Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.
" SEMANARIO POPT 66 INDEPENDIENTE “7 ¡€_ÁA EA AA A NS AS o A A ——Á Viernes 29 de Octubre de 1948 LA HUERFANA Fué como el contacto de una pila eléctrica: los ojos del conde se abrie rondemesuradamente y atravesaron las omrtales tinie- blas que ya és ofuscaban, bri. 1ó un rayo de alegría suprema: una fuerza imprevista se désper ót en el; su sangre pareció cir cular todavía por sus venas, sus labios se abrieron balbu- ceando el nombre de s uhijo: —Marcelo! —Si, soy yo, padre mio — ex- clamó el joven con transporte, pasando su brazo derecho por debajo de los riñones del mori- bundo para levantarlo algún tan to, cubriéndole el rostr ode besos * —soy yo... y no te dejaré ya..... curarás, El moribundo hacia esfuerzos - horribles para hablar, pero no podía. Su boca se torcía vena= prendía ya nada: había en eél una mezcla de estupor y un sen mtiiento de angustia indefinible ¿Que había querido deceir su padre con aquellas palabras So- focadas por el estertor de la muerte? ¿De qué secreío quería hablar? ¿De qué debía vengar- le? Hubiera querido preguntarlo a su madre; pero la condesa ha- bía quedado tan trastornada por la muerte de su marido, que durante algunos diás hizo temer por su vd a. Entonces Marcel ocomprendió que era su deber consolar a su madre, y si bien los primeros dias la condesa recibió con una especie de terror las caricias de su hijo, al que miraba con ojos de espanto, como si quisiera leer en su alma, poco a poco pareció abandonar su rigidez y “acabó le La Juderia —¿Y recogiste las últimas pa- labras de papá? La condesa le miró como si no le comprendiera. —A mi me parecía oirlas toda vía —prosiguió Marcelo,— papá habló de secretos, de venganza, pero yo no comprendí a que que ría aludir: Tú, mamá, querida, que vivist esiempre a su lado, podrás darme la explicación: de sus frases entrecortadas y enig- máticas. . —No sé más qu etú, hijo mio— contestó Clara en voz ba- ja,— tu padre no tuvo jamás confainza en mi, ni yo noté nun ca que su vida fuese turbada por, cosa alguna Solo al principio de su enfermedad, cuando empezó a. delirar, salieron de sus labios aquellas frases extrañas, que tú: mismo oíste. —¿Tú crees que al pronunciar lante de la condesa, con voz conmovida murmuró: —Bendecidme, madre mia. Ella le puso las manos sobre co, he sido una miserable! llos labios descoloridos, secos, buena amiga no me echa, pien- El conde,. espantado, trató d+|hubiese esperado alguna pala-|so permanecer aquí hasta la ho.. calmárla. bra de salvación. —Callad— dijo,, dirigiendo en| La condesa se pasó la mano ra de la “comida. —¿Y Raul? ¿Y tu marido? — la cabeza, pero de tal suerte ¡torno, de sí miradás de espanto, | cargada de anlilos por la frente; |preguntó el conde. temblaba todo su cuerpó. que no pudo levantarse ni pronunciar palabra. —Marcelo, en cambio, levan.' tándoes, la besó largamente so. bre la frente. —Hasta muy pronto, mamá querida. — exclamó — y te pro- | '—¿estais loca, Clara? sus ojos continuaban arrojando —Han salido juntos a caballo, —Vos sois quien me pone así |relámpagos de cólera, y su sutil|y no volvetán hasta el momento ¡Ah! si Renata también supiese. —Callaos, repitió. —¡¡Oh! me callaré... pero no ¡continuéis torturándome... ruego. ' nariz se dilataba temblorosa. de sentarse a la mesa. ¿Come- —Es necesario apagar ese ra-|rás con nositros papá? yo de su memoria —dijo al ca_ os lo|bo de