi de los beneficios que derramo a manos llenas sobre ellos. Yo; he reedi- ficado su templo, yo abro mis graneros cuando el hambre les cerca amenazadora y cruel, yo sacrifico con la fe del cvreyente ante el altar de Dios invisible de sus mayores, yo he agoíado mis tesoros para pensoinar sus poe- tas, levantar teatros, circos y ciu dades, engrandeciendo con la ayuda del arte la tiera de Israel; y ellos hijos desnaturalizados, se rebelan contra su padre enfermo con una ingratitud inconcebible Mi mano bienhechora, siempre extendida para sembrar el bien, esperaba una lágrima de agra- decimento y un beso de cariño... y como víboras crueles vienen a clavar su venenoso aguijón, em- ponzoñando los últimos momen- tos de mivida.... 'Dios lo quiere! 'Dios lo quiere! Herodes lanzó un suspiro y aun se cree que asomaron dos. lágrimas a sus ojos. Los prisoineros ante aquella dulce y paternal reconvención de su señor, se sintieron tan con movidos que agrupándose en de rredor de la litera se arrojaron a los pies del rey pidiendo el perdón de sus culpas,, Sedoc, que no había inclinado su orgullosa frente ante Herodes admirado de la extraña ciemen- cia de aquel tirano, le dirigió la palabra de esta manera: —Yo soy Sedoc, hijo de Mana- ham el Adivino, y te doy las gra cias en nombre de estos jóvenes que se postran a tus pies admi- rados de tu real clemencia. —!Ah!, exclamó el Idumeo fi- jando su penetrante mirada en aquel anciano, ¿Por ventura po- sees tú el mismo don que tu pa- dre? ¿Eres como él, de esos ins- pirados que vaticinan lo futuro y leen en el misterioso libro del porvenir? —Así lo cree el pueblo, respon dió el anciano. —Pues acércate...acércate y lee en el libro mío. Sedoc dió algunos pasos y vol vió a deenerse. Su mirada de águila abarcó con tenacidad el cadavérico ros- tro de Herodes, hizo una ligera frando alguna enigma, y luego pausa como si estuviera desci- extendiendo la mano dijo con voz profética: —La página de tu vida se pre senta muy obscura en el libro del porvenir; sus letras están bo rradas, pero observo un signo q” me dice que antes que la luna nueva aparezca con todo su es- plendor sobre las tranquilas a- guas del Tiberíades, lanzarás el último soplo de tu vida. Herodes guardó silencio. Diría se que la profecía de Sedoc ha- bía anudado su lengua. Tuvo miedo de aquel anicarfo que precursor de la muerte se alzaba ante él para enseñarle una fosa.

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