u ninstante— Enviadme/|mañana — contestó el conde, a Renata; yo le hablaré. -—Hoy no puedo. Nos veremos llevándo respetuosamente a sus El conde Mario sacudió lenta| No habían concluido de decirflabios la mano de la condesa meto que cuando vuelva no me "mente la cabeza con amarga son esto, cuando. dejáronse oir dos” ¡y estrechando la de su hija. separaré d eti. Ex K El dí aen que Marcelo esatba invitado a comer en casa del barón Viser, la condesa Delmon te hallábase en su salón favori. to, sentada en su vasto sillón, co locado a un lado de la chimenea donde ardía un fgeuo abundan_ te escuchando inmóvil de los la bios de su dama de compañía, la lectura de la vida de Santa] risa, —¿Pero, .consentiríais en que Marcelo se dseposara: con una hebrea. golpes dado sobre la puerta. Después se retiró, casi son= Clara se enderezó soberbia y |riente. sombría. —Adelante— dijo. a lectora había desaparecido, y Renata y la condesa hablan Cla rahizo un gest ode espanto| Alzóse el portier y. apareció |quedado solas. —¡Oh! eso no, jamás. —¿Y pues? —Yo estoy segura de mi hijo: dosas creencias de la edad in_ fantil: la vidá' militar no ha o-| Perdonadme, si me he permitilpara besarla de nuevo en fuscado en su alma el senti. el rostro amarillento 'de la da. ma de compañía. Entonces, la joven duquesa abandonó su puesto y fué a sen —¿Qué queréis aquí? No se|tarse sobre el escabel que había Marcelo conserva todas las pia. os ha llamado —exclamó seca-|a los pies de Clara. ¡mente la condesa. Esta se inclinó sobre Renata la do distraer a la señora, pero he frente. ¡ Teresa, cuand oel portier se: le.¡miento religioso: Además, mi hijvisto e nel patio el carruaje de e aníd y apareció un criado dejjo, me ama y me respeta dema. |la duquesa... —¿De mi hija? —interrumpió|—Estarás incómoda. gran librea anunciando al con; ¡de Mario ariani. í La lectora calló en seguida y; r cerró el libro, mientras Clara en ' persuadido, lvoz baja y lenta decía: Adelante. Z El conde Mario entró serio y tieso, y acercándose a la conde- sa la besó la mano, y fue a sen tarse en otro sillón que la dama siado par arebelarse contra mi voluntad. El conde Mario no parecía —Es preciso remediarlo ahora que estamos a'tiempo., dijo. —Interrogue a Marcelo. Siguió un abreve pausa. —Amiga mia— dij oal fín el conde, con tono de voz acaricia. el conde saltando en pie. —¿Por qué te sientas aquíi?— dijo con dulzura. —No— contest óvivamente Re —Si, señor conde — contestó|nata,— me parecera volverme Natalia inclinándose. —¿La vistéis bajar? Esta vez la joven se limitó a niña y estar a los pies de mi madre. —Y yo te amo como si verda hacer un ligero signo afirmativo |deramente fueras mi hija— di. —¿Viene sola? Sola, señor conde. Siendo así, me voy— dijo és jo, siempre en tono dulce y aca ricador, la condesa. —o sé,... y por esto acudo a mente: en sus ojos hundidos, e deados de negra sombra, habia |por llorar en sus brazos, como |las delirase? — preguntó viva. de compañía se había apresura dora; —yo no he venido aqui so./*e acercándose a Clara. v ue en el caso en la ple de un abismo: quivás no había llorado en su|mente Marcelo estrechando fuer|do 2 hacer correr del orto lado, |lamente, a' hablaros de Marcelo,] ¡Como! ¿No queréis saludar a te Dan Ebo: vos Ho e sus manos descarnadas trataban | vida. 3ltemente la mano de su madre, 'de la chimenea. sino a enteraros de cosa muy se|vuestra hija? —observó la con... | salvarme. de agarrarse al cuello de su hijo| Desde aquel momento, a la| —Estoysegura. _—Puedes retirarte, Natalia, —|rias qu econciernen a Renata. |desa. La condesa Clara se aproximó | veneraeión: que sentía por la —¿Y no probaste nunca inte. “ijo la condesa a su lectora. Dio'sno se cansa de ponerme a da —¿Salvarte, Renata?... — ex- —Déjalo, Marcelo, el poble su|condesa, unió el afecto entusiás |rrogar a papá en sus momentos La joven se inclinó e nsilencio [Prueba de todós modos. Side resp mien parade el reas clamó la condesa procurando do fre demasiado —dijo con acento|tico que había sentido por su [de lucidez? y salió del salón. Y lanbó un hondo suspiro. lao alzando el portier, ánuncia [ner Su emoción— ¿Te amena ronco, sofocado. dre. —Sí; lo hice. Al ver las miradas que mu- bora pera o su tea la a da a de ntamaría [5 pe. 00 peligro. — La condesa y el conde queda. |Ménte curiosa al eonde, y con + —Un peligro grande, tremen- El conde sacudió co nenergía| El joven oficial pedía incorpo ¿Y que... y q aparente calma: preguntó: Renata entró, y al ver a su pa —¿Dios mio,! me asustas — la cabeza, y su rostro tómó tal expresión de horror, que la con desa rttrocedió lentamente, yen do a caer sobre una butaca, - donde quedó muda e inmóvil, oculto el rostro mas lívido aun qu eel de su marido, entre sus Marcelo continuaba anim .. a su padre. Si... vivirás— decía, — vivi= rás... para mi que te amo tanto, para mamá, para todos... El moribundo seguia agitan- do su smanos convulsas en el aire, lanzando gritos inarticula- dos.. y sus ojos, fijos en el ros. tro de su hijo, parecían decir: —Compréndeme, no lo ves... ho de hablarte. Marcelo fu efascinado por a- guella mirada extrema, Fares perada. —¿Que tienes que pa padre mio? Ya te escucho con toda el alma. E El moribundo hizo un esfuerzo sobrehumano, y con voz entre. cortada y ronca balbuceó. —El secreto.. Los infames... tu me vengarás... tú... no sabes... No terminó: cayó hacia atras rarse a su regimiento. La noche antes de su partida -encontrá- base en el salón de su madre, sentado sobre un escabel, a los piés de ésta. No hablaba, pero miraba a la condesa como no la había mira do jamás. Parecíale que estaba más pálida que de costumbre. y una de las manos, que tenía entre las suyas, estaba fría. Durante algunos minutos, el silencio que reinaba en. el sa- lón n ofué interrumpido más q' por el monótono tictac de la pén dola que había sobre la chime- nea. De pronto, Marcelo, en voz que trató de hacer firme, pero siempre dulce y etniendo fija su franca y vivaz mirada sobre la condesa, dijo: —Mamá: mañana te dejo y quién sabe cuando nos veremos ya... Antes de separarnos, permí teme un pregunta que desde al. gún tiempo me quema los labios De la frente de Clara apare- ció la serenidad: mas, en voz firme, contestó: —¿Qué pregunta? ... Habla... —¿Tú estuviste presente a los —Me ico Pa y qui. zás creyó que yo misma delirase —¡Ah! gracias, mamá, queri_ da -—-— exclamó Marcelo besándo le la mano, — me quitas un enor me peso d elcorazón. En efecto, la vida de mi padre no ha trans currido siempre tranquila junto! ron solos. tuamente cambiaron hubiérase dicho que aquell asdos personas se odiasen y trataran de ocultár selo el uno a la otra. —¿Dónde está Marcelo?— pre ¡Euntó bruscamente el conde, —¿Creóig que sigo sus pasos? —¿Qué hay. de nuevo? —Hay que, a Renata le vuelve el recuerdo. del pasado. —¿Le vuelve el recuerdo? — repitió involuntariamente y con sobresalto la condesa. —Si, amiga-mia; y a pesar de dre estremecióse; pero fué un re lámpago y acercándose a él, te dióle su mano enguantada, di. ciendo. : —Buenos dias, padre mio. Nu esperaba encontrarte aqui. Y, sin esperar respuesta, vol- vióse hacia la condesa, que se a ti tan buena, tan noble y ge-|—contestó la condesa,— seguid. nerosa, modelo de esposas y de|le vos, si os place; yo no me to. las. seguridades que nos daba hal bía puesto en pie ,y presentó vuestro famoso médico de quello 1a frente, diciendo. su inteligencia no se desperta. madres. La condesa inclinó la cebezalya un muchacho. dejando su helad mano entre las del joven, que la estrechaba | vigilado aún que un muchacho infalibles— observó Clara; con infinita ternura. —Sí — agregó Marcelo,— tie nes razón; papá deliraba: pero si tú mismano me lo asegura- ses, partiría con una espina en el alma, para vivir entre sospe_ mo este cuidado, Marcelo no es A a, —Marcelo necesita ser más * | —Lós médicos no son siempre —exclamó el conde exasperado. | pero, decidmé cuando ha ocurri. vía el peligro que corre? Está ¡do y hasta qué punto se han —¿No habéis comprendido toaa.' despertado en Renata los recuer enamorado de una hebrea, dos. —¿Y qué hemos de hacer? El conde Mario la refirió el —Qué hemos de hacer —repi- ¡coloquio tenido con su hija, al_ chas, «convencido de que se hu-'tió el aristócrata arrojando lla. |gunos días antes. biese faltamente mezclado a te- rribles aocntecimientos que ha bían cortado su vida. —No... no lo creas..— inte. rrumpió la condesa extrañamen te agitada. Después, con «acento más de bil y conmovido, añadió: —No hablemos más de eso... que tanto daño me hace. Parecía, en efecto, sufrir mu mas por sus ojos. — ¿Y sois vos, —Quería advertiros' enseguida Clara, la que habláis asq? Aten ' añadió; — pero creí que se tra ded: antes que esposo de una taba de un momento de alucina judía, le estrangulo con mis pro 'ción, Mas, en la mirada singular pias manos. Ique esta misma mañana me ha —¿Y con qué derecho haráisidirigido y én el cambio ocurrido eso?— dijo Clara con acento se-j[en ella, comprendo que mi hija co y vibrante. lo recuerda todo..- —¿Con qué derecho? ¿Y me lc] —¿Lo creéis de una manera preguntéis? cierta?— pregunto la.condesa a- Clara le miró con ojos extra-|gitándose en su poltrona. —Buenos dias, mi. buena ami ga; no estéis disgustada conmi_ go, porque he dejado transcurrir una semana sin veni ra veros. —¡Como es posible guardarte rencor, vida bmía! —repuso la condesa besándola.— Como ves, t ehe perdonado. Clara sentóse en su poltrona. Renata fué a sentarse en la que ocupaba su padre. Este perma- neció de pie. —¿Queréis efectivamente ma charos? — preguntó la condes. mirándole. —¿Soy yo quie nte hago huir * —añadió Renata alegremente. —No, hija mia, Había pedido va permiso a la condesa para re 'tirarme antes que tú entraras. ¡Me he quedado sólo para salu. ' darte, y ahora que veo que es_ do, terrible. dijo Clara juntando las manos y mirando asombrada a la joven duquesa que se había puetsto muy pálida. ¡Ea! habla; ¿que te sucede? Renata dirigió una rápida o- jeada a su alrededor, —¿Estáis cierta de que nadie nos escucha?— preguntó. —¿ Y quién se atrevería? — dijo vivamente Clara. —No sé; pero tengo miedo de todo. Esperad. Contnuará- lal semana entrante SE VENDE IN MAGNIFICO LOTE En el lote están ya 1as Dases.. para la casa, es decir tiene los cimientos y el piso de listo para acomodar los to y con alambre de lo SOL. El lote es grande y di como una masa inerte: una ola|últimos momentos del pobre pa[ch oy rehuía la mirada de Mar |viados. —Estoy seguro— contestó el; Para información, pasen «a EL de sangre salió de su boca acom |pá? celo, fija siempre en su rostro. | —¿Le dirias acaso la verdad? |conde lanzando un nuevo sus. ; gro tia de- mi ca. [situado en la calle 33 y Esto de pañad ade un supremo estertor.| Clara se puso lívido tan sólo| Reinó un breve silencio. —preguntó con voz ahogada. ES ll aje? Tienes tiempo de sobra |la Madison. Había muerto. Marcelo fue sacado a viva fuerza fuera de la estancia, en un estado de ánimo CA E no com al pensarlo. —Si... Dios no quiso ahorrar- me la vista de su penosa ago nía— murmuró. ul Despuée hablaron dos o tres cosas hast ael momento de sepa rarse. Entonces Marcelo se arro dilló como cuando era niño de- ¡Ah! guardaos, conde es ya de_i —Pues, si es así, Renata sabe, masiado lo que he sufrido, lo q'|que yo soy vuestra cómplice... Y encierro aqui en el corazón; sijsi ahora recuerda nuestra sam: me empujáis a los extremos, ¿sa nazas y:las torturás físicas y mo béis lo que haré? Ya os lo he di-|rales que la hemos hecho sufrir cho otra vez.... Ha llegado la ho| ¡ay de nosotros!! ..Y si lo con_ ra en que la Jucha es ya insos- nteible; mi corazón se rebela, de mi alma torturada sale un angustioso grito y siento el de. deseo de gritar a mi hijo: —¡No_me ames, no lo merez. fesase al duque... pensado? —St, lo he pensado, —confesó; —y por esto he venido a pediros u nconsejo. En la miráda, como si de aque _¿no, lo habéis para enviármelo, porque, si mi a LA BOTICA RAMONA "Es la Botica de los Mexicanos” El más Escrapuloso y Rápido despacho de Recetas. Se surten recetas de todos los médicos, por menos precios. A oLo LOS ENCUI rs EN: s 1 Su dollar compra más en la Ramona. Vendemos el legítimo PULMITOL LA C ASIT Gerente. V.R. CANALEZ 325 E. Wáshington 0 Teléfono: 3-9135 Taquitos. a 10 centawos, Apetitos — CHITO Y MELLY, Prepa. greseala ALIANZA HISPANO AMERICANA LA CASITA NO. 1 1021 8. Central Avenue Burros, Comida Limpia y CXMSOIOLIDE OL OLAS ro NE? Visitar por avión las ciudades de Hermosi- llo, Guaymas, Arizona. VUELE USTED A MEXICO! Ciudad Obregón, Culiacán, Mazatlán; Cananea, N. Casas Grandes, Chi- huahua, Torreón, Monterrey, la capital y otros puntos de la República Mexicana, re- sulta más barato utilizando el servicio aer: La Alianza Hispano Americana es Ja pres iaa de dilo de Mé- . 5 represen naves a. pick-pockel popa man ego you e apuros Sociedad Fraternal de la Raza. La A- xico, S. A., las Lineas Aereas Mexicanas, 8, , checking account. ER addition o s i A. y la American Lines. your cash, your account lets you pay bills the easy way, lianza expide pólizas de seguro para . HE by mail. Your cancelled checks are ideal legal receipts, and toda la familia e precie quie) aliada: poe A su excursión a México, con todos los ue check subs fumish valueble deta for budgeting and income- ci —Haga sus reservaciones en muestra Oficina, Nada extra tax reports — all good reasons for coming in and opening a nos pagará por ello. Veanos. OO OCDE DEPOSIT SonAaeE CORPORATION para sus niños. Teléfono: 3-2304 cios. Tome un Seguro para usted y Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la Á.ELA. ó 4-3488 SOUTHWEST TRAVEL AGENCY En el Vestíbulo del Hotel Adams Phoenix, Arlz. O Llame al teléfono 4-2665